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Dossier | El republicanismo como problema argentino


Gabriel Entin (CONICET-CHI-UNQ/UNSAM)

 

Más que una evidencia, el republicanismo remite a un campo de problemas referidos a la creación y conservación de una comunidad política, la república, y a los conceptos, valores e instituciones que la constituyen como tal: la ley, la libertad, la virtud, la ciudadanía, el gobierno, la guerra, la religión, etc. En la Argentina, el republicanismo constituye una clave posible de lectura de la historia y del presente.

Si en la década de 1980, el concepto fundamental sobre el que se articulaban los debates públicos era “democracia”, y en la de 1990, “liberalismo”, desde la crisis argentina de 2001 y hasta la actualidad, el republicanismo se convirtió en la categoría que articula los principales debates políticos. Al mismo tiempo, se utiliza en sentidos tan diversos que se revela como una palabra enigmática y proteica. Enigmática, porque su sola enunciación pareciera dotar de contenido positivo a los argumentos sobre los que se aplica. Proteica, porque puede utilizarse para legitimar prácticas políticas muy distintas entre sí. Engimático y proteico, el republicanismo argentino se distingue en el presente menos por lo que es y más por lo que no es.

Por un lado, el opuesto del republicanismo se identifica con el populismo, el autoritarismo, el personalismo y la corrupción. Se trata de un republicanismo asociado a una dimensión institucional de lo político articulada en una concepción de la ley y de la libertad basada en la separación de poderes y en los derechos individuales. Este republicanismo institucionalista se inscribe en una historia de las ideas republicanas de mediano plazo: la que comienza con la Ilustración del siglo XVIII y las revoluciones modernas de fines de aquel siglo, y que da origen al constitucionalismo como base jurídica de todo orden legal. En esta perspectiva, el republicanismo se asocia a una comprensión de la libertad política referida al individuo como sujeto de derechos, y formalizada con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, y con la Constitución de los Estados Unidos de 1787. En 1819 Benjamin Constant llamaría “libertad de los modernos” al goce de derechos individuales. A mediados del siglo XX Isaiah Berlin la reformularía como “libertad negativa”, entendida como la ausencia de interferencia sobre un individuo y disociada de una forma particular de gobierno[1].

Por otro lado, el republicanismo argentino puede relacionarse desde las últimas dos décadas al concepto de pueblo, y oponerse a lo que se considere, según las circunstancias, como “anti-popular”. En este caso, se trata de un republicanismo que valora la participación del pueblo en los asuntos públicos, comprende la república como sinónimo de nación o patria, y se aproxima a la idea de libertad de los antiguos de Constant, y a la libertad positiva de Berlin, es decir, al deseo de ser amo de sí mismo, intrínsicamente ligado al gobierno democrático[2]. Este republicanismo popular dota de contenido positivo al populismo y puede identificarse con la tradición republicana maquiaveliana. Para Maquiavelo, las leyes en favor de la libertad se constituyen no a partir de la unidad sino de la división en la ciudad. En una comunidad existen humores y deseos irreconciliables: para Maquiavelo la república no refiere a un orden político armónico sino al conflicto y división constitutiva que posibilita la vida en común, la ley, la libertad y las instituciones para defenderlas.

Una tercera concepción de republicanismo puede distinguirse en la Argentina: aquella que radicaliza el ideal democrático de la igualdad y el auto-gobierno del pueblo, la participación ciudadana, la deliberación, las instituciones y los derechos individuales. Se trataría de un republicanismo democrático que ve en la república una forma de democracia, entendida no sólo en su dimensión institucional sino también como sociedad basada en el principio de la igualdad de los ciudadanos a partir de un orden de leyes. Este orden permite caracterizar lo republicano de un gobierno según cómo se evalúe la relación de subordinación del bien individual al bien común. La corrupción representa la perversión de la república: el predominio del interés particular por sobre el de la comunidad. La ley, la justicia y la participación ciudadana -a través de mecanismos institucionales y no institucionales- en la cosa pública funcionan como horizontes reguladores de esta perspectiva republicana.

Los desarrollos de la historiografía sobre el republicanismo atlántico en el último medio siglo revelan un campo prolífico de investigación donde la historia dialoga con la filosofía política volviendo estériles las fronteras disciplinares. A principios de este siglo, Quentin Skinner propuso analizar la libertad republicana como un “tercer concepto de libertad” en la historia occidental. A diferencia de una comprensión de la libertad como ausencia de interferencias u obstáculos (Hobbes daría en el capítulo 21 de su Leviatán -1651- los soportes teóricos de este razonamiento, identificado siglos después con una lectura “liberal” de la libertad), la libertad republicana es entendida como la ausencia de dominación, que implica la interferencia arbitraria (porque no está basada en la ley) de una voluntad particular (un amo, un déspota). La ley, como interferencia no arbitraria constituye la condición de la libertad republicana. Este tercer concepto de libertad republicana no necesariamente se opone a la comprensión liberal pero la complementa al relacionar la libertad de un individuo con la libertad de una comunidad: un individuo no puede ser libre si la comunidad política en la que vive no es libre[3].

Por supuesto, toda clasificación es limitada y las categorías normativas no pueden reflejar la variedad de experiencias políticas del republicanismo y de la comprensión de la libertad en individuos que a lo largo de la historia convivieron en condiciones de desigualdad (por factores sociales, económicos, raciales, religiosos, sexuales, entre otros). En la Argentina, al igual que en otros espacios del mundo occidental, el republicanismo se comprende mejor en su pluralidad como conjunto de problemas sobre la vida en común, que como tradición, lenguaje, teoría política de la libertad, o pensamiento político en singular. Sin embargo, la distinción de los republicanismos que atraviesan la política argentina de las últimas décadas puede ser útil para analizar la distancia con los republicanismos del siglo XIX, cuando la Argentina se formó como comunidad política. No se trata aquí de determinar cuán republicana o cuán liberal fue esta nación -un ejercicio en última instancia estéril porque dependerá de las definiciones que se les atribuya a estos adjetivos-, sino de ensayar grillas de lectura que vuelvan inteligible un pasado que tiene en la república su principal eje articulador de lo político. Un pasado que también puede contribuir a clarificar y darle sentido a los usos actuales del republicanismo en la Argentina.

 

La configuración de un campo de estudio sobre la república en el siglo XIX

El problema político constitutivo del siglo XIX argentino es el de la legitimidad originado con la revolución. Este problema remite a la república, no a la democracia. Si el orden monárquico se basaba en la legitimidad del rey, el orden republicano se articularía a partir de la legitimidad del pueblo soberano, un principio abstracto y aporético que abriría múltiples conflictos a partir de las diferentes formas de interpretarlo e intentar representarlo. La república expresa la imposible superación de estos conflictos. Por un lado, representa la unidad política en un territorio con límites cambiantes. Por otro lado, se crea y consolida a través de divisiones y tensiones inacabadas que marcarán su ritmo intempestivo e inestable. Sólo a finales del siglo XIX, esta frágil unidad que sería la República argentina logrará ofrecer una cierta imagen de orden. Al poco tiempo de comenzar el siglo XX, esta imagen ya resultará obsoleta.

Dos trabajos pioneros abrieron el campo para convertir al republicanismo y a la república en un objeto de interés historiográfico para el territorio del Virreinato del Río de la Plata que se desmembraría con la revolución de 1810, y a partir del cual durante el siglo XIX se construiría la Argentina. En primer lugar, en Tradición política española e ideología revolucionaria de mayo (1961), Tulio Halperín Donghi situaba el orden republicano de la revolución no contra la tradición monárquica sino en relación a los fundamentos jurídicos e históricos del barroco hispánico. Desde el siglo XVII, afirma Halperín Donghi, la “cultura política del Barroco” veneraba un conjunto de virtudes y valores republicanos de Atenas, Roma y Esparta en un orden absolutista que no consideraba esta veneración como una amenaza[4]. Lejos de plantear una continuidad con la monarquía, Halperín Donghi pretendía inscribir la revolución como acontecimiento (el “punto de partida de toda la historia de la Argentina como nación”[5]) en una larga duración donde el “antiguo régimen” esclarecía el momento de 1810. La categoría de “antiguo régimen” revelaba realidades muy distintas a lo largo de los siglos: durante el siglo XVIII la monarquía barroca se había transformado en una administrativa e ilustrada, relegando la vida comunal de las repúblicas-ciudades a un segundo plano. En aquel clima moderno, las élites políticas del Río de la Plata redescubrirían -y esta sería una de las características del movimiento ilustrado-, la libertad de los antiguos -inscripta en la propia tradición medieval monárquica-, y la reflexión sobre el origen y los límites al poder real, concebido como poder del pueblo en un orden natural.

