Políticas públicas, educación agrícola y difusión de conocimientos en el agro argentino (1880-1940)
La historiografía latinoamericana sobre la ciencia y la tecnología agrícola mostró, desde temprano, un marcado interés por reconstruir los primeros aparatos estatales y los proyectos privados vinculados con la modernización agrícola de las principales producciones regionales, particularmente las orientadas a la exportación. {{1}}.[[1]] Un mayor desarrollo sobre estos tópicos puede consultarse en el dossier Estado, agrónomos y ciencia aplicada al campo. Miradas sobre las iniciativas públicas y privadas en el desarrollo agroindustrial en América Latina (fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX) . Allí se reunieron trabajos que abordaron procesos similares de fomento agrícola y de diversificación productiva organizados por agencias estatales y por el sector privado en distintas áreas del continente, como Uruguay, São Paulo (Brasil), Cuba. [[1]]
Si bien los trabajos clásicos sobre la temática asociaron esta naciente ingeniería institucional con las demandas de los sectores económicos dominantes, la renovación historiográfica de las últimas décadas -al abordar al Estado como un espacio de intereses y proyectos en pugna-, permitió redimensionar el estudio sobre los establecimientos de enseñanza y experimentación agrícola, invitando a repensar la sinuosa relación entre ciencia-tecnología, política y poder.
Bajo este prisma, aportes provenientes de diferentes vertientes teóricas y metodológicas coincidieron en destacar que la materialización de estas iniciativas representó un punto clave en la consolidación del capitalismo agrario, mediante la creación de agencias estatales específicas, la formación de recursos humanos que respondieran a las demandas de los proyectos económicos vigentes, el desempeño de este plantel de profesionales en puestos clave de las asociaciones sectoriales y burocráticas, y su complementariedad en esquemas colonizadores de “arraigo al campo”. Es decir, se comenzó a considerar estas iniciativas como otro de los aspectos centrales en el proceso de constitución y consolidación de los Estados nacionales. (Schwartzman, 1979; Peset, 1985; Babini, 1986; Arboleada, 1986; Oteiza 1992; Oteiza y Vessuri, 1993; Saldaña, 1996; Urbán Martínez y Saldaña, 2002; Arellano Hernández, 2005; Mendonça, 2007; Bohovslavsky y Soprano, 2010; Ben Plotkin y Zimmerman, 2012).
En la historiografía argentina, la progresiva centralidad que adquirió el rol del Estado -y particularmente sus políticas de orientación productiva- generó un conjunto de trabajos que resaltaron la contribución de las esferas públicas en la articulación de un sistema científico-tecnológico con un carácter marcadamente regional, las relaciones establecidas entre las burguesías del interior con las agencias nacionales, la injerencia del personal agronómico en la delineación de proyectos económico-políticos, la formación de cuadros burocráticos de orientación agraria y su participación precursora en lo que hoy se conoce como ‘extensión rural’. (De Filippo, 1984; Tedesco, 1986; Girbal-Blacha, 1992; Graciano, 2001 y 2004; Gutiérrez, 2007; Tort, 2008; García, 2010; Alemany, 2011; Moyano et al, 2011; Martocci, 2011; Ruffini y Blacha, 2011; Rodríguez Vázquez, 2012). Esta renovación se complementó con una línea de estudios cuyo interés fundamental fue reconstruir los mecanismos articulados desde el Estado para diagramar políticas de fomento e instituciones de educación agrícola. De igual modo, dichos abordajes aportaron elementos fundamentales para reconstruir el proceso de institucionalización de las ciencias agronómicas en el país (Graciano, 2004).
Nuestra propuesta consiste en reunir un corpus de trabajos que analizan el derrotero seguido por instituciones estatales de investigación, educación y difusión de conocimientos agrícolas organizadas bajo diversas modalidades y orientadas al desenvolvimiento agroindustrial y agropecuario en distintas áreas del país (Tucumán, Mendoza, Buenos Aires, Entre Ríos y La Pampa), entre 1880 y las primeras décadas del siglo XX. Los autores seleccionados han puesto el foco en las políticas públicas de educación formal gestadas desde las Universidades y el Ministerio de Agricultura de la Nación –a partir de escuelas e institutos superiores- para generar recursos humanos especializados, y en los mecanismos articulados para afianzar el desarrollo de las economías regionales desde el punto de vista técnico-productivo, como parte de un incipiente proceso de articulación de instituciones (Sesto, 2007). De manera subsidiaria, abordan las diversas instancias instrumentadas para acercar los saberes agronómicos a aquellos sectores que no tenían acceso al sistema formal de enseñanza agrícola.
