ISSN sección Dossier 2618-415x
Ronen Man (UNR-ISHiR/CONICET).
Lucas Andrés Masán (UNICEN-CIEP/CONICET).
En el momento en que este dossier ve la luz, atravesamos un escenario especialmente desafiante para las instituciones del conocimiento. En nombre de una libertad interpretada de modo restringido, se despliegan dispositivos y transformaciones que erosionan los cimientos que han sostenido la vida intelectual, científica y cultural de nuestro país. Entre otras áreas, la ciencia, la educación, el arte, la salud pública, enfrentan embates, recortes y una creciente intromisión que ponen en jaque su continuidad y su sentido como faros en tiempos de incertidumbre. El desplazamiento de historiadores en cargos de dirección de Museos Nacionales, ilustra una tendencia más amplia donde lo que se disputa no es sólo la gestión de espacios culturales, sino el sentido mismo del pasado como bien común. En este contexto, una historia crítica que quiera dialogar y servir a la sociedad, debe pensarse urgentemente como una Historia Pública.
Hace más de un siglo, Johan Huizinga postuló que la historia es el marco intelectual en el que la humanidad reconoce y valora su pasado, un espacio donde los ecos del tiempo interactúan con la realidad presente.[1] Siguiendo ese legado, los campos de la historia pública y la historia digital han emergido en las últimas décadas como enfoques renovadores, revitalizando la producción, interpretación y difusión del conocimiento histórico. Mientras la historia pública busca democratizar el marco de interpretación del pasado, despojándolo de las exclusividades académicas para transformarlo en un terreno accesible y significativo para amplios conjuntos sociales, la historia digital amplía esta vocación al aprovechar las posibilidades y potencialidades de las nuevas tecnologías. Así, se abren caminos inéditos hacia la construcción de memorias colectivas, plurales y compartidas, que trascienden las fronteras tradicionales del saber histórico.
En los últimos años, los campos de la historia pública y de la historia digital han emergido como nuevas formas de abordar y difundir el conocimiento histórico. La historia pública busca socializar la producción de la historia, extendiéndola más allá de los límites académicos tradicionales y llegando a un público ampliado (Torres-Ayala, 2020). En tal sentido, constituye un horizonte de posibilidades y relaciones orientado a democratizar tanto la producción como la difusión del conocimiento histórico. Inspirada en un espíritu colaborativo y en la tradición de la historiografía británica de la “historia desde abajo” y “al ras del suelo” siguiendo el modelo de los History workshop de Rapahel Samuels y en la cercanía propuesta por la “local history” (Pons, 2020), esta perspectiva disciplinar busca tender puentes entre el rigor académico y las diversas sensibilidades ciudadanas, invitándolas a participar activamente en la construcción de narrativas históricas compartidas.
En su origen, la historia pública no sólo cuestiona la exclusividad de los relatos hegemónicos, sino que también propone un diálogo creativo y plural donde el pasado se reinventa en función de los valores, memorias y voces que habitan el presente. Con diversos formatos, que incluyen museos, guiones, sitios históricos, documentales, exposiciones, sitios web y redes sociales, la historia pública subraya la importancia de la colaboración entre historiadores, comunidades y otros profesionales para crear y compartir narrativas históricas (Cauvin, 2020). Esta “democratización” se ve impulsada por el reconocimiento de que la historia no es un relato único e inmutable, sino un conjunto de narrativas construidas colectivamente, que deben ser accesibles y relevantes para la sociedad en general (Torres-Ayala, 2020). No se trata sólo de comunicar la historia, sino también de involucrar al público en la construcción y la interpretación del pasado, fomentando la participación activa y enfatizando que el pasado estaría conformado por un tejido polifónico de memorias, valores y voces que interactúan con intereses del presente. La historia pública no sólo trabaja para los públicos sino también con ellos. Los públicos no son audiencias pasivas, sino que pueden convertirse en actores del propio proceso histórico.
La historia digital, por su parte, explora las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías para la investigación, preservación y comunicación de la historia (Noiret, 2018). La digitalización de fuentes, la creación de archivos digitales colaborativos y la utilización de herramientas de análisis de datos, son solo algunas de las formas en que la historia digital está transformando la disciplina (de Oliveira Rovai, 2017). Las redes sociales, en particular, se han convertido en un espacio clave que permite a historiadores conectarse con un público más amplio, compartir fuentes primarias y fomentar el debate sobre el pasado (Noiret, 2015).
