Dossier: Rituales políticos y usos del pasado en los Centenarios y Bicentenarios de Argentina y México
ISSN sección Dossier 2618-415x
Camila Perochena (Universidad Torcuato Di Tella)
Introducción
Conmemorar implica establecer un puente entre el pasado y el presente. Toda conmemoración, según Mona Ozouf, vive de la afirmación obsesiva del presente: “aquellos a los que honramos son los mismos entre ellos, nosotros somos los mismos entre nosotros, nosotros seguimos siendo los mismos que en ese entonces y, por último, seguiremos siendo los mismos en el futuro”[1]. La conmemoración se convierte así en una lente para entender el presente. Partiendo de esta premisa, los artículos y capítulos de libros aquí reunidos se centran en los dispositivos rituales y los usos políticos del pasado durante las conmemoraciones Centenarias y Bicentenarias en Argentina y México.
Cada una de estas conmemoraciones han sido estudiadas como prácticas simbólicas, pero también, como instrumentos estratégicos en el campo de la política. Por supuesto que ambas dimensiones son interdependientes; la puesta en escena de la conmemoración en tanto práctica simbólica está forzosamente ligada a decisiones estratégicas y el éxito de esas estrategias depende de la operatividad simbólica del gesto conmemorativo.[2] De esta manera, las fiestas centenarias fueron abordadas como un “objeto de memoria” y como un espacio de representación del poder donde se observó el apego a ciertos valores y el distanciamiento de otros por parte los respectivos gobiernos.
Desde la modernidad, la organización de las conmemoraciones se fue concentrando en manos del Estado y se convirtieron en una forma de legitimar el poder. A partir de la Revolución Francesa, las fiestas tuvieron un lugar político central ya que, por primera vez, el pueblo se celebraba a sí mismo al margen de cualquier marco cristiano o dinástico. De esta manera, las fiestas políticas ocuparon un lugar análogo al de los ritos religiosos. Para Durkheim, la religión está formada por creencias y ritos y son estos últimos los medios por los cuales las creencias y los ideales son experimentados y afirmados como reales por la comunidad[3]. Las representaciones colectivas centradas en los dioses se convierten así en el medio por el cual la comunidad consolida el consenso social. Al igual que los ritos religiosos, las conmemoraciones sirvieron para involucrar al pueblo en la mística nacional, para generar una identificación de los ciudadanos con fuerzas políticas más amplias, para instigar a la acción social dándole un sentido más trascendente y para conectar la experiencia subjetiva del individuo con la sociedad.
Para los rituales aquí abordados, donde el foco no está colocado en festividades religiosas o populares sino en las fiestas políticas, es particularmente importante, analizar el carácter instrumental de las conmemoraciones; aquello que Corbin, Gérome y Tartakowsky han denominado el “uso político de la fiesta”[4]. Se trata de fiestas patrias cuyo objetivo es escenificar el poder en fechas paradigmáticas para el régimen político e inscribirlo en una cadena del tiempo que anuda pasado, presente y futuro. De esta manera, se le da sentido a la cohesión o a la oposición de individuos y grupos.
Al igual que en Europa, la fiesta política en Latinoamérica estuvo estrechamente unida a los procesos revolucionarios y fue un factor central en la construcción de nuevas identidades políticas y de los nacientes estados nacionales. Estas primeras conmemoraciones, no obstante, tenían un carácter más popular que estatal. Fue a lo largo del siglo XIX que el componente estatal adquirió más importancia. Para el período de las celebraciones de los centenarios de las revoluciones e independencias, que tuvieron lugar entre 1910 y 1925 en Latinoamérica, la simbología patriótica, el relato histórico del pasado y la identidad nacional ya no estaban en proceso de construcción sino de consolidación. Fueron conmemoraciones en las que las elites gobernantes de los distintos países se celebraron a sí mismas poniendo énfasis en el porvenir.