El trabajo de Julio Djenderedjian se inscribe en una renovada discusión sobre la génesis de los aparatos estatales agrarios –en particular, el Departamento y posterior Ministerio de Agricultura, creados en el último cuarto del siglo XIX- y sus respuestas a las demandas productivas en diferentes puntos del país. A través del recorrido propuesto –entre 1870 y 1914- analiza el accionar de esta repartición estatal consecuente con la investigación y difusión de técnicas útiles para un sector agrícola en expansión. En este sentido, se destacan, por un lado, la apertura de establecimientos de enseñanza agrícola de base regional, y por otro, al desarrollo de informes técnicos que aportaron las primeras imágenes y diagnósticos sobre las diferentes “argentinas” allende la región pampeana, que sirvieron de insumo básico para el diseño de futuras políticas públicas.
Como sostiene el autor, plantearse la eficiencia de los organismos estatales creados ad hoc parece una tarea ineludible, pero responder ese interrogante a la luz de las condiciones actuales resulta una labor sin sentido. Por el contrario, lo que plantea Djenderedjian es ubicar estas iniciativas en su contexto, para valorar y comprender esas políticas a partir del proceso de circulación de saberes como parte de una “densa red” alimentada de un nutrido y diverso corpus de publicaciones elaboradas por los técnicos y demás instituciones dependientes del Ministerio, referidas a las producciones del extenso territorio nacional. Así, entre sus contribuciones se destaca la reconstrucción de los mecanismos implementados desde esta repartición para dinamizar las actividades de experimentación y divulgación técnica en mayor escala, con las dificultades propias de cualquier proyecto germinal. Además, representa un antecedente insoslayable para relativizar y justipreciar la supuesta labor “fundacional” desarrollada por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), creado a mediados del siglo XX.
Los primeros expertos y especialistas que otorgaron un “rostro” a la multiplicidad de dependencias que atendieron la cuestión agraria en el país desde los primeros años del siglo XX se formaron en el Instituto Superior Agronómico Veterinario de Santa Catalina, posteriormente reconvertido bajo la dependencia de la Universidad Nacional de la Plata. A tono con las demandas del desarrollo agropecuario nacional, Osvaldo Graciano analiza las condiciones políticas y económicas que incidieron -y condicionaron- la preparación universitaria de los primeros agrónomos argentinos (a finales del siglo XIX), su definitiva institucionalización (entre los años de cambio de siglo), y su posterior consolidación (en las décadas de 1920 y 1930). De las particulares trayectorias recuperadas, y partiendo de la revalorización de la función socio-política de este personal técnico, surgen como rasgos constitutivos la vinculación entre las esferas burocráticas y universitarias, y posteriormente con la formación de entidades con fuerte peso corporativo, como el Museo Social Argentino (Girbal y Ospital, 1986). La reconstrucción institucional presentada complementa el estudio de los orígenes de la enseñanza superior de las ciencias agronómicas en el país como producto del interés de asociaciones sectoriales, productivas y culturales. En este sentido, este estudio corrobora que la formación de un complejo científico agronómico tuvo, de manera indiscutible, sus antecedentes durante el período analizado.
En suma, ambos aportes coinciden en destacar el temprano interés de ciertos sectores dentro del espectro político nacional para dotar de un sustento científico y técnico a las actividades agroproductivas, a través de la organización del Ministerio de Agricultura de la Nación y de la enseñanza agronómica superior. En la misma línea, el resto de los trabajos reflexionan sobre la injerencia institucional de esta dependencia nacional en las economías regionales, sin descuidar el rol que les cupo a los diferentes gobiernos provinciales.
Talía Gutiérrez se detiene en la política de enseñanza agrícola orientada a los niveles elementales y medio, organizada como una forma de “civilizar” a las poblaciones rurales y propender a su asentamiento definitivo en el ámbito rural. Las sucesivas propuestas de educación agraria, iniciadas desde 1875, correlacionaron de manera inédita en el país la educación con el trabajo “a pie de obra”. Estos proyectos, no siempre exitosos, se extendieron de la mano de una prédica que reforzaba tópicos sobre la formación del sentimiento nacional, el amor a la tierra y la riqueza material del ámbito agrícola. Estas cuestiones remiten a lo planteado posteriormente por Weinberg (1998), acerca de la visión que tenían las élites (o que pretendían imponer) sobre la agricultura y el progreso material. Un matiz de estas políticas fue la preparación de maestros rurales y su atención puesta en los niños, como también en la capacitación de las mujeres en el Hogar Agrícola. Además, la periodización aportada por Gutiérrez permite conocer las iniciativas complementarias del gobierno provincial, precisamente en aquellas áreas desatendidas por las agencias nacionales.
