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Dossier | La Reforma Universitaria de 1918 en su Centenario


 

Osvaldo Graciano (CONICET/ Universidad Nacional de Quilmes)

 

Entre todas las definiciones de la Reforma Universitaria de 1918, la que refiere a su carácter de rebelión de la juventud estudiantil contra la autoridad institucional e intelectual del profesorado fue la que expresó con mayor precisión su carácter iniciático. Esa condición de alzamiento de los estudiantes fue fundante del movimiento reformista en las universidades de Córdoba, La Plata y Buenos Aires y fue el punto de partida de los estudios sobre la Reforma, desde los provenientes de sus protagonistas como los debidos a la más reciente historiografía. Una revuelta que cuestionaba el orden de gobierno de las universidades y lo era a la vez contra la situación de la enseñanza de las profesiones y de la ciencia en ellas. Una rebelión que llevó también a los estudiantes a proponer un programa de transformación educativa del sistema universitario, definiendo un nuevo modelo para su funcionamiento académico y científico. Allí no se limitaban los propósitos del movimiento reformista: también implicó la voluntad de afirmación para los universitarios argentinos de identidad cultural y fraternidad americanista y antiimperialista y la definición de una “misión” intelectual a cumplir en la sociedad de compromiso con el “Pueblo”. La irrupción del movimiento de estudiantes como actor político en la vida pública nacional resultó una de las dimensiones más significativas de su práctica colectiva.[1]

El reformismo impuso su programa en los nuevos estatutos universitarios promulgados en las universidades, que establecieron la participación de los estudiantes y de los diplomados en su gobierno, la renovación de su profesorado y la modernización científica de su enseñanza. Contó para ello con el apoyo del presidente Radical Hipólito Yrigoyen, quien además garantizó la posibilidad de extensión nacional del movimiento reformista al concretar otro de sus reclamos, la nacionalización de las universidades del Litoral en 1919 y de la de Tucumán en 1921. La democratización y expansión del sistema universitario que el gobierno Radical auspició conllevó el desplazamiento de la dirección y de la cátedra de los intelectuales de las clases dominantes oligárquicas y la conformación de un profesorado proveniente de las clases medias. Un remozado sistema universitario emergió en la primera democracia política argentina de la década de 1920, resultado de la Reforma. Los cambios institucionales reformistas se expresarían en un mayor pluralismo teórico e ideológico en la cátedra y los consejos académicos cobraron mayor dinamismo de debate de las propuestas educativas con la presencia de los delegados de los estudiantes. La implementación de la extensión universitaria como una instancia institucionalizada en las universidades produjo una vinculación más activa del profesorado y del movimiento estudiantil con la sociedad. Las intervenciones políticas del reformismo universitario, con sus campañas anticlericales, antimilitaristas, antiimperialistas y en defensa de la edificación de una democracia liberal y social y la unidad latinoamericana, fueron un capítulo significativo de su historia.[2]

Protagonizado por quienes se formaban como los futuros intelectuales de la sociedad, el movimiento de la reforma produjo tempranamente la reconstrucción de su historia y compendió su ideario universitario y social. Una labor cuya autoría se debió a sus protagonistas y que pretendió construir la biblioteca del reformismo. Ese sería el propósito de los dirigentes Julio V. González y Gabriel del Mazo, quienes editaron las obras más tempranas de la Reforma Universitaria, brindándole al reformismo una interpretación histórica, sociológica y, no menos importante, una dirección político-ideológica para su actuación.[3] Si expresaron también una tarea intelectual defensiva frente a los críticos y detractores del reformismo, el explícito propósito de sus escritos fue brindar al movimiento un programa de acción académico y gremial para su actuación en la universidad y una dirección ideológica para su intervención en la vida democrática argentina de la década de 1920. González con sus ensayos historiográficos y del Mazo con sus compilaciones documentales, no se encontraban solos en esa labor de escritura y edición por forjar la interpretación histórica y política reformista de los acontecimientos estudiantiles del ’18. Su tarea fue esencialmente colectiva, compartida por otros dirigentes estudiantiles, quienes en conferencias y discursos y desde los periódicos de sus federaciones como el Boletín de la Federación Universitaria Argentina, La Gaceta Universitaria (FUC), Renovación (FULP) y el Boletin de la Federación Universitaria de Buenos Aires, expusieron los fines gremiales y políticos del reformismo. De ese modo la biblioteca historiográfica y programática del reformismo tomó forma y quedó constituida a fines de la década de 1920, integrada esencialmente por las iniciativas intelectuales de Julio V. González y Gabriel del Mazo, obras que no dejaban también de presentar diferencias ideológicas. A su favor o en su contra se desplegarían en los años siguientes, las interpretaciones de otros reformistas del ’18.

Con relación a la bibliografía que se encuentra en el horizonte presente de los estudios sobre la Reforma Universitaria y que proyectan su influencia sobre nuestra tarea historiográfica, deben indicarse aquellos cuya finalidad fue la de definir el carácter histórico-sociológico de las protestas de los estudiantes del ’18 y se orientaron a reconstruir la experiencia del movimiento de estudiantes durante el siglo XX. En muchos de ellos no dejó de reflejarse la influencia de las rebeliones estudiantiles ocurridas en el mundo de los años ‘60. Aquí son fundamentales destacar las investigaciones de Richard Walter Student Politics in Argentina: The University Reform and Its Effects, 1918-1964 de 1968 y de Jorge Graciarena Clases medias y movimiento estudiantil. El Reformismo Argentino: 1918-1966, de 1971. Junto a ellas se destaca el libro de Juan Carlos Portantiero Estudiantes y política en América latina. El proceso de la Reforma Universitaria, 1918-1938, editado en 1978 en un nuevo aniversario de la Reforma, pero versión profundamente modificada del libro Studenti e rivoluzione nell` América Latina. Dalla “Reforma Universitaria” del 1918 a Fidel Castro, publicado en 1971 en Italia. Debemos el redescubrimiento de esta obra de Portantiero y las posibilidades que el mismo abre a un análisis contextualizado de su estudio del reformismo universitario, a la rigurosa tarea de investigación de Adrián Celentano y Natalia Bustelo.[4]

En la década de 1990 el esfuerzo sostenido de los historiadores Hugo Biagini con libros y ensayos como La Universidad de La Plata y el movimiento estudiantil. Desde sus orígenes hasta 1930 (1999) y La Reforma Universitaria. Antecedentes y consecuentes (2000), de María Calderari y Patricia Funes con Algunas proposiciones sobre la reforma universitaria (1996) y Escenas Reformistas. La Reforma Universitaria, 1918-1930 (1997) y finalmente de Pablo Buchbinder con su Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires (1997), El movimiento reformista de 1918: una perspectiva desde la historia interna de la Universidad de Buenos Aires (2000) y ¿Revolución en los claustros? La Reforma Universitaria de 1918 (2008), se produjo una apertura a la indagación de dimensiones escasamente estudiadas hasta ese momento de la experiencia reformista. La influencia de estas investigaciones fue notoria en la constitución de una agenda de estudios de las cuestiones científico-educativas y de las prácticas gremiales, intelectuales y políticas que promovió la Reforma, renovada y enriquecida hasta el presente. Numerosos especialistas conforman este campo de investigación, que ha dado lugar a singulares contribuciones científicas bajo la forma de tesis doctorales. Entre estas obras también se destacan las que concentraron su atención analítica en la historia política del movimiento estudiantil, como la compilada por Pablo Buchbinder, Juan Sebastián Califa y Mariano Millán Apuntes sobre la formación del movimiento estudiantil argentino, 1943-1973 y publicada en 2010 (obra de la que se publica en este dossier el trabajo de Califa), la de Mariano Millán en Universidad, política y movimiento estudiantil en Argentina (entre la “Revolución Libertadora” y la democracia del ’83) y el libro de Nicolás Dip Libros y alpargatas. La peronización de estudiantes, docentes e intelectuales de la UBA (1966-1974) de 2017. Estas obras nos acercan una reconstrucción de las protestas estudiantiles y de sus procesos de cambios ideológicos en el siglo XX: entre el peronismo del ‘45 y el del ’73, entre el golpe de Estado militar de 1943, el de 1955 y el que inició la dictadura militar de 1976. Las obras hasta aquí citadas no son las únicas que reconstruyen el movimiento y el proceso de la Reforma Universitaria, pero sí son las más representativas para dar cuenta de sus enfoques de abordaje y por su contribución a su conocimiento histórico.

El centenario de la Reforma fue un gran motivo no sólo para eventos académicos que lo tomaron como objeto de estudio, sino también para nuevas ediciones de libros, promovidas algunas por las universidades públicas nacionales, por instituciones científicas y otras por sus especialistas. La obra colectiva Dimensiones del reformismo universitario publicada por la Universidad Nacional de Rosario bajo la dirección de Natacha Bacolla, Alejandro Eujanián y Diego Mauro, el libro El pensamiento americanista en tiempos de la Reforma Universitaria. Ricardo Rojas- Ángel Guido, coordinado por Ramón Gutiérrez del Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana (CEDODAL, integrante de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura) así como los publicados por Hugo Biagini La Reforma Universitaria y Nuestra América. A cien años de la revuelta estudiantil que sacudió al continente y Natalia Bustelo Todo lo que necesitas saber sobre la Reforma Universitaria, representan un estado actualizado del conocimiento sobre el reformismo y el movimiento estudiantil. Estos nuevos textos nos muestran una renovación de abordajes sobre la Reforma Universitaria y revelan la constitución de un complejo y dinámico campo de estudios sobre esta experiencia cultural y política.

