El interescuelas: debates y propuestas
Las Jornadas Interescuelas son un producto directo de la inauguración durante la segunda mitad de los años ochenta de espacios de discusión de la comunidad historiográfica argentina, fuertemente sacudida por la última dictadura. Organizada por primera vez como un evento de encuentro, de conocimiento mutuo, fue un espacio privilegiado para involucrar a diferentes generaciones de historiadoras e historiadores formados y en formación, graduados y estudiantes. La necesidad de intercambio, de diálogo hizo de las sucesivas interescuelas un lugar predilecto de reunión, donde este patrón de encuentro siguió reproduciéndose. El evento surgió democrático, horizontal e inclusivo. Esa fue su impronta y hoy sigue siendo un elemento de singularidad. Por ello a la cita de nombres destacados del universo historiográfico argentino, se fueron sumando un número cada vez más importante de colegas que en formación durante los años finales de la década del ochenta comenzaron a integrarse a las actividades universitarias de forma sistemática a lo largo de los años noventa. Además en el primer grupo mencionado no sólo se encontraban profesionales que habían partido a exilios académicos desde 1966 en adelante sino un sinnúmero de colegas que consolidaron su posición a partir de la recuperación democrática.
El solapamiento de distintas generaciones de historiadoras e historiadores, su interacción con los por entonces graduados recientes, con estudiantes avanzados propició a lo largo de las sucesivas ediciones de las interescuelas un clima de intercambio marcado por la activa participación del conjunto de los asistentes. No era menor para las distintas cohortes de estudiantes poder ver y escuchar a profesionales a los que sólo conocían a partir de referencias y lecturas, y en muchos casos que tales profesionales comentaran sus ponencias. Así primeros pasos y actuaciones consagradas eran y son los límites extremos de una experiencia que continúa siendo un referente dentro de nuestra comunidad académica.
El paso de los años no desdibujó este sesgo democrático y horizontal de organización y debate delineado en la génesis de esta reunión periódica que continuó siendo preponderante aún durante los años noventa, momento durante el cuál comenzaron a escucharse las primeras voces críticas sobre ella. Fue y aún sigue siendo un elemento singular en su forma de gestión y diseño. Este espíritu de las interescuelas es su marca identitaria. Encontrarse, compartir, debatir y confrontar, combinar diferentes generaciones del mundo historiográfico argentino en un lugar común es un mérito de este evento y es el mejor elogio para sus impulsores, quienes tempranamente supieron ponderar los alcances de la iniciativa. Evidentemente las expectativas de este grupo de directoras y directores de escuelas y departamentos fueron superadas en virtud del crecimiento de la reunión; crecimiento que por otro lado se acompasa con el desarrollo de nuestra disciplina en estos últimos veinticinco años. De algún modo las interescuelas son una especie de termómetro de la producción académica dentro del campo de la historia. El crecimiento, los cambios, los desajustes y consolidaciones de esta última pueden ser percibidos al recorrer programas, libros de resúmenes, cds y en el recuerdo del tránsito por las mesas y simposios de sus diferentes ediciones. En tanto muestra siempre puede resultar incompleta, limitada, puede opacar algunas expresiones y resaltar otras, pero con todo es un excelente referente para pensar la deriva de la historiografía argentina. Así sus ya once ediciones fueron testigo de la introducción de problemáticas y aproximaciones historiográficas, ahora comunes en nuestras aulas e investigaciones (historia reciente, historia oral, historia de las mujeres).
No hay que olvidar que son justamente estos últimos años, de la recuperación democrática en adelante, los que han organizado un horizonte de producción de conocimiento histórico. Las sacudidas recibidas por la universidad argentina a lo largo de la segunda mitad del siglo XX habían impedido un perfeccionamiento de las proyecciones de la investigación histórica en particular y social en general, hacia el espacio académico primero y hacia el medio después. Basta recorrer hoy los anaqueles de las librerías especializadas, transitar los sitios de las revistas digitales, observar la cantidad de eventos disciplinares y transdisciplinares que nutren nuestro campo para darnos cuenta de que el panorama ha cambiado para bien.
Los cuestionamientos alrededor de su masividad e ingobernabilidad entre otros, si bien son atendibles en un plano particular de análisis no pueden considerarse desde una perspectiva que intente justificar a las interescuelas como un fenómeno de índole general. Nacionalmente es el evento que reúne la mayor cantidad de personas ligadas a la Historia. Sus participantes no sólo pertenecen a la comunidad académica argentina sino que en algunas áreas se convierten en la caja de resonancia de discusiones de incumbencia latinoamericana y europea. La visita de colegas de distintos países ha sido una constante por lo menos durante los últimos diez años. En este plano me permito hacer un ejercicio comparativo. Una reunión similar es realizada en Brasil por la Associaçào Nacional de História (ANPUH). Su última sesión -XXV Simpósio Nacional de História- se realizó en Fortaleza en julio pasado reuniendo a más de ocho mil participantes, entre los cuáles había poquísimos extranjeros. Su matriz de organización poco permeable a los análisis comparados dejan muy poco espacio para la participación de investigadores de otros ámbitos por fuera del brasileño. Son un evento federal que tiene como principal objetivo la reunión del mundo historiográfico de los cuatro costados del Brasil. Nuestras interescuelas, multitudinarias también, en cambio han apostado, creo que como nuestra propia historiografía, al diálogo interdisciplinar, a la inclusión de perspectivas y líneas de análisis que priorizaran los estudios comparados sino como meta por lo menos en tanto referente contextual. Por lo tanto esta reunión si bien encuadrada dentro de un marco nacional, ha superado hace ya varios años tal condición. Es un evento de carácter internacional, que transciende nuestras fronteras y nos ubica en un agenda.
