Dossier. Argentina y América Latina en la historia política trasnacional

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Dossier. Argentina y América Latina en la historia política trasnacional

 

José Antonio Sánchez Román (Universidad Complutense de Madrid, España)

 

Presentación

Aunque es difícil de precisar, desde la década de 1990 se expandieron los trabajos históricos que afirmaban ofrecer una mirada “global” o “transnacional”. Se ha querido ver en este giro global de la historiografía una correspondencia o un reflejo del comienzo de un período histórico denominado globalización. La nueva forma de historiografía incluso tendría un compromiso cívico implícito. Mientras que el surgimiento y consolidación de la historiografía como disciplina académica moderna se suele asociar a la construcción de los estados nacionales en el siglo XIX y por tanto como una enseñanza que contribuyó a formar ciudadanos, la nueva historiografía global o transnacional, o así lo entendían sus practicantes más optimistas, debiera contribuir a construir nuevos ciudadanos cosmopolitas, preparados para los desafíos de sociedades más multiculturales.

Sin embargo, a pesar de que la etiqueta global o transnacional ya lleva con nosotros más de dos décadas, sigue siendo difícil precisar qué es exactamente historia global o transnacional. En realidad, quizás más que de éstas, se podría hablar de un giro global en la historiografía (y si fuéramos más pesimistas de una moda o un lenguaje). La historia global nunca fue un proyecto coherente. Y era difícil que lo fuera. En primer lugar estuvo en discusión si la historia global era la historia de la globalización o si se podría aplicar la perspectiva global a periodos históricos previos a la globalización. En segundo lugar, ¿la historia global tenía que abarcar todo el planeta o era un tipo de mirada sobre una sección particular del mundo?[1] Dificultades similares surgían en el caso de la historia transnacional ¿era posible hablar de ésta para períodos históricos previos a la construcción de las naciones?

Algunos autores han acusado a las nuevas formas de hacer historia de cierta teleología, de asumir el proceso globalizador como irreversible. El problema quizás es el propio concepto de globalización, que en principio se entendió como un proceso de convergencia e integración económica, pero que se ha extendido a otros campos desde la política a lo cultural. Sin embargo, la palabra globalización, sobre todo en sus acepciones más amplias, resulta demasiado vaga y se ha abusado notablemente de ella. A cada proceso de convergencia e integración en los tiempos recientes es posible oponer otros procesos de desintegración y divergencia. Si la globalización significa la erosión de las fronteras y la pérdida de fuerza de la territorialidad, no es difícil encontrar ejemplos en los años recientes de multiplicación de fronteras y reforzamiento del poder territorial.

A pesar de estas dificultades, los historiadores que abordan sus estudios desde las perspectivas transnacional o global insisten razonablemente en que muchos problemas que resultan centrales en nuestro trabajo no pueden ser abordados tomando como marco de estudio el de los estados nacionales. Ejemplos evidentes son los casos de la historia de las migraciones o de los problemas medioambientales, terrenos en los que obviamente ya se practicaban las técnicas de la historia transnacional antes que esa etiqueta ganara difusión. Pero igualmente, las representaciones culturales, las formas de organización política o los propios movimientos sociales no se comprenden de manera completa si nos limitamos estrictamente al marco nacional. Y no se trata sólo de estudiar los procesos de difusión o influencia de las ideas o de la intervención exterior de una potencia en los asuntos internos de un país. La perspectiva transnacional o global pretende superar esta dimensión que enfatiza la idea de un centro y una periferia, casi esencializándolos, y subraya los procesos de interacción y cruzamientos múltiples, y el rechazo a la idea de bloques compartimentados homogéneos. Como ha enfatizado el sanscritólogo Sheldon Pollock, la cultura no es local ni global, toda cultura es translocal.[2] No obstante, la idea de los cruzamientos y las interacciones deja abierto el problema de las asimetrías de poder y las desigualdades espaciales, que en algunos trabajos de historia transnacional parecen desvanecerse bajo la fascinación por un mundo de conexiones y redes.

