La fragua del Peronismo en el interior del país
La pregunta sobre los orígenes del peronismo ha estado instalada, explícita o implícitamente, en el horizonte de quienes se interesaron a lo largo de los años en el estudio de este fenómeno político. Una novedad de las últimas décadas ha sido la re-problematización de la cuestión a partir de los resultados de investigaciones que pusieron la mira en el ámbito de las provincias y los territorios nacionales. Tanto la pionera obra de Darío Macor y César Tcach (La invención del peronismo en el interior del país, 2003) -continuada recientemente en una segunda parte publicada en 2013- como la compilación de Oscar Aelo (Las configuraciones provinciales del peronismo, 2010) dan buena cuenta de las principales líneas de indagación y revelan hasta qué punto la mayoría de los estudios sobre el primer peronismo centrados en espacios subnacionales vienen privilegiando el análisis de los sectores dirigentes de la nueva fuerza política, por sobre el de sus bases de apoyo. Hay algunas excepciones y, entre ellas, el trabajo de Ernesto Bohoslavsky y Daniel Caminotti que abre el presente dossier. Desde perspectivas propias de una historia social de la política los autores se interesan por el mundo rural norpatagónico, llevando la mirada hacia los departamentos de Collón Curá, Picún Leufú y Catan Lil, en Neuquén, y el de El Cuy, en Río Negro, a fin de incorporar al análisis de los orígenes del peronismo en la región a los trabajadores rurales conchabados en las estancias de la vera del Limay, atendiendo a las transformaciones a nivel de sus prácticas y de su universo simbólico. Estos actores, que hasta la víspera desenvolvían su existencia bajo condiciones de extrema precariedad, experimentaron los efectos concretos de las políticas sociolaborales emprendidas tempranamente desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. Recurriendo a expedientes judiciales sobre accidentes laborales y a la historia oral como vía de acceso a la subjetividad de ex trabajadores y encargados de estancias, Bohoslavsky y Caminotti demuestran la medida en que estas vivencias impactaron tanto en sus identidades políticas como a nivel de las identidades de clase, significando, por otra parte, la definitiva incorporación simbólica de estas poblaciones a la nación argentina. Entre otros méritos, este artículo tiene el de haber delineado una agenda alternativa para los estudios del peronismo periférico, que insta a no abandonar la senda trazada por los estudios clásicos y los llamados revisionistas en lo que hace a la interrogación por los vínculos entre los obreros y Perón. El peronismo nació de una voluntad política proyectada, desde un principio, al conjunto nacional privilegiando dentro de éste al sujeto popular en general. Si bien los primeros interlocutores fueron los obreros tempranamente organizados en sindicatos, era a todos los sectores del trabajo -de Buenos Aires, del Interior, y del interior del Interior- al que Perón ofrecía, desde el Estado, expresión y representación. Todos fueron proclives a atravesar un proceso de redefinición identitaria, al ritmo de las realizaciones y consignas del emergente caudillo y, a su turno, a brindar un apoyo electoral cuya vastedad hizo posible y perdurable al peronismo.
El artículo que aquí incluimos de María del Mar Solís Carnicer y José Antonio Meza, focalizado en dos departamentos del interior correntino, San Luis del Palmar y General Paz, recoge en buena medida esta herencia historiográfica de los estudios norpatagónicos. Buscando dilucidar las razones que hicieron de Corrientes la única provincia del país en donde el peronismo no consiguió triunfar el 24 de febrero de 1946, los autores reconstruyen las especificidades de las prácticas políticas en espacios rurales de dimensión local, en donde pervivían arraigadas tradiciones políticas con eje en relaciones de patronazgo y en la fuerza de la figura del caudillo. Sólo tras mediar una intervención federal a la provincia, los trabajadores rurales acusaron el impacto de la activa política sociolaboral de la Delegación del Ministerio de Trabajo y Previsión –materializada en las recurrentes visitas de inspectores a las estancias para vigilar de cerca el cumplimiento de la legislación laboral- y atravesaron un proceso de redefinición identitaria contundentemente reflejado en los resultados de los comicios provinciales de 1948 y en las elecciones generales de 1951.
Develar la complejidad inherente a los procesos de configuración de identidades y las motivaciones que informaron las prácticas políticas de bases y dirigencias en los momentos formativos del peronismo requiere llevar la escala del análisis hasta el nivel de lo micro. Así lo entiende Alejandra Salomón quien, en el tercer trabajo incluido en el dossier, problematiza la cuestión de la génesis del peronismo en el interior bonaerense, tomando como eje lo local y lo rural. Asumiendo que el ámbito rural integra la subjetividad de los actores, constituyendo un espacio cultural que incide en la construcción del espacio político, Salomón hace una apuesta metodológica por la microhistoria como camino de acceso a la dimensión simbólica de las relaciones sociales y a la comprensión del modo en que se vive cotidianamente la política. Su indagación se orienta hacia la construcción del poder político peronista en localidades bonaerenses insertas en contextos rurales, señalando a la vez la importancia de interrogarse por el proceso de conversión al peronismo de la población rural, teniendo en cuenta sus reivindicaciones específicas.
Finalmente, el trabajo de Leandro Lichtmajer centra la atención en las transformaciones habidas en las relaciones de poder y las prácticas políticas al interior del mundo azucarero tucumano, a partir de la irrupción del movimiento liderado por Perón. Adoptando una perspectiva de micronivel, el autor focaliza la mirada en los pueblos de Bella Vista, Ranchillos y San Juan, aledaños a tres ingenios, para comprobar la hondura de la brecha que marcaron, a este nivel local, los procesos desatados a partir del 4 de junio de 1943, reflejada elocuentemente en la sensible mutación de lealtades políticas a favor de los emergentes líderes obreros. Se trataba de espacios que acusaban la impronta de las tradiciones culturales características del mundo rural, a lo que se sumaba la omnipresente gravitación de la agroindustria pautando todas las esferas de la vida social, y la hegemonía política de los industriales azucareros cimentada en la efectividad de las redes por ellos lideradas. El proceso de sindicalización alentado desde el Estado trastocó las relaciones de poder y resquebrajó jerarquías y deferencias, sobre el telón de fondo de una fuerte conflictividad.
Con sus matices, los trabajos aquí reunidos comparten la convicción sobre la importancia de seguir en la búsqueda de claves comprensivas del fenómeno peronista, incorporando al análisis a actores poco escudriñados, en espacios poco recorridos. Comparten también un convencimiento sobre las potencialidades de una perspectiva analítica orientada al rescate de subjetividades al interior de complejas redes de interacción social y en referencia a contextos locales que requieren de una intensiva reconstrucción, sin descuidar los marcos más generales que los informan.
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