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El interescuelas: debates y propuestas

Reguera, Andrea (UNCPBA-CONICET)

Desde el regreso a la democracia, la comunidad de historiadores, a partir del año 1988, cuando tuvieron lugar las I Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia en la Universidad Nacional de La Plata, se reúne periódicamente cada dos años, en alguna de las sedes universitarias donde se ofrece la carrera de historia como oferta académica, para organizar “el interescuelas”.
Es real que cada año “el interescuelas” recoge más adeptos, con la propuesta de organización de un sinnúmero de mesas temáticas y la asistencia de no menos concurrentes, tanto en calidad de expositores como de asistentes, a más de los invitados de rigor. Es un buen encuentro que pone a los colegas de los distintos centros académicos en contacto entre sí, al permitir la exposición de los resultados de sus respectivas investigaciones, y constituye un primer acercamiento para aquellos estudiantes que eligieron este campo del conocimiento para crecer y desarrollarse.
Pero dos cosas son importantes a la hora de efectuar un balance, según las consignas de este dossier. En primer lugar, el papel que tienen o deberían tener las Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia y en segundo lugar, la dimensión que ha adquirido y los cambios que serían importantes implementar a fin de resolver las dificultades de organización y lograr una mejor optimización de los debates e intercambios.
En este sentido, es claro que las Jornadas Interescuelas constituyen un espacio de encuentro, donde los historiadores tratamos de volcar los resultados parciales de nuestras investigaciones y esperamos obtener, a través de los comentarios de especialistas y el intercambio de preguntas y respuestas, un mejoramiento del texto para su posterior publicación y circulación académica.
Aquí, el papel que cumplen las Jornadas es de fundamental importancia. Semejante al de cualquier encuentro de especialistas de una disciplina, tanto a nivel nacional como internacional. Y como de alguna manera se trata de una relación de escalas, en este caso, la nacional, considero que las Jornadas deberían ser organizadas por una Asociación Argentina de Historiadores Universitarios, que tuviera personería jurídica, como tantas otras, y que pudiera contar con docentes-investigadores de las Escuelas/Departamentos de Historia de las Universidad Argentinas como miembros activos, quienes actuarían como vocales y constituirían una comisión directiva con presidente, vice-presidente, secretario y tesorero. Este último debería administrar el pago de una cuota anual por parte de los miembros, así como los subsidios que se solicitaran para la organización de las Jornadas. Esta comisión directiva actuaría en concordancia con un comité organizador que se formaría con los miembros de la sede donde se llevaran a cabo las Jornadas.
La periodicidad también debería ser algo a considerar. En vez de realizarse cada dos años, sería de esperar que se hicieran cada cuatro. Y esto en razón de que en los últimos años han aparecido varias jornadas temáticas que han diversificado el campo de discusión y, al mismo tiempo, concentrado en determinadas áreas: a las tradicionales Jornadas de Historia Económica, se suman ahora las Jornadas de Historia Social, las Jornadas de Investigación y Debate de la Argentina Rural del siglo XX, las Jornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios y Agroindustriales, las Jornadas Nacionales de Espacio, Memoria e Identidad, las Jornadas de Historia de la Industria y los Servicios, las Jornadas Interdisciplinarias de Historia Regional, además de encuentros, simposios y coloquios.
Por ello creo que, en aras de lograr una mejor y más eficiente organización, en especial por el conocimiento de las últimas cifras ofrecidas por la Universidad Nacional del Comahue, organizadores de las próximas XII Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, que se llevarán a cabo los próximos 28-31 de octubre en su Centro Regional Universitario Bariloche, de la presentación de más de dos mil resúmenes y la espera de una concurrencia de cuatro mil personas, es necesario repensar su funcionamiento.
Esto da cuenta del crecimiento y apertura que ha tenido nuestro campo y que no es ajeno a las políticas llevadas a cabo por el CONICET y el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva a través del otorgamiento de subsidios PIP, PICT y tantos otros que han estimulado la formación de redes para potenciar las investigaciones y estimular los intercambios.
Si bien la dinámica de trabajo prevé la propuesta, por parte de dos coordinadores pertenecientes a dos unidades académicas diferentes, de mesas temáticas abiertas, con fundamentos y objetivos claros, y que puedan admitir un mínimo de diez y un máximo de veinte ponencias, con sus respectivos comentaristas y relatores, según requisitos y cronogramas enviados oportunamente, a nadie se le escapa, y en particular a aquellos que hace años frecuentamos las Interescuelas, las dificultades que se presentan a la hora de su organización y dinámica de funcionamiento. El armado articulador de la puesta a punto de las mesas se convierte en un rompecabezas que impide llegar a ver el diseño final del encuentro. A las dificultades económicas del traslado y la estadía, lo que hace que muchos colegas sólo acudan para el día de su exposición, se suman mesas con temáticas semejantes o equivalentes, dificultades en la difusión oficial de las jornadas a través de un sitio web y el acceso a la información suficiente y necesaria como para permitir un mejor aprovechamiento de la participación, además de superposiciones horarias y de actividades, con pocos espacios para el desarrollo de otro tipo de intercambios (el estado de la disciplina en las distintas unidades académicas, la situación existente en cada universidad, la vigencia de los planes de estudios, equivalencias y compatibilidades, transferencia y difusión del conocimiento, etc.). El tiempo queda comprimido en una vorágine de compromisos que poco contribuyen al objetivo primordial de este tipo de encuentros, reflexionar sobre la salud de nuestra disciplina.
El otro punto en cuestión es la publicación de los resultados. Sabemos que la edición de Actas de Congreso se ha convertido en un trabajo ciclópeo, debido, en primer lugar, a los costos y en segundo lugar, a los problemas de los plazos para entrega, razón por la cual se ha optado por la edición de las ponencias en un CDrom. El tema es que sería importante volver a rever esta situación, en el sentido de hacer un balance de lo que dejó el paso por las Jornadas y organizar la publicación en secciones. Debería haber un registro de todas las actividades, cuáles han sido las temáticas que han concentrado el interés de los investigadores, hacer un planteo historiográfico y presentar una agenda de debates y discusiones.
Creo que es importante darse el tiempo y el espacio para reflexionar colectivamente sobre el estado del conocimiento, sobre el impacto de la producción y sobre nuestras propias prácticas. Es fundamental enriquecer los análisis historiográficos y metodológicos, que nos permitan proponer nuevos objetos de investigación, nuevas categorías de análisis y nuevos marcos interpretativos. No se trata sólo de un problema de recursos, sino de acuerdos y voluntades.
El interescuelas es la forma y el espacio más importante que tenemos los historiadores para encontrarnos personal y académicamente, dialogar de manera crítica e intercambiar nuestras propias experiencias historiográficas, en aras de comprender las continuidades y permanencias y de aceptar (adelantar) los cambios. La historia sigue siendo un campo abierto y fructífero para reflexionar sobre la memoria, los usos del pasado y las mutaciones del presente inscriptas en las transformaciones de la larga duración. Nos moviliza a seguir buscando respuesta para todo aquello que aún nos resulta incomprensible y a transmitir el compromiso del cambio.

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