ISSN sección Dossier 2618-415x
Soledad Stoessel (UNLP-CONICET-Universidad Central del Ecuador) y Olga Bracco (UNLP/ FLACSO-Ecuador)
Ríos de tinta han corrido para dar cuenta de uno de los fenómenos políticos, sociales y culturales más gravitantes en América Latina denominado populismo: cualquiera sea el significado que se le atribuya, aparece como un referente ineludible para personas curiosas y estudiosas de la política latinoamericana. Repelido tanto por las distintas vertientes de la izquierda, como por las derechas oligárquicas, la historia latinoamericana nos muestra que el populismo y lo nacional-popular ha sido un fenómeno clave en la configuración del campo político, las identidades socio-políticas e incluso la matriz estatal de buena parte de las naciones de la región. Si nos detenemos en las distintas tradiciones de pensamiento, desde el liberalismo se lo ha entendido como una deformación y desviación de la democracia, mientras que desde el marxismo se lo ha leído como un muro de contención a la lucha de clases que reposiciona el principio de dominación en el Estado. En cambio, desde la tradición republicana se lo entiende como un proceso político que constituye la comunidad política en una clave incluyente y emancipadora.
De cualquier forma, el populismo gravita en el centro del debate académico, histórico y político en América Latina desde al menos seis décadas, con idas y venidas. Como categoría histórica, se lo entiende como un proceso que ha fluctuado a lo largo del siglo XX y XXI entre distintas olas. Así, habría populismos clásicos, de la primera ola (como el peronismo, varguismo, cardenismo y velasquismo), de una segunda ola ya ubicado en la historia reciente de la década del noventa del siglo pasado y una tercera ola, actual, de principios de siglo XXI que tendría varias reminiscencias en los populismos clásicos. Ahora bien, como categoría analítica ha sido empleado para dar cuenta de distintas dimensiones del orden social.
Sin ánimos de simplificar, dos aspectos aparecen claves en su abordaje: 1) el populismo como lógica de política, (una forma) de instituir el orden social, los sujetos y las identidades; y 2) el populismo como proceso histórico-político. Como lógica, el populismo vendría a ser la racionalidad que se activa en tiempos de un orden social en crisis (crisis de representación política, acumulación de conflictos y demandas insatisfechas por el sistema, déficit de legitimidad de las elites y oligarquías, crisis de legitimidad y social que produce cambios en la estructura de clases, etc.). Esta racionalidad se encarna en un discurso polarizador que confronta al pueblo con las oligarquías, a “los de abajo” con “los de arriba”. Este discurso, a su vez, se aboca a reconfigurar las identidades sociales a partir de la tensión entre inclusión y exclusión como modo de reparación del daño social del pueblo. El segundo aspecto comprende al populismo como un proceso político que no solo configura el orden social, sino que lo gestiona (el populismo traducido política e institucionalmente). Esta dimensión necesariamente implica la construcción y gestión estatal: se ha hablado de gobiernos o regímenes “nacional-populares”, donde el Estado opera como superficie de inscripción y tramitación de las demandas sociales, incluso aquellas que no provienen del campo popular. Por lo general, respecto a los populismos real e históricamente existentes, no se puede prescindir de un liderazgo que sea capaz de hacer converger, representar y dar sentido a las demandas populares, así como tramitarlas en una clave colectiva. El líder incluso puede ser el nombre, el significante dice Laclau, que describe y denota un proyecto político (peronismo, chavismo, correísmo) y la investidura afectiva de éste en relación al pueblo.
Ahora bien, el presente dossier no trata sobre el populismo, sino sobre el antipopulismo. Así como la historia latinoamericana no se la puede comprender sin los populismos y la apelación a lo “nacional-popular”, tampoco se la podría y debería entender sin los antipopulismos y la promesa histórica de las oligarquías latinoamericanas de refundar las naciones de espalda al pueblo entendido como plebe. Desde el momento en que nació el populismo como fenómeno, también lo hizo el antipopulismo.
