Dossier. Alto clero y política, 1809-1830. La encrucijada del poder episcopal en la Iberoamérica de las independencias

Alto clero y política, 1809-1830. La encrucijada del poder episcopal en la Iberoamérica de las independencias

 

María Laura Mazzoni (CONICET-Inst. Ravignani) y Consolación Fernández Mellén (Universidad del País Vasco – Università degli Studi Roma Tre) {{1}}

 

La historia de la iglesia en Iberoamérica ha sido desde hace algunos años objeto de revisión de los historiadores. A partir de las décadas de 1970 y 1980, la historia social y política llamó la atención sobre el gran peso que la religión había tenido en las sociedades pre-contemporáneas, y se volcó a analizar lo que hasta ese momento había sido un tema menor y analizado generalmente por historiadores pertenecientes al ámbito confesional (Bruno 1970; Tonda 2009). Estos estudios, de tono apologético, y usualmente, permeados por un afán acontecimental y un acercamiento poco crítico a las fuentes, tienen la ventaja de contar con un exhaustivo trabajo heurístico y una muy variada cantidad de documentos, muchas veces inaccesibles para el historiador ajeno a la institución eclesiástica. En este sentido, la jerarquía eclesiástica ha sido objeto de estudio de episcopologios (López Martín 1999) y obras monumentales sobre la iglesia en América y en la península, que analizan a estos actores políticos en tanto pro hombres de la Iglesia de vida ejemplar. Los nuevos estudios de historia eclesiástica han considerado a la religión católica y a la Iglesia como instituciones sociales articuladoras de la sociedad y la política en el antiguo régimen. Asimismo, la conmemoración de las independencias americanas ha impulsado la aparición en los últimos años de numerosos estudios acerca del papel del clero en el proceso americano (Gallo, Calvo, y Di Stefano 2002; Ayrolo 2006; Taylor 1995; Connaughton 2008; Amores Carredano 2009; Ayrolo, Barral, y Di Stefano 2012). No obstante, con la excepción de México (Brading 1994; Pérez Puente 2012), Argentina (Di Stefano 1999; Di Stefano 2004; Martínez 2013; Mazzoni 2013) y Brasil (Sales Souza 2008; Sales Souza 2006), donde muchos especialistas y grupos de investigación se han concentrado en la iglesia y el clero exclusivamente, y en particular de los prelados americanos, para otros espacios iberoamericanos la administración diocesana aun es un campo por explorar. Sin embargo, no existe ningún trabajo que aborde en su conjunto la actuación de los obispos americanos. En general, la jerarquía eclesiástica fue analizada teniendo en cuenta su mayoritaria adhesión a la causa realista (Amores Carredano 2009). En este sentido, el propósito de este dossier surge de la necesidad de reunir artículos editados en diferentes publicaciones sobre el episcopado iberoamericano, que contribuyan a entender y contextualizar su posicionamiento ante los violentos acontecimientos que se sucedieron en América tras la crisis de la monarquía de 1808. La política eclesiástica de las coronas ibéricas desde el siglo XVIII tendió a la preconización de obispos regalistas para las sedes americanas, que fueron activos colaboradores del programa reformista ilustrado. A partir de un análisis proposográfico, Pedro José Paiva y Andoni Artola Renedo nos permiten conocer no sólo cuáles fueron los mecanismos de selección de estos obispos, sino también las características de este episcopado que estuvo al frente de las diócesis americanas en los años de las guerras de independencias. El primero de estos autores concluye que a finales del siglo XVIII la Corona portuguesa buscó, para ocupar las mitras vacantes, promover candidatos nuevos que carecieran de lazos sociales con la élite, y que fueron elegidos entre el funcionariado y la nobleza provincial; mientras que para el caso español el análisis de Artola Renedo muestra además cómo la selección de los obispos peninsulares y americanos estuvo regida por una tendencia episcopalista dentro de la jerarquía eclesiástica. El mayor exponente de ello lo constituye el obispo de la diócesis de La Habana, Juan José Díaz de Espada (1800- 1832). Fernández Mellén analiza el pensamiento político que aparece en las pastorales de este obispo que gobernó la diócesis antillana en unos años claves en el proceso revolucionario e independentista en América. En los escritos de Díaz de Espada, los conceptos de nación y monarquía constituyen una manifestación tardía de la constitución histórica de la monarquía. La noción de nación que defiende el prelado provenía de la filosofía escolástica y de una noción organicista de la sociedad. Con este estudio, la autora demuestra la falacia de considerar a Espada como un obispo preliberal. A diferencia de sus homólogos en el continente, este obispo fue defensor del régimen vigente en un territorio que permanecería fiel a la Corona hasta finales del XIX. Este fue el escenario que encontró en 1825, el siguiente de los protagonistas de este dossier: Pedro Gutiérrez de Cos, obispo de Huamanga, analizado por Elizabeth Hernández García. La autora retrata a este obispo piurano como uno de los representantes del “conservadurismo” en su defensa de las ideas monárquicas en el virreinato peruano. Esto no entraba en contradicción con el apoyo que prestó en su exilio al gobierno mexicano de Agustín de Iturbide, que se oponía al radicalismo liberal que representaban en ese momento las cortes españolas. De hecho, su fidelidad fue reconocida con el nombramiento como gobernador eclesiástico de la mitra de La Habana y, poco después, con la sede de Puerto Rico. Frente al exilio de Gutiérrez de Cos, nos encontramos casos en que estos obispos resistieron al frente de sus diócesis desarrollando su labor pastoral, no obstante