izquierda – historiapolitica.com https://historiapolitica.com El sitio web del Programa Interuniversitario de Historia Política Thu, 30 Apr 2020 14:51:08 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.6.2 https://historiapolitica.com/wp-content/uploads/2014/08/cropped-logo1-32x32.png izquierda – historiapolitica.com https://historiapolitica.com 32 32 Dossier. El socialismo después del peronismo https://historiapolitica.com/dossiers/socialismo-posperonismo/ Tue, 05 May 2015 17:49:20 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=2939 El socialismo después del peronismo

 

María Cristina Tortti (UNLP)

 

El tema de este Dossier introduce al lector en un período sumamente conflictivo de la vida del Partido Socialista (PS), el cual sólo muy recientemente ha comenzado a ser explorado en los ámbitos académicos. Se trata de los años durante los cuales dicho partido atravesó el convulsionado proceso interno que lo conduciría a una extrema fragmentación y dispersión de sus fuerzas – fuerzas ya muy debilitadas desde la irrupción del peronismo.
En tal sentido, la sucesión de divisiones iniciada en 1958 puede ser entendida como el estallido de contradicciones y frustraciones largamente acumuladas, sobre todo –aunque no únicamente- durante el decenio peronista. Y también como consecuencia del malestar generado en sus filas cuando, después del inicial apoyo a la Revolución Libertadora, fue evidente que ésta no venía a “democratizar” la vida política y sindical sino a reprimir a los trabajadores.
Sin embargo, las polémicas y conflictos que agitaron al partido reconocen también otras causas, algunas de vieja data, entre las cuales corresponde mencionar la existencia de una persistente discusión –a veces abierta, a veces soterrada- entre quienes sostenían una versión “liberal” del socialismo y una intermitente “línea de izquierda” interesada en acentuar los contenidos específicamente socialistas del programa partidario y claramente diferenciado del de los partidos “meramente liberal-democráticos”: en las condiciones del post 55´ ambas corrientes encontrarían nuevos argumentos desde los cuales reanudar la disputa.
A los motivos derivados de la propia historia, pronto se agregarían los que provenían de los cambios operados a nivel internacional a partir de la segunda posguerra y que afectaban tanto a la recién reconstituida Internacional Socialista (IS) como al campo de las izquierdas en general. En Europa, en el contexto de la “guerra fría”, buena parte de los partidos de la IS venían produciendo un viraje que los llevaría a acentuar su carácter “democrático” y, a la vez, a desprenderse de la tradición marxista. En el caso del PS argentino, dicho viraje contribuía a avalar la línea “liberal” de Américo Ghioldi y favorecía su denuncia del “totalitarismo” -peronista o comunista.
En cambio, los procesos de descolonización y las experiencias revolucionarias –primero las de China y Yugoslavia, y luego la cubana- impactaron fuertemente a las izquierdas, sobre todo en las nuevas generaciones militantes. Las Juventudes Socialistas fueron tempranas receptoras y difusoras de esos procesos, en particular del cubano -con el cual estaban relacionados desde mucho antes de su triunfo. En ese camino los jóvenes socialistas encontraron apoyo en un grupo de veteranos dirigentes que, desde los años veinte y treinta sostenían posiciones antiimperialistas, muchas veces a contrapelo del grupo dirigente: junto a ellos iniciarán la batalla contra el “ghioldismo”.
En esa informal alianza renovadora se contaban varios tradicionales y prestigiosos dirigentes -Alfredo Palacios, Carlos Sánchez Viamonte y Alicia Moreau-, así como el prestigioso historiador José Luis Romero. Pero sin lugar a dudas el contingente principal provenía de las muy activas Juventudes Socialistas, comandadas por Alexis Latendorf, Enrique Hidalgo, Pablo Giussani, y los aún más jóvenes Elías Semán y Ricardo Monner Sans. Los unía el propósito de impulsar la revisión de la línea partidaria y de promover el reencuentro del partido con los trabajadores –alejándolo definitivamente del “gorilismo”
Pero la resistencia del sector mayoritario de la dirección nacional a abrir la discusión condujo, después de muchos y variados incidentes, a la fractura del partido, en julio de 1958. Del “congreso de la ruptura” resultaron dos agrupaciones: el Partido Socialista Democrático (PSD) -orientado por Ghioldi- y el Partido Socialista Argentino (PSA), que retuvo cerca de dos tercios de los afiliados y adicionó a su nombre el lema “Recuperado para la clase trabajadora”.
Si bien el lema resumía bien el espíritu de los renovadores, éstos no constituían un grupo homogéneo: sus puntos de acuerdo radicaban casi exclusivamente en el antighioldismo y en el compartido deseo de volver a ser un “partido popular”. Pero mientras algunos concebían ese proyecto en términos más bien moderados, el sector juvenil –marcadamente izquierdizado- era proclive a gestos políticos audaces y métodos radicales.
Durante la primera parte del gobierno de Arturo Frondizi, ambos partidos funcionaron de manera paralela, cada uno según su estilo. El PSD, aunque debilitado, mantuvo una discreta representación legislativa y cierta presencia en algunas localidades –siendo Mar del Plata, el caso más notable. Por su parte el PSA, que alcanzó una representación similar – o levemente superior- , muy pronto se dividiría por insalvables diferencias respecto del tipo de lazo político a establecer con el peronismo, y también en relación con la naturaleza de los vínculos que mantendría con la Revolución Cubana. En 1961 el grupo juvenil dio nacimiento al Partido Socialista Argentino de Vanguardia (PSAV), mientras que el otro sector –en el que se encontraba Palacios- pasó a denominarse Partido Socialista Argentino “Casa del Pueblo”.
El PSAV, que se consideró a sí mismo como el primer partido de la “nueva izquierda” argentina, y cuyo eje programático pasaba por la búsqueda de unidad con el peronismo –en particular con su sector combativo-, sufrió su propia crisis hacia fines de 1963 a raíz de una serie de frustrantes experiencias políticas. De su estallido resultaron tres organizaciones: Vanguardia Popular, en la que permaneció el grupo original, profundizó su línea pro peronista; Vanguardia Comunista, sector liderado por Elías Semán, optó por una construcción política de tipo marxista- leninista; y el Partido del Trabajo, que agrupó a buena parte de los militantes con inserción gremial. De ese modo, hacia mediados de la década del sesenta, parecía asistirse a una virtual desaparición del socialismo en la política argentina.
Si bien desde entonces nunca faltaron intentos de reagrupamiento de las dispersas fuerzas, debieron pasar varios años hasta que comenzaran a prosperar iniciativas como las de Alicia Moreau y la Confederación Socialista, o la búsqueda de acuerdos entre quienes venían del “viejo tronco” y el más joven Partido Socialista Popular. Pero, por haberse producido en un contexto histórico sensiblemente diferente del aquí evocado, ésos son temas que exceden los propósitos de este dossier.

