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Interescuelas: ¿dónde inscribir la pregunta por el síntoma?

Barriera, Darío G.(ISHIR-CESOR, CONICET – UNR)

1.- La historia política y cultural del último cuarto de siglo nos devuelve a los argentinos una imagen en la cual podemos reconocer la obtención de algunos logros así como la persistencia de promesas incumplidas y desafíos pendientes que amenazan con volverse perennes. Esa misma experiencia histórica nos impide también presumir de la continuidad como virtud y deja claro que no hemos hecho del debate un camino habitual para encontrar la forma de resolver problemas. En este contexto, la celebración de las Jornadas Interescuelas en el escenario argentino-rioplatense desde 1988 es un fenómeno que, en el panorama de referencia, brilla con luz propia y no puede sino destacarse.
2.- Su realización acabó por construir un espacio de discusión, interrelación y sociabilidad profesional en sentido amplio, itinerante y, a partir de 1991, regularmente sostenido. Gestado desde dispositivos institucionales cuyos presupuestos financieros eran exiguos (si no inexistentes), entre sus logros debe anotarse la movilización de voluntades para que esta práctica se instalara. Algunos docentes e investigadores universitarios habían comenzado a re-construir y a construir dispositivos institucionales que consideraban necesarios para la conformación de una historiografía profesional con reglas, rituales y –se esperaba, desde luego– con resultados que permitieran colocarla a la par de las que se habían desarrollado ya o las que estaban desarrollándose en otras latitudes; básicamente en países que, felizmente para su gente, no habían sufrido cinco golpes de estado durante el siglo XX.
3.- Quizás la característica más saliente de estas Jornadas es su apertura, rubro que puede desglosarse en varios renglones: el primero debe señalar que el encuentro no se cierra en la disciplina (no van solamente investigadores o investigadoras formados en carreras de historia); en el segundo debe anotarse que tampoco existe un filtro vinculado con la procedencia institucional de los aspirantes a exponer sus trabajos en el encuentro (parece obvio, pero podría tenerlo y no lo tiene); en el tercero, que no existen temas sobre los cuales no pueda realizarse una mesa –los criterios de admisión no obturan esta vía– y, cerrando un punteo que se asume incompleto y hecho a guisa de ejemplo, en cuarto lugar puede afirmarse que salvo mínimas exigencias para ocupar los roles de coordinación y relatoría –que han ido reformulándose con el tiempo– tampoco existen requerimientos que excluyan de la participación a quienes recién se inician en la investigación, tengan o no un título o un recorrido en el área.
4.- De estos mismos tópicos listados en clave positiva se derivan también situaciones que pueden ser percibidas como un problema. Solo por inventariar algunos, tendríamos que: a) celebrar casi un centenar de reuniones (cada mesa es, en sí misma, un pequeño coloquio) en cuatro días raya lo irracional, por ejemplo, desde el punto de vista logístico: no solo son muy pocas las ciudades en la Argentina que pueden recibir sin exigir al máximo la creatividad y la solidaridad los alrededor de tres mil visitantes que puede provocar la realización del evento sino que además son pocas las comunidades académicas que pueden poner a disposición instalaciones donde físicamente pueda desenvolverse toda la actividad garantizando condiciones edilicias, humanas, técnicas y sanitarias satisfactorias sin esforzarse hasta el límite; b) la expansión de la cantidad de mesas y el número de ponentes no garantiza tampoco que cada mesa funcione realmente como una reunión, ya que existe un enorme número de razones para que los colegas que participan de una mesa abandonen la sala –desde simple desinterés hasta superposición de horarios por participación múltiple, algo que tiende a ser desalentado últimamente; c) algunas reglas de convivencia y cortesía profesional, amparadas quizás de manera algo paradójica en la “apertura” como un valor, derivan en que los criterios de selección de las ponencias acaban por no aplicarse (o terminan siendo ningún criterio de selección), lo cual sin duda atenta contra la calidad media de los trabajos admitidos.
5.- Sin embargo, es en la dimensión del evento –que puede medirse en función del número de participantes, del número de mesas (unas 96 para el 2009) pero también del impacto que supone la celebración del mismo entre colegas de países de todo el mundo– donde reside el rasgo más saliente de Interescuelas, y quizás también su mayor potencial. Es posible que tengamos que cambiar la clave de lectura y pensar que quizás no estamos ante el síntoma de un problema sino ante el síntoma de un proceso en el cual estamos inmersos. Los puntos siguientes apuntan en dicha dirección.
6.- El progresivo aumento de la participación estudiantil –otra característica fuerte de estas Jornadas– es un dato que no puede soslayarse y una tendencia que no debe desalentarse. Así como las comunidades artísticas o deportivas no están conformadas solamente por aquellos que han alcanzado el reconocimiento de sus pares en el desempeño de su arte, las comunidades académicas no lo están solamente por los “graduados”; la existencia de terrenos de entrenamiento de los “candidatos” es fundamental para el futuro de cualquier tipo de comunidad artística, deportiva, científica o profesional y en este sentido, las Jornadas Interescuelas, instituidas en la práctica como este terreno, están funcionando en esa dinámica y en este punto también radica un logro que debe defenderse. Tal situación, desde luego, no implica que iniciativas como la del Encuentro Nacional de Estudiantes de Historia no deban reinstalarse y también sostenerse; de hecho en México, para tomar un ejemplo conocido, los estudiantes lo hacen cada año y durante los primeros días del próximo mes de noviembre, celebrarán en Monterrey su 32ª edición.
7.- No obstante, el crecimiento de la dimensión del evento no se debe única ni preferentemente al (saludable) incremento de la participación estudiantil. Precisamente gracias a que existe apertura en muchos planos, debe recordarse que fue en el marco de las Interescuelas donde se registró la aparición y consolidación de nudos problemáticos que hoy son reconocidos institucionalmente como áreas temáticas.
8.- Cualquier lectura diacrónica de los programas de Interescuelas como una serie documental analizada desde una grilla básica de sociología de la ciencia demostraría que hemos pasado por procesos de acumulación, saturación, rindes decrecientes, hibridación e innovación, donde a partir de metodologías o temas se crearon nuevos nichos que obtuvieron carta de ciudadanía como tópicos de discusión. Entonces, la pregunta sobre el impacto de la dimensión del evento sobre su propia naturaleza debe ser, a su vez, repreguntada: ¿es el incremento del número de temas, mesas y participantes lo que (suponen algunos) va en detrimento de la calidad de las jornadas o, al revés, ese crecimiento cuantitativo es consecuencia de otros fenómenos que pueden o no ser un problema?
9.- Si el problema es que la cantidad de participantes atenta contra la calidad de las intervenciones, la solución parece sencilla y pasaría por un ajuste en los criterios de selección. Sin embargo, sabemos que la construcción de este filtro no sólo está fundada en criterios objetivos, sino que sobre todo tiene componentes altamente subjetivos –que van desde lo que cada quien tiene derecho a pensar que es un piso de calidad hasta la intervención de criterios políticos a la hora de tomar decisiones, todo lo cual es lógico. Pero de ser así, sería todavía un problema sencillo, e incluso dejaría de ser un problema a partir de considerar que dicho fenómeno tiene su razón de ser en un proceso de dimensiones más importantes.
10.- Este proceso en el cual estamos implicados, gracias a sus muchos y evidentes defectos, quizás no puede ser reconocido o su reconocimiento puede resultar molesto. Pero es innegable que el incremento de la “dimensión” de Interescuelas es un síntoma más del gran crecimiento que tuvo en la Argentina la comunidad universitaria vinculada con las ciencias sociales, acompañado por la existencia –por primera vez– de una inversión continuada y progresiva por parte del Estado en el financiamiento de investigación en el área de Ciencias Sociales. {{1}}