Así, también podemos considerar al antipopulismo como una lógica política (una forma de instituir el orden social y las identidades sociales) y un proceso histórico-político que se configuran en contraposición, por la negativa, al populismo. Esto es, se instituyen sobre la base de la descalificación, rechazo y repulsión extrema de elementos propios de los populismos (liderazgos, matriz estatal, inclusión e incorporación social, identidades políticas plebeyas, sujetos populares). El prefijo anti no denota “contra”. En el antipopulismo no encontramos el intento de superar la negatividad. Es pura reactividad. Tal como lo propone Ernesto Semán, el rechazo se coloca como el artefacto fundante y que le da fuelle a los procesos que pretenden colocarse en las antípodas del populismo. Asimismo, el antipopulismo no solo es presente -proceso e identidad reactiva- sino que es futuro en tanto considera al populismo el obstáculo, el legado, la instancia a superar para llevar adelante un proyecto refundacional desde arriba, alejado de la plebe.
Este dossier incorpora un conjunto de textos que fueron seleccionados porque directa o indirectamente abordan el antipopulismo, ya sea como proceso, como identidad o como proyecto político a lo largo de la historia latinoamericana. La escasez de trabajos desde la lectura del antipopulismo advierte sobre la necesidad de profundizar en la investigación de este fenómeno que hoy en día, en la segunda década del siglo XXI, reaparece con más fuerza, como proceso “realmente existente” y que es la forma que ha asumido la derecha radical y extrema en nuestros países. No se comprenden las victorias electorales de Macri y Milei en Argentina, ni el bolsonarismo en Brasil, ni el giro conservador que perpetró el presidente ecuatoriano Lenin Moreno, ni la radicalización de una derecha pinochetista en Chile, y mucho menos el bloqueo constante a la posibilidad de un gobierno nacional-popular en México, sin la alusión al antipopulismo. Las derechas oligárquicas asumieron uno de los polos de diversas dicotomías que estructuraron los debates políticos en la configuración de las sociedades latinoamericanas: pueblo vs elites; autoritarismo vs. democracia, anarquía vs. institucionalidad, barbarie vs. civilización. El antipopulismo siempre se presentó como la cara redentora de la democracia liberal frente al avance de la “bestia populista” en América Latina.
Los primeros dos textos del dossier proponen un debate teórico en torno al populismo y antipopulismo apoyándose en una perspectiva histórica. El texto de César Morales Oyarvide (2023) problematiza la relación entre el fenómeno político del anti-populismo y la democracia a través de un análisis crítico de los principales elementos que comparten los discursos anti-populistas contemporáneos, los cuales comparten una visión liberal. Define el anti-populismo como un estilo de construcción política que se opone radicalmente al populismo, encuadrándolo en términos peyorativos como una amenaza a la democracia y buscando desacreditar como autoritarios o irresponsables tanto a los líderes populistas como a sus seguidores. Esto lo hace desde una perspectiva histórica con énfasis en el caso de México. Así, la reacción del antipopulismo sería planteada como una solución a los problemas generados por el populismo.Por su parte, el texto de Eduardo Enríquez Arévalo enfatiza en el campo antipopulista como uno heterogéneo, capaz de incluir a sectores de derecha, liberales y de izquierda, aunque allí los sectores de derecha y liberales tendrán un predominio sobre los de izquierda. En América Latina el antipopulismo, pese a que tiende a presentarse como defensa de la democracia liberal, ha apoyado o allanado el camino a golpes de Estado contra gobiernos percibidos como “populistas” en base a discursos económicos clasistas, racistas y neoliberales que han sido históricamente prominentes.
Los cinco textos que siguen abordan desde una perspectiva histórica los casos de Argentina, Brasil y México para dar cuenta de la conformación del antipopulismo. En el caso de los dos países conosureños, el antipopulismo desde los años cuarenta del siglo XX fue el antiperonismo y el antivarguismo. Luego, en el siglo XXI asumirán una identidad anti-kirchnerista (por reacción a los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández) y anti-petista (por reacción al Partido de los Trabajadores, PT).
