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Dossier | Prácticas electorales en el siglo XIX latinoamericano. Miradas y diálogos historiográficos


Carlos Armando Preciado de Alba (Universidad de Guanajuato – México)


La disciplina histórica no debe ser presentista. No obstante, muchos de sus intereses de investigación tienen como referentes las circunstancias contemporáneas, momentos y espacios específicos; incluso coyunturales. Así, el abordaje histórico de la democracia, de la construcción de Estados nacionales, de las diversas dimensiones de la ciudadanía, de las culturas políticas y las diferentes maneras como se ha concebido en los últimos doscientos años a la representación política, son cuestiones que interesan en distintas geografías latinoamericanas.

Las elecciones han tenido, entre otras cosas, un importante papel en el campo de lo político, en la implementación de proyectos de gobiernos, en la elaboración de códigos fundamentales como las constituciones, en la participación política de los ciudadanos, en el sistema de partidos y en la construcción de la legitimidad. Las perspectivas que se han dado en los últimos años al análisis de las prácticas electorales han generado mayores explicaciones que trascienden aquellas que sólo ven fraude y manipulación. Se han propiciado también acercamientos más amplios al papel y significados de los comicios en la construcción de las instituciones políticas. En efecto, desde las primeras décadas del siglo XIX una creciente normatividad dio pie a distintos espacios de negociación y participación ciudadana en la organización política de las naciones.

Los estudios al respecto se han multiplicado a partir de la última década del siglo pasado, momento -por cierto- fundamental para nuestras democracias. Esto es, podemos advertir una cercana relación entre los sucesos de índole histórico y los intereses de investigación. Fue precisamente durante la década de 1990 que se publicaron los primeros esfuerzos por articular en clave latinoamericana el estudio de la representación política, la ciudadanía y las elecciones durante el siglo XIX. Éstos tuvieron como punto de partida la crítica historiográfica hacia las visiones anacrónicas y en las que prevalecía una idea simplista de los comicios como prácticas corruptas y absolutamente controladas. Referentes ineludibles son las obras coordinadas por Antonio Annino, Carlos Malamud, Eduardo Posada-Carbó e Hilda Sabato.1

Justamente producto de tales reflexiones y enmarcados en dicho horizonte intelectual, he incorporado los dos primeros textos de este dossier. Aun cuando tienen prácticamente un par de décadas de haberse publicado, estoy convencido de su vigencia. “Sobre la ciudadanía política en América Latina en el siglo XIX”, de Hilda Sabato, constituye una erudita y crítica síntesis historiográfica alrededor del complejo proceso de construcción de la ciudadanía en América Latina.2 En efecto, el papel central de la ciudadanía no únicamente se encuentra en la arena política, sino que para la autora es fundamental abordar cuestiones de una sociedad civil en pleno dinamismo. Sabato se propone identificar los principales problemas en la historia política latinoamericana del siglo XIX para, de este modo, mostrarnos comparaciones con otros espacios globales.

El texto de Marta Irurozqui, La ciudadanía en debate en América Latina. Discusiones historiográficas y una propuesta teórica sobre el valor público de la infracción electoral, nos presenta en un primer momento una amplia y documentada revisión historiográfica respecto a la variedad de estudios y perspectivas en torno a la ciudadanía durante el siglo XIX en nuestro subcontinente. Posteriormente, teniendo como principal punto de referencia su libro A bala, piedra y palo3 sobre el caso boliviano, la historiadora española plantea una sugerente propuesta conceptual sobre el proceso público y colectivo de conquista de la ciudadanía. Además de lo señalado líneas arriba, la decisión de incorporar el extenso texto de Irurozqui se justifica por la multiplicidad de referencias bibliográficas que ofrece, lo que sin duda aporta al lector sobre la agenda de este dossier.

En años recientes se han realizado esfuerzos colectivos que buscan retomar las líneas trazadas en la década de 1990 y mantener el foco en el espacio latinoamericano. Muestra de ello son al menos tres publicaciones. Si seguimos su orden de aparición, la primera se trata de la revista Journal of Iberian and Latin American Research, que dedicó un número temático llamado “La representación política en la formación del estado: los caminos iberoamericanos” (volumen 20, issue 1, 2014). Su eje toral se concentró en el análisis trasnacional y comparado de los procesos de construcción político-cultural de los conceptos de representación, así como en los sistemas electorales. La revista contiene estudios de distintos espacios geográficos, tales como Colombia, Centroamérica, México, Perú, Brasil, Argentina y Chile. Justamente el artículo “Elecciones y oficiales del ejército. Perú 1827-1896”, de Cristóbal Aljovín de Losada, se incluye en el presente dossier. El autor otorga un protagonismo poco abordado en otros estudios a los oficiales del Ejército; destaca su liderazgo militar, pero también el papel central alcanzado en las campañas electorales. Aljovín de Losada contextualiza a estos actores para explicar discursos, prácticas y cultura política en dos momentos claramente diferenciados del siglo XIX peruano: de 1827 a 1850, cuando no existían organizaciones políticas formales, tales como clubes o partidos políticos; y de 1850 a 1896, período en que éstos comenzaron a proliferar.

En 2016 se publicó el libro Contribución a un diálogo abierto. Cinco ensayos de historia electoral latinoamericana, coordinado por Fausta Gantús y Alicia Salmerón (México: Instituto Mora).4 De dicha obra -que también recoge contribuciones sobre Chile, Perú y México- se selecciona el capítulo “Articulación de leyes y prácticas electorales en Argentina, 1860-1872”, de María José Navajas. A partir de una cuestión central: ¿de qué manera es posible articular la dimensión normativa con las prácticas electorales?, la autora explora las lógicas y dinámicas de la calificación de las elecciones. La calificación incluía la revisión de las actas electorales, el cumplimiento de los mecanismos normativos, de los requisitos de ciudadanía, de vecindad o residencia, además de las denuncias por presuntas irregularidades; estas últimas vertidas tanto en la prensa como a través de las vías legales. Con estos derroteros se pretende, entre otras cosas, comprender de mejor manera no únicamente la legalidad, sino también la legitimidad de los comicios. En este recorrido Navajas aborda el campo político argentino centrando su mirada en contextos electorales provinciales; específicamente de Salta, Rosario, Catamarca y Jujuy.

El tercer esfuerzo aludido que interesa destacar es la revista Historia y MEMORIA, cuya sección especial del número 14, de 2017, estuvo dedicada a “Elecciónes y cultura política en América”. Si bien ésta no se concibió exclusivamente para el siglo XIX, sí se parte de él y asume la impronta de los procesos de independencia de los países latinoamericanos para dotarlos de un papel crucial en devenir nacional. Se recupera aquí el artículo “Un acercamiento a las elecciones del México del siglo XIX”, de Fausta Gantús y Alicia Salmerón, quienes han encabezado en los últimos años un grupo de estudios que ha generado importantes aportes sobre las prácticas electorales decimonónicas. Las autoras, en efecto, reflexionan en su texto sobre la relevancia de las mismas y acerca de la construcción de la institución electoral y la conformación de una cultura política. Se destacan aspectos de la legitimidad inherente a la representación política mexicana, pero también se consideran dichas prácticas electorales como espacios de negociación para la construcción de gobernabilidad.