que su declarado realismo los colocó en el punto de mira de los nuevos gobiernos. Éste es el caso del obispo de la diócesis de Córdoba entre 1805 y 1817, el español Rodrigo Antonio de Orellana, que es estudiado por Valentina Ayrolo. La autora muestra cómo la gestión eclesiástica de Orellana estuvo fuertemente condicionada por su posición contraria al gobierno revolucionario. Encarcelado por las autoridades revolucionarias entre 1810 y 1812 y posteriormente extrañado en la provincia de Santa Fe, finalmente regresó a la península para ponerse al frente de la diócesis de Ávila. Como contrapunto, tenemos el ejemplo de José Sebastián de Goyeneche, prelado del que no se incluye ningún trabajo en esta recopilación. Obispo de Arequipa desde 1817 a 1859, pertenecía a un linaje arequipeño con gran ascendente en la región. Y pese a su apoyo al bando realista, supo mantenerse en la mitra sorteando la inestable coyuntura política gracias a su gran habilidad para evitar un enfrentamiento directo con las autoridades revolucionarias –sobre todo con el general San Martín-. El prelado arequipeño logró incluso concluir una exitosa carrera eclesiástica como arzobispo de Lima, cargo en el que fue designado en 1859, y que conservó hasta su muerte, en 1872 (Rojas Ingunza 2007). Algunos de estos obispos realistas supieron ver también la conveniencia o necesidad de adaptarse a las nuevas circunstancias políticas, de manera que puede constatarse una evolución en sus posicionamientos políticos, como son los casos de Diego Antonio Navarro Martín Villodres, obispo de la diócesis de Concepción de Chile entre 1806 y 1816 y desde esa última fecha arzobispo de La Paz, o el del obispo de Puebla de los Ángeles, Antonio Joaquín Pérez, presentados por Lucrecia Enríquez y Cristina Gómez Álvarez respectivamente. Los años de formación de Antonio Navarro en el colegio de San Areopagita del Sacro Monte coinciden precisamente con aquellos en los que desde la monarquía española se impulsó la reforma de estas instituciones con el objetivo de formar en ellos a un clero regalista. El obispo Navarro llegó a su diócesis en 1810 cuando ya en la capitanía general se estaban constituyendo las primeras juntas autónomas. Si bien en un primer momento el prelado mostró una actitud prudente ante el fenómeno juntista, después se reveló como “uno de los jefes realistas más comprometidos contra la revolución de Chile” (Enríquez Agrazar 2005, 43), hasta el punto que lo encontramos reclutando gente para engrosar las filas del ejército realista. Finalmente, ya hacia 1825 Navarro trató de congraciarse con Bolívar y Sucre. Por tanto, el avance y consolidación del proceso independentista, así como las circunstancias políticas de la península, determinaron la evolución política de este episcopado. En su artículo, Gómez Álvarez presenta el caso del obispo ultramontano Antonio Joaquín Pérez como paradigma de la actitud de la jerarquía eclesiástica mexicana: de defender los derechos de Fernando VII y atacar la insurgencia, pasó a ser un bastión fundamental de la independencia como defensa frente a la política anticlerical del gobierno del trienio liberal (1821- 1823). Cierra este dossier el trabajo de Valentina Ayrolo y María Laura Mazzoni, que nos transportan nuevamente a la diócesis de Córdoba de la mano del obispo Benito Lascano (1831- 1836). Las autoras presentan a un prelado cuya fidelidad no oscila ya entre la defensa de la causa real o patriótica; la independencia se ha consolidado y el debate en el otrora territorio del Virreinato de Rio de la Plata se centra en las diferentes formas de entender el federalismo de la nueva república. Lascano supo aprovechar la coyuntura revolucionaria y, gracias a su relación con el vicario apostólico Giovanni Muzzi desde 1824, consiguió ser designado vicario apostólico in partibus de Comanén y vicario apostólico de sede cordobesa. A estas alturas, el principal problema al que tuvo que hacer frente el episcopado americano fue el de defender unas prerrogativas episcopales que les habían concedido los papas, frente a las pretensiones de las autoridades republicanas por arrogarse los mismos derechos de patronato que antes habían gozado los reyes españoles. El conflicto entre Lascano y el gobernador de Córdoba, José Vicente Reynafe, es un claro ejemplo de ello. Los artículos aquí reunidos constituyen una aproximación suficientemente representativa de lo que se ha publicado hasta el momento acerca del papel del episcopado durante el proceso revolucionario y las guerras de independencia. Como reza el título del dossier, su objeto ha sido reunir trabajos que expliquen y contextualicen el papel del episcopado iberoamericano en esta coyuntura cambiante, de forma tal que se avance en una mejor comprensión de las razones ideológicas, políticas, pero también personales, que impulsaron a los obispos de las diócesis americanas a permanecer fieles a España u optar por el apoyo a la causa patriótica, o incluso a variar sus posiciones en función de la evolución de los acontecimientos políticos. Los trabajos aquí reunidos presentan múltiples trayectorias. En las filas de estos prelados existieron incertidumbres, disidencias, contradicciones que les llevaron a consagrar una carrera eclesiástica exitosa, o que les valieron el encierro, o el exilio. No obstante, aún son muchos los casos que están a la espera de un análisis profundo que permita avanzar hacia esa visión conjunto. Sobre este punto trata de llamar la atención el dossier que aquí presentamos.

Textos

Bibliografía

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[[1]] La coautora ha realizado este dossier en el marco del Programa de Perfeccionamiento de Personal Investigador Doctor del Gobierno Vasco. [[1]]