El interescuelas: debates y propuestas
1 ¿Qué papel le parece que tienen y/o deberían tener las Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia?
Creo que el Interescuelas ha tenido y sigue teniendo un papel muy importante como lugar de intercambio y debate entre historiadores y futuros historiadores. Valoro sobre todo que permita y estimule la participación masiva de estudiantes de grado, ya que en otros países este tipo de eventos está reservado sólo a profesionales o estudiantes de postgrado. Aunque la calidad de las ponencias no siempre sea la óptima, el Interescuelas ofrece la invalorable oportunidad, para los que comienzan su formación, de que sus trabajos sean discutidos por otros estudiantes y por investigadores formados (algo que en las cursadas universitarias es poco frecuente). Ha sido, en este sentido, un importante espacio de formación para muchas personas.
Por otro lado, el marco de las jornadas ha habilitado debates teóricos e historiográficos que no siempre encontraban sitio en los demás ámbitos que estructuran el campo académico. Creo que, comparativamente, el Interescuelas ha sido un espacio más abierto, “democrático” y plural que el resto de los sitios que componen el campo, por lo que puede que haya logrado contrapesar, al menos en algo, sus tendencias a construir y fortalecer jerarquías del saber que en ocasiones funcionan excluyendo o marginando las perspectivas alternativas, contrahegemónicas o simplemente innovadoras. En particular, el Interescuelas ha sido prácticamente el único espacio propio del campo en el que pudo ponerse en cuestión un cierto sesgo ideológico que se transmitió en nuestro país junto con el proceso de profesionalización de nuestra disciplina. Me refiero a los imperativos de la hiperespecialización y la (supuesta) neutralidad valorativa o la elección de la comunidad de los pares como único destinatario de los saberes producidos (con la consiguiente costumbre de escribir y expresarse en un lenguaje incomprensible para las personas que carecen de una formación específica).
En fin, creo que el Interescuelas, con sus limitaciones y problemas, constituye un evento valioso que merece seguir recibiendo el apoyo de los historiadores. Coincido en el señalamiento de Omar Acha sobre la necesidad de defender este espacio frente a su posible desvalorización a manos de otros encuentros más exclusivos que han venido promoviéndose en los últimos años (véase http://tapera.info/?p=322 ).
Con la desvalorización del Interescuelas indudablemente contribuyen también las “manifestaciones agraviantes hacia prestigiosos historiadores, encabezadas por grupos minoritarios”, señaladas oportunamente por Marcela Ternavasio en la revista Ñ. Hemos comprobado, en el accionar reciente de algunos de los que las promovieron en la edición de 2007, que esas manifestaciones no estaban tanto en función del reclamo “democratizador” que explicitaban, como de la más prosaica voluntad de conseguir cargos y cátedras para los militantes de sus agrupaciones (espacios éstos que invariablemente terminaron utilizándose de maneras tanto o más “antidemocráticas” que las de quienes criticaban). Pero, dicho esto, también es cierto que, para defender “la vocación de la mayoría por debatir en un marco de tolerancia y respeto que exalte los valores de la excelencia académica” –retomando las palabras de Ternavasio– nada mejor que garantizar un marco de esas características no sólo en los encuentros públicos y abiertos, sino también en las prácticas y decisiones cotidianas dentro de las instituciones que estructuran el campo académico. La tolerancia y el respeto vienen siendo, lamentablemente, virtudes que muchas veces escasean a ambos lados de estas disputas. Ni la excelencia académica debe ser excusa para exclusiones indebidas y pleitesías y rigores innecesarios, ni la “democratización” un pretexto para disputar cargos para personas que no reúnen méritos mínimos.
Por último, agregaría que el Interescuelas, además de desempeñar el papel importante que viene desempeñando en el desarrollo del oficio del historiador en nuestro país, se vería enriquecido si aprovechara las energías que convoca para generar contactos más allá del mundo de la academia. El carácter federal del evento y su masividad serían excelentes plataformas para motorizar actividades que apunten a conectar a los historiadores con las preguntas y demandas sobre el pasado que anidan en la sociedad toda. La ocasión del Interescuelas podría utilizarse para generar actividades abiertas a la comunidad, talleres participativos, encuentros con docentes y formadores de movimientos sociales, etc. Tales contactos redundarían no sólo en beneficio de la comunidad, sino también en el enriquecimiento de las perspectivas que nutren y animan la investigación académica.
2 ¿Le parece problemática la dimensión (en mesas, ponencias, asistentes) que ha alcanzado “el interescuelas”? Si es así ¿Qué cambios le parece que podrían implementarse para resolver esas dificultades?
