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Dhan Zunino Singh (CONICET-Universidad Nacional de Quilmes)

 
Desde hace más de una década en las ciencias sociales europeas y norteamericanas se fue conformando un “nuevo paradigma” para entender y explicar el modo en que el movimiento de sujetos, objetos, ideas, información, etc., constituye un elemento primordial de la vida social, al tiempo que estas movilidades están intrínsecamente conformadas por dimensiones tecnológicas, sociales, culturales, políticas, económicas y espaciales.
Diversas formas de viaje y circulación, tecnologías e infraestructuras que la hacen posible, ritmos, prácticas y representaciones constituyen el objeto de estudio del llamado mobility turn. Estos objetos suelen ser abordados como un ensamble de movimiento, tecnologías, significados, atravesado por relaciones de poder, y como creador de tiempo-espacios y de modos de experimentarlo. Influenciado por los estudios del actor-red, las movilidades son además entendidas como híbridos, procesos socio-materiales conformados por aspectos humanos y no-humanos.
Bajo este nuevo paradigma, el estudio de las movilidades abarca desde fenómenos como la migración o el turismo al viaje cotidiano en las ciudades o las comunicaciones, y provee una mirada más holística y fenomenológica sobre el movimiento que los estudios de transporte: por ejemplo, el viaje es considerado más allá del mero hecho del desplazamiento de un punto a otro en un espacio dado, cuyo tiempo de viaje debe minimizarse. En vez, la movilidad es un modo de habitar-en-movimiento, por lo tanto una práctica social y significativa. Revistas como Mobilities o Transfers reúnen trabajos en esta perspectiva y la red Cosmobilities reúne a los principales referentes.
Hace una década, también, el campo europeo y norteamericano de la historia se ha hecho eco de estas reflexiones reconsiderando el modo tradicional en que se había abordado el transporte: como un sub-campo de la historia económica o de la tecnología, con un fuerte énfasis en el ferrocarril. Se hicieron esfuerzos para pensar la movilidad más allá de un determinado modo de transporte y preguntarse por la movilidad “en” la historia antes que por una historia del transporte. Estos debates pueden verse en el tradicional Journal of Transport History o en el anuario del T2M -la red internacional de historiadores del transporte y la movilidad-, Mobility in History.
Pensar la movilidad como mediación entre lo social, lo material y lo cultural, es un desafío para la historiografía local en la cual no hubo un desarrollo académico sistemático; primero, ha habido poco de historia de los transportes por fuera de la historia económica y, segundo, tampoco hubo un trabajo crítico sobre el rol de la movilidad –más allá de un determinado tipo de transporte- en la producción de lo social o del espacio. En la famosa historia de Buenos Aires de James Scobie, el tranvía o el ferrocarril aún opera como un agente exógeno que determina el desarrollo urbano. En el caso de la geografía del transporte (ver la Revista Transporte y Territorio ) y los estudios de turismo y migración, por la naturaleza de sus objetos de estudio, el término movilidad aparece tematizado, no así en el caso de la sociología o la antropología –excepto por los recientes trabajos de Carla del Cueto, Pablo Wright, Mariana Chávez y Ramiro Segura. No obstante, desde hace algunos años existen historiadores latinoamericanos que han comenzado a problematizar la cuestión del movimiento, algunos más informados sobre el mobility turn y otros más interesados en una historia cultural y social de los artefactos, espacios, materialidades y prácticas (véase los estados del arte para el Cono Sur en Mobility in History vol 1-5, realizados por Rodrigo Booth, Melina Piglia, Tomás Errázuriz y Valeria Gruschetsky). Algunas de éstas producciones han sido seleccionadas en este dossier con el criterio de no recopilar trabajos “clásicos” (económicos o políticos) de la historia del transporte sino de mostrar la diversidad de abordajes a un tema complejo como lo es la movilidad.
La vida cultural del automóvil de Guillermo Giucci, se ha convertido en un texto clave para los historiadores de la movilidad en América Latina. Desde una historia cultural, Giucci reconstruye la biografía de un artefacto clave de la “modernidad cinética” y el modo en que se dan sus apropiaciones culturales, haciendo hincapié en su recepción en países latinoamericanos. Incluimos, de su libro, un apartado sobre el automóvil en América Latina en este dossier. Acerca del impacto de la automovilidad en la vida de una nación moderna cabe mencionar Autos, rutas y turismo: El Automóvil Club Argentino y el estado (Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2014) de Melina Piglia –una historia de las asociaciones de automovilistas y la relación con los problemas públicos y el Estado. Pero hemos elegido para este dossier, la investigación en curso de la autora sobre la historia de la aviación comercial argentina porque despunta un campo inexplorado como lo es el de la aeromovilidad. Para el caso de la relación entre automovilismo, turismo y carreteras hemos seleccionado para este dossier la ponencia de Brian Freeman sobre el Circuito del Caribe y la carretera Panamericana. En este trabajo se lee a través de las carreteras y la cultura del automóvil los vaivenes en las relaciones geopolíticas entre EEUU, México y Cuba.
Sin dudas mirar el automóvil y su infraestructura, la calle y el camino, corriéndose de las historias centradas fuertemente en el ferrocarril se debe en gran medida a los trabajos de Anahí Ballent y Adrián Gorelik. A partir de un análisis que integra la materialidad con los saberes técnicos y burocráticos así como la cultura con la política, Ballent desarrolla esta línea de investigación que es continuada por Valeria Gruschetsky en su estudio sobre la Avenida General Paz. La carretera como espacio articulador de la movilidad, lo social, lo cultural, lo político, etc. es clave también en los trabajos de Melina Piglia para Argentina, Rosa Ficek sobre la Panamericana en Panamá, sobre carreteras mexicanas los estudios de Michael Kirkland Bess y Brian Freeman, y Rodrigo Booth sobre Chile. De éste último, incluimos en el dossier sus recientes investigaciones sobre la relación entre higienismo, medicina y las políticas de movilidad urbana en Santiago de Chile a principios del XX, porque inteligentemente muestra el modo en que los cambios tecnológicos en los modos de transporte se producen a través de la percepción de las “externalidades”. En este caso, la tracción animal aparece como causa de la polución o contaminación del medio ambiente y la motorización como asepsia.
Abordando los artefactos de la movilidad como “artefactos culturales”, mi investigación sobre el subterráneo de Buenos Aires buscó dar cuenta del modo en que se planificó, construyó y se experimentó el viaje en “subte” desde una historia cultural y urbana siguiendo, por un lado, indagaciones sobre ciudad y modernidad y, por otro, introduciendo el viaje como experiencia significativa de la vida urbana. En esta línea, la tesis de Tomás Errázuriz sobre la historia de la motorización en Santiago de Chile colabora a desentrañar el impacto de la movilidad en las prácticas cotidianas. Se incluye en este dossier una reflexión teórico metodológica de Errázuriz para el estudio histórico del “viaje metropolitano”.
Finalmente, introducimos un fragmento sobre la tensiones entre diferentes tipos de circulación en la configuración de la zona sur de la ciudad de Buenos Aires, extraído del libro El color del río de Graciela Silvestri, con el propósito de ilustrar aquellas reflexiones incisivas sobre el rol de diferentes flujos (fluviales, ferroviarios, sanitarios) en la producción del espacio urbano, por historiadores que difícilmente se consideren a sí mismos “historiadores de la movilidad” pero que, sin embargo, sus análisis contribuyen a pensar la movilidad en la historia. Podríamos incluir en esta lista el trabajo de Lila Caymari sobre la relación entre el automóvil, el delito, la radio en su libro sobre la noche de Buenos Aires, por ejemplo.

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