El texto de Cecilia Blanco (Licenciada en Sociología, UBA) analiza las mutaciones producidas en el discurso de la Juventud Socialista en el período inmediatamente posterior a la caída del peronismo, y advierte los síntomas de una crisis de identidad y de voluntad política renovadora expresada en la búsqueda de nuevos esquemas interpretativos sobre el “hecho peronista”.
El trabajo de María Cristina Tortti (Licenciada en Sociología; Doctora en Historia- UNLP) reconstruye el ciclo de divisiones del PS, atendiendo a los temas a partir de los cuales se produjo la radicalización de su fracción de izquierda. La combinación de acercamiento al peronismo y fuerte adhesión a la Revolución Cubana puede ser leída como un intento de articular elementos de la doctrina socialista con contenidos propios del nacionalismo popular.
Silvana Ferreyra (Doctora en Historia, UNMDP- CONICET) se interesa por entender cómo hacía política, a nivel local, el Partido Socialista Democrático, en Mar del Plata entre 1958 y 1966. Confronta el imaginario socialista tradicional con las prácticas efectivamente desarrolladas desde el gobierno municipal, y encuentra contradicciones entre el ideal del asociacionismo “autónomo” y la presencia de los vínculos personales (clientelismo) en las relaciones políticas.
Karina Jannello (Magíster en Sociología de la Cultura, UNSAM) indaga en las políticas culturales del Partido Socialista –luego PS Democrático- en el contexto de la “guerra fría” y en conexión con emprendimientos auspiciados desde los ambientes socialistas europeos destinados a difundir :una versión humanista, pro liberal y anticomunista del socialismo.
El texto de Fernando Pedrosa (Doctor en Procesos Políticos Contemporáneos, Universidad de Salamanca) presenta la muy poco conocida labor de la Internacional Socialista en América Latina que, desde 1955 contaba con un Comité Latinoamericano, apoyado fundamentalmente en los partidos socialistas del cono sur. Pero luego, la conflictividad e izquierdización de esos partidos llevó a que la Internacional girara su atención hacia los llamados “partidos populares”.
Adrián Celentano (Profesor de Historia, UNLP) y María Cristina Tortti indagan en los orígenes de Vanguardia Comunista, el primer grupo maoísta argentino. Nacido de la crisis del Socialismo de Vanguardia y del desencanto con las posibilidades revolucionarias del peronismo, el grupo liderado por Elías Semán se propuso crear un partido marxista-leninista, alejado tanto del populismo como del guerrillerismo.