Sobre el Centenario en México existen numerosos aportes. En este dossier se incluyó un capítulo del libro editado por Virginia Guedea, Asedios a los Centenarios, en el que diversos autores analizan y comparan los festejos de 1910 y 1921 (la conmemoración del inicio y de la consumación de la independencia respectivamente). El capítulo aquí incluido, a cargo de Guedea, se concentra en el estudio de las formas bajo las cuales el Estado mexicano conmemoró su historia en ambos Centenarios. Según la autora, el de 1910 “fue la apoteosis del régimen porfirista y de manera muy especial de la figura de Díaz”. En sintonía con el positivismo de la época, el régimen se veía a sí mismo como el estadio más elevado de la historia. El de 1921, en cambio, recuperaba una nueva idea de nación y nacionalismo de “orientación internalista” de carácter indigenista. En esta última celebración, el porfirismo como hito histórico fue sustituido por la revolución. No obstante, a diferencia del festejo de 1910, el de 1921 no tenía una visión plenamente estructurada y asumida del pasado mexicano, sino visiones diversas y contradictorias entre sí.
La contribución de Guedea entra en diálogo con el libro de Lara Campos Pérez en el que se analizan las conmemoraciones de la última década del Porfiriato. La autora describe al gobierno de Porfirio Díaz como un gobierno “cesarista” que se apoyaba en la estetización de la política y la sacralización de la nación. Las conmemoraciones son la lente a partir de la cual la autora estudia las concepciones políticas del Porfiriato. De dicho libro, seleccionamos el capítulo que refiere a los festejos del 15 y 16 de septiembre y que conmemoran el inicio de la independencia. Allí, muestra los cambios en la ritualidad de dichos festejos producidos durante el porfiriato. A la vez, analiza la mirada sobre el pasado que se escenificaba en aquellas conmemoraciones, donde se combinaban visiones liberales y conservadoras. El capítulo se cierra con el análisis de las celebraciones Centenarias en las que, desde su perspectiva, llegó a su culminación la construcción de la imagen cesarista del gobierno porfiriano.
El artículo de Javier Moreno Luzón analiza el papel “paradójico” de España en las conmemoraciones centenarias de América Latina, especialmente los casos de Argentina, México y Chile. El autor describe los eventos organizados por los círculos americanistas peninsulares, las colonias españolas en ultramar y los gobiernos americanos y español, poniendo en evidencia las redes tejidas entre españoles y americanos y los discursos de tintes españolistas que circularon, a un lado y otro del Atlántico. Estos discursos sostenían que España compartía con sus antiguas colonias una “raza” común, basada en las experiencias históricas, la religión y la lengua compartidas, que debía apoyarse frente a otras razas rivales. El artículo concluye que la retórica que circuló en los centenarios sobre la “reconquista de América” fue un puntapié para la regeneración del nacionalismo español.
Si bien los Centenarios fueron un antecedente al que remitieron los festejos Bicentenarios, tanto el gobierno kirchnerista en Argentina como el panista en México buscaron establecer una distancia con las conmemoraciones de 1910. Esa ruptura no sólo se daba en los usos políticos de la conmemoración sino también en el despliegue simbólico. Tal como sostiene Pablo Ortemberg en el artículo incluido en este dossier, mientras que las celebraciones centenarias intervinieron en el tejido urbano erigiendo edificios públicos y monumentos, los Bicentenarios fueron “la fiesta de la escenificación del tejido intangible”. Al analizar los videomapping del Bicentenario en Argentina, Chile y Paraguay, el autor sostiene que “las fiestas patrias bicentenarias se caracterizaron por un efecto de espectáculo con menos rasgos disruptivos y en absoluto contestatarios pues se pretendió construir un sentido de fiesta aglutinante de la comunidad nacional”.
Esta hipótesis, está en sintonía con el artículo de Laura Amorebieta y Vera en el que se describen los festejos del Bicentenario en Argentina. Para la autora, el videomapping del Cabildo y las celebraciones en su conjunto, dan cuenta de una retórica de armonización y unión entre los argentinos. Su hipótesis central es que, durante dichas jornadas, el kirchnerismo dejó de lado el discurso antagónico y se concentró en “la exaltación del pluralismo, así como en la posibilidad de consenso y reconciliación entre historias, memorias y posturas enfrentadas tanto en el pasado como en el presente argentino”. Para la autora, los festejos buscaron generar una sutura en la comunidad política, a partir de una lógica discursiva liberal.