Por otra parte, en su artículo “Diretas ou indiretas? O debate sobre as eleições no Brasil (1821-1823)” Kátia Sausen da Motta nos propone un sugerente ejercicio heurístico desde el que analiza los primeros debates que tuvieron lugar en Brasil sobre la pertinencia de que las elecciones fuesen directas o indirectas. Estas discusiones generaron intensas movilizaciones no solamente en ámbitos propiamente institucionales, sino que además se propició la creación de espacios de participación política a través de distintas publicaciones. Además de su solidez analítica, la inclusión de este artículo obedece al hecho de que –salvo excepciones, entre las que se encuentran las obras ya mencionadas de Antonio Annino e Hilda Sabato- no es común encontrar en la historiografía hispanoparlante sobre prácticas electorales, referencias, diálogos y debates con el caso brasileño. No obstante, es necesario no perder de vista que tanto en el republicanismo hispanoamericano como en la monarquía constitucional de Brasil, la cuestión de la representación estuvo presente desde los primeros momentos.

El último texto del dossier “¡Deteneos! ¡fijad la atención! El rol de los cartelones en las elecciones para gobernador de Guanajuato en 1871”, escrito por este coordinador, aborda el campo de la movilización del voto y nuevas estrategias para la promoción de candidatos. En los referidos comicios se destaca la presencia de los cartelones, papeles impresos en gran formato concebidos para que sus textos llegaran a una población mucho más amplia que los periódicos. Colocados en distintos espacios públicos, su función ya no sólo fue para socializar convocatorias y anunciar los resultados de las votaciones; ahora postulaban candidatos, exaltaban sus virtudes, planteaban y forjaban ideas, destacaban símbolos, imágenes y referencias históricas y denostaban a los adversarios. El análisis tiene como uno de sus referentes la categoría “cultura electoral”, desarrollada por Frank O’Gorman5, en tanto postula una paulatina politización del ritual electoral y la visibilidad que se le dio a la organización y movilización del voto a través de la palabra impresa. De esta manera, se posibilitó a la población en general, con o sin derecho al voto, involucrarse en las dinámicas electorales. Así, los comicios se convirtieron en sucesos abiertos, en espectáculos públicos, incluyentes.

Los textos seleccionados son una pequeña muestra de una historiografía que busca renovarse permanentemente a partir del abordaje de diversos espacios geográficos, actores, problemas, preguntas y enfoques. Sin embargo, existe el riesgo de vernos limitados conceptual y metodológicamente si no nos acercamos a estudios sobre temáticas similares realizados en otras latitudes. Es por ello que quiero insistir en el conocimiento y la difusión de investigaciones generadas en distintos países que nos permita establecer diálogos en espacios más amplios. Las dinámicas de una historia comparada no sólo se concentran en encontrar puntos en común, sino que ayudan a identificar divergencias y vacíos para que, de este modo, puedan plantearse nuevas interrogantes que den rumbo a futuras agendas compartidas.


Textos seleccionados para el dossier:

Sabato, Hilda (2016). Sobre la ciudadanía política en América Latina en el siglo XIX. En Alicia Salmerón y Cecilia Noriega Elío (eds.), Pensar la modernidad política. Propuestas desde la nueva historia política. Antología (pp. 435-476). México: Instituto Mora.

Irurozqui, Marta (2004). La ciudadanía en debate en América Latina. Discusiones historiográficas y una propuesta teórica sobre el valor público de la infracción electoral. Lima: Documento de Trabajo del Instituto de Estudios Peruanos, 139. Serie Historia, 26.

Aljovín de Losada, Cristóbal (2014). Elecciones y oficiales del ejército. Perú 1827-1896. Journal of Iberian and Latin American Research, 20 (1), pp. 50-65.

Navajas, María José (2016). Articulación de leyes y prácticas electorales en Argentina, 1860-1872. En Fausta Gantús y Alicia Salmerón (coords.), Contribución a un diálogo abierto. Cinco ensayos de historia electoral latinoamericana (pp. 87-117). México: Instituto Mora.

Gantús, Fausta y Salmerón, Alicia (2017). Un acercamiento a las elecciones del México del siglo XIX. Historia y MEMORIA, 14, pp. 23-59.

Motta, Kátia Sausen da (2018). Diretas ou indiretas? O debate sobre as eleições no Brasil (1821-1823), Almanack, 19, pp. 278-320.

Preciado de Alba, Carlos Armando (2019). ¡Deteneos! ¡fijad la atención! El rol de los cartelones en las elecciones para gobernador de Guanajuato en 1871. En Fausta Gantús y Alicia Salmerón (coords.), Campañas, agitación y clubes electorales: organización y movilización del voto en el largo siglo XIX mexicano (pp. 325-365). México: INEHRM/Instituto Mora.


1 Annino, Antonio (coord.) (1995). Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX. Montevideo: FCE; Malamud, Carlos (comp.) (1995). Partidos Políticos y elecciones en América Latina y la Península ibérica, 1830-1930, 2 volúmenes. Madrid: Instituto Universitario Ortega y Gasset; Malamud, Carlos (coord.) (2000). Legitimidad, representación y alternancia en España y América Latina: las reformas electorales (1880-1930). México: COLME/FCE; Posada-Carbó, Eduardo (ed.) (1996). Elections before Democracy. The History Elections in Europe and America. Nueva York: St. Martin’s Press y Sabato, Hilda (coord.) (1999). Ciudadanía Política y formación de las naciones: Perspectivas históricas de América Latina. México: COLMEX/FCE.

2 Aparecido originalmente en inglés en 2001 –Sabato, Hilda (2001). On Political Citizenship in Nineteenth-Century Latin America. American Historical Review, 106, pp. 1290-1315-, la versión incluida en este dossier se trata de la primera traducción al español publicada en 2016.

3 Irurozqui, Marta (2000). A bala, piedra y palo. La construcción de la ciudadanía política en Bolivia, 1826-1952. Sevilla: Diputación de Sevilla.

4 El “Prólogo” y la “Introducción” se recomiendan al lector, ya que no solamente hacen las veces de presentación, sino que además contextualizan el espacio historiográfico latinoamericano y proponen una agenda de investigación para futuros estudios.

5 O’Gorman, Frank (2016). La cultura de las elecciones en Inglaterra: de la Revolución Gloriosa a la Ballot Act de 1872. En Alicia Salmerón y Cecilia Noriega (eds.), Pensar la modernidad política. Propuestas desde la nueva historia política. Antología (pp. 217-235), México: Instituto Mora.

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Dossier. Socialismo y cultura en la Argentina (1890-1945) https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-socialismo-y-cultura-en-la-argentina/ Sun, 25 Sep 2016 00:09:40 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=3531 Socialismo y cultura en la Argentina (1890-1945)

 

Juan Buonuome (UDESA/UNSAM/CONICET)

 
El presente dossier reúne una serie de investigaciones recientes sobre los vínculos entre política y cultura a partir de la trayectoria del Partido Socialista en la Argentina durante su ciclo de surgimiento, consolidación y crisis acontecido entre mediados de la década de 1890 y la emergencia del peronismo. Aunque esta vía de entrada no había estado ausente en la agenda de quienes contribuyeron a la renovación de la historiografía sobre el socialismo durante los años ochenta y noventa, el mapa que puede trazarse hoy tiene mayor alcance y precisión que hace una década. En el marco de una expansión general de estudios académicos sobre el socialismo en la Argentina, que ha dado lugar, entre otras cosas, a la conformación de la Red de Estudios sobre Socialismo Argentino –RESA– en 2014, se asistió a una creciente preocupación por profundizar en las dimensiones culturales de la experiencia de esta fuerza política, ya sea ampliando líneas previas de investigación, ya sea abordando objetos y problemas desatendidos en el pasado.