La convergencia entre la historia pública y la historia digital ha dado lugar a lo que se denomina la historia pública digital, un campo en constante transformación que pretende aprovechar el potencial de las nuevas tecnologías y las nuevas formas de comunicación para hacer que la historia sea más accesible, atractiva y relevante para un público diverso e interconectado. Un maridaje que, si bien busca la participación y la colaboración con el público, no se desentiende del rol del historiador/a, el cual sigue siendo fundamental para asegurar el rigor metodológico y la validez de las narrativas históricas (Pons, 2020; de Oliveira Rovai, 2017).
En síntesis, tanto la historia pública como la historia digital, están redefiniendo las formas en que entendemos, investigamos y difundimos el pasado. Desde la creación de narrativas históricas más inclusivas hasta la utilización de herramientas digitales innovadoras, estas perspectivas están abriendo nuevas vías para conectar lo pretérito con lo presente y construir una comprensión más democrática de nuestra historia compartida.
Este dossier se propone presentar una serie de textos señeros del movimiento de la historia pública y de la historia pública digital, traducidos en lengua española o escritos directamente en español, para mencionar a sus autores de referencia, instituciones que los engloban, países que están a la vanguardia de la tendencia y publicaciones que funcionan como vehículo de difusión. A su vez pretendemos analizar los desafíos y oportunidades que presenta la historia pública digital en el contexto del siglo XXI, su apuesta por formatos narrativos más inclusivos y por la adopción de herramientas digitales originales y disruptivas. Ambos campos están redefiniendo nuestra relación con el pasado, haciéndolo más plural y cercano a las necesidades del presente, como el reflejo de un contexto de cambio en nuestras maneras de preservar, investigar, interpretar, estudiar, divulgar, utilizar y consumir el pasado.
Originalmente nacida en los Estados Unidos en el contexto de crisis política, económica y postparadigmática de mediados de los años setenta del siglo XX, quienes se acercan por primera vez a la historia pública, se encontrarán con un campo ampliamente difundido en inglés, definido como “The Public History”. Se trata de un término anglosajón que, de manera amplia, enmarca las prácticas y los usos de la historia fuera del campo estrictamente académico. Uno de sus principales referentes de la Historia Pública fue el profesor Thomas Cauvin, para quien la “creación del historiador público fue una respuesta al aislamiento del historiador académico que se alejó del lugar de la sociedad histórica o la arena pública y convirtió la academia en el hábitat del historiador, que literalmente se retiró a la erudición” (Cauvin, 2018). A su vez, fue quien mejor ha planteado los postulados de la corriente y abogado por el proceso de su “internacionalización”, ampliando las originales fronteras anglófonas, para incorporar a otras latitudes en las cuales la Historia Pública se ha consolidado fuertemente en las últimas décadas como en los casos de Italia, España y también en América Latina en lugares como Brasil y Colombia (en parte reconocibles en la contribuciones de este dossier, que recupera autores de las mencionadas nacionalidades).
En 1978, se consolidó el “National Council on Public History” (NCPH, https://ncph.org/), que se convirtió en la principal plataforma de la tendencia. En ese mismo año de 1978 comenzó la publicación de la revista “The Public Historian” (https://online.ucpress.edu/tph), financiada por el NCPH. Un suceso que definió la consolidación del campo a nivel global fue la creación en 2010 de la “International Federation for Public History” (IFPH, https://ifph.hypotheses.org/), conformando una Red Internacional de historiadores e historiadoras que fueron adhiriendo al proyecto de una Historia Pública. El término fue popularizándose y llegó a Inglaterra y Australia, en donde se fortaleció e institucionalizó como un campo de estudio y de intervención histórica, de allí empezó a difundirse también en Europa, China y América Latina, es por ello que hoy se habla del proceso de “internacionalización de la historia pública” (Cauvin, 2020).
De todas formas, la definición de la historia pública crea tensiones. En el propio proceso de institucionalización, la conformación de la NCPH propuso definir a la Historia Pública como “un movimiento, una metodología y un enfoque que promueve el estudio y la práctica de la historia de una manera colaborativa; quienes se dedican a ella adoptan como misión hacer que sus visiones especiales resulten accesibles y útiles para el público” (https://ncph.org/what-is-public-history/about-the-field/). Al mismo tiempo, la historia pública exige una reevaluación general del papel de los historiadores profesionales. El desarrollo de la historia pública implica asimismo que los historiadores formados en el ámbito académico dialoguen en igualdad de condiciones con otros actores y que se pregunten cómo usan y consumen la historia los individuos, las comunidades, los grupos o colectivos, las instituciones, las agencias y los gobiernos. En vez de negar el papel de los historiadores -que comparten su autoridad-, la historia pública les ofrece nuevas oportunidades para atraer al público e interactuar con él.