[[1]] Solo por tomar el ejemplo de CONICET –ya que no se agota allí el nicho donde puede leerse este indicador– el número de becarios del año 2000 (370) había superado el quíntuple (1923) en 2008. Este incremento, que parece demostrar una preocupación por la formación doctoral en el área, no se condice con el del número de investigadores reclutados (donde el incremento para el mismo periodo fue de apenas el 53,78%) o con la asignación de personal de apoyo a los institutos del área (donde al contrario hubo una merma del 23,23%). De cualquier modo hay que tener presente que la mayor parte de las investigaciones se realizan en las Universidades y muchas veces sin financiamiento alguno (o autofinanciada por los docentes).[[1]]

11.- La comunidad académica vinculada con la Historia, las Ciencias Sociales y las Humanidades vive un proceso de expansión por la base –aunque también es visible ya en el nivel de la diseminación y la difusión de los resultados de la investigación– {{2}} que es difícil de exponer en toda su complejidad en pocas líneas, tiene muchos defectos pero es real, está en marcha y ha tomado un rumbo que puede ser rectificado –desde luego, tomando medidas que deben tener como tono general acompañar más acertadamente este crecimiento antes que cercenarlo. No obstante, su éxito probable depende de un mayor compromiso por parte de todos los agentes involucrados. La inversión estatal en investigación y en educación –poco podrán investigar en el futuro nuestros estudiantes si siguen “gozando” de la deficitaria educación que se les ofrece– es fundamental; pero la intervención activa de los agentes desde el llano (sosteniendo espacios como Interescuelas e inventando otros nuevos que lo complementen) es completamente imprescindible.

[[2]] Los índices de impacto internacional de las publicaciones científicas argentinas, durante el mismo periodo al que se refiere la cita anterior, aumentaron exponencialmente –lo cual se debe al trabajo sistemático realizado desde otra dependencia estatal de Ciencia y Técnica (el CAICYT) conjuntamente con los editores universitarios e independientes de las revistas del área. [[2]]

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