El artículo de mi autoría, compara las celebraciones del Bicentenario en Argentina y México como casos de usos políticos del pasado contrastantes: mientras en el caso mexicano prevalecieron los intentos de construir una memoria reconciliatoria que acentuara la homogeneidad por sobre las rupturas del pasado, en el caso argentino dominó una construcción polarizadora que buscó poner en evidencia las discordias entre los actores del pasado que hacían llegar sus ecos al presente. Estos usos políticos del pasado dieron lugar a dos formas distintas de pensar el tiempo histórico y de representar la idea misma de revolución: si para el panismo ésta había terminado, para el kirchnerismo la revolución no había concluido.
Por último, el capítulo del libro de Guillermo Hurtado se pregunta por el sentido de la conmemoración del Bicentenario en un México atravesado por lo que el autor denomina “una fractura en la historicidad”. A diferencia del siglo XX, en el que los gobiernos mexicanos tenían una visión integral de la historia, el siglo XXI se caracterizaría por un presentismo escindido del pasado y sin visión de futuro. Para el autor, ese vacío se puso en evidencia en las celebraciones bicentenarias donde no hubo una interpretación coherente del pasado nacional. Por tal motivo, propone forjar una interpretación del pasado con rigor académico y acuerdo social, que devuelva la dimensión de sentido colectivo a la nación.
En síntesis, las celebraciones centenarias de las fechas patrias más emblemáticas de un país son ocasiones que recrean siempre un clima “memorialista” y que actualizan vínculos entre historia y política de muy diverso signo. Las fiestas Centenarias hispanoamericanas han sido –y continúan siendo- escenarios privilegiados para observar tales vínculos y para analizar las disputas que se despliegan en torno a las memorias del pasado. Los trabajos aquí reunidos permiten armar un mapa de los festejos en los que se escenificó el pasado y el poder.
Textos seleccionados para el Dossier:
Amorebieta y Vera, Laura (2019). ¿Nos enfrentamos y nos abrazamos? Un nuevo recorrido por los usos oficiales del pasado durante el Bicentenario de la Revolución de Mayo. Canadian Journal of Latin American and Caribbean Studies / Revue canadienne des études latinoaméricaines et caraïbes, 44 (2), pp. 169-187.
Campos Pérez, Lara (2018). En homenaje a la nación y a su líder: los festejos del 15 y 16 de septiembre. En Lara Campos Pérez, Ave, oh Porfirio! Conmemoraciones, cesarismo y modernidad al final del Porfiriato (1900-1911). México: Universidad Nacional Autónoma de México.
Guedea, Virginia (2009). La historia en los centenarios de la independencia: 1910 y 1921. En Virginia Guedea (comp.), Asedios a los Centenarios (1910-1921). México: Siglo XXI.
Hurtado, Guillermo (2011). Meditación sobre el Bicentenario. En Guillermo Hurtado, México sin sentido. México: Siglo XXI-UNAM.
Moreno Luzón, Javier (2010). Reconquistar América para regenerar España. Nacionalismo español y centenario de las independencias en 1910-1911. Historia Mexicana, 237, pp. 561-640.
Ortemberg, Pablo (2013). Videomapping de los Bicentenarios. Tecnología, narración y espectáculo en el corazón de la fiesta patria. Políticas de la memoria, 14, p. 169-180.
Perochena, Camila (2018). Tiempo, historia y política. Una reflexión sobre las conmemoraciones bicentenarias en clave comparada. Historia da historiografía: International Journal of Theory and History of Historiography 11(27), pp. 142-172.
[1] Mona Ozouf (2000). “Peut-on commémorer la Révolution Française ?”. En L’école de la France. Essais sur la revolution, l’utopie et l’einsegnement. París: Gallimard.
[2] Jean Davallon (1994). “Lecture stratégique, lectura symbolique du fait social: enjeu d’une politologie historique”. En: Jean Davallon, Philippe Dujardin y Gerard Sabatier (Dir.), Le Geste Commemoratif, Lyon: Ceriep.
[3] Emile Durkheim (1968). Las formas elementales de la vida religiosa. Buenos Aires: Schapire.
[4] Alain Corbin, Noelle Gérome, Danielle Tartakowsky (dir.) (1994). Les usages politiques fêtes aux XIXe- XXe siecles, Paris: PUPS.