Para Halperín Donghi, discutir la revolución de mayo y su republicanismo significaría, en el contexto del sesquicentenario de la revolución de 1810, un debate sobre la propia historia argentina: no sólo frente a la historiografía nacionalista, sino también a la revisionista (caracterizada por un nacionalismo antidemocrático que, a partir de la década de 1930, recuperaba la figura de Rosas y criticaba un presente considerado antinacionalista y dependiente de potencias extranjeras), y a la neorrevisionista (que, consolidada a fines de los ’50 tras el golpe militar al gobierno de Perón, interpretaba el pasado como una lucha contra el imperialismo bajo el telos de la revolución). Así, repensar el mito fundador de la república implicaba también una reflexión sobre cómo el pasado de la Argentina (que las tres historiografías estudiaban como un objeto incuestionable desde el prisma de una lucha contra un poder colonial o imperial) podía movilizarse en función del presente[6].

En segundo lugar, en La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo (1984), Natalio Botana describe, basándose en sus lecturas sobre Montesquieu, Rousseau, los Federalistas, Constant y Tocqueville, una tradición republicana en el Rio de la Plata que tendría a Sarmiento y a Alberdi como sus principales exponentes. Para Botana, la tradición liberal del siglo XIX argentino forma parte integrante de la tradición republicana[7]. Botana publicó su libro en el contexto de retorno de la democracia en la Argentina en 1983. El concepto omnipresente en aquella década para interpretar el momento político fue, precisamente, el de democracia. Este concepto se asociaba al reestablecimiento del orden constitucional republicano, que había sido suspendido con la dictadura. La democracia se volvía sinónimo de “república democrática”[8]. La tradición republicana no puede entonces disociarse de su clima de publicación caracterizado por la necesidad y deseo de reconstrucción de un orden constitucional que remitía al período constituyente de la República argentina. Si Alberdi y Sarmiento representaban las bases intelectuales de esta fundación, la república constitucional se consolidaría como tal a partir de 1880, con la instauración efectiva de un Estado nacional a través de la centralización política, el ejército, la moneda y la expansión de las fronteras en tierras indígenas mediante la guerra[9]. El progreso económico hacía también posible esta consolidación y la transformación, a partir de la instauración en 1912 del sufragio masculino secreto y obligatorio, de una república oligárquica en una más democrática, que ampliaba el sufragio, limitaba el fraude electoral y permitía la representación de minorías partidarias, al mismo tiempo que permanecía alejada del horizonte -conflictivo por sus múltiples formas de interpretarlo- de una república verdadera[10].

A partir de la década de 1990, los trabajos de Halperín Donghi y Botana constituirían una referencia para la nueva historia política argentina sobre el siglo XIX interesada en problemas relacionados, de una forma u otra, a la república: la construcción de la nación, la constitución, la soberanía, la representación política, la ciudadanía, las elecciones, el federalismo, los lenguajes políticos, la participación popular, la esclavitud, la religión, etc. La nueva historia política argentina -parte constitutiva de la renovación de la historia política sobre el siglo XIX latinoamericano impulsada por François-Xavier Guerra, Antonio Annino, José Carlos Chiaramonte, Hilda Sábato, entre otros-, se aproximaría a los debates sobre el republicanismo en relación al problema de la modernidad política. Para ello, incorporaría entre sus lecturas a la historiografía sobre el republicanismo anglosajón -que se constituiría como tal entre la década de 1970 y de 1990 con los trabajos de Bernard Bailyn, Gordon Wood, J.G.A. Pocock, Quentin Skinner, y Philip Pettit-, y a la nueva historia política de la revolución francesa en el contexto de la conmemoración de su bicentenario (con los estudios de François Furet, Mona Ozouf, Claude Lefort, Pierre Rosanvallon, Pierre Manent y Bernand Manin). Durante los ‘90, estos autores anglosajones y franceses fueron introducidos en la Argentina tanto a través de cátedras universitarias de teoría política en facultades de Ciencias Sociales (por ejemplo, en las de Isidoro Cheresky, Hugo Quiroga, Claudia Hilb), como de jóvenes historiadores que regresarían al país tras haber completado sus posgrados en Inglaterra, Estados Unidos o Francia (Jorge Myers, Elías Palti y Darío Roldán, quienes concluirían sus doctorados en 1997). A partir de los 2000 se articularía -como señala Roldán en el texto incluido en este dossier- la “cuestión republicana” en la Argentina a través de un diálogo entre historia y ciencia política.

 

 

República y republicanismo en el Río de la Plata/Argentina

Los textos reunidos en este dossier, publicados entre 1997 y 2017, tienen como objetivo dar cuenta de la cuestión republicana en la Argentina decimonónica. La selección de los artículos está basada en tres razones. En primer lugar, representan, en mayor o en menor medida, una parte significativa de la renovación de la historiografía argentina sobre el republicanismo del siglo XIX desde una aproximación interdisciplinaria entre la nueva historia política, nueva historia crítica del derecho, historia intelectual, historia conceptual, filosofía política. Aún si algunos de ellos no se refieren especificamente al siglo XIX, sus análisis remiten a problemas y críticas historiográficas de este período sobre la república.

En segundo lugar, la selección se basa en el interés de sus autores y autoras por pensar la república como problema constitutivo de la comunidad política en el Río de la Plata/Argentina en momentos claves del siglo XIX, entendido, según señala Hilda Sábato, como “el siglo de la repu?blica”. En tercer lugar, en cada uno de los textos se discuten lugares comunes y estereotipos en la historia y en la ciencia política sobre el republicanismo argentino, y sobre varios de los conceptos a los que con frecuencia es asociado: república, ley, libertad, virtud, democracia, ciudadanía, presidencialismo, secularización, institucionalización, constitución.

Más que la búsqueda de un núcleo distintivo de republicanismo argentino, los autores del dossier se proponen analizarlo como una forma de pensar distintas dimensiones constitutivas de la república en la Argentina. Hasta mediados del siglo XIX, en este espacio territorial cambiante que era el Río de la Plata el republicanismo puede interpretarse como una experiencia americana y revolucionaria de republicanismo hispánico y católico. Desde la década de 1850 en adelante, con la promulgación de la Constitución argentina de 1853 y su aplicación efectiva en todo el territorio diez años después, el republicanismo se revela como una clave para la comprensión de la organización y consolidación de la Argentina como nación.

La república en el Río de la Plata se construye desde la ciudad. Alejandro Agüero ofrece en su capítulo una lectura del municipio castellano, modelo del americano, en el antiguo régimen que desafía la comprensión de la revolución a partir de la dicotomía entre poder central y las “tendencias autonómicas” de las ciudades. Para Agüero, es necesario observar la revolución y la independencia desde el “horizonte colonial”. Esto no significa asumir la existencia de una continuidad entre monarquía y república sino la necesidad de pensar el temprano siglo XIX menos desde el futuro indeterminado que abriría la revolución que desde la experiencia de los actores que la hicieron; una experiencia que hasta 1810 era la de la propia monarquía hispánica. El autor señala que las dinámicas republicanas -entre ellas, la idea de auto-gobierno de las ciudades consideradas a sí mismas pequeñas repúblicas- durante la revolución deben relacionarse con las instituciones municipales castellanas. El ámbito municipal como espacio de poder en el antiguo régimen, afirma, no era antagónico con el poder regio como suprema potestad. Por el contrario, existía una “mutua dependencia entre la monarquía católica y el orden corporativo”. A partir de una crítica al “paradigma estatalista” con que muchas veces se analiza el siglo XIX argentino, Agüero alerta sobre la inmediata identificación de la república con el Estado moderno. Su reconstrucción de las dinámicas políticas municipales permite repensar las primeras formas de republicanismo en el Río de la Plata considerando las experiencias comunales de la monarquía católica. Sus argumentos desafían modelos historiográficos que buscan explicar la revolución a partir de dicotomías preestablecidas: soberanía del pueblo-soberanía de los pueblos; centralización-descentralización; república-monarquía.

Hilda Sábato sintetiza en su artículo sus principales ideas sobre el “experimento republicano” en el siglo XIX argentino, relacionándolo con los ensayos republicanos en Hispanoamérica[11]. Para Sábato, este experimento consistió en la adopción temprana -mucho antes de la consolidación de la Argentina como nación- de formas de gobierno republicanas basadas en la soberanía popular, capaces de ser observadas a través de tres dimensiones que articularon la ciudadanía a lo largo del siglo: la organización de la representación política, las manifestaciones de la violencia como deber cívico y la opinión pública[12]. Según sostiene la historiadora, las definiciones de la ciudadanía, sus criterios de inclusión y exclusión, su movilización y participación política, fueron aspectos indisociables de la constitución de la república.

Gabriel Di Meglio reconstruye los sentidos del concepto de “república” en el Río de la Plata entre 1750 y 1850. Se trata de un texto incluido en el Diccionario de conceptos políticos y sociales del mundo iberoamericano. Iberconceptos I, dirigido por Javier Fernández Sebastián y coordinado, para el grupo argentino, por Noemí Goldman[13]. Di Meglio reconstruye diversos sentidos de república: a fines del siglo XVIII, Estado, ciudad, territorio, causa pública; a partir de la revolución de 1810, pueblo soberano, forma de gobierno, ideal de virtud cívica, sistema representativo opuesto a la democracia; adjetivo con connataciones positivas y orden moral contrario a la anarquía, defendido tanto por rosistas como por sus críticos. Los adversarios del rosismo asociarían la república a la libertad, y el gobierno de Rosas a la tiranía: “¡Si salvas la Repu?blica, nunca hubo gloria como la tuya!”, escribía Sarmiento en el Facundo. Tras la caída de Rosas, la república implicaría un proyecto de nación: de la república posible que para Alberdi debía incorporar elementos monárquicos y fomentar la inmigración europea -sinónimo de civilización y progreso-, se alcanzaría la república verdadera. Di Meglio señala que en un contexto de continuas divisiones políticas, y guerras civiles, la única noción de república que no generaba conflictos era la espacial, referida a las Provincias Unidas y luego a la Confederación argentina.

