El interescuelas: debates y propuestas
Han pasado 21 años desde que se realizarán en la ciudad de La Plata las Primeras Jornadas de Departamentos de Historia, las cuales nacieron como un espacio de encuentro y también de reencuentro de muchos inteectuales que retornaban a la Argentina luego de años de exilio, impuesto por la dictadura que azotó al país desde mediados de los años setenta. Por entonces, los motivos para generar un espacio de debate y reflexión sobre el quehacer historiográfico no eran pocos, puesto que la mordaza del gobierno militar también había condicionado y orientado la producción de los historiadores.
Por esto, con la llegada de la democracia, con el regreso del exilio interno y externo de los investigadores, como por la renovación historiográfica que desde los años ochenta se venía produciendo en nuestro medio, se impuso la necesidad de reflexionar y debatir sobre las grandes líneas de investigación y convertir a ese espacio en una instancia de debate.
Sin embargo, las Jornadas también fueron un espacio de aprendizaje de muchos de los que por entonces éramos estudiantes y en calidad de asistentes presenciamos debates, controversias que alimentaron nuestra naciente –pero entonces no definida- pasión por la investigación.
A más de dos décadas de las primeras Jornadas el contexto general no es el mismo, las condiciones de acceso a la investigación se han transformado y el nivel de producción se ha incrementado considerablemente. De cara a esta nueva realidad y de frente a las “características” que han asumido éstos eventos en el siglo XXI, considero que debemos repensar los motivos por los cuales debemos mantener la vigencia -o no- de este tipo de macro encuentro.
En este sentido, y considerando la proliferación por el interés en torno a la investigación histórica -cosa que considero muy saludable- las líneas de pesquisa se han multiplicado, lo que se traduce en la gran cantidad de Mesas temáticas y de ponencias que se presentaron en el 2007 en la ciudad de San Miguel de Tucumán. El nuevo contexto conlleva a un cambio en el perfil de este tipo de reuniones, marcado por una dinámica de cortas exposiciones, escasas preguntas y lo que es peor la reflexión y el debate “mejor lo dejamos para el café” ya que no hay infraestructura edilicia que pueda responder satisfactoriamente a las variables: tiempo disponible para el uso del aula vs el número de ponentes por mesa.
En esta nueva realidad además de situaciones desbordantes también se hace visible otra cuestión como es la falta de rigurosidad en muchos de los trabajos que se presentan. En relación a este último punto considero que un aspecto a jerarquizar es el de pensar las Jornadas como un espacio de aprendizaje de las generaciones jóvenes, es decir de los futuros historiadores, en virtud que es ese segmento el que participa masivamente. Ahora bien, para que eso sea posible será necesario que prime la honestidad intelectual para que algunas Mesas dejen de ser tribunas políticas y se conviertan en verdaderos espacios del conocimiento histórico sobre la base de la pluralidad de ideas y no de sectarismos que pretenden hacer del mismo “uno de los espacios de disputa sobre las visiones de la historia”.
Por lo anteriormente planteado, la instancia previa a las Jornadas es decir, la de la aceptación de las comunicaciones debería ser pautada de manera precisa. Se podría elaborar una ficha de manera que cada coordinador/a vuelque en ella los aspectos requeridos, los que tendrán que ver directamente con la formulación y consistencia de cada comunicación. Esto implicaría modificar los cronogramas vigentes puesto que se debería incluir una instancia de revisión de manera que cada ponencia pueda ser remitida a sus autores – en caso de ser preciso -a los efectos de realizar las correcciones pertinentes y necesarias para ser admitidas en ese ámbito.
Esto deberá ser acompañado por criterios claros de evaluación también de las Mesas presentadas. En este punto la comisión organizadora de las Jornadas a realizarse próximamente en Bariloche han marcado un camino que considero debe perfeccionase aún más, que apunta a revalorizar los niveles de excelencia los cuales no necesariamente deben ser entendidos como excluyentes o elitistas.
Por otro lado, la multiplicidad de Mesas (no la superposición de temáticas) es un buen indicador de las líneas de investigación vigentes en nuestro campo académico. Sin embargo, por la dinámica que está adquiriendo el Interescuelas, cada Mesa va rumbo a convertirse en un compartimiento estanco sin conexiones con el resto. La ausencia de diálogo se visualiza en que las actividades por lo general están circunscriptas a cada Mesa de manera específica, lo que no está del todo mal porque es una forma de mostrar las diversas de líneas de trabajo que tiene nuestro campo. El problema es que esa especificidad no debe alimentar una fragmentación historiográfica, más aún cuando muchos de esos subcampos se entrelazan mediante problemáticas comunes.
Es decir, las Jornadas deberían volver a ser lo que fueron: un espacio de reflexión que de cuenta de forma integral del devenir del quehacer historiográfico nacional, El desafío es pensar como lograrlo teniendo en cuenta los cambios en el contexto, que de alguna manera condicionan iniciativas de este tipo por la magnitud del evento.
Tal vez, un primer esfuerzo a realizar – a futuro- sea pensar una instancia de encuentro entre los coordinadores que integran cada uno de los ejes a los efectos de trabajar sobre una relatoría en común que incluya los aspectos o problemáticas que fueron más debatidas en cada una de las mesa como también una valoración final. Para ello, sería necesario la existencia de un sitio Web oficial de las Interescuelas donde acceder no tanto a la información de tipo organizativo, sino a los resultados expresados en principio por medio de las relatorías puesto que las mismas deberían reflejar diversos aspectos entre ellos los legados que cada encuentro va dejando.