 

Textos

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Dossier. Cinco estudios recientes sobre el comunismo uruguayo https://historiapolitica.com/dossiers/comunismouruguayo/ https://historiapolitica.com/dossiers/comunismouruguayo/#respond Sat, 22 Oct 2011 13:25:54 +0000 http://historiapolitica.com/?page_id=1198 Cinco estudios recientes sobre el comunismo uruguayo
Jaime Yaffé (Universidad de la República-Uruguay)

En los últimos diez años se ha producido, en particular en el campo de la historiografía, un verdadero estallido en la producción académica uruguaya sobre el “pasado reciente”. Aunque la dictadura cívico-militar que gobernó en Uruguay entre 1973 y 1985 es el fenómeno que capta mayor atención, esa gelatinosa expresión refiere vagamente al extenso período comprendido entre los años sesenta del siglo XX (el año 1959 es la referencia cronológica principal que por razones externas – revolución cubana – e internas – rotación entre los partidos tradicionales en la conducción mayoritaria del gobierno nacional – marca el comienzo de ese pasado) y la actualidad. De tal modo, la “historia reciente” comprende episodios y procesos que habiendo ocurrido hace más de medio siglo ya no son para nada recientes, pero así es, en términos cronológicos como se ha configurado este campo de estudios.
Desde el punto de vista temático, el campo de la historia reciente se ha constituido indudablemente en torno a la dimensión política del extenso período histórico que abarca. En ese sentido, la condicionalidad histórica de esa centralidad de lo político en la configuración del pasado reciente como objeto de estudio aparece bastante clara si se repara en el hecho de que buena parte de los estudios se ubican en algún momento o aspecto en la secuencia crisis/dictadura/transición/restauración que tiene al régimen democrático de gobierno y convivencia como elemento articulador de las conexiones de sentido que atribuyen significados a esa sucesión. Esa referencialidad que tiene lo político, y dentro de ella la preocupación por los avatares de la democracia, que remite a su vez al interés particular en el estudio de los itinerarios institucionales y de ciertos actores (los partidos, la guerrilla, los militares, los sindicatos) y de ciertos temas (la violencia política, la protesta social, la represión estatal, el debate ideológico y programático) no ha excluido, sobre todo últimamente, la presencia de otros actores y aspectos (demográficos, culturales, económicos) de la realidad histórica en la producción sobre el pasado reciente, pero ello ha sucedido sin que pueda dejarse de reconocer aquella centralidad.
En ese marco, un fenómeno que llama la atención en esa producción es la relevancia que ha adquirido el estudio de la más importante entre las organizaciones armadas que protagonizaron la instalación de la violencia política desde la segunda mitad de los años sesenta: el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros. Otros actores, tanto o más importantes como los tupamaros en la vida política, social y cultural del Uruguay en los años previos al golpe de Estado de 1973, han quedado disminuidos o directamente invisibilizados en las reconstrucción e interpretaciones de aquella época. Este es sin dudas el caso del Partido Comunista, que indudablemente constituía por entonces la organización política más desarrollada de la izquierda uruguaya, y la que había alcanzado una mayor capacidad de influencia en el ámbito social (especialmente en el movimiento sindical, y en menor medida también en el estudiantil), en el cultural (tanto a nivel universitario como entre los intelectuales y artistas independientes), y en el político institucional. En este último ámbito, con una presencia constante y creciente en la arena electoral y el ámbito parlamentario, que aunque muy minoritaria en el escenario global, le permitió constituirse en el sector más votado dentro del Frente Amplio en el momento de su estreno en 1971, acabaron desplazando, en los años sesenta, al Partido Socialista, convirtiéndose, a pesar de condición marcadamente minoritaria, en la única organización de la izquierda uruguaya con alguna capacidad de influencia real sobre el proceso de gobierno y de formulación de las políticas públicas.