Sin dudas el problema de las escalas complica las cosas y presenta desafíos organizativos que, en la crónica carencia de recursos de nuestras universidades, no son fáciles de enfrentar. Lamentablemente, los organizadores del próximo encuentro vienen tratando de limitar la cantidad de participantes de un modo que me parece contraproducente. Por ejemplo, me parece muy nocivo que hayan prohibido la presentación de ponencias de autoría colectiva (sólo se permiten trabajos de uno o dos autores). Cada vez más las investigaciones requieren la colaboración de grupos amplios, y las jornadas deberían estimular la cooperación, antes que desincentivarla o, mucho menos, prohibirla. No existen motivos de índole académica que indiquen que un trabajo de calidad sólo pueda ser realizado individualmente o de a dos. El Interescuelas debería no sólo aceptar, sino incentivar la presentación de trabajos colectivos. Para ello por ejemplo, podría establecerse como regla que una misma persona pueda presentar un solo trabajo a título individual, pero uno más si lo hace como parte de un equipo. Es decir, quienes trabajen únicamente solos podrían presentar una sola ponencia, mientras que los que lo hacen colaborativamente podrían presentar hasta dos (una o ambas como parte de colectivos). Otra cláusula contraproducente que se ha puesto en vigor para este encuentro es la de exigir un mínimo de ponencias para habilitar una mesa. En aquellas áreas en las que hay poca investigación local –por ejemplo la historia rusa– ello nos obliga a salir desesperadamente “a la pesca de ponentes” y de relajar criterios de calidad a la hora de admitir contribuciones, sólo para alcanzar el número mínimo que esta vez se fijó en diez.
Para limitar el crecimiento desmedido del Interescuelas, una solución posible sería la de establecer un tope máximo en el número total de mesas. Si las propuestas de mesa superaran la cantidad máxima establecida, el comité organizador podría asignarlas de acuerdo a su relevancia según un criterio que asegure al menos un sitio para la multiplicidad de cuestiones de las que se ocupan los historiadores en nuestro país, y mayor concentración para los temas más frecuentados. Podrían también estimular la fusión de dos o tres propuestas de mesa de temas similares en una. Luego, los coordinadores de cada mesa se ocuparían de seleccionar los trabajos hasta el número máximo de ponencias permitido por mesa (que podría fijarse en 10 o 12), lo que aseguraría un mínimo control de calidad.
Cualquier limitación de este tipo, sin embargo, debería hacerse con una sensibilidad especial respecto de la diversidad de las áreas de estudio y sus necesidades respectivas. Las restricciones del caso deberían hacerse de modo de garantizar lugares para que los estudiantes no se vean excluidos de la posibilidad de presentar trabajos. Asimismo, el listado de mesas aceptadas debería asegurar un lugar tanto para las áreas de estudio poco desarrolladas como para las de aparición reciente o que se juzgue necesario estimular. Ciertas medidas restrictivas pueden ser útiles para algunas áreas pero nocivas para otras. En temas de historia argentina o americana, por ejemplo, puede tener sentido obligar a que los coordinadores no pertenezcan a una misma institución o grupo de investigación, o que no sean más de dos. Pero en temas menos frecuentados, eso puede obligar a malabares innecesarios e inconducentes (los tres gatos locos que nos ocupamos de algunas cuestiones de poco desarrollo en Argentina nos vemos obligados por la necesidad y por mero espíritu gregario a armar equipos de trabajo conjuntos…). Por otra parte, se me escapa totalmente el motivo o la racionalidad detrás de la cláusula impuesta para el próximo encuentro, según la cual se excluye del papel de coordinador a determinados historiadores según dicten o no clases en el ámbito de grado. Por esa decisión se terminó excluyendo a un grupo que venía apostando al Interescuelas desde hace años. Los organizadores deberían tener la flexibilidad necesaria para contemplar casos especiales. Las normas deberían estar para colaborar con el encuentro, no para empobrecerlo.
Pero quizás lo que más contribuye al crecimiento desmedido del Interescuelas sea la cultura del paper rápido y de acumular líneas en los CV sin consideraciones de calidad o relevancia en lo que uno presenta. La costumbre de “refritar” un mismo trabajo y presentarlo en varios congresos sucesivos se ha vuelto demasiado frecuente. Para contribuir a ir cambiando esta cultura, podría instruirse a los organizadores, coordinadores de mesa y/o comentaristas para que detecten aquellas ponencias que ya han sido presentadas, con pequeñas variaciones (en el mejor de los casos) en otros eventos científicos. Del mismo modo, sería hora de volver a dar lugar a la pregunta por la relevancia de las investigaciones: junto con los cuestionamientos por los métodos, las fuentes o el manejo de la bibliografía adecuada, es tiempo de que los comentaristas o el público presente exijan también respuestas válidas para la pregunta “¿Y eso a quién le interesa y por qué?” Asimismo, el Interescuelas podría ajustar mecanismos para impedir las típicas inscripciones de personas que luego no viajan a defender sus trabajos. Podrían implementarse mecanismos para quitar de actas a quienes no hayan concurrido o establecer que quienes, habiendo enviado una ponencia, no se “desregistren” antes del comienzo del encuentro, no sean admitidos como ponentes en el próximo.
En fin, más allá de los problemas logísticos, no debe perderse de vista que el crecimiento del Interescuelas, que además ha venido mejorando en calidad encuentro tras encuentro, es un signo auspicioso. Con apertura mental y reglas claras inteligentemente dosificadas podríamos tener un evento mejor organizado y aún más vital. Pero para ello es necesaria una continuidad en el apoyo y participación de todos los historiadores y resistir las tendencias a retirarse a la comodidad de los eventos más exclusivos o pautados.