Uno de los cambios más visibles fue el desplazamiento que se produjo desde el interés por los espacios de sociabilidad cultural socialista ligados a una función educativa (ateneos, bibliotecas, conferencias científicas), a una indagación de otras iniciativas de encuentro y socialización, como aquellas ligadas a la expansión del ocio desde la segunda década del siglo XX, o bien, a la naturaleza y características de la producción impresa (sobre todo periodística) del partido. Asimismo, se ha puesto el foco en la dimensión simbólica, ritual e incluso afectiva del proceso de configuración del socialismo como identidad militante, tal como se despliega en prácticas y discursos conmemorativos realizados por el partido, así como también en los ejercicios autobiográficos de sus principales dirigentes. En el campo de la historia intelectual, en tanto, la atención casi excluyente brindada a Juan B. Justo en el pasado ha sido trocada en los últimos trabajos por estudios pormenorizados del pensamiento y las trayectorias de otros importantes dirigentes e intelectuales socialistas. Al calor de una activa adopción de perspectivas desarrolladas en la historiografía internacional, las miradas recientes parecen haber dejado definitivamente atrás antiguas sospechas tendidas en torno a los abordajes culturalistas por parte de quienes podían leer este interés como el revés de la moneda de las limitaciones políticas –o el fracaso, sin más– del socialismo. Así, resulta cada vez más difícil postular alguna interpretación integral del lugar del Partido Socialista en la historia argentina sin otorgar un lugar prominente a su labor cultural.

“¿Puede haber realizado un partido político una obra cultural en la República Argentina? Es la pregunta que surgirá de muchos labios, incapaces de comprender la alta misión del Partido Socialista”.{{1}} Con estas palabras comenzaba Ángel M. Giménez un artículo publicado en 1926, de gran difusión posterior, donde sintetizaba los avances más importantes en materia cultural del socialismo argentino durante sus primeras décadas de acción partidaria. Según este destacado dirigente, la acción política solo ofrecería algún rédito si lograba, más tarde o más temprano, buenos resultados a la hora de despertar las conciencias de las masas trabajadoras. Erigidos en continuadores de una empresa de educación popular de evidente raíz ilustrada (la máxima sarmientina “educar al soberano” figuraba como epígrafe en el artículo de Giménez) los socialistas esperaban difundir entre las nuevas masas trabajadoras de la era de la inmigración y del crecimiento económico febril herramientas para que hicieran valer en la esfera pública sus intereses específicos de clase y se inmunizaran de las prácticas fraudulentas y demagógicas de la “política criolla”. Así, el Partido Socialista debía fungir como una verdadera “escuela de civismo”.

[[1]] Ángel M. Giménez, “Treinta años de acción cultural del Partido Socialista”, La Vanguardia, 28 de junio de 1926, p. 19. [[1]]
Esta concepción de una labor política que descansa, en definitiva, en un proceso de transformación cultural, fue una marca distintiva del socialismo de la Segunda Internacional. La historiografía académica, sin embargo, no siempre ofreció una imagen tan armónica entre ambos términos. Vale la pena repasar brevemente las coordenadas principales de la producción en otras latitudes, para luego atender al modo en que se han desplegado los aportes locales a esta problemática. En su clásico trabajo publicado en los años sesenta sobre la socialdemocracia en Alemania, Guenther Roth planteó que la resiliente y auto-contenida “subcultura” socialista (según él, compuesta por una red de organizaciones propias sostenidas férreamente en los principios del marxismo y confrontadas a las instituciones culturales dominantes) fue la contracara del proceso de “integración negativa” del partido al sistema político alemán, que le permitió convertirse en una fuerza electoral mayoritaria, pero que fue incapaz finalmente de operar transformaciones sociales y políticas profundas.{{2}} La perspectiva de Roth, no obstante, fue cuestionada en las décadas siguientes por trabajos que buscaron matizar por diversas vías la imagen de un sistema sólidamente unido por una postura ideológica. Así, la noción de una “subcultura” separada de la sociedad fue reemplazada por explicaciones que expusieron los vasos comunicantes existentes entre la vida cultural de los socialistas y universos más amplios de referencia, como la cultura obrera, la cultura popular campesina, la cultura republicana, el mundo de los intelectuales y la cultura de masas. Al mismo tiempo, la dimensión cultural ganó peso propio como factor explicativo de los avatares del socialismo en la producción académica de fines del siglo XX.

[[2]] Roth, Guenther (1963). The Social Democrats in Imperial Germany. A study in Working Class-Isolation and National Integration. New Jersey: The Bedminister Press. [[2]]
En el panorama local, la profunda renovación de la historiografía producida desde los años ochenta del siglo pasado ha permitido echar luz sobre facetas desatendidas del vínculo entre política y cultura en la historia del socialismo argentino. En un exhaustivo estado del arte publicado en 2005, Hernán Camarero y Carlos Herrera destacaban dos áreas de particular productividad: por un lado, aquellos enfoques socioculturales preocupados por las empresas culturales y educativas del socialismo, y por otro lado, la producción enmarcada en la historia intelectual, centrada en la figura de Juan B. Justo.{{3}}

[[3]] Camarero, Hernán y Herrera, Carlos M. (2005). El Partido Socialista en Argentina: nudos históricos y perspectivas historiográficas. En El Partido Socialista en Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo (pp. 9-73). Buenos Aires: Prometeo. [[3]]
En el primer caso, investigaciones como las de Dora Barrancos, Luis Alberto Romero y Leandro Gutiérrez ofrecieron algunas peculiaridades respecto de las líneas de investigación desarrolladas en otras latitudes.{{4}} Por un lado, sus trabajos mostraron el peso fundamental que tuvieron aquellas iniciativas relacionadas en forma directa con la difusión de la cultura letrada, como la formación de instituciones educativas, la organización de bibliotecas populares, la celebración de conferencias de temáticas científicas y la edición de libros baratos. En cambio, otros aspectos de la sociabilidad cultural centrales en la experiencia del socialismo europeo, como es el caso de los emprendimientos vinculados a la cultura física y deportiva, no recibieron más que una mirada rápida. Por otro lado, estos análisis identificaron la existencia de fuerzas que limitaban la conformación de un universo de experiencias centrado en la noción de cultura obrera, como habían destacado las investigaciones sobre el socialismo en Alemania y España, por ejemplo. Tanto las tendencias que favorecían la movilidad social ascendente, como el despliegue de acciones estatales que extendían la escolarización entre la población, parecían forzar a los emprendimientos socialistas a matizar las identificaciones doctrinarias y clasistas a través de una apelación centrada en la necesidad de integración social y política. En un contexto definido por el crecimiento económico y la democratización política de principios de siglo XX, el sesgo libresco y erudito de las empresas culturales promovidas por el socialismo aparecía en estos acercamientos ligado a una visión optimista respecto del papel que esta fuerza política tuvo en la construcción de ciudadanos instruidos e informados.