Es difícil explicar este desencuentro entre la realidad histórica y la producción historiográfica sobre ella. De hecho no tenemos una explicación para el caso, pero es posible que los disímiles derroteros de tupamaros y comunistas en el período postdictadura tengan algo que ver en la determinación de los intereses de los historiadores y otros estudiosos del pasado reciente. Por un lado, los tupamaros lograron reconstruir su organización, incorporar militantes de las nuevas generaciones forjadas en la lucha contra la dictadura, reconvertirse exitosamente a la vida política legal y a la competencia electoral, y resignificar su derrota militar como una victoria política, comenzando por la capacidad de sobrevivencia y siguiendo por el éxito de sus apuestas electorales. Como coronación de todo ello, el Uruguay tiene desde marzo de 2010 un presidente tupamaro que encabeza el segundo gobierno de la izquierda en los 180 años de historia como estado independiente. Por el otro lado, los comunistas, luego de la recomposición partidaria y el exitoso desempeño electoral que en 1989, cuando en Europa caían uno tras otro todos los regímenes comunistas, volvió a colocarlos como la primera fuerza dentro del Frente Amplio, ingresaron en una profunda crisis política e ideológica que acabaría en 1992 en una fractura inédita en la historia del PC, al producirse el retiro de la mayoría de la dirección partidaria y el abandono de la militancia por parte de miles de afiliados del que hasta entonces era el aparato político partidario más importante del Uruguay. Muy rápidamente el PC perdió su condición mayoritaria dentro de un Frente Amplio que crecía elección tras elección, al mismo tiempo que veía notablemente disminuida su influencia en la dirección del movimiento sindical y estudiantil, así como en el campo de la cultura y la educación.
Es solo una conjetura a falta de buenas hipótesis, pero es muy probable que itinerarios contemporáneos tan contrastantes hayan condicionado fuertemente los intereses y curiosidades de quienes en los mismos años se volcaron al estudio de la historia reciente, hasta producir la incongruencia antes mencionada. Ciertamente, también se puede proponer otra explicación, fundada ya no en los desarrollos post-dictadura de ambos actores sino en algunas de las formas en que ha sido interpretado el proceso de la crisis que epilogó en el golpe de estado en 1973. En este sentido, la importancia que algunas de las más difundidas interpretaciones del período 1968-1973 atribuyen a la irrupción de la violencia revolucionaria en el desencadenamiento de la situación que culminó en dicho golpe, han conducido a la instalación de un relato predominante en el que los tupamaros y los militares aparecen como protagonistas centrales, mientras que otros actores igualmente relevantes en aquellos sucesos históricos (entre ellos, los comunistas, también el sindicalismo) quedan marginados o subordinados en la reconstrucción del curso principal de los acontecimientos de aquel período.
Esto que resulta tan evidente pronto empezó a ser señalado y cuestionado tanto dentro como fuera del ámbito académico. Probablemente sea por ello que en los últimos dos o tres años han empezado a conocerse los resultados de investigaciones (alguna ciertamente estaba en curso desde hacía varios años) que comienzan a poner los primeros ladrillos para una reconstrucción del lugar y el papel que cupo a los comunistas en la historia reciente del Uruguay, tanto antes, como durante y después de la dictadura. Al menos tres de los cinco trabajos reunidos en este dossier son una muestra que creemos representativa de esta novedad reciente en el campo de la historia reciente del Uruguay. Además está en curso de terminación una investigación conducida por Álvaro Rico en la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República sobre la represión contra el PC en dictadura, de la que nos hubiera gustado incluir una muestra de sus resultados. Si bien ello no ha sido posible, esta mención pretende evidenciar que el fenómeno del que, como justificación general del dossier, hemos querido dejar constancia en este párrafo, se encuentra en desarrollo.
El trabajo, aún inédito, de Fernando López (un historiador sin adscripción institucional en el ámbito académico pero que ha producido varios de los pocos trabajos existentes sobre la historia de la izquierda en el siglo XIX y las primeras tres décadas del XX) es el único que no pertenece al campo de la historia reciente, ni es representativo de la novedad antes mencionada ya que responde a una línea de investigación que el autor viene desarrollando desde hace más de veinte años. Ha sido seleccionado precisamente para dar cuenta de la existencia de ese trabajo solitario realizado por fuera de las estructuras académicas, que antecede a las novedades recientes y que se continúa al tiempo que ellas se van desarrollando. En este texto López rastrea los orígenes de lo que denomina “cultura stalinista” en el comunismo uruguayo entre 1921 y 1930. Basándose en el periódico del PC (“Justicia”) como única fuente el autor reconstruye y analiza algunos episodios clave que muestran tanto la adopción de la cultura stalinista como la permeabilidad del PC para hacerlo sin violencia ni grandes conflictos. En ese itinerario, surge muy clara la fuerte incidencia de la Internacional Comunista y otros partidos de la región (en particular el PC argentino) en el partido local.