El texto de Ernesto Bohoslavsky analiza desde una perspectiva no esencialista, las similitudes y diferencias de algunas experiencias e ideas políticas del campo opositor a Juan Domingo Perón (entre 1943 y 1955) y a Getúlio Vargas (en la salida del Estado Novo, entre 1943 y 1945, y cuando fue presidente, entre 1951 y 1954), al tiempo que identifica conexiones entre los actores opositores en relación a la formación de redes, intercambios e inspiraciones en el plano transnacional. El autor complementa el enfoque de la historia comparada con el de la historia conectada, dando cuenta de cómo lo transnacional cumple un papel fundamental para echar luz sobre los fenómenos políticos locales. Boholasvky sostiene que la potencia de la agenda política y económica populista ha marginado historiográficamente a las ideas y las prácticas políticas de los grupos opositores, vistas principalmente como meras reacciones frente al único motor histórico relevante. El autor indaga en estos grupos, como la efímera Unión Democrática (UD) en Argentina y a la poderosa União Democrática Nacional de Brasil (UDN) entre los actores partidarios. Pero, asimismo, implica reconocerles protagonismo político a otros actores no partidarios, como las cámaras empresariales, periódicos y grupos empresariales periodísticos. El campo opositor al varguismo y al peronismo estaban poblados por múltiples actores, con diversas prácticas, estrategias e identificaciones, lo cual estuvo sometido a un proceso de permanente transformación en el que intervinieron varios factores, entre los cuales no puede dejarse de mencionar la fuerza de la propia identidad populista, su estilo de movilización política y su retórica, pero también los rasgos de aquellos otros partidos y grupos opositores con los que competían. Por su parte, el capítulo que seleccionamos del libro de Ernesto Semán “Breve historia del antipopulismo en Argentina”, aborda una etapa en la historia argentina caracterizada por el surgimiento de una serie de antipopulismos irreconciables entre sí, pero que se apoyaban todos en una reacción y rechazo visceral al peronismo entendido como un problema nacional. El antipopulismo en la Argentina entre 1950 y 1980 cobra la forma de la des-peronización del país: erradicar al peronismo como movimiento político, borrar su memoria histórica, deshacer su legado para, recién ahí, reorganizar al país sobre nuevas bases. El capítulo aborda la etapa abierta desde el golpe de Estado a Perón en 1955 con la llamada Revolución Libertadora la cual, vía proscripción de Perón y del peronismo y otras formas de violencia, se propuso la tarea refundacional de encauzar a las masas del desvío de una forma “engañosa y defectuosa” de incorporación de las masas trabajadoras a la vida política. A partir del hecho peronista y sus legados surgen diversas variantes del antipopulismo de izquierda y de derecha. A su vez, más claramente después de 1976 con la dictadura militar, comenzó la construcción del individuo neoliberal, individualista y descolectivizado, como el ideal de ciudadanía y de una nueva subjetividad. El texto de Julio Aibar, sin la necesidad de nombrar al antipopulismo, realiza una reconstrucción histórica de la configuración neoliberal en México desde los años ochenta y su aplastante eficacia al volver imposible la promesa de una comunidad política incluyente. Para el autor, el neoliberalismo en tanto narrativa y experiencia tiene una expresión económica, política y cultural, que califica negativamente de “populista” a cualquier concepción integral de la sociedad. Este discurso de las élites hace sentido con extrema facilidad porque hay en México narrativas arraigadas que lo hacen verosímil. Coloca a su oponente en un marco autoritario que en nombre de la colectividad y lo nacional, negaría al individuo, al ciudadano y a las libertades individuales. Por su parte, el Estado es caracterizado como un actor paternalista que neutraliza la potencia de los actores económicos Toda esa cadena de valoraciones negativas se van a condensar en la palabra “populismo”. Partidariamente, esto se ha traducido en México desde sectores del Partido Revolucionario Institucional (PRI), como detractores de izquierda, en sentidos que construyen una sinonimia entre nacionalismo, Estado, autoritarismo y corporativismo.