[[4]] Barrancos, Dora (1991). Educación, cultura y trabajadores (1890-1930), Buenos Aires: CEAL; Barrancos, Dora (1996). La escena iluminada. Ciencias para trabajadores, 1890-1930, Buenos Aires: Plus Ultra; Romero, Luis A. y Gutiérrez, Leandro (2007). Sectores populares, cultura y política. Buenos Aires en la entreguerra, Buenos Aires: Siglo XXI. [[4]]
En el campo de la historia intelectual, la obra de José Aricó sobre el pensamiento de Juan B. Justo fue la referencia más destacada.{{5}} Articulado como un estudio de recepción de las ideas de Marx en la Argentina, su trabajo resaltó el grado de compromiso de Justo con la realidad local y su capacidad para adaptar los postulados marxistas al desarrollo histórico de la Argentina de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. La “hipótesis de Justo”, según el autor, fue la de proponer al socialismo como el producto del progreso de la cultura política nacional y el avance de la democratización de las instituciones. Pero estas formulaciones, pensaba Aricó, encerraban una serie de incomprensiones, una de las cuales era su visión excesivamente iluminista de la constitución de los sujetos políticos. Esta concepción aparecía asociada a un “pedagogismo abstracto” profundamente desconfiado de las formas inorgánicas de acción de las masas, rasgo que le habría valido un progresivo aislamiento del “movimiento democrático y obrero”.

[[5]] Aricó, José (1999). La hipótesis de Justo. Escritos sobre el socialismo en América Latina, Buenos Aires: Sudamericana. [[5]]
Si bien Aricó admitía la necesidad de reintroducir el pensamiento del líder socialista en la coyuntura política y sociocultural, fueron en cambio algunas aproximaciones posteriores inspiradas en su trabajo las que fueron dando a la figura intelectual de Justo el carácter de una “racionalidad situada”. Aunque buena parte de esta producción no abandonó una perspectiva altamente confiada en el peso de las ideas en la dinámica histórica, sus hallazgos tendieron a inscribir los postulados de Justo en las experiencias políticas y en los contactos humanos y materiales que zanjaron su trayectoria pública. En tal sentido, la investigación llevada a cabo por Horacio Tarcus fue particularmente exitosa a la hora de colocar la recepción justista de las ideas de Marx en una densa red político-intelectual tramada en torno a una serie prácticas culturales como la traducción y la edición de materiales impresos, y ritmada al calor de los debates al interior de las filas del naciente Partido Socialista.{{6}} En su trabajo, por otra parte, analizó ciertos aspectos de las trayectorias intelectuales de dirigentes destacados del socialismo, no sólo de José Ingenieros (quien ya había recibido la atención de Oscar Terán y Ricardo Falcón), sino también de Enrique Del Valle Iberlucea y Alfredo Palacios, en una dirección que han profundizado trabajos más recientes, como veremos a continuación.

[[6]] Tarcus, Horacio (2007). Marx en la Argentina. Sus primeros lectores obreros, intelectuales y científicos, Buenos Aires: Siglo XXI. [[6]]
En efecto, durante la última década un número mayor de investigaciones permitieron profundizar líneas de análisis trazadas con anterioridad, mientras que nuevos interrogantes aparecieron en el horizonte de indagación académica. Los trabajos que componen este dossier permiten acercarse a las vetas más significativas de esta producción. La selección se abre con el trabajo de Ricardo Martínez Mazzola sobre el papel de la prensa periódica en la formación del socialismo argentino entre 1890 y 1912. Su texto traza las principales coordenadas de un sistema de periódicos que se volvió más complejo y jerarquizado en función de las opciones y estrategias políticas de los grupos que componían el movimiento socialista, y conforme fue avanzando el proceso de estructuración partidaria. Atento al rol organizativo de los periódicos, que les confería un doble papel de escenario y objeto de las disputas al interior del movimiento, repuso las estrategias políticas defendidas por los redactores de El Obrero, El Socialista, La Vanguardia y Revista Socialista Internacional, analizó las transformaciones en sus modalidades de interpelación, y puso en relación los conflictos internos con los debates que se producían en el movimiento socialista internacional.

Aunque con una perspectiva diferente, el trabajo de mi autoría continúa con este acercamiento a los periódicos socialistas ya no sólo como una mera fuente de información, sino como objeto de análisis por derecho propio, capaz de ofrecer una perspectiva rica en matices sobre la experiencia político-cultural del socialismo argentino. Profundizando en el análisis de La Vanguardia en su primera etapa como semanario, mi trabajo señala el peso que fue ganando en el discurso del órgano partidario la voluntad por captar la atención de aquellos miembros de los sectores mayoritarios de la sociedad que tenían un contacto cada vez más fluido y cotidiano con la palabra impresa, pero que se mantenían todavía ajenos a las ideas socialistas. En este sentido, la creciente presencia de “lo popular” en las páginas de La Vanguardia aparece explicada en función del posicionamiento del socialismo respecto al proceso de democratización de la lectura, que en los años del cambio de siglo se ligaba a la difusión de la literatura criollista y al éxito de la denominada “prensa burguesa” en captar y dar forma a un público crecientemente masivo.

Una dimensión atendida en los últimos años ha sido el rol de las conmemoraciones y los usos del pasado en la construcción de una identidad socialista que se recorta respecto al proceso de consolidación de la identidad nacional. En esta dirección apunta el trabajo de Sofía Seras dedicado al análisis de las distintas formas de evocación histórica presentes en el Almanaque socialista de La Vanguardia durante la primera década del siglo XX. Su autora hace dialogar las dimensiones políticas y estéticas que esta publicación –desatendida hasta entonces por la historiografía– ponía en juego a la hora de recordar acontecimientos del pasado. Si la producción académica de los años ochenta y noventa había delineado la imagen de un socialismo capaz de armonizar con aspectos centrales de la identidad nacional en construcción (confrontando así con la crítica nacional-populista de las décadas anteriores), las evidencias que ofrece su artículo sobre el peso del internacionalismo obrero en las referencias al pasado permiten matizar aquella argumentación.

El artículo de Javier Guiamet, por su parte, aborda los usos del pasado del socialismo para un período posterior, al colocar su atención en la participación del partido en los homenajes realizados en los años treinta a Sarmiento y Alberdi, con motivo de cumplirse cincuenta años de su muerte. Pero no es tanto la tensión entre la identidad socialista y la identidad nacional la que organiza sus argumentos, sino una contraposición entre las intenciones pedagógicas y civilizadoras de las principales empresas de sociabilidad cultural del partido y la presión que ejercía sobre ellas la consolidación en ese período de una poderosa cultura comercial de masas vinculada al ocio. En este sentido, su análisis de las prácticas conmemorativas da cuenta de una convivencia mucho menos conflictiva de lo que cabría suponer entre la solemnidad que conllevaba la reivindicación del aporte de la Generación del ’37 a la conformación de una cultura nacional, y las intenciones lúdicas y de entretenimiento que podían observarse en el resto de las actividades que formaban parte del programa de los homenajes, como los números cómicos y la proyección de films producidos por las grandes compañías de Hollywood.

Enmarcado en una similar preocupación en torno a los cruces entre sociabilidad cultural y política, el trabajo de Andrés Bisso incorpora a la ecuación la problematización que los socialistas hicieron respecto a la infancia. Su investigación registra las posturas de Ángel Giménez sobre el avance que experimentó el scoutismo entre niños y jóvenes a comienzos de los años veinte gracias al apoyo estatal brindado por el gobierno de Yrigoyen y al impulso que le daba la creciente presencia social del catolicismo. El autor sostiene que el avance del scoutismo significó una experiencia incómoda para los socialistas. Si, por un lado, se lo impugnaba por estimular un espíritu “burgués, religioso y patriotero”, contraponiéndolo al carácter alegre, sano y democrático de ciertas prácticas extendidas de la cultura popular como el fútbol; por otro lado, no dejaba de existir una tentación latente por el modelo del scoutismo, que reconocía en él un laboratorio en el cual desarrollar una educación paraescolar con acento en la instrucción cívica y moral.

