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Por un encuentro sobre la historia

Marcela Ternavasio
Revista Ñ, 15 de septiembre de 2007.

La semana próxima se realizan, en Tucumán, las XI Jornadas Interescuelas que, desde hace dos décadas, reúnen a cientos de historiadores del país. Pros y contras de un mega congreso.

En los últimos años, la mayoría de los alumnos que cursan la carrera de Historia espera asistir al evento académico más importante de la disciplina que se viene realizando en nuestro país desde hace dos décadas. Las Jornadas lnterescuelas/Departamentos de Historia reúnen, cada dos años, a cientos de historiadores -o aspirantes a serlo- en alguna sede universitaria nacional para presentar y discutir los avances de investigación producidos sobre muy diversos temas.
Con el regreso de la democracia y la renovación producida en los claustros universitarios surgió la idea de convocar a un congreso bianual de historiadores con el objeto de crear un espacio de debate académico en el que confluyeran colegas y alumnos de diversos puntos del país. Sus primeros impulsores -entre los que cabe destacar a Haydeé Gorostegui de Torres, José Panettieri, Luis Alberto Romero y Marta Bonaudo- trabajaron incansablemente para afianzar dicho espacio y consolidar así las carreras de Historia, la mayoría de ellas devastadas luego de los oscuros años de la última dictadura militar. Desde 1987. las Jornadas se realizaron ininterrumpidamente, rotando sus sedes en diferentes universidades nacionales e incluso en la Universidad de la República de la ciudad de Montevideo, Uruguay.
La cantidad de participantes fue creciendo sustancialmente en los últimos años. En las XI Jornadas, que se desarrollarán entre el 19 y el 22 de setiembre en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), sesionarán 109 mesas temáticas. A las 1.500 ponencias presentadas se les debe sumar una significativa cantidad de asistentes, especialmente de estudiantes que hacen sus primeros contactos con el mundo académico.
En un comienzo, las Jornadas Interescuelas reproducían el formato clásico de los congresos. con mesas generales -cuyas propuestas temáticas eran muy amplias-, algunos paneles sobre temas específicos y conferencias de historiadores consagrados que, por lo general, abrían y cerraban el evento. En la dinámica de las mesas generales se perdía, sin duda, cierta especificidad y unidad temática, pero se ganaba en términos de los debates suscitados y de los intercambios producidos entre diferentes perspectivas de análisis. Con el crecimiento exponencial de participantes, esta modalidad fue gradualmente reemplazada por simposios sobre temas específicos en los que participan entre ocho y 20 ponentes. Este formato, mucho más fragmentado, presenta la ventaja de una mayor homogeneidad temática pero pierde, irremediablemente, la posibilidad de confrontar argumentos muchas veces discrepantes sobre un mismo objeto de investigación.
Los grandes ejes temáticos en los que se clasificó el centenar de mesas propuestas para las próximas jornadas, organizadas por el Departamento de Historia de UNT, dan cuenta de las Líneas de trabajo exploradas actualmente: actores sociales y relaciones de poder, debates historiográficos y cuestiones metodológicas, enseñanza de la historia e historia de la educación, historia cultural y de las ideas, problemas y perspectivas de la historia política. historia reciente, perspectivas de historia social, procesos económicos y sociales, nuevos es-pacios y temas de abordaje en la historiografía contemporánea.
Las Jornadas lnterescuelas contribuyeron, sin duda, a consolidar la disciplina en nuestro país y a reforzar los vínculos entre diferentes universidades, grupos de trabajo e investigadores. Poco a poco se fueron constituyendo en una experiencia de aprendizaje para todos, y muy especialmente para los recién graduados y estudiantes. En este último caso, el fenómeno es sumamente interesante. Durante los meses previos al evento los alumnos se organizan para el “viaje” esperado, recaudan fondos para solventar sus gastos y se contactan con los es-tudiantes de la sede organizadora en pos de encontrar alojamiento para todos los interesados. El entusiasmo de los más jóvenes por asistir a la gran “feria de la historia” se expresa también en manifestaciones que parecen reproducir la lógica del mundo artístico: muchos se afanan por fotografiarse con los historiadores más célebres o por conseguir, al menos, un autógrafo de ellos. Expresiones que exhiben la “identidad” del oficio de historiador, un dato novedoso en nuestro país y que las Jornadas contribuyeron a crear. Cabe aclarar, sin embargo, que este auspicioso clima se ha visto perturbado en los últimos años -en sintonía con lo que está ocurriendo en algunas universidades nacionales- por algunas manifestaciones agraviantes hacia prestigiosos historiadores, encabezadas por grupos minoritarios que lamentablemente oscurecen la vocación de la mayoría por debatir en un marco de tolerancia y respeto que exalte los valores de la excelencia académica. El desafío, entonces, es recuperar estos valores y rediscutir la dinámica y modalidad de las Jornadas con el objeto de evitar la excesiva fragmentación a la que conducen los “mega” congresos. Una tarea sin duda compleja que exige una reflexión colectiva sobre el futuro de nuestra disciplina y de nuestras carreras en el contexto de crisis que viven las universidades argentinas.

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