Los trabajos reunidos en este dossier también expresan en su conjunto, la renovación de estudios sobre la Reforma Universitaria producidos por la historiografía reciente. Historiadores especializados en el análisis del sistema universitario nacional y del movimiento estudiantil, sus autores desarrollan en estas investigaciones nuevas evaluaciones de las prácticas intelectuales, políticas y gremiales así como de la sociabilidad cultural a las que el reformismo universitario del ’18 dio formas y contenidos a lo largo de gran parte del siglo XX. El artículo de Pablo Buchbinder abre el dossier con una caracterización histórica de la emergencia de las protestas estudiantiles, del proceso académico y político que llevó a la implantación de la reforma en las universidades de Córdoba, Buenos Aires y La Plata y formula una evaluación de la proyección latinoamericana del movimiento. Su análisis posibilita también reflexionar sobre el ideal de la universidad reformista, que demandaba de la comunidad académica y del movimiento estudiantil el compromiso de la ciencia con la resolución de los problemas de la sociedad. En tanto, el artículo de Luciana Carreño se sitúa en la reconstrucción de las nuevas experiencias de identidad y de sociabilidad promovidas por sectores del movimiento estudiantil y por jóvenes graduados y profesores en la Universidad de Buenos Aires, a partir de la influencia del reformismo. En su estudio Carreño reconstruye sus propuestas para promover entre los estudiantes porteños nuevas formas de acción y conductas sociales, las que en su conjunto delineaban una remozada sociabilidad estudiantil universitaria para su actuación dentro y fuera de la universidad. A partir de la indagación de un segmento significativo del periodismo gremial y cultural estudiantil del reformismo de izquierda, la autora muestra cómo esas propuestas perfilaron el imaginario de una nueva figura social del estudiante universitario. Las nuevas prácticas, conductas y modos de ser de la identidad del estudiante debían reemplazar a las dominantes hasta ese momento en la Universidad porteña. Al colocar su atención en el análisis de la sociabilidad estudiantil en el discurso reformista y evaluar los cambios alcanzados, la investigación de Carreño hecha luz sobre dimensiones de la experiencia reformista y de la vida social universitaria escasamente estudiados para este período.

El artículo de mi autoría analiza el despliegue de las prácticas culturales desplegadas por el reformismo en la ciudad de La Plata bajo el magisterio del filósofo Alejandro Korn. En sus páginas se investigan las iniciativas editoriales y artísticas que  estudiantes y profesores desarrollaron sustentados en el programa reformista y en el pensamiento filosófico delineado por Korn, con su singular síntesis de espiritualismo e idealismo. Esa síntesis de ideas reformistas y filosofía promovió innovadoras prácticas intelectuales en sus miembros para su acción en la vida cultural de la ciudad primero y en la vida política del país después, pero cuya concreción se sustentó fundamentalmente en el ejercicio de un magisterio socrático por parte de Korn. Las particulares características sociales, políticas y culturales de la ciudad fueron sin dudas una condición de la proyección intelectual colectiva en la vida urbana platense de este grupo universitario, que en el período estudiado pasó de la actuación cultural a la política partidaria en el socialismo.

En su artículo César Tcach lleva adelante el análisis de la dimensión ideológica y política de la Reforma Universitaria. Para el autor las protestas estudiantiles del ‘18 dieron lugar a la emergencia de un movimiento  social  y cultural de voluntad contrahegemónica: anticlericalismo, latinoamericanismo antiimperialista,  defensa de la democracia liberal y de la reforma social fueron constitutivos de su universo ideológico y se expresaron en su acción pública y política. A partir de un preciso estudio historiográfico cuyo foco de atención es la Universidad de Córdoba y las singulares características de la cultura y la política de la sociedad cordobesa en el período 1918-1946, su autor reconstruye las posiciones del movimiento reformista en sus contiendas universitarias, culturales e ideológicas y la participación política de un sector de sus intelectuales (entre los que se destacó Deodoro Roca) en el Partido Socialista. La sugerente hipótesis sobre la condición de movimiento social y cultural del reformismo se encuentra en el centro explicativo del artículo, que le permite a su autor analizar y comprender la capacidad de intervención y disputa en la vida cultural y política provincial y nacional del movimiento estudiantil y de sus intelectuales en el período de estudio delimitado. La emergencia del Peronismo y las consecuencias de su política universitaria serán factores que explicarán su fin como movimiento social. No sería menor entre esos factores, la reconfiguración profunda de la sociedad y de la política argentinas que implicó la experiencia peronista, cuyo dato fundamental fue la adhesión del movimiento obrero a esa nueva fuerza política nacional.

Las investigaciones de Juan Sebastián Califa y Nayla Pis Diez profundizan la reconstrucción de la actuación política del reformismo estudiantil, focalizando su atención en los años del Peronismo. En sus trabajos Califa y Pis Diez despliegan un análisis de las posiciones político-ideológicas de las organizaciones de estudiantes de las Universidades de Buenos Aires y de La Plata respectivamente, con particular atención por situarlas y comprenderlas con relación a las condiciones del proceso histórico que llevaron al país a vivir una novedosa y revulsiva experiencia político-cultural como la que inauguró el Peronismo. En ambos estudios la oposición reformista al nuevo movimiento político y a su proyecto de universidad, se explican a partir del análisis de la situación internacional de los años ’30 y ’40, marcada a fuego por el fascismo europeo y la guerra mundial, así como por el contexto nacional, dominado por un régimen militar autoritario, nacionalista y católico. La identidad democrático-antifascista del movimiento reformista, las medidas de los gobiernos militares frente a las universidades, el ascenso político de Perón y en particular su política universitaria y sus acciones frente a los estudiantes, son las cuestiones analizadas por los autores para situar y evaluar las posiciones del reformismo estudiantil en este período. Con las investigaciones de Pis Diez y Califa disponemos de una historia del movimiento reformista en las universidades de Buenos Aires y de La Plata bajo la gestión del primer Peronismo. Ellas nos brindan así una reconstrucción historiográfica de la complejidad de la vida universitaria en los años 1946-1955, marcada por un nuevo modelo de funcionamiento académico–institucional de las casas de altos estudios y el fin de su autonomía, la gran expansión de su matrícula y los ensayos de formación política de los estudiantes. Una complejidad de abordaje que se acentúa para el historiador cuando se inscribe esa realidad universitaria y la del movimiento de estudiantes, en una sociedad que vivía la experiencia de una democracia social obrera y las consecuencias de la instauración del sufragio femenino.

En conclusión, los trabajos que componen este dossier buscan ofrecer una serie de reconstrucciones historiográficas sobre diversas dimensiones del movimiento de la Reforma Universitaria en su despliegue académico-cultural, gremial y político-ideológico durante la primera mitad del siglo XX. El saber historiográfico que disponemos de la Reforma en su centenario, posibilita pensar las complejas significaciones político-culturales que tuvo esta experiencia para el movimiento estudiantil y para la comunidad académica que hizo propio su ideario de nueva universidad. Un ideal de universidad tramado por valores democráticos e igualitaristas para construir, con el instrumento de la ciencia, una sociedad democrática. Las investigaciones de este dossier también permiten evaluar el curso histórico seguido por el reformismo en algunas de las coyunturas políticas del siglo XX, y si estuvo en ellas a la altura de realizar su programa educativo en las universidades públicas y de cumplir las funciones culturales, sociales y políticas para contribuir a la construcción de una sociedad democrática.

 

Textos seleccionados para el dossier

Buchbinder, Pablo (2018). Pensar la Reforma Universitaria cien años después.Revista Iberoamericana de Educación Superior (RIES), México, UNAM-IISUE/ Universia, vol. IX, 25, pp. 86-95. Recuperado de http:// dx.doi.org/1022201/ iisue.2007.2872e.2019.25.343

 

Carreño, Luciana (2017). Pobrecitos jovencitos sin sexo y sin seso. Formas y modelos de vida estudiantil bajo la crítica de los reformistas de izquierdas en la Universidad de Buenos Aires (1917-1921). Izquierdas. Una mirada histórica desde América Latina, 32, pp. 79-106. Recuperado de  http://www.izquierdas.cl/images/pdf/2017/n32/5.Carreno.pdf

 

Graciano, Osvaldo (2017). La filosofía en la ciudad: Alejandro Korn y las experiencias culturales del Grupo Renovación en una capital de provincia. Izquierdas. Una mirada histórica desde América Latina, 34, pp. 150-178. Recuperado de http://www.izquierdas.cl/images/pdf/2017/n34/art7.pdf

 

Tcach, César (2012). Movimiento estudiantil e intelectualidad reformista en Argentina (1918-1946). Cuadernos de Historia, 37, pp. 131-157. Recuperado de https://cuadernosdehistoria.uchile.cl/index.php/CDH/article/view/29975/31749

 

Califa, Juan Sebastián (2010). La militancia estudiantil en la Universidad de Buenos Aires entre golpe y golpe, 1943-1955. En Buchbinder, Pablo, Califa, Juan S. y Millán, Mariano (compiladores) Apuntes sobre la formación del movimiento estudiantil argentino, 1943-1973 (31-79).  Buenos Aires: Final Abierto.

 

Pis Diez, Nayla (2018). Peronismo, universidad y oposición reformista. El caso de la ciudad de La Plata / ciudad Eva Perón (1943-1955). Estudios Sociales, 54, pp. 67-91.

 

 

Bibliografía

 Bacolla, Natacha, Eujanián Alejandro y Mauro, Diego (Directores) (2018). Dimensiones del reformismo universitario. Rosario: HyA ediciones/ Universidad Nacional de Rosario.

Biagini, Hugo (Compilador) (1999). La Universidad de La Plata y el movimiento estudiantil. Desde sus orígenes hasta 1930. La Plata: UNLP.

Biagini, Hugo (2000). La Reforma Universitaria. Antecedentes y consecuentes. Buenos Aires: Leviatán.

Biagini, Hugo (2018). La Reforma Universitaria y Nuestra América. A cien años de la revuelta estudiantil que sacudió al continente. Buenos Aires: Editorial Octubre.

Buchbinder, Pablo (1997). Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires: Eudeba.

Buchbinder, Pablo (2000). El movimiento reformista de 1918: una perspectiva desde la historia interna de la Universidad de Buenos Aires. Estudios Sociales, 19, pp. 37-63.

Buchbinder, Pablo (2008). ¿Revolución en los claustros? La Reforma Universitaria de 1918. Buenos Aires: Sudamericana.

Buchbinder, Pablo, Califa, Juan Sebastián y Millán, Mariano (Compiladores) (2010). Apuntes sobre la formación del movimiento estudiantil argentino, 1943-1973. Buenos Aires: Final Abierto.

Bustelo, Natalia (2018). Todo lo que necesitas saber sobre la Reforma Universitaria. Buenos Aires: Paidós.

Caldelari, María y Funes, Patricia (1996). Algunas proposiciones sobre la reforma universitaria, en Taller, Revista de sociedad, cultura y política, vol. 1, nº 2, pp. 87-99.

Caldelari, María y Funes, Patricia (1997). Escenas Reformistas. La Reforma Universitaria, 1918-1930. Buenos Aires: Eudeba.

Celentano, Adrián y Bustelo, Natalia (2012). Presentación de Estudiantes y populismo de Juan Carlos Portantiero. Los trabajos y los días, 3, pp. 87-93. Recuperado de https://revistas.unlp.edu.ar/LosTrabajosYLosDias/article/view/5751

Dip, Nicolás (2017). Libros y alpargatas. La peronización de estudiantes, docentes e intelectuales de la UBA (1966-1974). Rosario: Prohistoria.

Graciarena, Jorge (1971). Clases medias y movimiento estudiantil. El Reformismo Argentino: 1918-1966. Revista Mexicana de Sociología, UNAM, volumen 33, nº 1, pp. 61 -100.

Graciano, Osvaldo (2008). Entre la torre de marfil y el compromiso político. Intelectuales de izquierda en Argentina, 1918–1955. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes.

Gutiérrez, Ramón (coordinador) (2018). El pensamiento americanista en tiempos de la Reforma Universitaria. Ricardo Rojas – Ángel Guido. Buenos Aires: Cedodal.

Millán, Mariano (compilador) (2014). Universidad, política y movimiento estudiantil en Argentina (entre la “Revolución Libertadora” y la democracia del ’83). Buenos Aires: Final Abierto.

Portantiero, Juan Carlos (1978). Estudiantes y política en América Latina. El proceso de la Reforma Universitaria, 1918-1938. México: Siglo Veintiuno.

Walter, Richard (1968). Student Politics in Argentina: The University Reform and Its Effects, 1918-1964. New York: Basic books.

 

[1] Portantiero, Juan Carlos (1978). Estudiantes y política en América Latina. El proceso de la Reforma Universitaria, 1918-1938. México: Siglo Veintiuno.

[2] Buchbinder, Pablo (2008). ¿Revolución en los claustros? La Reforma Universitaria de 1918. Buenos Aires: Sudamericana. Biagini, Hugo (2018). La Reforma Universitaria y Nuestra América. A cien años de la revuelta estudiantil que sacudió al continente. Buenos Aires: Editorial Octubre.

[3]González, Julio V. (1922). La revolución universitaria, 1918-1919. Buenos Aires: Cooperativa editorial Nosotros y del mismo (1927). La Reforma Universitaria. Buenos Aires: Sagitario; Del Mazo, Gabriel (compilador) (1926). La Reforma Universitaria. Buenos Aires: Talleres Gráficos Ferrari Hnos.

[4] Celentano, Adrián y Bustelo, Natalia (2012). Presentación de Estudiantes y populismo de Juan Carlos Portantiero. Los trabajos y los días, 3, pp. 87-93.  Recuperado de https://revistas.unlp.edu.ar/LosTrabajosYLosDias/article/view/5751

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Dossier. Marxismos latinoamericanos (siglo XX) https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-marxismos-latinoamericanos-siglo-xx/ Fri, 13 Jul 2018 12:54:37 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=3813 ISSN sección Dossier 2618-415x

Dossier. Marxismos latinoamericanos (siglo XX)

 

Marcelo Starcenbaum (IdIHCS-UNLP/CONICET)

 

Desde hace ya algunos años los marxismos latinoamericanos vienen ocupando un espacio cada vez más significativo dentro de los estudios de historia intelectual e historia de las izquierdas. Apuntalado fundamentalmente por trabajos desarrollados en universidades latinoamericanas, pero también por otros realizados en el marco de la academia estadounidense, este campo de estudios demuestra actualmente una vitalidad que se expresa en la multiplicación de libros y dossiers temáticos, en el desarrollo de proyectos de investigación individuales y colectivos, y en la realización de reuniones y coloquios internacionales.

Este renovado interés por la historia de los marxismos latinoamericanos se inscribe en una sucesión de momentos en los cuales dichas tradiciones se volvieron igualmente objeto de indagación. Como afirma Horacio Tarcus, esta nueva camada de investigaciones tiene como antecedentes los trabajos que en la década de 1970 repusieron las tradiciones del marxismo en su diversidad y los que en la década de 1980 se abocaron al estudio de la densidad teórica y política de los marxismos latinoamericanos.[1] Por un lado, estas nuevas investigaciones profundizan el proceso de distanciamiento del objeto, lo cual habilita una perspectiva de análisis crítica, pero no mediada por la ligazón entre la historia de los marxismos y las vicisitudes políticas de la izquierda contemporánea. Por el otro, presentan como novedad el descentramiento de los problemas y las figuras analizadas, lo que legitima el estudio de cualquier objeto que se cruce de un modo u otro con el corpus marxista, y el relativo abandono de una perspectiva continental, lo cual redunda en la multiplicación de miradas sobre las formaciones nacionales del marxismo.

Ahora bien, no puede dejar de señalarse que todo lo que estos estudios entrañan de novedoso también redunda en un conjunto de problemas de índole analítica. El descentramiento en cuanto a las figuras y la particularización en cuanto a lo regional se han realizado sobre un sustrato en el que aún opera la idea de un marxismo latinoamericano. En ese sentido, “marxismo latinoamericano” sigue constituyendo un esquema interpretativo tan abarcativo como problemático. Como han señalado Omar Acha y Debora D’Antonio, se trata de una noción que ha sido insuficientemente explorada en el campo de la historia intelectual y la historia de las izquierdas en América Latina.[2]

Al respecto, la mención en plural de los marxismos latinoamericanos parece indicar un camino por el que sortear al menos alguna de sus limitaciones. Junto a esta dimensional categorial, cabe señalar también la especificidad de los marxismos latinoamericanos como un objeto político e intelectual sometido a múltiples condicionamientos. El carácter transnacional del marxismo nos ha legado un objeto que se resiste a indagaciones simples y explicaciones unicausales. Como advierten Elvira Concheiro y Jaime Ortega Reyna, hacer la historia de los marxismos latinoamericanos implica la atención simultánea a fenómenos de carácter internacional, procesos de alcance continental y particularidades netamente regionales.[3]

Destaquemos por último que el estudio de los marxismos latinoamericanos se realiza en la actualidad a través de múltiples perspectivas de análisis. Una de las indagaciones que se ha relevado productiva es la de los estudios de recepción, los cuales buscan delimitar los procesos complejos a través de los cuales un espacio nacional recibió y resignificó la obra de un autor o una corriente marxista originada en un contexto distinto al de su recepción. Otra línea de trabajo es la investigación sobre las culturas políticas desplegadas a partir de las tradiciones marxistas, lo cual implica una mirada atenta a las obras y los autores, pero también a los espacios y las instituciones. Por otro lado, un conjunto cada vez más significativo de investigaciones están dando cuenta de la dimensión editorial del desarrollo del marxismo, lo que ha llevado a profundizar en los distintos procesos implicados en la creación y difusión de materiales impresos en el seno de las izquierdas. Finalmente, el espacio de las revistas a través de las cuales se desarrollaron las tradiciones marxistas en América Latina constituye otro objeto relevante, que ha iluminado fundamentalmente los agrupamientos intelectuales que generaron intervenciones específicas en el campo de las izquierdas.

En este sentido, resulta de gran dificultad la delimitación de un conjunto de trabajos que de cuenta de esta multiplicidad. Por ello, hemos optado por reproducir una serie de investigaciones que analizan los diversos marxismos latinoamericanos desde un ángulo que articula de manera productiva las variables analíticas de la historia intelectual y la historia de las izquierdas. Al poner el énfasis en la dimensión intelectual de la cultura de las izquierdas, queremos resaltar una franja de análisis que da cuenta de los factores políticos y culturales de las formaciones continentales del marxismo, pero que reserva un lugar privilegiado a los problemas de índole teórica. Si bien la presente selección no agota las múltiples iniciativas investigativas actuales, creemos que puede ser representativa de un modo particular de intervenir en el campo de estudios sobre los marxismos latinoamericanos.

En el texto que abre el dossier, Bruno Bosteels proporciona un suplemento a la indagación abierta por José Aricó alrededor de la relación entre Marx y América Latina. En la senda del marxista cordobés, y retomando las críticas realizadas a dicha interpretación por Álvaro García Linera, Bosteels pone en evidencia otra dimensión de la relación, la del desencuentro del pensamiento crítico latinoamericano con la obra del fundador del marxismo. Este ejercicio, que es realizado a través de la figura de José Martí, permite tanto una complejización de la relación entre teoría marxista y realidad latinoamericana como una apertura de dicho problema a la estructura del capitalismo en su fase global.

Por su parte, Martín Cortés lleva a cabo una evaluación en conjunto de la obra de Aricó a los fines de calibrar su especificidad en el marco del marxismo latinoamericano contemporáneo. Al respecto, Cortés caracteriza la intervención de Aricó como un pensamiento sobre la realidad latinoamericana que mantiene una perspectiva crítica sin renunciar a la especificidad de la región. El trabajo propone al problema de la traducción como un eje que permite dar cuenta de este esfuerzo por mantener unidas la problemática teórica marxista y la singularidad histórica y política de América Latina.

Por un camino similar al de Cortés se interna el análisis realizado por Guillermo Ricca. También centrado en la figura de Aricó, Ricca aborda los problemas de su obra desde una perspectiva amplia en la que se cruzan el eurocentrismo de Marx y la crisis del marxismo. De este modo, la intervención de Aricó es ubicada en el espacio de lecturas de Marx interesadas en dar cuenta de sus tensiones y silencios, sobre todo en las cuestiones relativas a la práctica política. En este mismo sentido, Ricca abre el campo de las recepciones posibles de Marx y pone a la obra de Aricó en diálogo con otras, como la del subalternismo indio, a los fines de constatar su potencialidad para un pensamiento sobre la historia política del sujeto subalterno.

El texto de Diego Giller constituye un acercamiento a la obra del marxista boliviano René Zavaleta Mercado realizado a propósito del aniversario de uno de sus trabajos más destacados, Lo nacional-popular en Bolivia. Dado el carácter póstumo e incompleto de este trabajo, Giller propone un conjunto de aproximaciones posibles, entre las que se destaca el rol de Zavaleta Mercado como historiador de lo político. Es decir, que en la obra del marxista boliviano estaría representada una de las formas más originales y potentes de dar cuenta de los procesos históricos de articulación entre el Estado y la sociedad civil. Puede decirse que subyace la idea de que, si bien realizada para el caso boliviano, esta indagación constituye un punto de partida insoslayable para una interpretación marxista de la historia latinoamericana.

La obra de Zavaleta Mercado también es abordada en el trabajo de Anne Freeland. En su caso, la indagación se dirige a las particularidades del giro gramsciano desarrollado por una porción significativa de los intelectuales marxistas latinoamericanos entre las décadas de 1970 y 1990. Propone entonces una reconstrucción de los ejercicios teóricos emprendidos por marxistas latinoamericanos en pos de articular el proyecto socialista con las estructuras institucionales del Estado liberal. Sobre un marco de lectura de Gramsci compartido por estos intelectuales, el trabajo de Freeland se detiene en las particularidades de la recepción en las obras del brasileño Carlos Nelson Coutinho, el boliviano René Zavaleta Mercado y los argentinos Juan Carlos Portantiero y José Aricó.