En América Latina el vocabulario de las perspectivas trasnacional y global tardó en arraigar. En otro lugar he señalado algunas posibles razones para la relativa falta de interés por parte de los historiadores latinoamericanos por las nuevas perspectivas historiográficas.[3] En primer lugar, parte de la nueva historia global se centró en cuestiones como las de la gran divergencia, las razones para el “éxito” económico europeo y el incremento de las desigualdades espaciales a escala planetaria. En cierta medida era regresar el tema ya tratado por los teóricos de la dependencia, una especie de déjà vu para los latinoamericanos. En segundo lugar, las perspectivas transnacionales que insistían en los movimientos y conexiones a través de las fronteras se encontraban en América Latina con fronteras y estados estables y sólidas tradiciones historiográficas nacionales. En tercer lugar, y quizás lo más importante, la historiografía global y transnacional en muchas ocasiones ha reemplazado las viejas perspectivas eurocéntricas con perspectivas euroasiáticas. Muchos trabajos han realizado lo que puede denominarse una extensión de la historia imperial en un intento de comprender cómo se formó el mundo moderno. No es de extrañar que los latinoamericanos se sintieran marginados y poco atraídos por esa perspectiva.

A pesar de todo, las formas de la historia transnacional y global también han llegado a América Latina y han impactado en muchos trabajos recientes. En este dossier se ofrece una pequeña muestra de las contribuciones de la historiografía latinoamericana en el campo de la historia política que utilizan una perspectiva transnacional o global. Hay que indicar que, como era de preverse, los trabajos que aquí se reproducen no ofrecen un todo homogéneo. Cuatro de los artículos de este dossier no entran en el debate teórico-metodológico sobre qué es la historia global o transnacional, ni tampoco se adscriben explícitamente a una u otra determinada corriente. Pero todos ellos abordan sus problemas de estudio con una mirada atenta a dimensiones que atraviesan las fronteras nacionales.

Una excepción a esta línea es el artículo que presenta nuestro dossier, el importante trabajo que Jeremy Adelman publicó en 2004 en Hispanic American Historical Review. En este caso no se trata de un trabajo empírico, sino de una reflexión sobre el lugar que ocupa la enseñanza de la historia de América Latina en un momento de ascenso de los cursos de historia mundial en Estados Unidos. Introducir este artículo en un dossier como éste nos parecía importante porque plantea algunos de los problemas clave que se han mencionado en las líneas anteriores. En primer lugar, arroja dudas sobre una historia de convergencias irreversibles. En segundo lugar, subraya cómo los historiadores latinoamericanistas habían discutido el engarce de la historia de la región con marcos más amplios, como la historia mundial, casi desde los orígenes de la construcción nacional. Fuera cual fuera la perspectiva, los latinoamericanos se veían obligados a mirar su pasado con un ojo en el mundo al mismo tiempo. Pero además, mi impresión es que el artículo de Adelman de manera implícita, al afirmar que era necesario atender a las formas heterogéneas en que América Latina se ha incorporado a los sistemas mundiales y al subrayar la importancia de la experiencia colonial latinoamericana para la construcción de la modernidad, estaba ya alertando sobre los peligros de una historia global que sustituyera una narrativa del ascenso de Occidente por otra centrada en Eurasia.

El resto de trabajos de este dossier, como se ha mencionado, son estudios de caso, referidos a la historia política del siglo XX latinoamericano. Tres de los cinco trabajos, los de Bergel, Scarfi y Sánchez Román, ofrecen una mirada que puede definirse como de historia global (o transnacional) intelectual, atendiendo a cómo se fueron formando ideas en escenarios transnacionales. El trabajo de Juan Pablo Scarfi aparentemente se sale de nuestro marco espacial al abordar la personalidad del teórico estadounidense del derecho internacional, James Brown Scott. Sin embargo, el estudio de Scarfi muestra cómo los desarrollos intelectuales de Scott sobre la figura del padre Vitoria fueron posibles gracias a una importante red transnacional. Y a su vez la obra de Scott pretendía contribuir a dar forma al imperio informal estadounidense sobre América Latina. Estos tres trabajos buscan ir más allá de un trazado simple de líneas de influencia entre un centro y una periferia. En ellos se ve cómo las ideas se construían en la interacción y cómo ideas que asumimos producidas en los centros (imperiales) han sido elaboradas de manera original en las periferias. Incluso en el trabajo de Bergel se contempla un interesante caso de conexiones entre dos regiones habitualmente consideradas periféricas, la India y Argentina.