En mi artículo, estudio “lo republicano” en la revolución de 1810 en el Río de la Plata, y lo analizo como una tercera experiencia -parte de las revoluciones hispánicas- de republicanismo atlántico. Distingo dos sentidos de república. Por un lado, uno moderno asociado a una forma de gobierno popular y anti-monárquica. Por otro lado, uno más antiguo donde la república refiere a la comunidad política (res publica), capaz de albergar -según la conceptualización original de Cicerón- distintas formas de gobierno legítimas, entre ellas, la monarquía. Sostengo, a partir de la reconstrucción de lenguajes políticos y usos de conceptos como república, ley, libertad y virtud -y sus contra-conceptos- en Mariano Moreno, Bernardo de Monteagudo y el Deán Gregorio Funes, que los hombres de 1810 articulaban referencias republicanas de la antigüedad clásica, presentes durante siglos en la monarquía católica y reinterpretadas durante la Ilustración, para representar al pueblo como fundamento y enigma de la revolución. Su republicanismo significaba, antes que una forma de gobierno determinada -que todos dudaban en cómo organizarla-, la construcción de una comunidad política en un contexto de incertidumbre radical.

En su capítulo, Botana se refiere a la república durante la revolución de 1810 como un “genio de dos cabezas”: una que miraba el pasado (la república-ciudad) y otra el futuro (la república como régimen político representativo), permaneciendo como una “república indecisa”. Botana desarrollará esta idea en su libro Repúblicas y monarquías. La encrucijada de la independencia (2016). Aquí afirmaría, a través de un estudio de la Constitución de 1819 en el Río de la Plata -nunca aplicada-, que los revolucionarios ensayaron diversas combinaciones de formas republicanas (basadas en la virtud política, en el amor de las leyes y en la libertad), y monárquicas de gobierno. Combinaban así -durante la restauración absolutista en Europa tras la caída de Napoleón en 1814 y la reunión del Congreso de Viena un año después- la soberanía (interior, exterior, y compartida entre un poder central y cuerpos colectivos), y la representación popular con ejecutivos fuertes; una suerte de “principados republicanos” donde la desconfianza a la república por su asociación al desorden político desde la antigüedad podía mitigarse con una característica atribuida a la monarquía: la estabilidad[14].

En la reseña a Repúblicas y monarquías de Botana incluida en el dossier, Andrés Rosler sostiene que durante la revolución en el Río de la Plata la república es, más que bicéfala, un “genio tricéfalo”. En primer lugar, se puede distinguir, afirma equiparando la república al republicanismo, una república exclusivista, de tipo “clásica”, incompatible con el personalismo. En segundo lugar, una república “amplia”, susceptible de incorporar el personalismo, el cesarismo, e incluso el imperio. Por último, se divisa una república “moderada” entendida como régimen político distinto a la monarquía pero compatible con el personalismo, caudillismo y presidencialismo, es decir, con gobiernos unipersonales que no fueran hereditarios. Para Rosler, esta versión “moderada” -y ambigua- del republicanismo pareciera estar representada en el “escudo patrio argentino” con el gorro frigio (“símbolo de la república liberada”), los laureles (que representan la cabeza del triunfador y la frugalidad del ser humano recordada por un esclavo) y el sol (ícono monárquico).  Este escudo  se inscribe en el “proceso de transformación simbólica” en el Río de la Plata ocurrido a partir de 1813 con las disposiciones de la Asamblea Constituyente, la celebración de las fiestas patrias, y la invención de una liturgia republicana que remitía tanto a la Roma clásica -evocada en todas las revoluciones atlánticas- como al imperio incaico[15].

Tulio Halperín Donghi reseña Orden y virtud. El discurso republicano en el re?gimen rosista (1995), de Jorge Myers[16]. Se trata de un libro que cambió la forma de interpretar el rosismo en la historiografía argentina al analizarlo desde su republicanismo formado por conceptos nativistas, ilustrados y clásicos que permitían hacer de Rosas el nuevo Cincinato como restaurador de las leyes; una analogía antes utilizada para referirse a Washington, y que sería explotada por el principal publicista del rosisimo Pedro de Angelis. Según explica Halperín Donghi, la eficacia de este republicanismo conservador -que reproduciría un Machiavellian moment en Buenos Aires basado en la virtud individual como condición de regeneración de la república-, residiría en su capacidad para “movilizar la nostalgia de un pasado menos convulso para consolidar luego de las tormentas de la revolución un orden suficientemente estable”.

En su artículo, Jorge Myers estudia dos tradiciones “nacionales” de pensamiento político en el Río de la Plata entre 1810 y 1880: la francesa y la inglesa. Se interesa en los procesos de traducción conceptual: apropiación, circulación y reelaboración en diversos contextos de significación o “momentos” en la historia intelectual argentina. Dicho de otra forma, para Myers el “pensamiento político argentino” en el siglo XIX es inteligible en relación a tradiciones europeas y norteamericanas de pensamiento. Observa que las tres principales generaciones de intelectuales (la de 1810, la del ’37, y la del ’52) vieron en el pensamiento europeo “una lección de modernidad” que oponían a lo que consideraban el “Antiguo Régimen” de la monarquía hispánica. A través de referencias a Alberdi, Sarmiento, Mitre, Vicente Fidel López, el autor reconstruye paralelismos con el clima intelectual europeo ante los diversos cambios de regímenes en el Río de la Plata: de la “república internotabiliar” a la “república unanimista presidida por Rosas”; luego, la preocupación, tras décadas de guerra civil, de una república sinónimo de orden como condición para la consolidación de la libertad, en el cual el liberalismo aparecería como una “nota discordante”.

Marcela Ternavasio explora los problemas y desafíos institucionales que, tras las experencia rosista, representó el presidencialismo como figura articuladora del gobierno republicano y federal, impuesto tras cinco décadas de revolución y guerra. La autora muestra cómo la combinación entre el diseño institucional de Alberdi en sus Bases (1852)donde la unidad política dependía de un poder ejecutivo centralizado-, y el sistema constitucional norteamericano de frenos y contrapresos, hicieron del presidente el “eslabón más inestable de las nuevas ingenierías políticas republicanas”. La originalidad de la Constitución de 1853, afirma, residió en la creación de un tipo de “cesarismo democrático” que con el presidente podría dar lugar a la emergencia de liderazgos personalistas, y que también los podía limitar al impedirles su reelección. En su artículo, Ternavasio discute los lugares comunes sobre el presidencialismo argentino del siglo XX como heredero de la ingeniería constitucional del XIX.

En un texto de 2002, Elías Palti se sorprendía ante la evidencia de que la historiografía intelectual latinoamericana había permanecido hasta ese momento al margen del giro lingüistico de los autores de la Escuela de Cambridge, interesada no en las ideas sino en los modos de producirlas; en la reconstrucción de lenguajes políticos y usos de conceptos en contexto. Sintetizando los debates sobre el republicanismo anglosajón a partir de su lectura de Pocock y Skinner, entre otros autores, y de los debates sobre la ambigüedad de la categoría de “republicanismo”, Palti analiza las transformaciones político-conceptuales en lo que reconoce como la característica principal del espacio republicano en la Argentina durante la “era Mitre” (1862-1880): la opinión pública. Para ello, relaciona los presupuestos teórico-metodológicos de los autores de la Escuela de Cambridge con las críticas que Bartolomé Mitre dirigía a Vicente Fidel López por su lectura de la revolución de 1810. No se trata de oponer, explica Palti, dos escuelas historiográficas argentinas -un lugar común que no puede verificarse en las fuentes de estos dos historiadores-, ni tradiciones de pensamiento (republicana o liberal), sino de penetrar en las lógicas de articulación de los lenguajes políticos. Muestra que Mitre y López revelan dos modos de concebir “el sentido de la política en un sistema liberal republicano” a partir de comprensiones diferentes de la opinión pública. Por un lado, e identificado con López, el modelo jurídico de la opinión pública, en que se la considera como un supuesto tribunal neutral donde reside la verdad. Por otro lado, el “modelo proselitista” de una “opinión pública orgánica” construido por Mitre, basado en la conciencia performativa de la palabra como acción política materializada en la prensa. Los límites del modelo mitrista, sostiene Palti, residían en la imposibilidad de construir un orden estable basado en opiniones siempre cambiantes, y en el carácter inorgánico y conflictivo constitutivo de la política.