Los estudios de Daniel Moyano (2011) y Florencia Rodríguez Vázquez (2011) analizan la trayectoria institucional de escuelas agrícolas dependientes del Ministerio de Agricultura de la Nación dedicadas a la formación de recursos humanos especializados en dos agroindustrias: la azucarera en Tucumán y la vitivinícola en Mendoza, respectivamente. En ambos trabajos se demuestra que la formación de una masa crítica de técnicos se situó tempranamente en las dirigencias locales y nacionales como una problemática a resolver, a partir de las demandas de estas economías regionales en proceso de modernización.
Moyano rescata las diferentes tentativas (tanto nacionales como provinciales) para erigir una institución de enseñanza agrícola en Tucumán, cristalizada en la creación de la Escuela de Arboricultura y Sacarotecnia de Tucumán. Del análisis presentado, se desprenden características comunes con sus pares de otras provincias, como la contratación inicial de agrónomos extranjeros ante la escasez de recursos humanos especializados y su posterior reemplazo por los primeros planteles de graduados en Argentina (especialmente los egresados del Instituto de Santa Catalina). Pero también evidenció rasgos propios bien definidos, como el cambio frecuente en la orientación de la enseñanza, las contradicciones al momento de vincular la experimentación agrícola con la educación, en la intención de formar personal técnico para la agroindustria local –lo que se tradujo en conflictos organizacionales internos-, y las diferentes estrategias que instrumentaron la dirigencia y el personal del establecimiento para vincularse con los agricultores locales con el fin de transferir técnicas, difundir nuevos sacáridos y cultivos alternativos, pese a la crónica falta de recursos.
Por su parte, Rodríguez Vázquez problematiza el rol que le cupo a la Escuela Nacional de Vitivinicultura en la formación de enólogos, que luego se incorporarían a las filas de la burocracia provincial y al ámbito privado, a través de la dirección técnica de las bodegas. La relación entre conocimientos y vitivinicultura queda plasmada, en primer lugar, mediante los sucesivos planes de estudio que marcaron una mayor trabazón con el sector; y en segundo lugar, a través de la formación de un grupo de técnicos que en su trayectoria profesional incorporaron los conocimientos adquiridos durante su formación en el país y en el extranjero.
Ya mencionamos que la capacitación de agricultores, peones y productores que no tenían acceso al sistema formal de enseñanza fue un objetivo más del Ministerio de Agricultura. Para llenar este vacío, en 1908 organizó el sistema de “agronomías regionales” instaladas en diferentes puntos del país. El abordaje de Federico Martocci analiza los alcances y deficiencias de esa política en un espacio marginal: el Territorio Nacional de La Pampa. Su trabajo demuestra las trayectorias de un grupo de agrónomos que, en etapas sucesivas, fortaleció instancias para la experimentación y la divulgación de conocimientos, logrando un status institucional con la inauguración de la Estación Experimental de Guatraché, en 1912. El resultado más destacado de este proceso, no exento de conflictos políticos e ideológicos, fue la transferencia, vinculación y adaptación de tecnologías y procedimientos útiles mediante el trabajo conjunto del personal especializado y los agricultores locales. En suma, este estudio da cuenta de la injerencia de estos agrónomos del Ministerio no solo en el diseño de políticas públicas, sino también en la resolución de problemas productivos concretos en su área de influencia.
A partir de la recuperación de estas trayectorias es posible concluir que la consolidación de proyectos productivos agrícolas con base científica y técnica estuvo presente desde temprano en la dirigencia local y se plasmó en un entramado de agencias estatales con distintos niveles de institucionalización. En consecuencia, se podría relativizar con sustento empírico el estereotipo de una agricultura permanentemente “atrasada” o “rutinaria” y la práctica “ausencia” del Estado en esta área, más allá de los resultados dispares alcanzados en diferentes regiones productivas.
En definitiva, confiamos que al exponer y cotejar las circunstancias que enmarcaron los orígenes de los complejos científicos-educativos en Argentina y su adecuación (o no) a las demandas productivas específicas, proporcionaremos una visión general y complejizada sobre la temática, que recupere, a la vez, las distintas particularidades regionales y las experiencias locales. Asimismo, esperamos que este dossier resulte de interés para los investigadores abocados a desentrañar las complejidades intrínsecas al proceso de conformación de los aparatos estatales y para aquellos que reparan en el vínculo mutuamente constitutivo entre la formación de elites estatales “expertas”, el afianzamiento del Estado nacional y la consolidación del capitalismo agrario en Argentina.
Referencias bibliográficas
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Autores y trabajos propuestos: