Digitales. Introducción

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Las humanidades e Internet. Límites y posibilidades de algunos emprendimientos digitales

Introducción

Suele decirse que la última pieza que ingresó al juego de ajedrez fue…el reloj. Es probable que ese argumento haya sido incorporado por el jugador o jugadora profesional y continúe siendo una expresión de deseo entre los amateurs. Jugar con reloj implica un alto grado de codificación, un conocimiento más o menos preciso de la naturaleza del tiempo modelado por el desarrollo intensivo de variantes y diagramas, pero sobre todo implica aceptar que nuestra performance no se ajusta sino que existe (solamente) en una fracción de tiempo específica. Pero aún si no podemos reconocernos como parte de esa mutación de sentido, alcanzamos a entrever las alteraciones que el dominio sufrió a partir de una inclusión no necesaria.
Eso mismo sucedió alguna vez con el teléfono en el terreno de las comunicaciones. Y algo parecido a esa transformación sucedió o está sucediendo mientras hablamos: más y más gente utiliza el e-mail como herramienta para comunicarse con otros; cada vez más personas se vinculan con otras a partir de herramientas que tienen como centro nervioso alguno de los servicios de internet. Los investigadores, puede decirse, han sido la avanzada de ese ejército clickeador. Sus tareas se han visto largamente beneficiadas por una velocidad que no estaba en los planes de nadie. ¿Tenía el flujo del intercambio postal sensaciones intraducibles? Muchos jugadores de ajedrez por correspondencia, amenazados por el pulso de los matasellos, dirían que sí. Difícilmente pueda escucharse algo así entre los científicos del mundo, a quienes el e-mail les permitió trascender, un poco, los límites físicos de las comunidades de investigación (tal vez eso pueda leerse como un efecto derivado de las potencias neoliberales que desde hace más de 30 años propugnan derribar la ralentizada burocracia aduanera, pero existen razones “internas” que dan cuenta de la concreción de muchas redes científicas). Lo mismo puede decirse de la web: miles de investigadores trabajan con materiales a los que, en muchos casos, sólo pueden acceder a partir de ese servicio. El ejemplo acaso más contundente viene del campo de la biología: el buscador Entrez del National Center for Biotechnology Information, con el que se puede acceder a secuencias del genoma humano, a una de las muchas bases de datos de proteínas, a PubMed –una de las más consistentes bibliotecas digitales–, y a otros servicios.
¿Generan esas prácticas comunicacionales cambios en la investigación misma, es decir, son parte constitutiva del hacer científico? Digamos inmediatamente sí, pero a condición de evaluar las variaciones entre las distintas comunidades científicas. En el caso específico de las humanidades daría la impresión que sólo de modo incipiente, con énfasis en el campo de la enseñanza. Somos como el jugador de ajedrez que no acepta que la economía del tiempo sea tan importante como una buena estructura de peones o el dominio de las casillas negras: para muchos historiadores las tecnologías de la comunicación impactan fuertemente en la vida cotidiana, pero la labor científica puede llevarse a cabo con cierta independencia de tales efectos. Por supuesto, también para muchos, debido a su impacto en la vida cotidiana, las herramientas digitales deben evaluarse permanentemente: ellas son parte de la vida social de los estudiantes, de las universidades y del mundo de las ideas en el que nos movemos. Y es el propósito de su intelección lo que hace que sea tan importante el dominio de sus usos.
Consideramos que una forma productiva de mantener una conversación sobre esas herramientas, sobre su impacto en las comunidades científicas y sobre lo que hacemos tanto desde historiapolitica.com como desde el Boletín Bibliográfico Electrónico, consiste en escuchar y difundir las opiniones de los colegas, en especial de aquellos que participan o participaron de emprendimientos relaciones con herramientas digitales. Presentamos aquí las primeras intervenciones. Agradecemos a quienes nos hicieron llegar estos textos y esperamos ampliar esta sección, con el propósito de monitorear las propias prácticas y difundir las opiniones de quienes poseen experiencia y conocimiento en la materia.

Nicolás Quiroga (editor de historiapolitica.com)

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