Una tesitura muy diferente es la que adopta Francisco Reyes en su trabajo sobre la construcción de una identidad socialista militante. Allí repasa las memorias políticas de los más destacados dirigentes del partido, centrándose en el momento que ellos consideraban más importante de su trayectoria vital, esto es, su conversión al socialismo. El análisis del modo en que Juan B. Justo, Nicolás Repetto y Enrique Dickmann contestaron a la pregunta “¿Por qué me hice socialista?” le permite acercarse a un aspecto clave del proceso de subjetivación política. Colocado en el contexto de transformaciones de la cultura socialista a nivel internacional (este ejercicio de memoria era una constante entre las principales figuras del socialismo en Europa y Estados Unidos), su trabajo sostiene que los distintos motivos esgrimidos por los dirigentes argentinos para explicar su conversión pasaron a formar parte de una memoria compartida –pero elaborada “desde arriba”– clave en la configuración de la cultura política socialista local.

Dentro del terreno de la historia intelectual, han sido varias las novedades. La más importante de ellas ha sido el descentramiento de la figura de Juan B. Justo como objeto casi excluyente de análisis. Todos los trabajos que componen el dossier y que se preguntan por el rol de los intelectuales socialistas comparten este rasgo, aun cuando sus estilos de aproximación no siempre sean coincidentes. El artículo de Osvaldo Graciano dedicado al análisis de las trayectorias universitarias de Alfredo Palacios, Enrique Del Valle Iberlucea y Enrique Mouchet, se preocupa por interpretar el despliegue de sus actividades científico-académicas en función de dimensiones biográficas (origen social, expectativas familiares y perfiles de formación profesional), como así también, de las características específicas de la cultura universitaria de aquellos años, y del vínculo que establecieron entre la práctica académica y la actividad partidaria. En relación con este último punto, el autor sostiene que los itinerarios intelectuales de Palacios, Del Valle y Mouchet asumieron los rasgos de una práctica científica crecientemente profesionalizada, sin que esto excluyera una positiva articulación con la intervención en la vida pública en función de una concepción de la labor política que se concebía como corolario del método científico.

El artículo de Marina Becerra, en tanto, aborda la figura de Enrique Del Valle Iberlucea centrando su atención en las relaciones entre ciudadanía y género contenidas en sus propuestas educativas. En el marco del análisis de las proyectos pedagógicos del socialismo argentino, tensionadas por la necesidad de construcción de una identidad que fuera socialista y nacional a la vez, destaca la originalidad de las concepciones de este importante dirigente partidario, que se diferenciaban de las formulaciones más racionalistas características del entorno de Juan B. Justo por la importancia que daba al plano de lo afectivo y simbólico. Desde este prisma, destaca la autora, avanzó en una desnaturalización de los estereotipos de género en la educación. Mediante una visión que complejizaba la visión universal del proceso de construcción de ciudadanía, Del Valle se transformó –aun sin trascender los límites del maternalismo hegemónico– en una de las voces más avanzadas en materia de luchas por la ampliación de los derechos femeninos.

Una línea menos explorada ha sido la vinculación del socialismo con el mundo de los escritores, la bohemia artística y el proceso de profesionalización de las letras.{{7}} En este sentido, el trabajo de Horacio Tarcus que compone este dossier acerca de los vínculos entre el modernismo y el socialismo fin-de-siècle constituye un aporte importante.{{8}} En su seguimiento de las “vidas paralelas” de Leopoldo Lugones y José Ingenieros en la década de 1890 –con la guía que ofrece la correspondencia del fondo documental de Ingenieros abierto a la consulta por el CeDinCI en el 2011–, aborda episodios poco explorados de su militancia política como parte del ala “romántico-revolucionaria” del recién fundado Partido Socialista, sus vínculos con Rubén Darío y los principales trazos de la red político-intelectual establecida entre grupos socialistas y revistas modernistas de Argentina, Chile y Uruguay. Uno de los hallazgos de su trabajo reside en la importancia concedida a la singular experiencia de La Syringa, cenáculo bohemio inscripto en la sensibilidad modernista proclive a las fórmulas mágicas de la teosofía en boga.

[[7]] Es cierto, de todas maneras, que el lugar de la literatura en revistas culturales cercanas al socialismo, como Los Pensadores y Claridad, ha recibido una sostenida atención. Además, Federico Martocci realizó un interesante trabajo sobre el itinerario en los años de entreguerras de Salomón Wapnir, crítico literario y militante del Partido Socialista en el Territorio Nacional de La Pampa. Con todo, los cruces entre socialismo y literatura continúan en buena medida inexplorados a diferencia, por ejemplo, del caso español, como lo evidencia lo poco que se sabe sobre la articulación entre política y letras en figuras partidarias como Roberto Giusti, Mario Bravo y Guido Cartei. [[7]]
[[8]] También debe mencionarse la investigación que le dedicó Laura Ehrlich al vínculo incómodo que sostuvo Manuel Ugarte con el Partido Socialista a comienzos del siglo XX.[[8]]
Es justamente esta coincidencia entre la fe en la ciencia positiva y el esoterismo, presente en algunos miembros prominentes del socialismo de fin de siglo, lo que constituye el tema central del artículo de Dora Barrancos, que cierra este dossier. Allí, la autora traza una mirada diferente y complementaria de sus propios acercamientos publicados con anterioridad respecto al vínculo entre socialismo y cultura científica. Registra, en tal sentido, el paso de Ingenieros, Lugones y Palacios por la teosofía, analizando como parte de un mismo movimiento (que sostenía posturas evolucionistas y se batía contra los dogmas eclesiásticos) los pliegues y solapamientos producidos entre su voluntad por construir una “escena iluminada” y su adhesión al ocultismo. Sostiene, finalmente, que el propio vértigo de la modernidad pudo llevar a estos espíritus laicos a refugiarse en una doctrina que reunía la fe en la trascendencia junto con el crédito en la ciencia.

Textos seleccionados para el dossier

 

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Dossier. Socialismo en el interior. Socialismo al interior. https://historiapolitica.com/dossiers/socialismo-al-interior/ Tue, 08 Dec 2015 23:15:54 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=3230 Socialismo en el interior. Socialismo al interior. Prácticas partidarias, cultura política y sociabilidades a “ras de suelo” en el Partido Socialista de la Argentina.

 

Silvana Ferreyra (CONICET- CEHIS- UNMdP)

 

El libro sobre estudios del Partido Socialista en la Argentina, compilado hace ya diez años por Hernán Camarero y Carlos Herrera (2005), continúa siendo una de las principales síntesis académicas sobre el tema. En el prólogo de la obra, los editores efectúan un interesante balance bibliográfico que delinea los avances de un campo todavía en construcción. En ese texto, tan sólo una de sus sesenta y cuatro páginas se dedicaba a los análisis sobre el socialismo en el interior. La ausencia tenía un correlato con la escasez de trabajos sobre el problema y alertaba sobre una vacancia en la agenda historiográfica.