Leonardo Hirsch analiza la crisis de 1890 en clave republicana a partir de un estudio sobre la retórica, entendida como la relación entre palabra, elocuencia y acción política en los miembros de la Unión Cívica, opositores al gobierno de Miguel Juárez Celman (1886-1890). Hirsch analiza las críticas a Juárez Celman como una forma de intervención política, a través de la prensa y las movilizaciones en la calle, contra lo que se consideraba “la descomposición del cuerpo político de la República” a causa de la indiferencia del pueblo por la cosa pública. A partir de la reconstrucción de discursos políticos de los Cívicos, el autor observa que la crisis de 1890 implicaba no sólo la impugnación de un régimen político excluyente sino también -y principalmente- la crisis de un “ideal de comunidad política”. La oposición al gobierno de Celman, señala, articularía una campaña electoral presidencial como “revolución moral” por la regeneración de una república considerada “muerta”.

El texto de Darío Roldán funciona como epílogo del dossier. El historiador reconstruye el contexto intelectual de la “cuestión republicana” en la Argentina, refiriéndose a varios de los autores incluidos aquí. También relaciona esta cuestión con la revitalización del republicanismo en la historiografía anglosajona y francesa desde la década de 1970, y en su impacto en el debate entre liberales y republicanos sobre las diversas concepciones de la libertad, identificadas con distintas comprensiones de las relaciones entre lo público y lo privado. Trasladando el debate a la Argentina, para Roldán la discusión historiográfica sobre “la cuestión liberal” en el siglo XIX revela el impacto del republicanismo. Por último, si bien la revitalización del republicanismo como campo de estudio histórico fue relevante, la cuestión republicana en la Argentina cobró importancia, según afirma Roldán, a partir de la discusión política contemporánea de politólogos y sociológos sobre la democracia. Recuerda que para Guillermo O’Donnell la dimensión republicana, entendida como “compromiso ciudadano con el bien común” y “decisión de privilegiar lo público por sobre lo privado” debe agregarse a la “síntesis liberal-democrática” en su idea de democracia delegativa. Al mismo tiempo, el “trípode” político de derechos individuales, soberanía popular y libertad, es problemático, explica el historiador. De las distintas interpretaciones sobre sus articulaciones se desprenden lecturas actuales de la Argentina donde se involucra “la repu?blica, la democracia, el liberalismo y el populismo”. En síntesis, interesarse por la república implica, para Roldán, un modo de reflexionar sobre la Argentina, asociando “el pensamiento político con el devenir histórico”.

Este dossier sobre el republicanismo en la Argentina durante el siglo XIX no sólo concierne a aquel período. Puede también funcionar como herramienta heurística de aprehensión de un presente incierto, en donde lo público y lo privado, el bien común y el individual, la salud y la libertad, en fin, la vida y la muerte, son resignificados ante acontecimientos inesperados como el de una pandemia. Pensar la república desde la historia significa interrogarse por las formas de vida colectiva que los ciudadanos deciden darse en una comunidad política.

 

Textos seleccionados para el dossier:

Agüero, Alejandro (2013). Ciudad y poder político en el Antiguo Régimen. La tradición castellana. En Víctor Tau Anzoátegui y Alejandro Agüero (coord.). El derecho local en la periferia de la monarquía hispana. Río de la Plata, Tucumán y Cuyo. Siglos XVI-XVIII (pp. 121-184). Buenos Aires: Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho.

Sábato, Hilda (2010). El experimento republicano en el Río de la Plata. Revista de Trabajo, 8, pp. 53-58.

Di Meglio, Gabriel (2009). República (Argentina/Rio de la Plata). En Javier Fernández Sebastián (dir.). Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850 [Iberconceptos-I] (pp. 1270-1281). Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.

Entin, Gabriel (2010). La revolución en el Río de la Plata y el republicanismo de los hombres de 1810”, traducción de La révolution au Rio de la Plata et le républicanisme des hommes de 1810. Rivista storica italiana, 122, pp. 682-707.

Botana, Natalio (2007). El primer republicanismo en el Río de la Plata, 1810-1826. En Izaskun Álvarez Cuartero y Julio Sánchez Gómez (ed.), Visiones y revisiones de la independencia americana. La independencia de América : la Constitución de Cádiz y las Constituciones Iberoamericanas (pp. 157-170). Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.

Rosler, Andrés (2017). La república: un genio tricéfalo. Ensayo crítico sobre Repúblicas y monarquías. La encrucijada de la independencia, de Natalio Botana. Polhis, 19, pp. 248-270.

Halperín Donghi, Tulio. El discurso político de una república agraria. Anuario del IEHS, 12, pp. 123-130.

Myers, Jorge (2004). Ideas moduladas: lecturas argentinas del pensamiento político europeo”, Estudios sociales, 26, pp. 161-174.

Ternavasio, Marcela (2017). La fortaleza del Poder Ejecutivo en debate: una reflexión sobre el siglo XIX argentino. Revista Historia, 24, pp. 5-41.

Palti, Elías (2002). Las polémicas en el liberalismo argentino. Sobre virtud, republicanismo y lenguaje. En José Antonio Aguilar Rivera y Rafael Rojas (coord.), El republicanismo en Hispanoamérica. Ensayos de historia intelectual y política (pp. 167-209). México: Fondo de Cultura Económica.

Hirsch, Leonardo (2013). La resurrección retórica de la república en 1890. Un análisis sobre las relaciones entre elocuencia, oratoria y política en Argentina a fines del siglo XIX. Boleti?n del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, 38, pp. 108-137.

Roldán, Darío (2015). Nuevos enfoques en la historia del pensamiento político: el republicanismo y sus significados. Texto leído en la Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 13 de mayo de 2015, pp. 1-16.

 

[1] Constant, Benjamin (1997). De la liberté des Anciens comparée à celle des Modernes. Discours prononcé à l‘Athénée royal de Paris en 1819. En Benjamin Constant, Écrits politiques. Paris: Gallimard. Berlin, Isaiah (2002). Two concepts of liberty. En Isaiah Berlin, Liberty, Henry Hardy (ed.). Oxford: Oxford University Press.

[2] Ibid.

[3] Skinner, Quentin (2002). A Third Concept of Liberty. Proceedings of the British Academy, 117, pp. 237-268.

[4] Halperín Donghi, Tulio (1985 [1961]). Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, p. 78, 97.

[5] Ibid., p. 119

[6] Halperín Donghi, Tulio (1971). El revisionismo histórico argentino. Buenos Aires: Siglo XXI. Luego reformulado en (2005), El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional. Buenos Aires: Siglo XXI. Véase Fernando Devoto (2006). Tulio Halperin Donghi. El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional”. Prismas. Revista de Historia Intelectual, 10, pp. 262-265.

[7] Botana, Natalio (1997 [1984]). La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo.  Buenos Aires: Sudamericana, p. VII.

[8] En su discurso de asunción como presidente ante el Congreso, Raúl Alfonsín afirmaba: “Construiremos una República leal consigo misma y con sus ciudadanos, que no podrá ser traicionada nunca en su esencia democrática” (“Mensaje de asunción del Presidente D. Raúl Ricardo Alfonsín”, en Dossier legislativo. Acta del 10 de diciembre de 1983, Buenos Aires, Congreso de la Nación, año VI, nº153, mayo 2018, p. 104.

[9] Botana Natalio y Gallo, Ezequiel (1987). De la República posible a la República verdadera (1880-1910). Buenos Aires: Emecé.

[10] De Privitellio, Luciano (2011). Las elecciones entre dos reformas. En Hilda Sábato, Marcela Ternavasio, Luciano Di Privitellio y Ana Virginia Persello (ed.). Historia de las Elecciones en la Argentina. 1805-2011 (pp. 132-233). Buenos Aires: El Ateneo. Castro, Martín (2012). El ocaso de la república oligárquica. Poder, política y reforma electoral: 1898-1912. Buenos Aires: Edhasa.

[11] Véase Sábato, Hilda (2018). Republics of the New World: The Revolutionary Political Experiment in Nineteenth-Century Latin America. Princeton: Princeton University Press.

[12] Estos aspectos son desarrollados en Sábato, Hilda (2006). La reacción de América: la construcción de las repúblicas en el siglo XIX. En Roger Chartier y Antonio Feros (comp.). Europa, América y el mundo. Tiempos históricos (pp. 263-280). Madrid: Marcial Pons.

[13] Fernández Sebastián, Javier (dir.) (2009). Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850 [Iberconceptos-I]. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.

[14] Botana, Natalio (2016). Repúblicas y monarquías. La encrucijada de la independencia. Buenos Aires: Edhasa.

[15] Munilla Lacasa, María Lía (2013). Mayo en Buenos Aires. Fiestas cívicas y discurso simbólico en el período revolucionario, 1810-1816. En Pablo Ortemberg (dir.) (2013). El origen de las fiestas patrias. Hispanoamérica en la era de las independencias (pp. 43-64). Rosario: Prohistoria.

[16] Myers, Jorge (1995). Orden y virtud. El discurso republicano en el régimen rosista, Universidad Nacional de Quilmes: Buenos Aires.