El texto de Jaime Ortega Reyna nos ubica en otras coordenadas regionales y teóricas. Consiste en un análisis del problema del valor de uso en la obra del marxista ecuatoriano Bolívar Echeverría. Para ello, la reconstrucción se realiza en dos planos, el del propio trabajo de Echeverría y del marxismo contemporáneo. De esta manera, la forma particular que adquiere el problema del valor de uso en la obra del ecuatoriano es enriquecida por una visión panorámica del tratamiento de dicha cuestión en el universo teórico del marxismo. A lo largo de su repaso, Ortega Reyna demuestra que la obra de Echeverría se orienta fundamentalmente al problema de la reproducción social-natural de la vida humana y que dicha perspectiva permite análisis productivos de cuestiones tales como el trabajo, la producción, la circulación y el consumo.

En una línea de investigación similar se ubica el trabajo de Víctor Hugo Pacheco Chávez. También sobre Echeverría, se orienta a delimitar las formas que adquiere en su obra una teoría crítica de la cultura. En este marco, la indagación se realiza principalmente sobre el tratamiento al que somete el marxista ecuatoriano la relación entre barroco y capitalismo. Al igual que Reyna, se remite a los lugares del valor de uso en el marxismo contemporáneo para comprender la especificidad de la obra de Echeverría, Pacheco Chávez se aproxima al tratamiento del barroco en el siglo XX a los fines de delimitar su singularidad en la producción de Echeverría sobre esta temática. De esta manera, gira alrededor de la hipótesis de que en Echeverría el barroco es abordado principalmente en términos de resistencia a la lógica de acumulación del capital.

Finalmente, el trabajo de Susana Draper nos permite conocer aspectos diferenciados de los artículos precedentes. Por un lado, porque trabaja sobre las obras de filósofas marxistas mujeres. Por el otro, porque elige una perspectiva que pone en diálogo producciones realizadas tanto en el norte como en el sur de América. Del cruce entre estas dos dimensiones se deriva un análisis de trabajos en los que se condensan imaginarios revolucionarios que desafían los esquemas políticos estado-céntricos y las tendencias economicistas y desarrollistas del marxismo heteropatriarcal. De este modo, Draper revisita un conjunto de obras de marxistas norteamericanas y latinoamericanas con el objetivo de delimitar un lenguaje político común que expresa en un sentido novedoso los impulsos de transformación social.

 

Textos seleccionados para el dossier

Bosteels, Bruno (2009). Marx y Martí: lógicas del desencuentro. Nómadas, 31, pp. 63-73.

Cortés, Martín (2010). La traducción como búsqueda de un marxismo latinoamericano: la trayectoria intelectual de José Aricó. A Contracorriente, 7 (3), pp. 145-157.

Ricca, Guillermo (2013). Marx después de Marx: eurocentrismo, crítica y política en José Aricó. Utopía y Praxis Latinoamericana, 61, pp. 71-87.

Giller, Diego (2017). René Zavaleta, historiador de lo político. Seis propuestas para leer Lo nacional-popular en Bolivia. Trabajos y Comunicaciones, 46, pp. 1-16.

Freeland, Anne (2014). The Gramscian Turn: Readings from Brazil, Argentina and Bolivia. A Contracorriente, 11 (2), pp. 278-301.

Ortega Reyna, Jaime (2012). El valor de uso en el marxismo de Bolívar Echeverría. En David  Gómez Arredondo y Jaime Ortega Reyna, Pensamiento filosófico nuestroamericano (pp. 17-40). México D.F.: UNAM.

Pacheco Chávez, Víctor Hugo (2014). Bolívar Echeverría, ethos barroco y destrucción de la riqueza. Youkali, 16, pp. 70-79.

Draper, Susana (2017). Para imaginar revoluciones del día después: mujeres marxistas y filosofías de la transformación. Escrituras Americanas, 2 (2), pp. 172-195.

 

[1] Tarcus, Horacio (2016). Para un programa de estudios sobre los marxismos latinoamericanos, Memoria, 257, pp. 62-73.

[2] Acha, Omar y D’Antonio, Debora (2010). Cartografía y perspectivas del “marxismo latinoamericano”. A Contracorriente, 7 (2), pp. 210-256.

[3] Concheiro, Elvira y Ortega Reyna (2017). Debatir los diversos marxismos latinoamericanos. Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano, 49, pp. 1-3.

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Dossier. Los estudios en comunicación en la Argentina: ideas, intelectuales, tradiciones político-culturales https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-los-estudios-en-comunicacion-en-la-argentina-ideas-intelectuales-tradiciones-politico-culturales/ Tue, 17 May 2016 20:13:39 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=3461 Los estudios en comunicación en la Argentina: ideas, intelectuales, tradiciones político-culturales

 

Mariano Zarowsky (UBA-UNQ-CONICET)

 

A inicios de los años sesenta comenzó a delimitarse en el país un conjunto de discursos que tomó a la comunicación, los medios y la cultura como un campo de problemas de conocimiento a definir y legitimar. Sus promotores reclamaron mediante su exploración credenciales para la intervención en los debates públicos, promoviendo la creación de espacios de producción y difusión específicos. Estos agrupamientos, expresando la puesta a punto de nuevas problemáticas, herramientas teóricas y maneras de entender los vínculos entre los intelectuales y la sociedad, marcaron con su impronta la emergencia de los estudios en comunicación y cultura en la Argentina. Nos referimos, por nombrar algunos ejemplos, a las trayectorias de Eliseo Verón y Oscar Masotta, entre la escena vanguardista que cobijó el Instituto Di Tella, la renovación de la sociología, el psicoanálisis y la semiología; a la mixtura entre la actividad crítica, docente y editorial de Aníbal Ford, Jorge Rivera y Eduardo Romano, del Centro Editor de América Latina a la revista Crisis (1973-1976), pasando por las clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA en 1973 y al cruce entre praxis editorialista, producción de conocimiento y militancia política que promovió Héctor Schmucler de Los Libros (1969-1976) a Comunicación y Cultura (1973-1985), luego de haber formado parte de la experiencia de Pasado y Presente (1963-1965).

La noción de intelectuales de la comunicación es productiva para pensar este proceso y esta figura histórica. No hace referencia a un grupo definido por su especialización temática o disciplinar, sino a la existencia en el país de una franja de intelectuales que definieron su propia condición y su campo de acción en el punto de intersección que supieron trazar entre una problemática teórica de nuevo tipo y la intervención política. Desde la pregunta en torno a los nexos existentes entre la comunicación, la cultura y la tecnología, entre los mensajes masivos y las ideologías, entre la acción colectiva y las significaciones sociales, entre los medios y la reproducción o la transformación del orden, los intelectuales de la comunicación —al igual que, a veces confundidos con, “los intelectuales de la literatura”, “los intelectuales de la sociología” o “los intelectuales de la educación{{1}}— se proyectaron como figuras públicas legitimadas por su capacidad para darle a sus investigaciones una significación social, cultural y, eventualmente, política. Se trata de una categoría analítica productiva para pensar una figura histórica que cobijó una heterogeneidad de trayectorias provenientes de distintas tradiciones disciplinares y político-culturales.

Desde esta perspectiva, construir una historia intelectual de los saberes y discursos especializados sobre la comunicación y la cultura en la Argentina implica situarnos en la intersección de dos campos de problemas: en una dimensión epistémica, nos remite a la pregunta por las condiciones sociales de producción del conocimiento sobre lo social; desde una hipótesis sociohistórica, se dirige hacia fenómenos y movimientos más amplios del campo político y cultural. El lector encontrará entonces en los artículos que componen este dossier distintas vías, siempre parciales y situadas, de reconstrucción de los múltiples vínculos que ligaron a estos actores y discursos con un espacio social signado por un proceso de modernización cultural y renovación teórica que se desplegó en simultáneo con un fuerte impulso hacia la intervención y, en algunos casos, la radicalización política. En todos los artículos, más allá de su heterogeneidad, se puede leer un denominador común: apuntan menos a la reconstrucción exhaustiva del proceso de configuración de una disciplina que a poner de relieve una serie de momentos fuertes, de situaciones, trayectorias y nudos problemáticos que definieron y marcaron hitos en el complejo y multidimensional proceso de constitución de este zona de discursos especializados que se autonomizó como campo de saber disciplinar.

Si bien este espacio se configuró en buena medida en una escala continental —basta mencionar la composición y el itinerario latinoamericano de una revista como Comunicación y cultura— la selección propuesta hace foco en los itinerarios y escenarios locales que le dieron forma. Con ello se aspira a recuperar el espesor de las tradiciones, los procesos y los debates en los que estos discursos adquirieron su particularidad. Este “recorte nacional” permite calibrar mejor, así, la interacción con lo transnacional, dimensión constitutiva de todo proceso de producción de conocimiento especializado sobre lo social, sobre todo en los países “periféricos”: fue a partir de demandas que encarnaron sujetos emergentes y de movimientos precisos en la sociedad y la cultura que los intelectuales de la comunicación se vincularon a ciertos flujos transnacionales de ideas y de pensamiento, realizando apropiaciones y aportes novedosos y originales.

El artículo de Mirta Varela recorre ciertos tópicos y escenarios donde se desplegó la relación entre los intelectuales y la televisión en la Argentina entre los años sesenta y los años noventa. La hipótesis de la autora es que al mismo tiempo en que la televisión se volvió social, cultural y políticamente relevante, el discurso sobre los medios de comunicación adquirió una relativa autonomía en la intersección de diversas disciplinas y teorías. Lo paradójico es que este discurso se volvió relativamente autónomo en un momento donde —sostiene siguiendo a Beatriz Sarlo— se asistió a una “progresiva pérdida de la especificidad de los discursos intelectuales en relación con ciertos grandes temas” (p. 45). Desde esta paradojal y productiva hipótesis la autora construye su argumentación: el trabajo se propone sortear la indagación teórica y apunta a la reconstrucción de un discurso que acompaña las transformaciones del medio. Este “capítulo de historia intelectual”, tal como lo define, nos lleva “al momento de emergencia de los estudios dedicados a los medios de comunicación” (p. 43). Varela propone entonces una reconstrucción histórica de la relación que los intelectuales mantuvieron con la televisión como un “recorrido privilegiado para el análisis de la constitución de ese campo” (p. 43). No obstante, en su trabajo se deja leer también una hipótesis inversa y complementaria: sostiene que la historia de los estudios en comunicación en el país es una vía de entrada fructífera para estudiar aspectos de nuestra historia intelectual. Las polémicas que reconstruye Varela desplegadas entre 1963 y 1965 en revistas de la nueva izquierda como La Rosa Blindada y Hoy en la Cultura lo ejemplifican: en la disyuntiva entre “apocalípticos e integrados” que recorre estas querellas el “eje no es la televisión sino el intelectual o el artista” (p. 49).