En la última década, el campo de estudios sobre el socialismo ha crecido significativamente. Un síntoma claro de esa expansión ha sido la constitución de la Red de Estudios sobre el Socialismo Argentino (coordinada por Carlos Herrera y Ricardo Martínez Mazzolla). El análisis de la historia de esta fuerza política en distintas localidades y provincias de la Argentina ha sido una de las dimensiones de este crecimiento. Aunque las investigaciones responden todavía a una serie de preocupaciones dispersas, vinculadas a las distintas realidades locales, creemos que la compilación de algunos de estos trabajos puede ayudarnos a esbozar un conjunto de interrogantes en torno al modo en que las experiencias situadas resignificaron al socialismo argentino, matizando una historia partidaria urbana y “capitalinocéntrica”.

Un paralelismo válido puede establecerse con las lecturas “extracéntricas” sobre el peronismo (Macor y Tcach, 2003 y 2013) que han mostrado cómo las reconstrucciones de este movimiento político en la periferia llevaron a repensar algunas de las nociones compartidas sobre la naturaleza del peronismo, al punto de plantearse como alternativa a las visiones ortodoxa y revisionista. Aunque retomando todo el potencial de esta propuesta, nos interesa ser cautos respecto al sesgo “tradicionalista” que una lectura en esta clave podría imponer para el análisis del socialismo, instalando un cuestionario donde las preguntas centrales refieran al nivel de conservadurismo de esta fuerza política o, de signo contrario pero en el mismo sentido, en la búsqueda de los restos de progresismo en espacios tradicionales. Más modestamente, nos interesa identificar el modo en que el análisis del socialismo en el marco provincial y local ha puesto en la agenda la perspectiva microanalítica para el análisis partidario. Partiendo de esta situación, nuestra inquietud no se concentra sólo en el socialismo en el interior, sino que –y principalmente- apunta a analizar el socialismo al interior. El lazo entre ambos enunciados se explica, no tanto por considerar que las relaciones en comunidades pequeñas sean más personales que en grandes unidades de población, sino porque ha sido el análisis del socialismo en el marco provincial y local el que ha puesto en la agenda la perspectiva microanalítica. {{1}}

[[1]] Una excepción a esta tendencia puede verse en Pérez Branda (2011) [[1]]

Al respecto, suponemos que los análisis de las prácticas partidarias, las representaciones y las sociabilidades políticas en escenarios localizados permitirá construir una historia del socialismo más vinculada a las formas concretas de la política, generando terrenos de debate menos afectos a premisas liberal-democráticas sobre lo que debe ser el comportamiento político de las personas. Aunque esta tensión ya se ha sugerido para otras fuerzas políticas, para el caso del socialismo resulta particularmente relevante pues tanto los actores como una parte de los cientistas sociales que han encarado su estudio compartieron un conjunto de constructos conceptuales que han llevado a imprimir cierto anclaje valorativo idealizado a las prácticas cotidianas de la vida partidaria (Ferreyra, 2011). Esta perspectiva ideal enfrenta al socialismo con el universo de la “política criolla”, protagonizado a lo largo de la historia por conservadores, radicales y peronistas. En el primer espacio se conformaba un ciudadano comprometido gracias a su participación libre en la sociedad civil, cuyas decisiones políticas se basaban en el análisis de los programas y la organicidad de los partidos. En el otro ámbito, las carencias educativas y culturales de los habitantes del país les impedían elegir “racionalmente”, viéndose influenciados por vínculos personales y prácticas venales. En síntesis, creemos que un estudio del partido “a ras de suelo” puede ser más sensible para detectar las interferencias que se generaron entre la dimensión normativa socialista y las prácticas concretas.

Los trabajos seleccionados para este dossier están lejos de agotar el universo de estudios sobre el tema. Hemos buscado atender a una variedad espacial y cronológica, aunque priorizando la elección de autores que hayan tomado la historia del socialismo como eje de sus preocupaciones. Asimismo, nos pareció oportuno incluir trabajos recientes junto a otros ya clásicos, buscando poner en diálogo voces pertenecientes a generaciones diversas. Los límites temporales del dossier buscan identificar a lo largo del siglo XX una fuerza política que pasa por momentos de consolidación, auge, crisis y recuperación; aunque la mitad de los trabajos transitan la exitosa década del treinta y ninguno va más allá de la década del sesenta, cuando las divisiones sucesivas se abren paso en el campo de la “nueva izquierda”(Tortti, 2009). Espacialmente, hemos cubierto las provincias de Buenos Aires, Córdoba, La Pampa y Neuquén, aunque nuevamente más de la mitad de los trabajos se centran en territorio bonaerense, aquel que ha concitado mayor atención.

Más allá de estas divisiones administrativas, los trabajos muestran que el socialismo se desarrolló a partir de nodos y redes regionales, tal como lo evidencian los sucesivos contactos que los trabajos de Cabezas, Martocci y Prislei revelan entre los dirigentes de Bahía Blanca (Buenos Aires), el territorio pampeano y el neuquino. Asimismo, el artículo de Barandiarán muestra los lineamientos de una organización partidaria cuya articulación no se rige estrictamente por límites administrativos y políticos, advirtiendo que la distribución de los centros en los “comités de zona” no solía tener una lógica clara desde el punto de vista geográfico ni de la división electoral existente (p.19).

Los trabajos aquí presentados también permiten profundizar en torno a la cuestión rural, un tema nodal para los socialistas argentinos, contrabalancenado la imagen de un PS capitalino eminentemente urbano y complejizando la visión que sobre este tópico podemos conseguir a partir de las lecturas programáticas. Martocci y Barandiarán se proponen mostrar cómo circularon en las zonas rurales los conocimientos sobre el despliegue del capitalismo agrario. Aunque ambos reconstruyen distintos medios de difusión para este ideario (altoparlantes, películas, radiotelefonía, conferencias, relaciones “cara a cara”) revelan que el material impreso fue el predominante. Martocci coincide con Barandiarán al afirmar que este accionar fue contradictorio: difundían sus ideas de manera escrita, pese a que muchos de los habitantes rurales eran analfabetos (p. 22). Otras contradicciones señaladas por los autores, que seguramente operaron en detrimento de la propaganda rural, fueron la inexistencia de material en lengua extranjera para circular entre los migrantes y cierta minusvaloración de los habitantes del campo, a los que percibían como individuos con entendimiento limitado.

En efecto, el rol que los socialistas le otorgaron a la propaganda escrita fue central, en línea con la visión iluminista y pedagógica de la política que predicaban. Un testimonio fehaciente de la penetración territorial del socialismo puede seguirse a partir de la proliferación de emprendimientos periodísticos partidarios locales que circulaban a la par de La Vanguardia , el periódico del PS a nivel nacional. Para sólo mencionar los recuperados por los autores de este dossier: Juventud (Río Cuarto), Germinal (La Pampa), Luchas de Clases y Nuevos Tiempos (Bahía Blanca), El Despertar de Un Pueblo (Neuquén), Trilladora (periódico rural), La Democracia (Baradero), Tribuna Roja y Verdad (Luján), El Trabajo ( Mar del Plata).

Aunque las publicaciones periódicas son una fuente importante en casi todas las reconstrucciones aquí publicadas, los artículos de Prislei y Martina los toman como objeto central de análisis. Prislei propone pensar “la prensa como vidriera pública que oficia a modo de foro donde resulta pasible localizar e interpretar representaciones de la política y de la sociedad, con el objeto de observar aspectos relevantes tanto en los modos imaginados para incidir en el plano de las creencias colectivas, cuanto en las búsquedas por ejercer la representación de la soberanía popular.”(p.2) Por su parte, siguiendo las páginas de la revista Juventud, órgano de la Juventud Socialista riocuartense, Martina se propone contextualizar las estrategias y acciones elaboradas por el PS local antes y después del ascenso del peronismo a la presidencia.