Para terminar, los últimos dos textos abordan a los antipopulismos contemporáneos en Brasil y Argentina. El artículo de Dolores Rocca Rivarola se centra en el ascenso electoral de Jair Bolsonaro en Brasil en 2019, pero para reflexionar sobre las mutaciones del antipetismo, es decir, la identidad y proyecto que se instala contra el Partido de los Trabajadores en Brasil desde los años ochenta, uno de cuyos líderes ha sido LuizInácio Lula da Silva. La autora distingue tres momentos: A partir de 1989, el antipetismo se caracterizaba por el anticomunismo y el temor a la izquierda; en el segundo momento, que comienza con el triunfo de Lula en 2002, esos elementos se diluyen y lo que articula el antipetismo es la crítica a la corrupción estatal; más tarde, en 2018, con la campaña de Jair Bolsonaro, el antipetismo se recrudece y radicaliza aquellas características de los momentos anteriores. El texto de Paula Biglieri y Gloria Perelló, pese a que no parte de una perspectiva histórica, analiza cómo el odio constituye la base de los antipopulismos, en particular para el antikirchnerismo en la Argentina del siglo XXI. Si en los años cincuenta el odio se coloca como el motor de la inauguración de una etapa violenta y antidemocrática, en el siglo XXI es la raíz del ecosistema antipopulista, tanto por derecha como por izquierda. El texto enfatiza en la Alianza Cambiemos liderada por Macri que gana las elecciones en 2015, llevando hasta las últimas consecuencias la conocida “grieta” (polarización entre el kirchnerismo y el antikirchnerismo). El texto problematiza al antipopulismo como aquella reproducción subjetiva del “odio al pueblo”, en el que la derecha se convierte en el principal promotor, a través de la difusión discursiva y de la radicalización de sus prácticas políticas (rechazo, discriminación, exclusión de las clases populares).
Creemos que los trabajos reunidos en este dossier permiten pensar los procesos actuales de las sociedades latinoamericanas a partir de la complejidad histórica y confiamos en que, de su lectura y discusión, emergerán nuevos interrogantes y reflexiones.
Textos seleccionados para el Dossier:
Aibar, Julio (2012). Exclusión y Violencia disolvente en México. La reconstrucción populista de la Nación. Utopía y Praxis Latinoamericana, 17 (58), pp. 53-64.
Biglieri, Paula y Perelló, Gloria (2020). El anti-populismo en la Argentina del siglo XXI o cuando el odio se vuelve un factor político estructurante. REVCOM. Revista científica de la red de carreras de Comunicación Social, 10, s/p.
Bohoslavsky, Ernesto (2009). “Antivarguismo y Antiperonismo (1943-1955): similitudes, diferencias y vínculos”. Anuario De La Escuela De Historia, (24), pp. 73–97.
Enríquez Arévalo, Eduardo (2021). “UnderstandingLatin American anti-populism”. Workshop ‘Populism: New perspectives’, 5th PopulismSpecialistGroup (PoliticalScienceAssociation), Virtua. 9, 10 y 11 junio.
Morales Oyarvide, César (2023). “El lado malo de los chicos buenos. Notas críticas sobre anti-populismo y democracia”. Korpus, 21 (3), pp. 387-404.
Rocca Rivarola, Dolores (2020). “Las mutaciones históricas del antipetismo y el fenómeno bolsonaro”, Persen, 19 (14), pp. 245-283
Semán, Ernesto (2021). “Los rostros del antipopulismo: de la Libertadora a 1976”. En Semán, Ernesto. Breve historia del antipopulismo. Los intentos por domesticar a la Argentina plebeya, de 1810 a Macri. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.