Si Varela propone una mirada panorámica que repone distintas tradiciones y momentos de análisis, de los trabajos pioneros de Jaime Rest, pasando por el escenario del Di Tella (donde Oscar Masotta y Eliseo Verón entrelazaron sus reflexiones con los happenings y las prácticas de la vanguardia artística) hasta las revistas Lenguajes, Comunicación y Cultura y Crisis; el artículo de Pablo Alabarces hace foco en una de las tradiciones que configuraron la emergencia de los estudios en comunicación en la Argentina y definen su impronta hasta la actualidad. Más precisamente, Alabarces cruza los itinerarios intelectuales de Jorge Rivera, Eduardo Romano y Aníbal Ford y explora las trayectorias, contextos y operaciones conceptuales que contribuyeron a la “invención” de los estudios sobre la cultura popular en el país. Su procedencia común desde el campo de la literatura y la crítica literaria no sólo informa sobre un desplazamiento disciplinar y las operaciones teórico-metodológicas que le dieron fundamento como campo problemático: la relectura de la cultura (de masas) desde el peronismo da cuenta también de su “fundación política” o, de otro modo, del ejercicio de un tipo de intervención intelectual desde una zona de saber especializado. Alabarces da cuenta de los espacios de intersecciones múltiples{{2}} en los que se desplegó desde la periferia del campo cultural esta apropiación de saberes, entre la educación de adultos, la actividad editorial, el periodismo cultural y las clases en la universidad. Como hipótesis metodológica para el estudio de otras formaciones de la época vinculadas a los estudios en comunicación, estos espacios de intersecciones múltiples ameritan ser explorados no sólo como indicadores de un proceso de reorganización cultural, sino en su productividad epistémica.

El trabajo de Sandra Carli también puede leerse en clave metodológica: recurre a la biografía intelectual como herramienta analítica para comprender la transformación de los modos de producción de conocimiento en las ciencias sociales y los cambios operados en las últimas décadas en la cultura universitaria y el campo intelectual. La autora traza un seguimiento comparado de los itinerarios de Adriana Puiggrós y de Aníbal Ford. A diferencia de otras disciplinas más estabilizadas y menos permeables a la demanda social y las prácticas profesionales, las ciencias de la educación y la comunicación ofrecen una ventana productiva, sostiene, para “reconocer la existencia en las ciencias sociales de diversas mixturas y combinaciones entre imaginarios sociales y políticos y producción académica” (p. 67). ¿Qué informan las biografías individuales y colectivas sobre las ciencias sociales? Permiten —sostiene Carli— una “mirada encarnada de las disciplinas, dan cuenta de perspectivas singulares que se modulan en el tiempo, informan sobre la historicidad del pensamiento, expresan las articulaciones estrechas entre conocimiento y subjetividad” (p. 70).

El trabajo de Laura Vázquez podría considerarse entonces como un doblez de las propuestas hasta aquí exploradas. Vázquez propone un recorrido analítico por la reflexión de Jorge Rivera sobre la historieta, partiendo de una doble hipótesis: los trabajos del crítico sobre este género “son un buen lugar para examinar la relación intelectuales/peronismo pero sobre todo, para leer en los pliegues de la cultura masiva, la invención de un campo de estudios” (p. 123). Observando una discontinuidad entre los modelos extranjeros y la historieta argentina, Rivera supo encontrar en este género, sostiene la autora, una manifestación de la cultura popular. Con ello apuntaba a problematizar “la cuestión de lo nacional, la política y la resistencia cultural” (p. 123). Esta vertiente de la crítica se dirigió al interior de la tradición literaria y la historiografía clásica para revisar su canon.

El artículo de Lucas Berone puede examinarse en composición con el de Vázquez. Ambos ponen de relieve el papel que la investigación sobre la historieta tuvo en la emergencia de los estudios en comunicación y cultura en el país, y la manera en que la disputa en torno a su legitimidad como objeto oficiaba como instrumento de colocación de una franja intelectual emergente. Berone se centra en las operaciones conceptuales que traza Oscar Masotta para su estudio. Su paradojal y productiva denominación de la historieta como “literatura dibujada” indica su apuesta por otorgarle (y otorgarse) un estatuto crítico, tanto como el peso que la pregunta por los modos de su abordaje específico alcanzaba en su reflexión. Pues, ante todo, la historieta fue para Masotta un objeto de conocimiento: exploró y combinó para su estudio saberes heterogéneos y de avanzada, desde la estética a la semiología, pasando por el psicoanálisis. En ese punto, sus intervenciones corrían en paralelo —mejor, se cruzaban— con las de su colega y amigo Eliseo Verón, y pueden ubicarse como parte de una fracción o tradición “modernizadora” que marcó con su impronta heterodoxa la historia del campo. Berone subraya, por cierto, que para Masotta la historieta fue también un objeto de valor: un campo productivo para interrogarse sobre las relaciones entre estética y ética, entre arte y política.

El trabajo de Mariano Zarowsky, finalmente, aborda otra de las tradiciones intelectuales que configuraron y caracterizan este campo y puede leerse a modo de cierre de una etapa. Sigue el itinerario de una serie de “intelectuales de la comunicación” en el exilio, más puntualmente, los cruces que se dieron entre los desplazamientos conceptuales y políticos que se elaboraron en la revista Controversia (1979-1981) y los que se promovieron en el campo específico en la revista Comunicación y Cultura (1973-1985) en su etapa mexicana. La trayectoria de Héctor Schmucler —protagonista de ambas empresas— oficia como mediación. Desde esta entrada, el artículo pone de manifiesto el modo en que una estructura de sentimiento elaborada en la trama exiliar y en un preciso contexto de reflujo político, influyó fuertemente en la configuración de un nuevo paradigma que marcó las agendas y perspectivas disciplinares en los años ochenta y noventa. A la inversa, el artículo apunta a reconstruir el modo en que los estudios en comunicación participaron desde sus debates específicos en la reorganización del campo intelectual argentino y la reformulación de toda una cultura política.

Este dossier, en suma, no apunta a ofrecer una reconstrucción historiográfica totalizadora y exhaustiva. Figuras y trayectorias, escenarios intelectuales, momentos fundantes, apenas si son aludidos cuando no desatendidos. Se trata más bien de proponer una vía de exploración de múltiples carriles: la historia de los estudios en comunicación y cultura en el país entre los años sesenta y ochenta ofrece una vía de entrada productiva y original para analizar los procesos sociales de construcción del conocimiento sobre lo social, tanto como aspectos poco atendidos de la relación entre intelectuales, cultura y política en el período. Se trataría, en fin, de pensar el itinerario de los intelectuales de la comunicación como un capítulo de la historia intelectual argentina reciente.

[[1]] Aguilar, Gonzalo (2010). Los intelectuales de la literatura: cambio social y narrativas de identidad. En Carlos Altamirano (Ed.), Historia de los intelectuales en América Latina II. Los avatares de la ‘ciudad letrada’ en el siglo XX. Buenos Aires: Katz; Rubinich, Lucas (1999). Los sociólogos intelectuales. Cuatro notas sobre la sociología en los 60. Apuntes de Investigación del CECyP, 4; Suasnábar, Claudio (2004). Universidad e intelectuales. Educación y política en la Argentina (1955-1976). Buenos Aires: Flacso, Manantial. [[1]]

[[2]] Neiburg, Federico y Plotkin, Mariano (Comps.) (2004), Intelectuales y expertos. La constitución del conocimiento social en la Argentina. Buenos Aires: Paidós. [[2]]

Textos seleccionados para el dossier

 

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Dossier. Repercusiones de las guerras del siglo XX en los imaginarios políticos de derecha: estudios de caso en el marco latinoamericano https://historiapolitica.com/dossiers/guerras-en-imaginarios-de-derechas-latinoamericanas/ Mon, 30 Nov 2015 14:33:02 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=3206 Repercusiones de las guerras del siglo XX en los imaginarios políticos de derecha: estudios de caso en el marco latinoamericano

 

Valeria Galván

 

Los principales conflictos bélicos internacionales del siglo XX afectaron, en mayor o menor medida, a todos los rincones del planeta. En efecto, la Guerra Civil Española, la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría repercutieron incluso en regiones y poblaciones geográfi-camente alejadas de dichas contiendas, independientemente de su carácter beligerante. Pese a ello, las influencias de estas guerras a escala local fueron relegadas a los campos de la historia económica y diplomática hasta muy recientemente.

Sólo en las últimas décadas, la problemática bélica se enriqueció con los aportes de la historia social, cultural e intelectual. Asimismo, los estudios históricos de la guerra recibieron un nuevo impulso a partir del auge de la historia transnacional, que enfatizó en el análisis de la circulación de representaciones e ideas, filtradas por diversos actores específicos de los escenarios locales. Pero aun cuando la mirada puesta en las repercusiones ideológicas y políticas de las guerras en dicho sentido es una tendencia en proceso de consolidación en el campo historiográfico, ciertas perspectivas específicas, como por ejemplo, la historia conceptual, los abordajes desde el punto de vista de sus imaginarios o de las sociabilidades y su impacto en determinadas tradiciones ideológico-políticas, permanecen desatendidos.

Precisamente este último punto nos lleva a la segunda preocupación de este dossier: las derechas. Si bien los análisis sobre actores políticos considerados de derecha, han proliferado en los últimos años, éstos se cruzaron en escasas oportunidades con la perspectiva bélica. Efectivamente, el campo de estudio de las derechas abunda en análisis de actores políticos que según diversos parámetros (culturas políticas, relación con otros actores contemporáneos, etc.) han sido agrupados analítica-mente por la historiografía regional en liberales, nacionalistas, anticomunistas, católicos, conser-vadores, corporativistas, entre otros. Según el caso, sus prácticas e ideas son puestas bajo la lupa de la historia transnacional y comparada, de la historia política, social, cultural o de la historia intelec-tual.

En particular, los estudios acerca de la derecha en Latinoamérica abundaron en estos tipos de abordajes. Sin embargo, los análisis que tienen en cuenta la intersección entre derechas y guerras no han recibido mayor atención. Desarrollos recientes permiten avizorar un creciente interés en el cruce entre los estudios históricos de la guerra y la historia de las derechas.
Esta clase de aproximaciones tienen la ventaja de, por un lado, enriquecer la caracterización de los actores de derecha con una perspectiva global y, por otro, de descentrar la historia de las guerras, a partir de ejemplos concretos de anclaje local de las consecuencias bélicas en países no beligerantes. Así, más precisamente, las contribuciones que componen este dossier se enmarcan en la historia intelectual y cultural o en la historia transnacional para dar cuenta del impacto que las guerras han dejado en los procesos identitarios, las ideas, las prácticas y los imaginarios políticos de las derechas de la región.