Los conceptos de culturas políticas e imaginarios políticos traman estos análisis enfocados en las representaciones sociales que le permitieron definir su relación con el “otro” en espacios marginales. Por este camino, Martocci reconstruye los conflictos contra el fascismo, la iglesia y los terratenientes, enfrentamientos que se repiten en el análisis de otros escenarios locales para los años treinta, como el neuquino y el bonaerense. En definitiva, el amplio espectro de cruces que evidencia el enfoque del socialismo en el interior invita a pensar la ausencia del conflicto burguesía/ proletariado en términos menos reformistas de los que se le impugnan al analizar escenarios urbano-industriales.

Bisso avanza en este sentido, indagando en torno a las prácticas concretas de movilización y sociabilidad que el antifascismo argentino supo promover en las localidades del interior bonaerense. Su objetivo es “analizar los alcances y límites de la autonomía existente en las prácticas de recepción y construcción de apelaciones locales que tenían los mencionados círculos socialistas, en relación con la propuesta de discursividad antifascista que emanaba y se distribuía desde los centros políticos nacionales.” (p.8) Los cruces que el autor propone, alternando la dimensión local, provincial y nacional junto con la internacional, muestran la potencialidad del juego de escalas.

Trabajos como los de Bisso, Martocci y Prislei, enfocados en las relaciones entre cultura y política, aportan evidencia para conocer el modo en que los socialistas argentinos desplegaron una prolífica actividad cultural y educativa, enriqueciendo una tradición historiográfica que había focalizado en los vínculos entre socialistas y distintas asociaciones intermedias (clubes, sociedades de fomento, cooperativas, bibliotecas). Aunque centrados en Capital Federal, los estudios de Aricó (1991), Barrancos (1991) o Romero y Gutiérrez (1995) – por sólo mencionar algunos- fueron los primeros en desarrollar la agenda microanalítica para el estudio del socialismo. El artículo de Ferreyra también dialoga con estas investigaciones, que buscaban dar cuenta de un “socialismo desde abajo”, construido a partir de organizaciones sociales y culturales de la sociedad civil y se planteaban como alternativa a los modelos estatalistas. La autora muestra como la tendencia a favor de la descentralización y el convencimiento sobre las virtudes de la sociedad civil que guió esas reconstrucciones históricas se resiente cuando se enfoca el análisis en las experiencias de gestión comunal del socialismo después del peronismo, en la medida en que enfatizaron en la racionalización y la eficiencia como principios centrales para guiar la acción del estado.

En este trabajo, la gestión municipal aparece como otro aporte destacable de los enfoques sobre el socialismo en el interior, pues a la dimensión legislativa del accionar socialista se suma un posible análisis de su accionar en los ejecutivos comunales. En esta línea, Prislei constata un “estrecho umbral de tolerancia para lidiar con dificultades concretas de la gestión de convivencia y confrontación con otros sectores de poder en la experiencia neuquina” (p.42). En efecto, las tramas personales se cruzan con las identidades políticas y las posiciones programáticas complejizando las posibilidades de análisis. En este aspecto, Da Orden llama la atención sobre la importancia que tenían las redes primarias en un partido como el socialista, que hacía de lo ideológico e institucional una de las banderas que lo diferenciaban de las restantes agrupaciones políticas. El éxito partidario del socialismo en Mar del Plata durante los años veinte residió en la centralidad estratégica que los dirigentes del partido ocupaban en distintas asociaciones intermedias de la ciudad, especialmente sociedades recreativas, mutuales no étnicas y gremios patronales, seguidos de los gremios de trabajadores y de mutuales étnicas (sobre todo las italianas).

Esta imagen modernizante del PS también aparece cuestionada en el trabajo de Cabezas, quien aprovecha su análisis sobre los mecanismos partidarios internos a través de los cuales el PS financiaba, organizaba y llevaba a cabo la propaganda para revisitar algunas ideas cristalizadas para la historiografía sobre el socialismo. En particular, colocando al Centro Socialista de Bahía Blanca como foco de su análisis, matiza la visión del PS como un partido estrechamente centralizado a partir de la reconstrucción del proceso de producción de la política a nivel regional, al que nos referíamos anteriormente.

En pocas palabras, en esta introducción no hemos hechos más que visitar un sistema de problemas que podrán encontrar abordados con minuciosidad e inteligencia en los textos del dossier. De este modo, buscamos que el mismo sea una invitación a desarrollar nuevas investigaciones que permitan enriquecer una agenda propia de los estudios sobre el socialismo en el interior.

Textos del dossier:

 

Bibliografía citada

Aricó, José (1991) “Recuperar la memoria de las experiencias comunales” en La Ciudad Futura. Revista de cultura socialista, Nº 28, abril-mayo.
Barrancos, Dora (1991) Educación, cultura y trabajadores, Buenos Aires, CEAL.
Camarero, Hernán y Carlos Herrera (2005) “El Partido Socialista en Argentina: nudos históricos y perspectivas historiográficas”, en Camarero, H. y C. Herrera (eds.) El Partido Socialista en Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo, Buenos Aires, Prometeo, pp. 9-73
Ferreyra, Silvana (2011) “Socialismo y peronismo en la historiografía sobre el Partido Socialista” en Revista Prohistoria Nº 15, Rosario, junio, Disponible en: http://ref.scielo.org/xqynms
Macor, Darío y Tcach, César (2003) La invención del peronismo en el interior del país. Santa Fe, Ediciones UNL.
Macor, Darío y Tcach, César (2013) La invención del peronismo en el interior del país II. Santa Fe, Ediciones UNL.
Pérez Branda, Pablo (2011) “Los centros socialistas y sus dirigentes durante la crisis partidaria de 1927. El nacimiento del Partido Socialista Independiente”, en Pérez Branda, P. (comp.) Partidos y micropolítica, Mar del Plata, Suárez, pp. 53-81
Romero, Luis Alberto y Gutiérrez, Leandro H. (1995). Sectores populares, cultura y política. Buenos Aires en la entreguerra, Buenos Aires, Editorial Sudamericana.
Tortti, María Cristina (2009) El “viejo” Partido Socialista y los orígenes de la “nueva” izquierda, Bs.As., Prometeo.

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Dossier. Repercusiones de las guerras del siglo XX en los imaginarios políticos de derecha: estudios de caso en el marco latinoamericano https://historiapolitica.com/dossiers/guerras-en-imaginarios-de-derechas-latinoamericanas/ Mon, 30 Nov 2015 14:33:02 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=3206 Repercusiones de las guerras del siglo XX en los imaginarios políticos de derecha: estudios de caso en el marco latinoamericano

 

Valeria Galván

 

Los principales conflictos bélicos internacionales del siglo XX afectaron, en mayor o menor medida, a todos los rincones del planeta. En efecto, la Guerra Civil Española, la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría repercutieron incluso en regiones y poblaciones geográfi-camente alejadas de dichas contiendas, independientemente de su carácter beligerante. Pese a ello, las influencias de estas guerras a escala local fueron relegadas a los campos de la historia económica y diplomática hasta muy recientemente.

