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El interescuelas: debates y propuestas

Béjar, María Dolores (UNLP)

Qué difícil hacer un balance de Interescuelas para quienes volvimos a reencontrarnos debatiendo en el ámbito universitario después de una larga noche al margen de nuestra profesión. Inevitablemente se solapan lo subjetivo y lo objetivo. Las primeras jornadas fueron también las de mis primeros trabajos puestos a la discusión con mis pares.
Hubo debates de gran interés y atravesados por fuertes convicciones por cuestiones tales como desde dónde, cómo y hacia dónde hacer investigación histórica. Gran parte de los debates que habían jalonado (al menos en mi caso) nuestras trayectorias como alumnos ya no estaban en el centro de la investigación histórica. Sentí que dejaba atrás una práctica desmesuradamente ideologizada para ingresar al terreno de intervenir en la construcción de un saber mucho más apasionante, pero mucho más complejo dado los recursos con que contaba.
Con el paso del tiempo, se fueron haciendo masivas y me pareció excelente que los más jóvenes tuvieran un espacio en el que escuchar a los otros, a los mayores y a los de su generación. Se convirtieron en un referente al que todos o casi todos tuvimos necesidad de asistir para hacer un balance sobre qué hacíamos, para conocer a los que leíamos, pero con quienes no habíamos compartido actividades. Creo que se forjaron relaciones que no se hubieran concretado o que hubiera sido más difícil que prosperaran.
Desde las primeras Interescuelas a hoy cambiaron muchas cosas, en el espacio de las jornadas, pero también en el ámbito universitario que afectaron, le dieron un nuevo rumbo a su desenvolvimiento.
Creo que la masividad le dio un nuevo modo de organización y le confirió una nueva modalidad, pero además este dato se combinó con otro, una creciente profesionalización de la carrera en un sentido que en muchos aspectos no comparto: el afán, la insoslayable necesidad de contar con una nueva línea en el currículo. El debate fue perdiendo terreno y la exposición muy resumida, el comentario marcado por el reloj, la ausencia de interrogantes pasaron a ser rasgos distintivos. Pero esto no fue ni es lo único que ocurre. Existen también mesas con muy largas trayectorias donde quienes asisten se reencuentran cada dos años para revisar, profundizar y renovar la línea de trabajo que comparten. En las Interescuelas coexisten diferentes experiencias, creo que inevitablemente, ya no pueden ser una experiencia común.
En el marco de estas transformaciones, me parece que para los alumnos sigue siendo una ventana al campo historiográfico, aunque temo que cada vez lo sea menos, muchas de las figuras que contribuyeron decisivamente a su instalación y que juegan un papel decisivo en el quehacer historiográfico de nuestro país han dejado de asistir. No podría hacer un balance acabado de esto, pero entre las causas me remito a experiencias vividas. El ataque, la denostación sin argumentos y con modos fuera de lugar por parte de sectores del movimiento estudiantil a docentes e investigadores, afectaron a un medio que se había caracterizado por debates densos, ríspidos, pero donde el otro no era el enemigo a expulsar del medio, si no el colega con el que confrontar lo que se pensaba.
Este cambio no fue exclusivo de Interescuelas, se gestó en el ámbito universitario y de allí pasó a este encuentro. En todas las facultades, creo, todos hemos vivenciado obstáculos, en algunos casos insalvables, para preservar un clima de dialogo, este es un tema complejo que no puedo desarrollar aquí, tampoco cuento con los elementos de juicio necesario. Pero en relación con Interescuelas, perdimos presencias que extrañamos y que contribuían al tono, al nivel de estos encuentros.
Si tuviera que definir mi apreciación en una frase diría que no debemos perder este ámbito, que será distinto de lo que fue cuando se creó y que nos debemos un debate acerca de un modo de funcionamiento que no nos lleve a una carrera contra el reloj para salir sólo con el cartón que amerite que estuvimos. Decirlo así es fácil, quién no coincidiría, pero cómo hacerlo? Hay, lo digo con todas las inseguridades del caso, que aceptar que no se pude creer que habrá debate cuando los miles de trabajo tienen que exponerse en tres o cuatro días y donde conviven las conclusiones de una tesis doctoral y el primer trabajo de alumnos que aún no concluyeron sus estudios. Esta conclusión tiene un matiz, quizás desagradable, la discriminación de tipos de trabajos. Si esto se lleva a fondo, lo que no pretendo, se pierde el intercambio intergeneracional y el de diferentes experiencias. Apunto a algo intermedio: diferentes niveles de trabajo, en cantidades posibles de manejar, armado de núcleos claves que agrupen a los que hoy integran diferentes mesas sin dialogar entre sí. En definitiva, aceptar que la cuestión no pasa por reproducir y amplificar lo ya existente, es preciso armar nuevos modos de dialogar, crear un nuevo espacio sin perder lo logrado.
Este cambio no puede hacerse desde Interescuelas hacia abajo, debe partir de los departamentos de historia y de los centros de investigación, de los proyectos de investigación a los que pertenecemos en cada casa de estudio. Desburocraticemos Interescuelas, reinventémosla desde abajo hacia arriba. En cada ámbito compartido es más factible resolver qué, quiénes y cómo llevar lo que hacemos regularmente a un ámbito donde nos encontraremos con los que trabajan en otros espacios.
Además, reconozcamos y aceptemos como positivo, que Interescuelas sea quizás el espacio más masivo, el más abierto para los alumnos que todavía están buscando su inserción más precisa, pero, afortunadamente se combina con la puesta en marcha de otros espacios más acotados, más afines a esa posibilidad de intercambiar ideas.
Una duda, no se si será factible restañar algunas heridas e inevitablemente, para muchos, Interescuelas sea quizás una experiencia del pasado.

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