En este marco, el dossier abre con el artículo de Matías Grinchpun sobre Carlos Ibarguren y la Pri-mera Guerra Mundial. Grinchpun se focaliza en la perspectiva de un intelectual nacionalista repre-sentativo de su campo, contemporáneo al primer gran conflicto bélico del siglo XX. Siguiendo de cerca el punto de vista de Ibarguren, observa que, a pesar de que en su biografía política e intelectual no se encuentra un desvío pronunciado respecto de sus principales posturas, el desencadenamiento de la guerra le sirvió como excusa para profundizar su elitismo político y su preocupación por la amenazante cuestión social en el plano doméstico. Eventualmente, asimismo, su interpretación decadentista de la Gran Guerra y de sus consecuencias lo llevarían a efectuar un giro corporativista que dio origen a una larga tradición político-intelectual en las generaciones nacionalistas siguientes.

En relación con la Guerra Civil española, la bibliografía que analiza sus repercusiones en la Argen-tina es más numerosa. La singularidad del texto de Nicolás Iannini, sin embargo, radica en que res-cata su repercusión en el nacionalismo de derecha argentino. Este artículo analiza la recepción del hispanismo en la revista nacionalista argentina Sol y Luna , considerando especial-mente cómo la adhesión al hispanismo de esta publicación sufrió modificaciones vinculados con la guerra española y el ascenso del franquismo. Así, el artículo destaca que esta adhesión al hispanismo se realizó desde una postura crítica, que pese a ensalzar la pertenencia a una misma comunidad cultural y espiritual no se limitó a la reproducción automática del discurso franquista sino que buscó utilizar el pilar de la hispanidad para su propio proyecto político de alcance nacional. De esta manera, se defendía desde sus páginas un nacionalismo (que se exacerbaba cada vez más con el correr de los años) enriquecido por la adscripción y defensa de los valores que emanaban de la “madre patria”.

En esta lista, la Segunda Guerra Mundial es quizás el conflicto que mayor atención ha venido con-citando, incluso desde la perspectiva de las derechas. No obstante, el trabajo de María Inés Tato ofrece una perspectiva singular. Mediante un análisis de las representaciones del nazismo en periódicos nacionalistas contemporáneos al desencadenamiento de esta contienda (Bandera Argentina, Crisol y El Pampero ), logra reconstruir un mapa de los aportes del nacionalso-cialismo alemán (tanto en términos ideológicos como pragmáticos y organizacionales) al nacional-ismo antiliberal argentino, en un momento de crisis de su identidad ideológica.
Finalmente, si bien los coletazos regionales de determinados procesos internacionales enmarcados en la Guerra Fría han sido trabajados principalmente de modo tangencial, análisis más recientes han comenzado a reconocer la importancia de los aspectos culturales e intelectuales de este conflicto a nivel global y de sus influencias específicas en el campo de las ideas y la cultura latinoamericanas. Entre éstos, adquieren particular relevancia los últimos estudios acerca del anticomunismo específico del contexto de Guerra Fría y sus influencias en la derecha latinoamericana. En esta línea, el artículo de Magdalena Broquetas (parte de un trabajo más amplio sobre las derechas en Uruguay) es fundamental para entender el alcance del Estados Unidos y la Guerra Fría en la política interna uru-guaya, que encarnó en la violencia política de inspiración principalmente anticomunista en una plu-ralidad de ámbitos, como el educativo, el sindical, el partidario y el gubernamental. Así, Broquetas se sumerge en la actividad de diversos grupos derechistas (conservadores, extremistas) que durante la década del 60 pivotaron en la arena política uruguaya, marcada por la crisis económica, la mo-vilización de los trabajadores y el miedo a la revolución comunista.

De modo similar, el trabajo de Luis Alberto Herrán Ávila rastrea las trayectorias de grupos nacion-alistas anticomunistas de la década del 60 en Argentina (Tacuara) y Méjico (MURO), atendiendo a sus vínculos, rupturas e imaginarios compartidos. En su análisis, Herrán Ávila apela a la historia transnacional para dar cuenta de la amplia dispersión en la sociedad civil de los años 60 del imagi-nario anticomunista y del modo en que éste caló en organizaciones juveniles nacionalistas que bus-caron, a su vez, construir una militancia de derecha, apelando a los métodos de acción política di-recta –propios del escenario de la Guerra Fría– y a un sentido de comunidad más amplio. Así, la militancia anticomunista de raíz nacionalista-católica trascendía, en ambos casos, las coyunturas nacionales.

Por último, este dossier cierra con un estudio de Elena Scirica sobre la acción política y de propa-ganda anticomunista en el contexto de la Guerra Fría, examinada en grupos católicos argentinos de los años 60 (principalmente “Cruzada”-“Tradición, Familia y Propiedad”). Según la autora, estas agrupaciones católico-integristas fueron las responsables de la difusión en las FFAA y en la socie-dad civil de un ideario anticomunista acérrimo, que en última instancia aspiraba a erradicar el marx-ismo de la vida política argentina, en general, y de la Iglesia católica posconciliar, en particular.

 

Textos:

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Dossier. Diplomacia, vida cultural y circulación de saberes https://historiapolitica.com/dossiers/diplomacia-circulacion-saberes/ Fri, 13 Nov 2015 21:21:24 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=3179 Diplomacia, vida cultural y circulación de saberes

 

Juan Pablo Scarfi (Centro de Historia Intelectual, UNQ)

 

La diplomacia como profesión y como práctica ha estado asociada tradicionalmente con la dimensión formal de las relaciones internacionales en el campo de la política internacional, la política exterior, el rol de los ministerios de relaciones exteriores, así como también con la tradición de la historia diplomática en sus versiones clásicas. Sin embargo, la diplomacia ha estado estrechamente ligada a la vida cultural. En América Latina y en general en el continente americano, la dimensión cultural y los intercambios y la circulación saberes e ideas comenzó a ser una parte central de la vida diplomática como tal entre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX. En este sentido, en los últimos años, un espectro muy amplio de historiadores de las ideas y de la cultura, de las relaciones internacionales, así como también críticos e historiadores de la literatura, han comenzado a prestar crecientemente mayor atención a la dimensión cultural de la diplomacia y las relaciones internacionales y a la circulación de saberes e ideas y a conformación de redes culturales como componente centrales de la diplomacia y las relaciones internacionales. Esta literatura parte del supuesto de que la diplomacia y las relaciones internacionales como prácticas trascienden a la política exterior, los ministerios de relaciones exteriores, las cancillerías y las embajadas. Este dossier reúne, entonces, una serie de trabajos que exploran la diplomacia como una parte central de la dimensión transnacional de la vida cultural y la circulación e intercambio de saberes, literaturas y símbolos al interior de América Latina y entre América Latina y los Estados Unidos, así como también la importancia de los factores simbólicos y culturales, en particular la literatura y los monumentos, en la construcción del amplio y complejo universo de la diplomacia y las relaciones internacionales en nuestro continente.

Con el reciente auge de la historia transnacional y con el progresivo desarrollo en las últimas dos décadas de la historia intelectual y cultural, comenzaron a generarse interesantes puntos de convergencia entre estos dos campos historiográficos. Esas convergencias y los efectos historiográficos que despliegan están hoy en plena ebullición y resulta difícil aún evaluarlos. Pero en todo caso cabe señalar que han dado lugar a una serie de nuevas preocupaciones historiográficas como la dimensión cultural de la diplomacia y las relaciones internacionales, la diplomacia cultural como tal, la circulación transnacional de saberes, objetos, símbolos y prácticas culturales, las redes culturales, la historia intelectual global y los orígenes de la globalización, así como también a una renovación de los estudios sobre el imperialismo y el antiimperialismo que comenzaron a poner la atención en los factores culturales, las redes y la interacción cultural bidireccional.

La mayor parte de los trabajos que pueden inscribirse en el marco de estas renovaciones historiográficas han tendido a concentrarse en el periodo que va desde 1880 y 1946. Dicho período coincide con la formación de una burocracia estatal, la modernización de la diplomacia y la institucionalización de los ministerios de relaciones exteriores y las embajadas, la expansión mundial del telégrafo y los cables de noticias, el surgimiento de la diplomacia cultural moderna y la construcción de redes modernas de cooperación intelectual regionales y continentales. Sin embargo, un cuerpo emergente de investigaciones reciente ha comenzado a poner su atención también en la Guerra Fría cultural en América Latina y en Argentina, la diplomacia en los años peronistas y la historia reciente de la diplomacia cultural y la circulación de saberes en Argentina, América Latina y el continente americano en general.

Los artículos que integran este dossier exploran desde diversas perspectivas y poniendo el acento en distintos universos geográficos, la diplomacia cultural, la construcción de imaginarios culturales en torno de otros países del continente, solidaridades e intercambios regionales y la circulación de saberes, lenguajes y símbolos como factores centrales de la diplomacia y las relaciones internacionales, resaltando así la importancia de los factores culturales (y al mismo tiempo la relevancia de la vida cultural para la diplomacia). Si algunos artículos se ocupan del lugar de los intercambios transnacionales dentro de América Latina por medio de símbolos, monumentos, viajes, cartas y redes culturales, otros examinan la amplia gama y variedad de imaginarios que intelectuales y diplomáticos (e intelectuales-diplomáticos) de la Argentina construyeron acerca de los Estados Unidos como una potencia emergente en el continente. Aunque resulta difícil hablar de una historiografía consolidada sobre las relaciones internacionales entre los países latinoamericanos y la amplia gama de imaginarios que en la región, y en particular en la Argentina, se construyeron de los Estados Unidos, la apuesta historiográfica hacia el futuro, como se desprende de los artículos aquí reunidos (ninguno de los cuales tiene más de seis años de antigüedad), parece ir en la dirección de cubrir estos vacíos a partir de la apuesta a la dimensión cultural de las relaciones internacionales y la diplomacia y a la circulación transnacional desde abajo y desde arriba de saberes, símbolos, imaginarios y artefactos culturales. En otras palabras, la historiografía de las relaciones internacionales apunta hacia la historia transnacional de la cultura y la historia intelectual global.