El trabajo de Vanni Pettinà y hasta cierto punto el de Sánchez Román, forman parte de unas nuevas aproximaciones a la Guerra Fría que intentan ir más allá de la dinámica bipolar para ofrecer otras conexiones y para subrayar la agencia de los actores del sur global, en este caso los latinoamericanos. Pettinà muestra cómo los mexicanos navegaron con habilidad las turbulentas aguas de la Guerra Fría, buscando una política autónoma. Sánchez Román subraya cómo el discurso sobre el totalitarismo en Argentina surgió de manera autónoma en un contexto particular (local) en el que la Guerra Fría internacional pero también las viejas conexiones con el imperio británico desempeñaron papeles significativos.

El trabajo de Ernesto Bohoslavsky se aparta un tanto de resto ya que, aunque también aborda un estudio de caso, explora de manera explícita el valor metodológico de comparaciones y conexiones, dos de las herramientas habituales de la historia global. El trabajo de Bohoslavsky contribuye tanto a una historia intelectual global, en este caso el de la construcción de la ideología de derechas en el cono sur de América Latina, como a una historia política transnacional, al observar cómo las conexiones más allá de las fronteras fueron significativas para la elaboración de las agendas y las estrategias políticas nacionales.

Recientemente, Jeremy Adelman ha subrayado los límites de la historia global y los problemas para el futuro en un contexto de reacción antiglobalizadora.[4] No está claro si las corrientes trasnacionales y globales, nunca dominantes en la historiografía latinoamericana, seguirán en ascenso en los próximos años. En todo caso, los trabajos aquí presentados intentan dar una muestra de lo que estas perspectivas pueden aportar en nuestro conocimiento del pasado reciente latinoamericano.

 

Textos seleccionados para el dossier

Adelman, Jeremy (2004), “Latin American and World Histories: Old and New Approaches to the Pluribus and the Unum”, Hispanic American Historical Review, 84:3 (Agosto), pp. 399-409.

Bergel, Martín (2014), “Rabindranath Tagore: avatares de un cosmopolita periférico en el Río de la Plata”. En Bruno, Paula (coord.), Visitas Culturales en la Argentina, 1898-1936, Buenos Aires, Biblos, pp. 143-165.

Scarfi, Juan Pablo (2007), “Reconfiguraciones del saber jurídico. James Brown Scott reflota la obra de Vitoria desde Estados Unidos en años de entreguerra”. En Salvatore, Ricardo D. (comp.), Los lugares del saber. Contextos locales y redes transnacionales en la formación del conocimiento moderno, Buenos Aires, Beatriz Viterbo Editora, pp. 269-293.

Sánchez Román, José Antonio (2014), “La Nación, Peronism, and the Origins of the Cold War in Argentina”, Culture & History Digital Journal, vol. 4, n. 1. Recuperado de http://cultureandhistory.revistas.csic.es/index.php/cultureandhistory/article/view/68/250

Bohoslavsky, Ernesto (2011), “Historias conectadas y comparadas del antipopulismo de derecha en Argentina, Brasil y Chile a mediados del siglo XX”, Anuario IEHS, Nº 26, pp. 239-250.

Pettinà, Vanni (2016), “¡Bienvenido Mr. Mikoyan!: Tacos y tractores a la sombra del acercamiento soviético-mexicano, 1958-1964”, Historia Mexicana, LXVI:2, pp. 793-852.

[1] El intento más logrado de definir una agenda y una metodología para la historia global es el de Sebastian Conrad (2016), What is Global History, Princeton, Princeton University Press.

[2] Sheldon Pollock (2006), The Language of God in the Land of Men: Sanskrit, Power and Culture in Premodern India, Berkeley, University of California Press.

[3] José Antonio Sánchez Román (2017), “Doing Global History: Reflections, Doubts and Commitments”, Revista de Estudos Brasileiros, pp. 246-247.

[4] Jeremy Adelman, “What is global history now?”, Aeon, publicado on line, el 2 de marzo de 2017. Recuperado de https://aeon.co/essays/is-global-history-still-possible-or-has-it-had-its-moment, el 14 de septiembre de 2017.