Por ello, los historiadores no tienen por qué limitarse a impartir conferencias o clases magistrales a sus públicos y proporcionar verdades acerca del pasado, sino que estarían en condiciones de ir mucho más allá, trabajando en la construcción de espacios y proyectos basados en la cooperación donde todos los actores pueden aprender, poner en práctica y compartir destrezas para recoger, analizar, interpretar y divulgar la historia. Las posibilidades de construcción de un conocimiento histórico dialógico entre académicos y no académicos, que rompa con la lógica del historiador profesional como productor y el público como consumidor del saber histórico.
Uno de los rasgos distintivos de la Historia Pública es su vocación interdisciplinaria. En la práctica, el historiador público se ve obligado a dialogar con la sociología, la antropología, la museología, los estudios culturales y, más recientemente, con las tecnologías digitales. Esta apertura metodológica no responde a una moda teórica, sino a la necesidad de abordar problemas históricos desde múltiples ángulos y lenguajes (Noiret, 2018). La historia oral ha sido históricamente una de las herramientas más potentes para la práctica pública, ya que permite recuperar voces subalternas y construir archivos comunitarios. A esto se suman métodos participativos como los talleres colaborativos, los proyectos de historia local y las prácticas curatoriales en museos tanto tradicionales como digitales.
En las últimas dos décadas, la irrupción de las tecnologías digitales ha transformado radicalmente las posibilidades del campo. La digitalización de archivos, el uso de mapas interactivos, las narrativas hipermediales y la incorporación de inteligencia artificial en tareas de búsquedas, minerías de datos, visualizaciones y análisis están redefiniendo no solo los formatos de la historia, sino también a sus públicos. En este contexto, Noiret insiste en que el historiador debe adquirir una nueva alfabetización técnica, sin delegar completamente la mediación digital a otros profesionales (Noiret, 2015, 2018). La proliferación de tecnologías de la Web 2.0 ha permitido que los usuarios creen, editen y compartan contenidos fácilmente mediante el crowdsourcing (colaboración abierta distribuida) y los proyectos científicos ciudadanos. A través de los contenidos generados por usuarios, las instituciones culturales y otros proyectos de historia pública han desarrollado prácticas basadas en la colaboración donde los miembros del público pueden colgar y compartir documentos históricos, realizar aportaciones para investigar colecciones y tratar con fuentes primarias para interpretar el pasado.
Como Prometeo, que desafió los límites y brindó al ser humano el fuego para iluminar su camino, la historia pública digital nos invita a resignificar e imaginar el pasado, no como algo fijo y distante, sino como una llama viva que arde en el presente y se proyecta hacia el futuro. Se abre, con ello, todo un nuevo horizonte donde la historia no es sólo objeto de contemplación, sino también un acto colectivo de creación, comprensión y transformación.
Textos citados y seleccionados para el dossier:
Cauvin, Thomas (2018) “El auge de la historia pública: una perspectiva internacional”, en Historia Crítica, 1(68), 3-26, https://revistas.uniandes.edu.co/index.php/hiscrit/article/view/4538/3923
Cauvin, Thomas (2020) “Campo nuevo, prácticas viejas: promesas y desafíos de la historia pública”, en Hispania Nova, nº 1 Extraordinario, https://e-revistas.uc3m.es/index.php/HISPNOV/article/view/5365/3791
Noiret, Serge (2015) “Historia digital e historia pública”, en Juan A. Bresciano y Tiago Gil (eds.), La historiografía ante el giro digital: reflexiones teóricas y prácticas metodológicas. Montevideo, Ediciones Cruz del Sur, pp. 41-76.
Noiret, Serge (2018) “Trabajar con el pasado en internet: la historia pública digital y las narraciones de las redes sociales”, en Ayer, Vol. 110, n°2, https://www.revistasmarcialpons.es/revistaayer/article/download/trabajar-con-el-pasado-en-internet-la-historia-publica-digital-y/1389
Oliveira Rovai, Marta Gouveia de (2017) “Historia pública: la comunicación y la educación histórica”, en Hachetetepé. Revista científica de educación y comunicación, 14, https://www.redalyc.org/pdf/6837/683772562004.pdf
Pons, Anaclet (2020) “De la historia local a la historia pública: algún defecto y ciertas virtudes”, en Hispania Nova, nº 1 Extraordinario,https://e-revistas.uc3m.es/index.php/HISPNOV/article/view/5366/3792
Torres-Ayala, Daniela (2020) “Historia pública. Una apuesta para pensar y repensar el quehacer histórico”, en Historia y Sociedad, 38, https://www.redalyc.org/pdf/3803/380370404010.pdf
[1] Huizinga, Johan (2005) El otoño de la Edad Media, Madrid: Alianza.