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Dossier. Literatura y política https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-literatura-y-politica/ Wed, 04 May 2016 21:38:12 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=3433 Literatura y política

 

Ximena Espeche (CONICET/FFyL-CHI/UNQ)

 

Si hay un par que es tenso, ese es el de “Literatura y política”. O al menos así lo parece si revisamos la producción académica argentina (y no sólo argentina): es un par complejo porque el consenso sobre qué alcances toma el problema no está saturado. A qué se llama “política” en ese par. A qué “literatura”. Armamos la dupla, asumimos su o sus sentidos a cada uno de los términos, les exigimos una historia y sobre ello van los análisis. {{1}} Esto es, podemos decir que se trata de los modos en que desde la crítica literaria, y no sólo desde ella: sociología, ciencia política, historia, etc., una serie de autorxs, una serie de textos, una serie de problemas y una serie de lecturas instituyen y son instituidas como conjunto sine qua non de la entente “literatura y política”.

Podemos, también, encontrarnos con la afirmación de que uno de los términos es inexistente, en el sentido de que la literatura no existe, o no es más que lo que “se enseña”; o que es una institución al menos desde el siglo XVIII y que antes su sentido no era tal como lo conocemos hoy. O, por el otro lado, que el otro de los términos, el de política, es mucho más que la exacerbación de “política” como el accionar concreto de un grupo o la puesta en marcha de unas ideas en función de una doctrina; es la insistencia en que “política” supone la disputa por lo sensible y la legitimidad de los modos de nombrar. {{2}} Y, también, que la afirmación de que toda literatura intrínsecamente es política reduce la tensión que opera en el vínculo, entre eso que “no se enseña” y eso que es disputa concreta, cuerpo a cuerpo, por el reparto de lo sensible y quién estaría en condiciones de nombrarlo.

El dossier presentado pone en perspectiva esas afirmaciones. Dentro de la enorme cantidad de muy buenos trabajos relativos a la relación entre literatura y política, este dossier está compuesto por textos que se ocupan del siglo XX, exceptuando uno que se remite a los orígenes de la Argentina “moderna”, en el último tramo del siglo XIX.

El trabajo de Claudia Román sigue de cerca los vaivenes de la imagen de Sarmiento en la prensa periódica. Especialmente, en las caricaturas porque en realidad lo que tematizan, paradojalmente, es el uso que el propio Sarmiento hace de la figura por la que es caricaturizado: el loco. Sebastián Hernaiz revisa a su vez las lecturas normativizadas de la narrativa cortazariana en Casa tomada, y allí pregunta hasta qué punto el relato mismo construye un narrador que, dando vuelta la operación canónica de lectura, está planteado como un “mentecato” y el cuento todo pasa a ser más bien filoperonista que antiperonista. O, en su recuento por las modulaciones de las palabras, María Pía López explora en el análisis de la figura de Rodolfo Fogwill y su novela Los Pichiciegos cierta caracterización de la lengua y del habla sociales. Una madre que viendo la televisión dice “hundimos un barco” durante la Guerra de Malvinas expresa mucho de la militarización de la sociedad pero también de la imposición de una guerra como pantalla y, luego, como síntoma de una herencia cultural. Adriana Petra desgaja punto a punto cómo las discusiones sobre la tradición cultural y la literatura nacional -sobre todo la gauchesca, el criollismo y la figura del gaucho-, fueron centrales a la hora de disputar los bienes simbólicos y materiales de una sociedad como la argentina peronista en la voz de intelectuales comunistas. Y donde, además, la relación entre el compromiso y el arte confluía en la sospecha de que la autonomía de este último era un punto ciego: ¿quiénes definían los criterios de uno y otra? ¿Cuáles eran esos criterios y en relación con qué tradiciones culturales? Finalmente, Claudia Gilman analiza de muy cerca, y con un interés especial en el problema de la periodización, el drama de los escritores vueltos intelectuales por las derivas de la Revolución Cubana, la espera de una literatura que le hiciera ambiguos honores (que fuera revolucionaria tanto en forma y fondo), la reconfiguración de los valores de esa literatura y de esos escritores según su vínculo con el Mercado, y cómo esa trama definió las posturas antiintelectualistas dentro y fuera de la isla.

Los trabajos elegidos proponen entonces que la relación entre literatura y política es un ángulo de toma para mirar mejor ciertos problemas. Para nombrar sólo algunos de ellos: la disputa por el lugar de los escritores y de ahí la configuración de las “ideologías de escritor”; el análisis sobre la asunción del lugar de intelectuales latinoamericanos frente al Mercado, la Revolución o América Latina; las discusiones dentro del partido Comunista a la hora de pensar una tradición cultural que tiene su tempos cruzados con los usos políticos del pasado nacional en el presente de la Guerra Fría -que no puede entonces dejar de pensarse como tensión entre nacional/regional/internacional/global-; las modulaciones de una “tradición de lectura” que volvieron a un narrador el espejo de una clase social, una univocidad a ser cuestionada; y justamente sobre esa polivalencia de los sentidos y la disputa por su normalización, el trabajo en torno de la sátira y los usos que hace Sarmiento y que hacen sobre su misma figura: el loco, el moro, el bárbaro; y el que ausculta la lógica de un lenguaraz como Fogwill.

En definitiva, todos ellos rodean lo que parece una afirmación para volverla una pregunta: ¿cómo es posible?

[[1]] Entre los varios trabajos que se dedican a escudriñar esta relación y hacerla parte activa de la composición de una mirada de y sobre la literatura y la crítica literaria en Argentina la lista es larga y, además, incompleta. Nombro aquí algunos de los que al menos a mí me han ayudado a pensar esa relación: Altamirano, Carlos y Sarlo, Beatriz (1997), Ensayos argentinos. De Sarmiento a la Vanguardia. Buenos Aires: Ariel; Gilman, Claudia (2002), Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina, Buenos Aires: Siglo XXI; Gramuglio, María Teresa (2013), Nacionalismo y cosmopolitismo en la literatura argentina. Rosario: Editorial Municipal de Rosario; Raimondi, Sergio, El poeta y el Estado. En A.A.V.V., La letra argentina. Lenguajes, política y vida en el siglo XXI (pp. 113-119). Buenos Aires: Ministerio de Cultura de la Nación, Secretaría de Pensamiento Estratégico; Viñas, David (1995), Literatura argentina y realidad política. Buenos Aires: Sudamericana. Véase también: Eagleton, Terry (1998), Introducción a la teoría literaria. México: Fondo de Cultura Económica; Rama, Ángel (1995), La ciudad letrada. Montevideo: Arca; Ranciere, Jaques (2011) La política de la literatura. En Política de la literatura. Buenos Aires: libros del Zorzal; Rinesi, Eduardo (2003), Política y tragedia. Hamlet entre Hobbes y Maquiavelo. Buenos Aires: Colihue; Williams, Raymond (1980), Marxismo y literatura. Barcelona: Península. [[1]]
[[2]] Ranciere, Jaques (2011), La política de la literatura, op. cit, pp. 15-54. [[2]]

Textos seleccionados para el dossier

 

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Dossier. Surgimiento de la lucha armada en América Latina, 1960-1970 https://historiapolitica.com/dossiers/lucha-armada-al/ Sun, 25 Oct 2015 23:44:56 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=3157 Surgimiento de la lucha armada en América Latina, 1960-1970.

 

Inés Nercesian (UBA-CONICET) y Julieta Grassetti (UBA)

 

El 22 de septiembre de este 2015 se dieron a conocer los detalles del acuerdo entre el actual presidente Juan Manuel Santos y el máximo jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Timoleón Jiménez, y se anunció que en marzo de 2016 deberá estar firmado el Acuerdo Final del Proceso de Paz. Se trata de un evento histórico que termina de cerrar una historia larga de conflictos en Colombia cuyos orígenes se remontan hacia el año 1948 con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. ¿Por qué elegimos introducir este Dossier de este modo? Porque entendemos que pensar el surgimiento de la lucha armada durante los años sesenta y setenta es, también, pensar nuestro presente.

El surgimiento de la lucha armada en América Latina ha sido largamente estudiado, abordado desde las más diversas perspectivas. A medida que los proliferaron los trabajos, aparecieron con mayor frecuencia enfoques novedosos: las historias de las organizaciones, las trayectorias de los militantes, la relación de las organizaciones revolucionarias con los movimientos sociales, las relaciones trasnacionales entre los grupos armados. En este extendido conjunto de trabajos hubo análisis condenatorios sobre la vía armada y otros que consiguieron estudiar el fenómeno, lejos de aquellos juicios. Con todo, la pregunta por América Latina es, todavía hoy, parte de la agenda pendiente. Este dossier se compone de siete textos que, reunidos, intentan trazar parte del mapa latinoamericano, dando cuenta de las condiciones sociohistóricas del surgimiento de las guerrillas en los años sesenta y setenta. El número reúne miradas sobre los procesos que acontecieron en el Cono Sur y Centroamérica, e incluye el tan controvertido caso de Colombia. Reconstruir el mapa latinoamericano no es una decisión caprichosa. Parte de la convicción de que América Latina puede ser pensada como una unidad aún en su diversidad.
El recorrido por las distintas experiencias nacionales nos muestra un dato irrefutable: la Revolución Cubana de 1959 permitió pensar la viabilidad de la opción armada a lo largo y ancho de América Latina y fue un parteaguas para buena parte de la izquierda. Sin embargo, mirado con atención, prácticamente todas las experiencias revolucionarias surgieron en un contexto ya crítico que se había iniciado en la coyuntura de los años cincuenta, donde ocurrieron cambios económicos y políticos –en algunos casos con golpes de Estado o dictaduras– pero también hubo redefiniciones en el campo de la llamada izquierda tradicional, especialmente los Partidos Comunistas y Socialistas. Así, Cuba fue ponderada en ese contexto de cambios.

