Dossier. La “crisis peronista” del Partido Socialista

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La “crisis peronista” del Partido Socialista.

Carlos Miguel Herrera

El conjunto de trabajos que presentamos aquí se propone examinar lo que podríamos llamar –parafraseando una obra francesa célebre– la “crisis peronista” del Partido Socialista. En verdad, los síntomas pueden hallarse algunos años antes de la llegada al poder del general Perón, aunque la crisis se torne más nítida después de 1946, y estalle con mayor vigor tras el derrocamiento del régimen justicialista. La referencia al peronismo, pues, no menta sólo un período cronológico encerrado entre dos fechas, sino más bien a ese complejo momento crítico que converge y se agudiza en y con esa experiencia, cifrando un antes y un después en la historia del Partido Socialista. En ese sentido, cabría tal vez distinguir tres niveles de la crisis del PS, que los diferentes textos que componen el dossier buscaran esclarecer.
El primero de ellos puede filiarse en los años treinta, cuando la muerte de Juan B. Justo, el omnisciente líder del partido, lleva al poder un nuevo equipo de dirección en torno a Nicolás Repetto, donde destaca un grupo de promisorios jóvenes –Juan Antonio Solari, Rómulo Bogliolo, y sobre todo Américo Ghioldi–, que la muerte o la vejez de los antiguos compagnons de Justo llevará paulatinamente a los primeros planos de la organización. La consolidación de este grupo a la cabeza del PS no se realiza sin fuertes tensiones, agudizadas en el contexto de la crisis europea y el ascenso del fascismo. De hecho, los cambios que se producen en el país luego de la interrupción del orden constitucional en 1930, serán aprehendidos al trasluz de este nuevo fenómeno. La victoria electoral de 1942 en la Capital Federal –ahora con la participación radical en los comicios– parecía cerrar ese proceso, pero la clave totalitaria se usará incluso para comprender las nuevas experiencias que conocerá el país en esa nueva década.
Un segundo momento, central, de la crisis se abre en 1946-1946, cuando aquella novedosa fuerza que se había estructurado desde el Estado comienza a hacer sentir sus efectos dentro del PS. No se trataba tan sólo de las persecuciones –bajo la forma de clausuras a su órgano partidario, o la detención y el hostigamiento de los militantes socialistas, que habían ya bajo el gobierno militar llevado a los principales líderes al autoexilio montevideano–, sino también de la fuerza de atracción que la acción del coronel Perón ejercía en una segunda línea de dirigentes socialistas, sobre todo ligados al movimiento obrero. De la denuncia a la usurpación de la obra legislativa del viejo partido se pasará pronto a la condena del “mal totalitario” que parecía instalarse en nuestras tierras tras ser derrotado en Europa. Con todo, la línea partidaria que termina de imponerse a finales de los años cuarenta, y que había llevado a formas inéditas de accionar socialista (como la abstención electoral), genera tensiones y críticas, que el Gobierno no se privará de alentar con sus poderosos medios.
El momento final se abre con la caída del general Perón, en septiembre de 1955. Si en los últimos tiempos del régimen peronista –que habían visto el incendio de la Casa del pueblo o la promoción de un Partido Socialista alternativo– la crisis interna parecía acallarse públicamente, las desavenencias se tornan ahora cada vez más abiertas, pese al entusiasmo y la confianza que mostraban los socialistas, y que había llevado, dicho sea de paso, a muchos de sus hombres a colaborar, en variados niveles, con los gobiernos surgidos con la llamada “Revolución Libertadora”. La lucha por la dirección de “La Vanguardia”, la elaboración de un programa para la Convención constituyente, la elección de sus candidatos a cargos representativos son algunos de los tensos episodios que desembocarán en la ruptura final de 1958 tras el malogrado Congreso de Rosario, del que surgirán dos partidos separados.
Nuestro dossier se compone de cuatro trabajos. Dos de sus artículos se concentran en las vivencias del socialismo bajo el peronismo, tanto en su accionar partidario como en lo referente a sus nebulosas, que se habían acrecentado al calor de la expulsión o la salida de sus afiliados.
Ricardo Martínez Mazzola estudia así la experiencia de Nuevas Bases, el periódico que termina convirtiéndose en el portavoz más duradero del Partido luego de la clausura de los talleres de La Vanguardia. Siendo la prensa un factor esencial del PS, no sólo como vehículo para la difusión de sus ideas, sino también en la distribución de poder interno, el estudio del periódico revela las líneas que van construyendo la oposición al peronismo, pero también las expresiones que alimentarán pronto las desavenencias internas.
Carlos Herrera se detiene en la crisis que se abre luego de las elecciones de febrero de 1946, agudizada a partir de 1948, para concentrarse en el intento más estable por configurar una nueva identidad partidaria que se mostrase más abierta al hecho peronista, el llamado Partido Socialista de la Revolución Nacional. La expulsión de Enrique Dickmann, en 1952, uno de los últimos miembros del equipo de Justo, había habilitado el proyecto de construcción de una nueva organización socialista que disputase su legitimidad al viejo PS, aunque pronto concitará otras miras.
Los otros trabajos exploran, respectivamente, lo que podría ser entendido de algún modo como las causas y los efectos de la crisis peronista del PS, el primer y el tercer nivel que hemos señalado.
Osvaldo Graciano sintetiza los debates que comienzan a atravesar al Partido a partir de los años treinta, adentrándose luego en los primeros momentos de la oposición al peronismo. Se observa allí, en particular, algunos de los intentos de reelaboración del viejo programa librecambista, la evolución del lugar de la dirigencia gremial en la organización, pero también las tensiones con el ala izquierda, para entrar finalmente en la oposición hacia el peronismo que se desarrolla a partir de 1946, y que no duda en juzgar su acción social demagógica o la política de nacionalizaciones desastrosa.
Silvana Ferreya, por su parte, analiza el período inmediatamente posterior a 1955, cuando el derrocamiento del general Perón deja al descubierto aquellas tensiones que la lucha contra el “totalitarismo” había cubierto de un manto unitario. Entramos aquí en el último nivel de la crisis, que no pocos observadores consideraran como definitiva. El trabajo propone observar sus vicisitudes en el interior del país, o más exactamente de la provincia de Buenos Aires, a partir de tres aglomeraciones, Lanús, Olavarría y el bastión socialista de Mar del Plata.

Textos:

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