Buena parte de los cuestionamientos sobre ella no son de índole académica sino de gestión. En sus dos últimas sesiones, Rosario (2005) y Tucumán (2007), las Jornadas Interescuelas se constituyeron con un evento capaz de reunir a cerca de mil ponentes y alrededor de cuatro mil participantes. La magnitud de la reunión nos habla de su dinamismo pero también nos pone frente a los límites que tienen nuestras universidades públicas para abordar la organización de este tipo de encuentros. Límites presupuestarios, infraestructuras inadecuadas, compromisos institucionales difusos son algunos de los puntos de inflexión de una evaluación crítica del evento. Fundamentalmente las jornadas se sostienen por los subsidios otorgados por CONICET y la Agencia, que aunque importantes son siempre insuficientes. El resto se compone de inciertos aportes de las instituciones sedes y de algunos apoyos parciales siempre producto de un constante peregrinar de los organizadores solicitando auxilio económico ante distintos ámbitos.
Articulado con lo anterior la instrumentalización de políticas de desarrollo informático acorde a los tiempos que corren continúa siendo una deuda. Una inscripción anticipada vía web permitiría no sólo disponer de recursos meses antes de la fecha de inicio, sino organizar mucho mejor las pautas del evento. Mejorar la comunicación entre los distintos niveles de los protagonistas, aplicar criterios comunes, controlar la articulación organizadores, coordinadores, ponentes y asistentes, son algunos de los simples pero eficaces medios para perfeccionar el marco funcional de la reunión.
Por otro lado lo que se objeta es precisamente algo inherente al contexto de surgimiento y desenvolvimiento del encuentro: su dimensión, su diversidad, la dispar madurez de sus asistentes activos. Ahora bien ya enunciamos que es una reunión internacional de carácter masivo similar a otros grandes encuentros de la disciplina, y la más importante a nivel nacional. Por lo cual cuestionar su dimensión es quizás un tanto paradójico, equiparable a objetar las reuniones internacionales de americanistas sólo por mencionar un ejemplo.
Algunos colegas critican su diversidad, pero también esto es fruto de las propias características del evento. Jornadas periódicas, workshops, talleres y encuentros sobre diferentes temas y problemas, abiertos y cerrados, co-organizados o productos de redes de investigación y/o docencia recorren el calendario académico mes tras mes. La información brindada por la red Clio que llega casi diariamente a nuestros correos es una muestra evidente de la febril actividad dentro de nuestro campo de estudio. Así las jornadas de alguna manera son una caja de resonancia privilegiada de estos mismos u otros temas y problemas desenvueltos desde nuestra disciplina, trascendiéndolos o no pero siempre complementándolos al apuntar a otro público menos homogéneo pero mucho más repartido en función de trayectorias, tradiciones y procedencias. Las jornadas interescuelas no sólo entonces permiten el intercambio individual y colectivo sino que además aproximan los espacios institucionales encargados de las carreras de historia del país. Esto último no es menor, todo lo contrario.
Una imagen del sentido común puede expresar una síntesis de la situación actual de las interescuelas. Podemos pensar en el vaso medio vacío y golpearnos el pecho por todo lo que falta, por lo que se hace mal, o podemos ver el vaso medio lleno, y rescatar un espíritu y una tradición que creo que nos hace muy bien como comunidad, apuntando y tendiendo a solucionar los muchos problemas que un evento como las interescuelas presenta. El sentimiento común que todo lo que se había perdido, vidas, carreras, amigos, proyectos en los dramáticos años de la dictadura podía aliviarse impulsando un evento que fortaleciera los vínculos y refundara una práctica recorrió a los organizadores de las Primeras Jornadas Interescuelas/departamentos de Historia e influenció profundamente a toda una generación de los que aún éramos estudiantes o apenas graduados. Había que recuperar un espacio en un tiempo diferente y con diferentes actores, y había que hacerlo sobre la base de la inclusión y la crítica. Cada edición de las interescuelas revitaliza el espíritu inaugurado en 1988. Resguardar su calidad académica sin violentar el esquema de participación plural, modernizar su gestión, garantizan sus recursos serán los desafíos de su futuro como la principal reunión de las historiadoras e historiadores de la Argentina.