Las organizaciones revolucionarias se nutrieron de un complejo repertorio de experiencias políticas. Al proceso cubano debe sumarse también, la Revolución China y las experiencias de descolonización de Asia y África, que ofrecieron una amplia y diversa amalgama de opciones revolucionarias. En este complejo universo de ideas, hubo al menos cuatro debates que ordenaron el campo de la izquierda: el carácter de la revolución : revolución por etapas o revolución socialista; las formas de llegar al poder: partido marxista leninista o guerrilla; las formas de lucha revolucionaria: la guerra popular prolongada, el foquismo o la guerrilla con un desarrollo de la lucha de masas; el escenario de la revolución: la primacía del campo sobre la ciudad o a la inversa (Nercesian, 2013).Varios años después, en 1979, la vitoria del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua generó nuevas expectativas para la izquierda latinoamericana, en un contexto difícil, especialmente en el Cono Sur, donde las dictaduras militares venían azotando.

El Dossier se abre con el texto de Jean Sales, donde analiza el surgimiento de una de las organizaciones más relevantes de Brasil, la Ação Libertadora Nacional (ALN), como parte de la resistencia contra la dictadura (1964-1985). Estudia con énfasis la influencia de la experiencia Cubana sobre la organización y el proceso formación y desarrollo del grupo. El trabajo de Igor Goicovic analiza el surgimiento del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en Chile. Estudia la incidencia que tuvo la organización en el devenir histórico político del país, poniendo el acento en el modo en cómo la organización contribuyó con la instalación y desarrollo de las formas de lucha armada. El artículo analiza tres momentos de la trayectoria del MIR: 1965-1973, el desarrollo de la lucha popular; 1973-1978, de la lucha contra el aniquilamiento a la Operación Retorno y1978-1988, de la Estrategia de Guerra Popular Prolongada a la dispersión orgánica.

El artículo de Eduardo Rey Tristán analiza el surgimiento y desarrollo del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) en Uruguay. El autor estudia la relación de la izquierda revolucionaria poniendo acento en el eje de la democracia desde una perspectiva latinoamericana. Analiza el período de los años sesenta y setenta, y extiende el análisis al momento de reorganización política, luego de dictadura militar, donde el grupo se integró a la competencia democrático-electoral. El texto de Carlos Medina Gallego reconstruye el surgimiento y desarrollo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) en Colombia. Se trata de una selección de capítulos de un libro que analiza el proceso de formación y desarrollo de la organización durante el período 1958-2006. En este Dossier elegimos los primeros capítulos dedicados al surgimiento y los primeros años de accionar de las FARC-EP, durante el período 1964-1974.

El texto de Salvador Martí I Puig es, como en el caso de Colombia, una selección de capítulos de un libro dedicado a estudiar el proceso de formación y desarrollo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua. En la selección elegida para este Dossier, se estudia el momento preliminar que antecedió al FSLN: la constitución de la “Juventud Patriótica” en 1959 y del “Movimiento Nueva Nicaragua” como antecedente para la conformación, en 1961, del Frente de Liberación Nacional. El autor analiza el surgimiento del FSLN describiendo los principales pilares del largo régimen somocista y sus primeros quiebres a comienzos de los años 1970. Da cuenta del desarrollo del FSLN como foco guerrillero y presenta las distintas tendencias dentro del FSLN, que fueron claves para comprender el proceso de toma de poder e institucionalización de la revolución.

El artículo de Alberto Martín Álvarez estudia la constitución y desarrollo de las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí (FPL) en El Salvador, una de las organizaciones más importantes, que a lo largo de la década de los ochenta, se convirtió en el grupo más grande e influyente de entre las cinco que integraron el FMLN. Estudiar uno de los sectores que dio origen al FMLN resulta crucial para comprender el conflicto salvadoreño y la Guerra Civil (1980-1992). Para concluir con el Dossier, el artículo de José Domingo Carrillo reconstruye los orígenes de las guerrillas en Guatemala y distingue tres momentos: desde su levantamiento en el año de 1960, hasta su derrota en el de 1967; los años que van desde 1968 hasta 1972, hasta su derrota en los años 1981-1983y por último la conformación de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), en el año de 1982, hasta 1996 año en que se firman los acuerdos de paz.

Bibliografía:

Nercesian, Inés (2013): La política en armas y las armas de la política. Brasil, Chile y Uruguay (1950-1970) , Buenos Aires, CLACSO. Disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/coediciones/20130814033931/Nercesian.pdf

 

Textos que integran el dossier

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Dossier. La representación política en sus orígenes. El Río de la Plata en la primera mitad del siglo XIX https://historiapolitica.com/dossiers/representacionorigenes/ https://historiapolitica.com/dossiers/representacionorigenes/#respond Sat, 22 Oct 2011 13:26:05 +0000 http://historiapolitica.com/?page_id=1179 La representación política en sus orígenes. El Río de la Plata en la primera mitad del siglo XIX
Marcela Ternavasio

El dossier que presentamos en esta oportunidad reúne un conjunto de artículos sobre un tema que ha recibido especial atención en los últimos años: la representación política. Inscripta en los aportes proporcionados por historiadores de diversas latitudes, la historiografía argentina ha contribuido a explorar la cuestión de la representación desde múltiples perspectivas. Para el período que nos ocupa en este dossier, el tema se ha mostrado particularmente fértil para dar inteligibilidad a los procesos posrevolucionarios tanto en su dimensión política como en sus dimensiones sociales, culturales e ideológicas.

Puesto que la producción sobre el tema ha sido muy prolífica en las últimas dos décadas y ha abordado aspectos muy diversos, el objetivo de este dossier es ofrecer una pequeña muestra de esa diversidad. Los autores convocados son representativos de la renovación historiográfica a la que hacemos referencia y a la vez exhiben la consolidación de estudios regionales que, para el caso rioplatense de la primera mitad del XIX, han transformado la imagen limitada y estereotipada que teníamos de lo ocurrido en el vasto territorio que conformó el antiguo virreinato.

El dossier se abre con un artículo de Darío Roldán, “La cuestión de la representación en el origen de la política moderna. Una perspectiva comparada (1770-1830)” (publicado en Hilda Sabato y Alberto Lettieri (comp), La vida política en la Argentina del siglo XIX. Armas, votos y voces. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003), quien nos instala en una perspectiva comparada a partir de ese “formidable laboratorio de discusión política” que constituyó el mundo atlántico en el último tercio del siglo XVIII y primeras décadas del XIX. Concentrado en los grandes debates teóricos acerca de la cuestión de la representación, Roldán ofrece una clave de lectura para pensar el papel que jugó la representación política en el Río de la Plata en el marco de las diputas desatadas en torno a la soberanía.

El resto de los artículos penetran en el análisis de casos concretos a nivel regional. Tres de ellos se concentran en los primeros años revolucionarios. Marcelo Marchionni, en “Cabildos, territorios y representación política. De la Intendencia a la Provincia de Salta (1810–1825)” (publicado en Cuadernos de Trabajo del Centro de Investigaciones del Centro de Investigaciones Históricas del Departamento de Humanidades y Artes, Serie Investigaciones, nº 15, Universidad Nacional de Lanús, 2008) da cuenta de las transformaciones jurisdiccionales, territoriales y políticas de un espacio que, como el salteño, experimentó los primeros y novedosos ensayos de representación política al calor de las peculiaridades que asumió allí la guerra revolucionaria y de independencia. Gabriela Tío Vallejo nos presenta “La viva voz del pueblo que por sí o por sus representantes se explica. Prácticas de la representación política en el Tucumán revolucionario”, una versión reducida de su artículo “Campanas y fusiles, una historia política de Tucumán en la primera mitad del siglo XIX” (publicado en Tío Vallejo (Coord.) La república extraordinaria. Tucumán en la primera mitad del siglo XIX. Rosario, Prohistoria, 2011). En sintonía con el texto de Marchionni, Tío Vallejo explora en el espacio tucumano –también escenario de guerra– las vicisitudes de la representación en los espacios urbanos y rurales, el papel de las elecciones y de las nuevas autoridades y las disputas desplegadas en un contexto social en constante transformación. Eugenia Molina, en “Politización y relaciones sociales en Mendoza (Argentina) durante la década revolucionaria. Conflictos y consensos en la configuración de un nuevo orden” (publicado en Boletín Americanista, nº 58, Barcelona, Universidad de Barcelona, 2008) aborda otro espacio –el cuyano- impactado por la militarización que implicó la gestión sanmartiniana. Dicho impacto en la sociedad local mendocina es abordado por la autora a partir de un eje preciso: la forma que adoptó la politización posrevolucionaria y los modos en los que la población experimentó la nueva legitimidad política en su vida cotidiana.