Sólo en las últimas décadas, la problemática bélica se enriqueció con los aportes de la historia social, cultural e intelectual. Asimismo, los estudios históricos de la guerra recibieron un nuevo impulso a partir del auge de la historia transnacional, que enfatizó en el análisis de la circulación de representaciones e ideas, filtradas por diversos actores específicos de los escenarios locales. Pero aun cuando la mirada puesta en las repercusiones ideológicas y políticas de las guerras en dicho sentido es una tendencia en proceso de consolidación en el campo historiográfico, ciertas perspectivas específicas, como por ejemplo, la historia conceptual, los abordajes desde el punto de vista de sus imaginarios o de las sociabilidades y su impacto en determinadas tradiciones ideológico-políticas, permanecen desatendidos.

Precisamente este último punto nos lleva a la segunda preocupación de este dossier: las derechas. Si bien los análisis sobre actores políticos considerados de derecha, han proliferado en los últimos años, éstos se cruzaron en escasas oportunidades con la perspectiva bélica. Efectivamente, el campo de estudio de las derechas abunda en análisis de actores políticos que según diversos parámetros (culturas políticas, relación con otros actores contemporáneos, etc.) han sido agrupados analítica-mente por la historiografía regional en liberales, nacionalistas, anticomunistas, católicos, conser-vadores, corporativistas, entre otros. Según el caso, sus prácticas e ideas son puestas bajo la lupa de la historia transnacional y comparada, de la historia política, social, cultural o de la historia intelec-tual.

En particular, los estudios acerca de la derecha en Latinoamérica abundaron en estos tipos de abordajes. Sin embargo, los análisis que tienen en cuenta la intersección entre derechas y guerras no han recibido mayor atención. Desarrollos recientes permiten avizorar un creciente interés en el cruce entre los estudios históricos de la guerra y la historia de las derechas.
Esta clase de aproximaciones tienen la ventaja de, por un lado, enriquecer la caracterización de los actores de derecha con una perspectiva global y, por otro, de descentrar la historia de las guerras, a partir de ejemplos concretos de anclaje local de las consecuencias bélicas en países no beligerantes. Así, más precisamente, las contribuciones que componen este dossier se enmarcan en la historia intelectual y cultural o en la historia transnacional para dar cuenta del impacto que las guerras han dejado en los procesos identitarios, las ideas, las prácticas y los imaginarios políticos de las derechas de la región.

En este marco, el dossier abre con el artículo de Matías Grinchpun sobre Carlos Ibarguren y la Pri-mera Guerra Mundial. Grinchpun se focaliza en la perspectiva de un intelectual nacionalista repre-sentativo de su campo, contemporáneo al primer gran conflicto bélico del siglo XX. Siguiendo de cerca el punto de vista de Ibarguren, observa que, a pesar de que en su biografía política e intelectual no se encuentra un desvío pronunciado respecto de sus principales posturas, el desencadenamiento de la guerra le sirvió como excusa para profundizar su elitismo político y su preocupación por la amenazante cuestión social en el plano doméstico. Eventualmente, asimismo, su interpretación decadentista de la Gran Guerra y de sus consecuencias lo llevarían a efectuar un giro corporativista que dio origen a una larga tradición político-intelectual en las generaciones nacionalistas siguientes.

En relación con la Guerra Civil española, la bibliografía que analiza sus repercusiones en la Argen-tina es más numerosa. La singularidad del texto de Nicolás Iannini, sin embargo, radica en que res-cata su repercusión en el nacionalismo de derecha argentino. Este artículo analiza la recepción del hispanismo en la revista nacionalista argentina Sol y Luna , considerando especial-mente cómo la adhesión al hispanismo de esta publicación sufrió modificaciones vinculados con la guerra española y el ascenso del franquismo. Así, el artículo destaca que esta adhesión al hispanismo se realizó desde una postura crítica, que pese a ensalzar la pertenencia a una misma comunidad cultural y espiritual no se limitó a la reproducción automática del discurso franquista sino que buscó utilizar el pilar de la hispanidad para su propio proyecto político de alcance nacional. De esta manera, se defendía desde sus páginas un nacionalismo (que se exacerbaba cada vez más con el correr de los años) enriquecido por la adscripción y defensa de los valores que emanaban de la “madre patria”.

En esta lista, la Segunda Guerra Mundial es quizás el conflicto que mayor atención ha venido con-citando, incluso desde la perspectiva de las derechas. No obstante, el trabajo de María Inés Tato ofrece una perspectiva singular. Mediante un análisis de las representaciones del nazismo en periódicos nacionalistas contemporáneos al desencadenamiento de esta contienda (Bandera Argentina, Crisol y El Pampero ), logra reconstruir un mapa de los aportes del nacionalso-cialismo alemán (tanto en términos ideológicos como pragmáticos y organizacionales) al nacional-ismo antiliberal argentino, en un momento de crisis de su identidad ideológica.
Finalmente, si bien los coletazos regionales de determinados procesos internacionales enmarcados en la Guerra Fría han sido trabajados principalmente de modo tangencial, análisis más recientes han comenzado a reconocer la importancia de los aspectos culturales e intelectuales de este conflicto a nivel global y de sus influencias específicas en el campo de las ideas y la cultura latinoamericanas. Entre éstos, adquieren particular relevancia los últimos estudios acerca del anticomunismo específico del contexto de Guerra Fría y sus influencias en la derecha latinoamericana. En esta línea, el artículo de Magdalena Broquetas (parte de un trabajo más amplio sobre las derechas en Uruguay) es fundamental para entender el alcance del Estados Unidos y la Guerra Fría en la política interna uru-guaya, que encarnó en la violencia política de inspiración principalmente anticomunista en una plu-ralidad de ámbitos, como el educativo, el sindical, el partidario y el gubernamental. Así, Broquetas se sumerge en la actividad de diversos grupos derechistas (conservadores, extremistas) que durante la década del 60 pivotaron en la arena política uruguaya, marcada por la crisis económica, la mo-vilización de los trabajadores y el miedo a la revolución comunista.

De modo similar, el trabajo de Luis Alberto Herrán Ávila rastrea las trayectorias de grupos nacion-alistas anticomunistas de la década del 60 en Argentina (Tacuara) y Méjico (MURO), atendiendo a sus vínculos, rupturas e imaginarios compartidos. En su análisis, Herrán Ávila apela a la historia transnacional para dar cuenta de la amplia dispersión en la sociedad civil de los años 60 del imagi-nario anticomunista y del modo en que éste caló en organizaciones juveniles nacionalistas que bus-caron, a su vez, construir una militancia de derecha, apelando a los métodos de acción política di-recta –propios del escenario de la Guerra Fría– y a un sentido de comunidad más amplio. Así, la militancia anticomunista de raíz nacionalista-católica trascendía, en ambos casos, las coyunturas nacionales.

Por último, este dossier cierra con un estudio de Elena Scirica sobre la acción política y de propa-ganda anticomunista en el contexto de la Guerra Fría, examinada en grupos católicos argentinos de los años 60 (principalmente “Cruzada”-“Tradición, Familia y Propiedad”). Según la autora, estas agrupaciones católico-integristas fueron las responsables de la difusión en las FFAA y en la socie-dad civil de un ideario anticomunista acérrimo, que en última instancia aspiraba a erradicar el marx-ismo de la vida política argentina, en general, y de la Iglesia católica posconciliar, en particular.

 

Textos:

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