La selección reunida en este dossier comienza con artículos sobre el rol de las redes culturales, los viajes, la correspondencia, las revistas y la simbología y el lenguaje geopolítico transnacional de los monumentos patrios en la construcción de las relaciones internacionales latinoamericanas en los ámbitos de la diplomacia de alto rango de las elites y las oficinas y embajadas, así como también en el intercambio y las solidaridades que trascendían el universo de las elites y la diplomacia formal y estaban ligadas al ámbito de los intelectuales, escritores, la sociedad civil e incluso la cultura popular. Martín Bergel analiza las prácticas e intercambios culturales e intelectuales entre distintas figuras de la vida cultural e intelectual de la región que contribuyeron a consolidar ideas y prácticas en favor de la unión continental, forjando lo que él denomina “un latinoamericanismo desde abajo” articulado en torno de revistas de alcance continental, viajes, correspondencia y circulación ideas. El autor propone una nueva mirada del imaginario regional y del antiimperialismo latinoamericano, centrada en las prácticas culturales y las representaciones que permite vislumbrar hasta qué punto el ciclo latinoamericanista que tuvo lugar entre 1898 y 1936 cobró fuerza a partir de la apuesta de construir relaciones internacionales entre los pueblos y sus respectivos intelectuales, en contraposición a las elites políticas y los ministerios. Álvaro Fernández Bravo explora las redes culturales americanistas de la revista Sur en la década de 1940, atendiendo a un aspecto que ha recibido escasa atención entre historiadores y estudiosos de la literatura latinoamericana: la incorporación del mundo tropical y del Brasil dentro de la óptica americanista de la revista. Cuestionando el presupuesto establecido de que la cultura brasilera se mantuvo bastante distanciada del resto de América Latina, Fernández Bravo observa, en cambio, que la figura de doble agente de María Rosa Oliver entre la Oficina Coordinadora de Asuntos Interamericanos y los círculos del comunismo y la izquierda latinoamericana fue una condición de posibilidad para que la literatura brasilera y el mundo tropical ingresaran al universo cultural argentino y hispanoamericano en los años cuarenta, lo cual tuvo consecuencias perdurables para las relaciones culturales entre ambos países.

Pablo Ortemberg, por su parte, examina el rol geopolítico de los monumentos patrios en la celebración de los centenarios de próceres y acontecimientos como San Martín, O´Higgins y el Centenario de Ayacucho en Argentina, Chile y Perú, y ante todo sus efectos culturales en la configuración y redefinición de las relaciones internacionales entre estos tres países entre 1910 y 1924. El autor argumenta que los monumentos y los festejos de los centenarios de las independencias de estos países contribuyeron a forjar acercamientos y lazos de solidaridad entre estos países en un contexto en el que existían conflictos limítrofes entre Chile y Perú por Tacna y Arica, surgidos de los efectos duraderos de la Guerra del Pacífico, así como también alianzas regionales como el acuerdo del ABC entre Argentina, Brasil y Chile de 1914.

Se cierra el dossier con dos artículos sobre los imaginarios y visiones culturales de los Estados Unidos y su emergencia como potencia continental esbozados por diplomáticos, intelectuales e intelectuales-diplomáticos argentinos de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Ambos trabajos toman distancia de la historiografía tradicional sobre los libros de viajes, el latinoamericanismo y el antiimperialismo latinoamericano y proponen nuevas miradas sobre el lugar de los Estados Unidos en el imaginario diplomático y cultural argentino. Por una parte, Paula Bruno analiza una variedad de registros discursivos de viajeros y diplomáticos que transitan desde la crítica antiimperialista y visiones abiertamente antiestadounidenses hasta la idealización, la simpatía y la admiración por el Coloso del Norte, proponiendo así que los Estados Unidos fueron como “un caleidoscopio”. La autora se concentra en autores como Miguel Cané, Paul Groussac, Eduardo Wilde y Martín García Mérou, y sostiene que algunas de estas figuras, como Wilde y García Mérou, escapan al lugar común del distanciamiento y la desconfianza hacia Norteamérica, y que lograron construir, en cambio, una mirada desde adentro fundada en una experiencia y un contacto directo con la cultura estadounidense. En un registro similar, el trabajo de Juan Pablo Scarfi explora el surgimiento de algunas visiones antiestadounidenses en Argentina que propugnaron una crítica lealista y diplomática, y cuestiona el postulado según el cual el antiimperialismo latinoamericanos y argentino estuvo dominado por una crítica culturalista de los Estados Unidos. El autor se focaliza en la obra de juristas, diplomáticos e intelectuales públicos como Roque Sáenz Peña, Vicente Gregorio Quesada y Manuel Ugarte, y argumenta que el discurso del derecho internacional y la diplomacia cumplió un rol importante en la conformación del antiimperialismo y del imaginario antiestadounidense en Argentina.

Textos seleccionados

  • Álvaro Fernández Bravo, “Redes latinoamericanas en los años cuarenta: la revista Sur y el mundo tropical”, en: Álvaro Fernández Bravo y Claudio Maíz (editores), Episodios en la formación de redes culturales en América Latina, Buenos Aires, Prometeo, 2009, Cap. 3, pp. 113-135.
  • ]]> Dossier. Intelectuales, expertos y políticas públicas en la Argentina democrática. Una mirada desde el espejo latinoamericano https://historiapolitica.com/dossiers/expertos-argentina-y-america-latina/ Fri, 09 Oct 2015 21:51:01 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=3102 Intelectuales, expertos y políticas públicas en la Argentina democrática. Una mirada desde el espejo latinoamericano

     

    Antonio Camou (UNLP – UdeSA)
    Con la colaboración de Leandro E. Sanchez (UNLP – CONICET)

     

    Referir, aunque más no sea a trazos muy gruesos, una historia lejana de las relaciones entre las esferas del conocimiento y el poder político nos obligaría a recorrer la reflexión y las distintas experiencias que van desde la antigüedad clásica hasta los albores de la modernidad, con su vasta saga de libros dedicados a dar “consejos” a los Príncipes. Una historia moderna, por su parte, reconocería su punto de quiebre en los comienzos de la constitución de las ciencias sociales como disciplinas autónomas y su articulación con las necesidades del Estado burocrático y racional, las exigencias de cálculo y conocimiento especializado requerido por los mercados capitalistas, y las demandas de atención de la emergente “cuestión social” por parte de nuevos actores sociales y políticos. Pero la historia contemporánea en la relación entre lo que comienza a definirse más claramente como conocimiento especializado ( expertise), de un lado, y como proceso de elaboración de política pública ( public policy), del otro, no empieza a escribirse en sus nuevas líneas hasta el período que va entre la crisis de los años ’30 y el final de la Segunda Guerra Mundial. En ese lapso se anudan dos complejos procesos, cada uno de ellos con sus propias temporalidades y dinámicas, que contribuirán a definir los términos de la relación entre conocimiento especializado y políticas durante buena parte de las décadas siguientes. Por un lado, asistimos a la emergencia de un Estado que se ubica crecientemente en el “centro” de la sociedad, en tanto regulador de la esfera económica a la vez que promotor de la integración social, y que será un creciente demandante de expertos y técnicos para cumplir las cada vez más diferenciadas tareas propias de su condición de Welfare State; por otro lado, las disciplina científicas, en general, y las ciencias sociales, en particular, experimentarán desde aquellos días un marcado proceso de desarrollo teórico-metodológico, de diversificación y especialización institucional, y de profesionalización de sus cuadros, en el marco de una modernización y expansión universitaria en gran medida sostenida por fondos públicos {{1}}.

    En esta larga historia, donde alternan encuentros, desencuentros y tensiones, ha dicho Lewis Coser, se inscribe el vasto proceso de burocratización de la vida social que ha llevado a que la “productividad cultural -que alguna vez pudo haber sido asunto de artesanías- se racionaliza de manera que la producción de ideas se parece, en los aspectos principales, a la producción de otros bienes económicos”. Paralelamente, el lugar que detentaba el literato y el intelectual de tipo “generalista” es paulatinamente ocupado por el “experto”, dotado de un dominio técnico sobre un campo del saber, y capaz de orientarlo a la solución de problemas concretos de elaboración de políticas {{2}}.

    Pero entre finales de los años ’70 y mediados de los ’80 ese largo derrotero en la vinculación entre saberes y políticas experimentará una nueva serie de transformaciones. En principio, en virtud de la reconfiguración de las relaciones estructurales entre Estado, mercado y sociedad civil en el marco del proceso globalizador, comenzarán a replantearse las complejas relaciones políticas e institucionales entre ambas esferas. Así, comenzará a evidenciarse como un lugar común que la vinculación entre los especialistas y la política se opera cada vez más al interior de “redes de asuntos” ( issue networks ), que conectan agencias de gobierno, tanques de pensamiento, centros de investigación, fundaciones privadas, organismos multilaterales, universidades, empresas patrocinadoras de proyectos, y otras organizaciones complejas, que dejan en un espacio subalterno –aunque no carente de importancia- la figura clásica del consejero personalizado. Por otra parte, también comenzará a revisarse una cierta visión “lineal”, e incluso ingenua, de la relación entre producir conocimiento especializado y aplicarlo en el ámbito de la toma de decisiones. Incluso los propios expertos (luego de las fallidas experiencia –en el caso norteamericano- de los ambiciosos programas de la “Gran Sociedad” y la “Guerra contra la Pobreza”), terminarían reconociendo que habían recomendado políticas con información insuficiente, que se había subestimado el análisis de la implementación, o que se había descuidado la problemática de la evaluación {{3}}.

    Simultáneamente, las usinas de pensamiento experimentarán un marcado crecimiento y una paulatina diversificación. En general, distintos autores coinciden en señalar que los centros de investigación y análisis de políticas públicas tuvieron tres grandes momentos de creación. Para el caso emblemático de los Estados Unidos, una primera generación, hacia finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, estuvo ligada a un movimiento orientado a profesionalizar el gobierno y mejorar la Administración. Algunos ejemplos serían el Instituto de Investigación Gubernamental (1916), antecesor de la Institución Brookings (1927), o la Institución Hoover (1919). Un segundo momento se produce a partir del final de la Segunda Guerra, cuando comienza a emplearse la expresión “think tanks”, y los centros de investigación se orientan fuertemente a analizar la agenda internacional en el marco de la Guerra fría y los desafíos del liderazgo mundial estadounidense. Un ejemplo típico de esta generación será la Corporación Rand (1948), vinculada a la Fuerza Aérea norteamericana, y que fue pionera en la realización de estudios sobre análisis de sistemas, teoría de juegos y negociación estratégica. Finalmente, una tercera oleada emergió hacia los años ’70: estas nuevas usinas estarán concentradas, tanto en la “defensa de causas” como en la investigación, buscando generar “asesoramiento oportuno que pueda competir en un congestionado mercado de ideas e influir en las decisiones sobre políticas”. La Fundación Heritage (1973) o el Instituto Cato (1977) serían ilustraciones típicas de esta nueva generación de think tanks {{4}}.