Los tres artículos restantes desplazan su atención a la problemática de la representación política en una coyuntura en la que, una vez caído el poder central en 1820, las provincias se convirtieron en protagonistas de experiencias representativas e institucionales con rasgos comunes y a la vez diversos. Sonia Tedeschi, en “Caudillo e Instituciones en el Río de la Plata. El caso de Santa Fe entre 1819 y 1838” (versión revisada de la publicación en ACTAS CD JHRC 001 Primeiras Jornadas de História Regional Comparada, Fundação de Economia e Estatística y PUCRS, Porto Alegre, Rio Grande del Sur, Brasil, 2000) analiza los rasgos que asumió la representación en la construcción del régimen político santafesino durante la prolongada gobernación de Estanislao López. La autora revisa las tradicionales interpretaciones en torno al fenómeno del caudillismo y ofrece nuevas evidencias para reubicar historiográficamente los procesos políticos provinciales de la primera mitad del siglo XIX. En el mismo sentido, Silvia Romano explora los mecanismos de la representación política en la campaña cordobesa en “Las nuevas fuentes de legitimación del poder y sus protagonistas en la configuración del sistema republicano y representativo en la provincia de Córdoba (1821-1855)” (publicado en César Tcach (coord) Córdoba Bicentenaria. Claves de su historia contemporánea. Editorial de la UNC – CEA, Córdoba, 2010). Romano se propone avanzar en la comprensión de la cultura política de la época haciendo foco en los procesos electorales llevados a cabo en el ámbito rural durante el período de vida política autónoma de la provincia. Finalmente, el artículo de Sol Lanteri y Daniel Santilli, “Consagrando a los ciudadanos. Procesos electorales comparados en la campaña de Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XIX” (publicado en Revista de Indias, nº 249, mago-agosto, 2010) también se ocupa de los procesos electorales en el espacio rural, pero en este caso de la provincia de Buenos Aires. A partir de un recorte microanalítico, los autores se proponen hacer un estudio comparado tomando los casos de Quilmes y Azul Tapalqué y proponen como hipótesis que los procesos electorales en la campaña bonaerense excedieron ampliamente el ámbito de las elites, incluyendo a sectores medios y subalternos que contribuyeron de manera activa a legitimar el régimen republicano en la provincia.

 

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Dossier. Las milicias en acción. Revoluciones, elecciones y ejército en la Argentina de la segunda mitad del siglo XIX https://historiapolitica.com/dossiers/dossiermilicias/ https://historiapolitica.com/dossiers/dossiermilicias/#respond Sat, 22 Oct 2011 13:26:02 +0000 http://historiapolitica.com/?page_id=1174 Las milicias en acción. Revoluciones, elecciones y ejército en la Argentina de la segunda mitad del siglo XIX
Flavia Macías(ISES-CONICET/Universidad Nacional de Tucumán)

Sin lugar a dudas, las preguntas formuladas desde la nueva historia política ubican al estudio de las milicias decimonónicas en un lugar central. Estos cuerpos cívicos-militares, integrantes de los descentralizados y complejos ejércitos hispanoamericanos del siglo XIX, participaron de la vida política, se erigieron en espacios de construcción ciudadana y en ámbitos de conexión entre gobernantes y gobernados, entre el “pueblo” y la república. Su funcionamiento, organización y composición interna hicieron evidente el contraste entre los diferentes tipos de fuerzas que integraron los referidos ejércitos. Además, acuñaron un particular sentido de defensa que impulsó acalorados debates políticos en torno al problema de la construcción de una fuerza pública y nacional, en las nacientes repúblicas hispanoamericanas.
¿Qué eran las milicias? En los últimos años, buena parte de la historiografía se ha encargado de contribuir con una definición de este tipo de cuerpos, muchas veces confundidos o superpuestos con otras fuerzas militares desarrolladas en Hispanoamérica. Por su estructura y funcionamiento, se diferenciaron del servicio regular-profesional y del posterior sistema de conscripción obligatoria implementado en el siglo XX. Las milicias funcionaron como cuerpos auxiliares del ejército regular, convocadas y movilizadas eventualmente cuando las circunstancias así lo demandaban. Estaban integradas exclusivamente por ciudadanos que mediante su enrolamiento sellaban su compromiso con la defensa de su patria. Organizadas desde tiempos coloniales, durante los años de las revoluciones de independencia funcionaron como cuerpos cívicos-urbanos auxiliares de los ejércitos revolucionarios. En este contexto, su composición social se amplió e incluyó a gran cantidad de habitantes de las ciudades, muchos de ellos no portadores de las calidades vecinales exigidas durante la colonia. Justamente, las variadas características de sus integrantes, el alto número de enrolados, sus funciones vinculadas con la defensa de la ciudad y sus instituciones y todo esto en combinación con la ya conocida faccionalización de los ejércitos revolucionarios se constituyen en razones que explican la íntima relación entre las milicias y la vida política revolucionaria. Asambleas cívico-militares, pronunciamientos y elecciones fueron ambitos de acción privilegiados por las milicias, convocadas por comandantes rebeldes o por la propia institución capitular, aún vigente en esos años. En calidad de milicianos o “cívicos”, gran cantidad de habitantes protagonizaron los acontecimientos políticos desarrollados durante las revoluciones de independencia, y entraron en contacto con el naciente escenario republicano en Hispanoamérica.

La crisis del poder central revolucionario ocurrida en el Río de la Plata en 1820, erigió a las provincias en las nuevas unidades políticas de referencia y las milicias, así como los regimientos residuales del ejército revolucionario, constituyeron los nuevos ejércitos provinciales. Estos fueron el brazo armado de provincias autónomas y soberanas que protagonizaron la disputa por la configuración de un estado centralizado o una unión de tipo confederal. Los ejércitos provinciales se afianzaron una vez que esta última opción se definió por sobre la otra. Las milicias mantuvieron en estos ejércitos un papel central. Organizadas tanto en el ámbito urbano como rural, incluyeron a todos los habitantes nacidos y domiciliados en ella, a partir de los 16 años. Los batallones de campaña fueron, en el caso de algunas provincias como Tucumán, cuerpos de funcionamiento regular al mando de un comandante departamental designado por el gobernador. Por su parte, las provincias que poseían el problema fronterizo con el indio (Córdoba, Buenos Aires o Santiago del Estero) organizaron y afianzaron, además de sus milicias, regimientos de línea. Éstos se integraron por soldados voluntarios, “vagos” reunidos en levas, destinados por los jueces, desertores recapturados e incluso esclavos que por este medio obtuvieron su libertad. Todos los habitantes enrolados en las milicias lo hicieron en plenitud de sus derechos civiles, garantía que no existía para los “vagos” reclutados en levas. En todas las provincias, la responsabilidad del reclutamiento recayó en las autoridades locales (jueces de paz, comandantes) y en algunos casos como el de Buenos Aires, la organización del ejército provincial se materializó en leyes o códigos militares. En general, el control sobre los diferentes tipos de fuerzas provinciales derivó en el poder ejecutivo provincial, si bien en este proceso los comandantes locales desarrollaron un papel central.

Organizada en la Argentina luego de la Batalla de Caseros, la guardia nacional (institución militar incorporada por las diferentes repúblicas hispanoamericanas) retomó y afianzó la tradición miliciana iniciada en la década revolucionaria. Su organización en cada provincia por decreto de Urquiza tuvo por objetivo crear una fuerza cívica complementaria del ejército de línea, pero que a su vez respondiera al mandato del poder central. Su puesta en funcionamiento no fue fácil y evidenció diferentes ritmos en cada provincia. En algunos casos como Buenos Aires, la fuerza se creó en los años de secesión, reemplazó a las antiguas milicias y fue espacio de configuración de una fuerte identidad cívico-militar porteña. En Tucumán, los batallones de la guardia comenzaron por reemplazar los cuerpos cívicos urbanos y recién hacia la década de 1870 se observan cuerpos de la guardia en la mayoría de los departamentos de campaña. En La Rioja, la institución cívico-militar se creó recién en la década de 1860.
Más allá de estos contrastes, la guardia nacional institucionalizó un tipo de servicio de armas que, sostenido en la figura del “ciudadano armado”, no dejó de lado la impronta provincial. Si bien, la misma implicaba la conformación de una milicia nacional, el decisivo papel de los gobernadores y de las provincias en el armado y puesta en marcha de esta fuerza proyectó a los años de la organización nacional los referentes provinciales en clave militar.
Desde el punto de vista de la configuración ciudadana, la guardia nacional también fue fundamental ya que afianzó el componente militar de la ciudadanía decimonónica. El guardia nacional era el ciudadano custodio de las leyes y de la república cuyo “deber-derecho” era el de acudir en su defensa, pudiendo para esto empuñar las armas. Como consecuencia, se afianzó un vínculo directo entre los ciudadanos y la constitución, que muchas veces se puso por encima de los gobiernos de turno y se implementó como fundamento de revoluciones y levantamientos políticos. Si bien muchos de ellos tuvieron que ver con disputas inter partidarias, las justificaciones utilizadas en las mismas evocaban un sentido del servicio de armas y del servicio ciudadano que tiñó la experiencia republicana decimonónica y el proceso de construcción nacional. Por su parte, la relación directa entre el guardia nacional y el ciudadano elector (para poder votar había que estar enrolado en la guardia nacional) institucionalizó el vínculo entre el guardia nacional y el votante y colocó a la institución cívico-militar en un lugar decisivo del proceso electoral.

La guardia nacional protagoniza este dossier que, a partir de aportes de especialistas, pretende demostrar el decisivo papel de esta institución cívico militar en el controvertido proceso de construcción nacional. La organización y puesta en marcha de la guardia generó conflictos y desafíos que pusieron al poder central, a las dirigencias provinciales y a la propia ciudadanía en situación de pensar y repensar los sentidos y derroteros del estado-nación que se estaba construyendo.
Ezequiel Gallo y María Josefa Wilde, mediante su trabajo publicado en Revista Histórica en 1980, marcaron caminos posibles para abordar la relación entre guardia nacional y revolución, a través del estudio del ciclo revolucionario en Santa Fe entre 1876 y 1878. Para aquellos interesados en la vida política del siglo XIX, este estudio estimuló preguntas que hicieron evidente la necesidad de articular el análisis de las fuerzas cívico-militares con las vías de acción cívico-políticas, entre ellas, la revolución. Hilda Sábato, referente ineludible en este tema, nos muestra de qué manera la revolución de 1880 en Buenos Aires expresó la tensión entre diferentes proyectos de estado en pugna. Mediante su artículo publicado en Revista de Indias (año 2009) explica cómo la guardia nacional, y en espacial una de sus vías de acción más conocidas, la revolución, se erigieron en parte indisociable de la experiencia republicana en permanente debate. Trabajos como los de Lea Geler evidencian el interés de la actual historiografía por los afroporteños y la ciudadanización del los mismos, en el siglo XIX. Más allá de presentarse como un estudio dedicado al análisis del proceso electoral de 1874 y la participación de los afroargentinos en el mismo, el artículo que aquí presenta, publicado en Revista de Indias (2007), analiza a la guardia nacional como una de las vías utilizadas por este colectivo para ganar posiciones sociales e ingresar en la puja política porteña. El trabajo de Flavia Macías constituye un avance de investigación en torno al rol de la guardia nacional en la configuración del ejército nacional. Analiza las formas de apelar al ciudadano en armas y el afianzamiento en tiempos de Sarmiento de los ejes del debate en torno a la fuerza pública, que caracterizó el último tercio del siglo XIX en la Argentina. También aborda la respuesta tucumana a la propuesta militar sarmientina así como sus repercusiones en la dirigencia provincial. Por su parte Silvia Ratto, en su comunicación presentada en las Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia (2009) realiza un aporte muy especial: el estudio de la guardia nacional en la frontera y la incorporación de indígenas a la misma. El funcionamiento de esta institución cívico militar en el mencionado escenario, las características sociales de sus integrantes y el funcionamiento de la guardia en relación con las fuerzas de línea, constituyen algunos de los problemas centrales de este trabajo. En cuanto al trabajo de Alejandro Eujanián (capítulo constitutivo de su tesis doctoral defendida en Rosario-2011), el mismo aborda la organización y funcionamiento de la Guardia Nacional también desde una perspectiva local (la ciudad de Buenos Aires en la década de 1850). Sin embargo, a partir del estudio del caso porteño, se resaltan otras cuestiones de particular importancia: de qué manera la puesta en marcha de esta institución generó una fuerte identidad local; cómo se afianzaron las distinciones entre el soldado y el guardia nacional; de qué forma pensaron los protagonistas a la relación ciudadanía-servicio de armas.
Los artículos que aquí se presentan muestran una serie de abordajes posibles respecto de una fuerza militar que, sin lugar a dudas, fue fundamental en el debate y definiciones de la república decimonónica y de las relaciones entre Estado, gobierno y ciudadanía, en la Argentina de la segunda mitad del siglo XIX. Por su parte, la mirada provincial es claramente intencional. Este escenario cobra un rol decisivo en el marco de estos trabajos, ya que es allí donde la guardia nacional actúa en todo su esplendor, tanto en la disputa política como en el ámbito de la guerra. Mediante el análisis de la guardia nacional en clave provincial y a su vez local, estos estudios reflejan de forma profunda y compleja el derrotero republicano en las provincias, las conflictivas relaciones provincia-nación y la dinámica de las relaciones políticas y sociales en la ciudad y en la frontera. Con interesantes e innovadores resultados, los trabajos aquí reunidos estimulan el desarrollo de investigaciones de esta índole, para otros casos provinciales y locales. (En complemento con estos artículos, se recomienda la lectura del trabajo de Beatriz Bragoni: “Cuyo después de Pavón. Consenso, rebelión y orden político, 1861-1874”, incluido en la sección “Jornadas”/“Jornadas de Historia política. De la Periferia al centro: la formación del sistema político nacional. 1852-1880” de historiapolitica.com.)

 

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Dossier. Las guerras frente a la crisis del orden colonial. Hispanoamérica. https://historiapolitica.com/dossiers/lasguerrash/ https://historiapolitica.com/dossiers/lasguerrash/#respond Fri, 26 Nov 2010 02:15:24 +0000 http://historiapolitica.com/?page_id=935 Las guerras frente a la crisis del orden colonial. Hispanoamérica.

 

Marcela Ternavasio

 

Este dossier incluye cinco trabajos que reflejan las nuevas perspectivas desde las cuales se están explorando las guerras desatadas con la crisis monárquica de 1808 en Hispanoamérica. Se han seleccionado cinco textos representativos y se ha intentado cubrir con ellos algunas de las áreas más importantes de lo que fue el imperio hispánico a comienzos del siglo XIX (sobre las guerras en el espacio específico del Río de la Plata véase el dossier “Las guerras frente a la crisis del orden colonial. El Río de la Plata” en esta misma página). Los diferentes enfoques que el lector podrá observar en los textos de este dossier son sólo una muestra de las múltiples y variadas líneas de investigación que se están desarrollando dentro del campo.
Manuel Chust y José Antonio Serrano, en “Milicia y revolución liberal en España y en México” (publicado en Manuel Chust y Juan Marchena (eds.), Las armas de la Nación. Independencia y ciudadanía en Hispanoamérica (1750-1850) , Madrid, Iberoamerciana, 2007) analizan comparativamente el papel de la milicia nacional y cívica en la problemática construcción de los estados-naciones en España y México en el marco de la revolución liberal de comienzos del siglo XIX. Juan Ortiz Escamilla, “Entre la lealtad y el patriotismo: los criollos al poder” (publicado en Brian Connaugton, Carlos Illanes y Sonia Pérez Toledo (coord), Construcción de la legitimidad política en México, El Colegio de Michoacán-Universidad Autónoma Metropolitana-Universidad Autónoma de México-El Colegio de México, México, 1999) se concentra en el caso mexicano y especialmente en la incorporación de los criollos en las fuerzas armadas y en el discurso que utilizaron ante la opinión pública para legitimar su accionar. El artículo de Juan Marchena, “¿Obedientes al rey y desleales a sus ideas? Los liberales españoles ante la ‘reconquista’ de América durante el primer absolutismo de Fernando VII. 1814-1820″ (publicado en: Juan Marchena y Manuel Chust (eds.) Por la fuerza de las armas. Ejército e independencias en Iberoamérica, Universidad Jaume I, Castellón, 2008) presenta una rica y completa perspectiva de las guerras desplegadas con el quiebre de la monarquía, concentrándose especialmente en las circunstancias políticas que rodearon la organización de las expediciones enviadas desde la península en el período que anuncia el título. Clément Thibaud desarrolla en “Formas de guerra y mutación del Ejército durante la guerra de independencia en Colombia y Venezuela” (publicado en Rodríguez O., Jaime. Revolución, independencia y las nuevas naciones de América, México, MAPFRE, 2005) las diferentes formas de guerra que se desplegaron en Nueva Granada y Venezuela en el arco que abarca el ciclo revolucionario. Y finalmente, Natalia Sobrevilla en el texto titulado “‘Hermanos Compañeros y Amigos de sus mismos contrarios’: las guerras de independencia en el Sur Andino 1805-1825” (basado en la ponencia presentada en las II Jornadas de Historia Política, Mendoza 17 abril 2010) analiza el conflicto bélico en el sur andino poniendo en consideración las distintas vinculaciones existentes entre los ejércitos enfrentados, los posicionamientos de diversos actores dentro de dichos ejércitos y las opciones que tenían abiertas.

 

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