    En este nuevo contexto, poco a poco fue haciéndose manifiesto que era necesario revisar -con una visión integral- los problemas de la articulación entre conocimiento especializado y elaboración de políticas públicas. En esta línea, el actual interés por el estudio de la problemática es fruto, por un lado, del nuevo papel que cumple el conocimiento experto y las organizaciones productoras de expertise en el marco de las transformaciones globales entre Estado, mercado y sociedad civil, y por otro, de la (auto) reflexión crítica de los especialistas acerca de los usos y la influencia real del conocimiento científico en la toma de decisiones. En el primer caso, y como ha señalado James G. McGann al referirse a aquellas organizaciones comprometidas con el estudio de problemas globales,

    …en el mundo ha habido una verdadera proliferación de centros de investigación y análisis que comenzó en la década de los ’80 como resultado de las fuerzas de la mundialización, el fin de la Guerra Fría y el surgimiento de problemas transnacionales. Dos terceras partes de todos los centros de investigación y análisis que existen hoy se establecieron luego de 1970, y más de la mitad a partir de 1980 {{5}}

    Pero la referencia cuantitativa no debe hacernos perder de vista los cambios cualitativos que comportan, y la percepción de frecuentes “cortocircuitos” entre la esfera del expertise y la esfera de toma de decisiones. Si durante las décadas del ’50 y del ‘60 existía una confianza casi ciega –ingenua o ideológicamente sesgada- en la validez de la “cadena dorada” que unía el saber científico con las necesidades de elaboración de las políticas públicas, la situación actual ha cambiado de manera significativa. Rara vez, nos recuerda Björn Wittrock, alguien se atrevió a dudar de que “utilizar la investigación de la ciencia sociales para las políticas públicas es una cosa buena…, usarla más es mejor, y aumentar su uso significa mejorar la calidad de las decisiones gubernamentales”. Sin embargo, la expansión en los años siguientes de las propias ciencias sociales, de un lado, junto con los reiterados esfuerzos por vincular a éstas con los procesos de elaboración de políticas, de otro, comenzaron a evidenciar las limitaciones de la ingenua doctrina que predicaba cierto automatismo unidireccional en la relación entre saberes especializados y gestión estatal. En buena medida, las preocupaciones actuales sobre los usos sociales del conocimiento son una respuesta a las ayer infladas, y hoy devaluadas, “pretensiones de la revolución racionalista… de racionalizar todo plan y coordinar las políticas públicas en un número cada vez mayor de ámbitos, y cada vez más hacia el futuro, con ayuda de toda una variedad de técnicas de administración”. Estas constataciones nos dejan en las puertas de una paradoja. “Tanto el crecimiento de la investigación social como la cientifización del proceso de políticas son procesos sociales de importancia fundamental en…Occidente”, pero como contrapartida, “una y otra vez encontramos informes de científicos sociales que se quejan de que no se les escucha, y de responsables de políticas que se quejan de haber recibido muy poco que valiera la pena”. La complejidad problemática de los vínculos entre la esfera del conocimiento científico especializado y la esfera político-institucional está en la actualidad en el centro de la escena {{6}}.

    Para ilustrar esta problemática en el caso argentino, pero ofreciendo una mirada en espejo con la experiencia latinoamericana reciente, hemos elegido una serie de textos elaborados a lo largo de la última década. La lógica de la selección va de lo más general a lo más particular, del ámbito internacional al latinoamericano, y del latinoamericano al nacional, destacando para el caso argentino tres campos de saberes en relación con las políticas (Política Exterior, Educación y Economía).

    En un primer bloque ofrecemos dos textos que nos permiten abordar una mirada general y regional sobre la problemática bajo análisis. El trabajo de Miguel Braun, Mariana Chudnovsky, Nicolás Ducoté y Vanesa Weyrauch analiza las instituciones de investigación de políticas a partir de un amplio estudio comparativo que toma como referencia organizaciones de Asia, África, Europa del Este/CEI y América Latina. El punto de partida del trabajo consiste en analizar los desafíos a la producción de conocimientos orientados a resolver problemas de políticas en contextos especialmente adversos, signados -entre otros problemas- por la inestabilidad política, económica y social, una alta rotación a nivel de los responsables de formular políticas, la falta de mecanismos institucionalizados para la interacción entre la sociedad civil y el Estado, la corrupción, la poca demanda para la investigación y la escasa capacidad gubernamental. El siguiente texto, por su parte, elaborado por Gerardo Uña, Carina Lupica y Luciano Strazza, se enfoca en el ámbito regional en una cuestión de capital importancia: la investigación ofrece un abordaje comparativo sobre la participación de los think tanks y los expertos en las distintas etapas de las políticas sociales en tres países de América Latina (Argentina, Chile y México), sobre la base de analizar el rol y los intereses de todos los actores que participan en el proceso político y técnico de elaboración de políticas públicas.

    Un segundo bloque está conformado por dos trabajos que estudian el caso chileno y el uruguayo respectivamente, pero en ambos artículos encontramos una cierta intención comparativa que nos permite ubicar a la experiencia argentina sobre ese telón de fondo analítico. El ensayo de Patricio Silva explora la importancia que han tenido los tecnócratas en la evolución política chilena a partir de las primeras décadas del siglo XX hasta el día de hoy. A pesar de su autoproclamado apoliticismo –señala el autor- el estamento tecnocrático se ha constituido en un actor estratégico en los intentos de legitimación de los diversos proyectos políticos de este período. Partiendo del debate existente sobre el fenómeno tecnocrático en las sociedades modernas se subrayan una serie de características particulares del caso chileno. Seguidamente, el artículo de Adolfo Garcé introduce la sugerente noción de Régimen Político de Conocimiento (Political-Knowledge Regime) , a partir de un diálogo crítico con los recientes aportes de Campbell y Pedersen (2011). Si bien el trabajo se apoya en una serie de investigaciones empíricas centradas en el gobierno de Tabaré Vázquez, el análisis del autor nos permite ofrecer una caracterización original, a la vez que polémica, de distintos casos latinoamericanos: Chile, Brasil, Argentina y Uruguay.

    Por último, el bloque de cierre reúne tres contribuciones que hacen foco en la experiencia argentina en tres diferentes campos de políticas. La primera contribución de Alejandro Simonoff ensaya un abordaje histórico de la constitución histórica del sub campo disciplinar del estudio de la política exterior argentina y su vinculación con el campo de políticas propiamente dicho. En el trabajo recorre la variedad de estructuras explicativas y múltiples interpretaciones sobre el pasado de un campo disciplinar que busca la construcción de un saber, y, al mismo tiempo, la construcción de un instrumento para la vinculación del Estado con otros actores internacionales. Este recorrido es abordado por el autor a partir de identificar y describir las instancias “pre paradigmáticas” que darán lugar a los dos momentos “paradigmáticos” en la disciplina que bien ilustran el título de su trabajo; ello sin perder de vista que un régimen de verdad siempre es funcional al régimen político vigente.

    El trabajo de Claudio Suasnábar, a través de la pregunta plasmada en su título, intenta expresar la mezcla de malestar y disconformidad frente al estado de conflicto que –a juicio del autor- atraviesa actualmente la comunidad académico-intelectual de las ciencias de la educación, en particular a partir de la experiencia de la reforma educativa desarrollada durante la década de los ’90, que contó con la participación de notorios investigadores universitarios en cargos de gestión estatal. El texto presenta algunas líneas de interpretación para pensar esas tensiones en el marco de un argumento tributario del enfoque de Bourdieu: si el estado de un campo intelectual no es más que la expresión cristalizadas de las luchas pasadas, el trabajo se plantea como un ensayo de interpretación que -focalizando en las tensiones entre pedagogía y política- presenta una serie de momentos o etapas que recorren la conformación reciente del campo intelectual de la educación.

    Finalmente, el artículo de Mariana Heredia parte de considerar, en consonancia con lo ocurrido en otros países, las nuevas formas de elaborar, discutir y aplicar políticas económicas en Argentina inauguradas a partir de los años sesenta. Las elites técnico-profesionales fundaron espacios estables y específicos desde los cuales relacionarse con el Estado y la sociedad. En la intersección entre círculos académicos, organizaciones partidarias, agencias de la administración pública, medios masivos de comunicación, corporaciones empresarias y organismos internacionales, los centros privados de expertise se consolidaron como un “punto de pasaje” en la orientación de las políticas públicas en materia económica. En base a una investigación socio-histórica sobre las ciencias económicas en la Argentina, se estudia la emergencia y la expansión de estos nuevos actores, se analiza la dinámica de este “mercado de expertise” y se avanzan algunas conjeturas sobre la continuidad de este nuevo tipo de representación y sus efectos sobre la vida pública y política.

    [[1]] Un tratamiento más detallado de esta cuestión en Camou, Antonio, “Quo Vadimus Sartori? Ciencia política y políticas públicas en el marco de una polémica”, Andamios. Revista de Investigación Social, Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), Nro. 11, 2009. [[1]]
    [[2]] Coser, Lewis A. Hombres de Ideas. El punto de vista de un sociólogo (1965), México, FCE, 1968. Un análisis más cercano de este procesos en Brunner, José Joaquín “Investigación social y decisiones políticas: El mercado del conocimiento”, Nueva Sociedad, Nº 146, p. 111 y ss., 1996 [[2]]
    [[3]] La crítica clásica de esta problemática en el libro de Pressman, Jeffrey L. & Aaron Wildavsky (1984), Implementación, México, FCE, 1998. [[3]]
    [[4]] La cita pertenece a Haass, Richard N., “Los thinktanks y la política exterior estadounidense: la perspectiva de un elaborador de políticas”, Agenda de la política Exterior de los USA (Departamento de Estado, Programas de información internacional) (http://usinfo.state.gov/journals/), volumen 7, número 3, noviembre de 2002.. [[4]]
    [[5]] McGann, James G., “Los thinktanks y la transnacionalización de la política exterior”, Agenda de la política Exterior de los USA (Departamento de Estado, Programas de información internacional) (http://usinfo.state.gov/journals/), volumen 7, número 3, noviembre de 2002. [[5]]
    [[6]] Wittrock, Björn, “Conocimiento social y política pública: ocho modelos de interacción”, en Peter Wagner et al., Ciencias Sociales y Estados Modernos. Experiencias nacionales e incidencias teóricas (1991), México, FCE, 1999. [[6]]

     

    Referencia de los textos

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