Gerardo Leibner (uruguayo residente desde hace varias décadas en Israel, Dr. en Historia por la Universidad de Tel Aviv, donde desarrolla su actividad académica), es uno de los historiadores que, quizás por encontrarse relativamente desconectado del contexto político y el ambiente cultural antes descrito, desarrolló a lo largo de la primera mitad de los años 2000 una ambiciosa investigación sobre la historia social y política de los comunistas uruguayos entre 1941 y 1973. La publicación de sus resultados por parte de la editorial Trilce de Montevideo bajo el título Compañeros y camaradas. Una historia política y social de los comunistas del Uruguay, largamente esperada por la comunidad académica local, se demoró hasta el mes de octubre de este año 2011. Por tal motivo es muy poco lo que, a través de ponencias y artículos fragmentarios, había podido conocerse hasta entonces de este trabajo. En el texto que se ha seleccionado para este dossier, tomado de un libro colectivo de homenaje a José Luis Massera – matemático de prestigio internacional al que protagonistas y estudiosos reconocen como el “número dos” del comunismo uruguayo desde mediados del siglo XX – publicado en 2009 por el Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas, a partir de una aproximación biográfica al itinerario político del personaje en cuestión, se repasan y analizan diversos aspectos de la renovación directriz vivida por el PC en 1955 y sus efectos sobre la línea teórica y la estrategia política del PC desde entonces y hasta 1973. Leibner habla de una verdadera “reconstrucción” del PC uruguayo en este período, al cabo del cual acabará posicionándose como la principal fuerza política, social y cultural de la izquierda uruguaya.
Marisa Silva (quien reúne la doble condición de escritora de novelas y profesora de historia formada en el Instituto de Profesores Artigas de Montevideo y posgraduada en Historia Contemporánea en el Instituto Universitario CLAEH) ha realizado en su tesis de maestría una aproximación al Partido Comunista en el mismo período (1955-1973) desde un enfoque poco frecuente en la historia política uruguaya. Se trata de un abordaje en el que se reconstruye el itinerario del PC en esos años con la mirada puesta en las claves culturales de su identidad política. Los tres capítulos incluidos en este dossier pertenecen al libro publicado por Taurus que en el año 2009 dio a conocer su tesis de maestría. En ellos se abordan sucesivamente tres aspectos (una conmemoración, el acto aniversario anual; un objeto, el carné del afiliado comunista; y un concepto que formaba parte del orgullo de ser y sentirse comunista: la unidad del partido) que expresan componentes configurativos de la cultura y la identidad de “aquellos comunistas” de antes de la dictadura iniciada en 1973.
Por su parte, también ubicándose – aunque desde una perspectiva bastante diferente en cuanto a los actores estudiados, las preguntas, las referencias teóricas y las fuentes consultadas – en la indagación de la amplia zona de superposición entre cultura y política, Vania Markarian (Dra. en Historia Latinoamericana por la Universidad de Columbia, investigadora de la Universidad de la República) ha estudiado cómo ciertos aspectos de la rebelión juvenil de los años sesenta, en particular los referidos al uso de la violencia como un recurso legítimo de expresión de rebeldía y resistencia a la acción represiva del Estado, tuvieron un efecto configurador no sólo de una identidad generacional, sino también de ciertas identidades específicas al interior del movimiento estudiantil. Desde esas preocupaciones, en el artículo seleccionado para integrar este dossier -publicado en el año 2010 por la revista EIAL de la Universidad de Tel Aviv- se analiza el caso específico de los jóvenes comunistas durante las movilizaciones de los estudiantes secundarios y universitarios de Montevideo en el año 1968.
Por último, los politólogos Ana Laura de Giorgi y Adolfo Garcé junto el profesor de historia Federico Lanza han desarrollado durante dos años una investigación sobre la evolución del PC uruguayo desde la restauración democrática de 1985 hasta la actualidad. Aunque no se trata de un trabajo comparativo, uno de los fundamentos explícitos del proyecto radica en el propósito de explicar por qué, a diferencia de lo sucedido con el MLN, el PC, que había emergido de la dictadura como la mayor fuerza política dentro de la izquierda, no logró adaptarse con éxito a las nuevas circunstancias impuestas por la crisis del socialismo real, ingresando por el contrario en una fuerte crisis. El texto que se incluye en este dossier es un anticipo muy parcial de un libro que se anuncia para el año 2012. Se trata de una ponencia presentada en el V Congreso Latinoamericano de Ciencia Política celebrado en Buenos Aires en el año 2010, donde, se reconstruyen las que se reconocen como tres etapas de la trayectoria del PC en el período 1985-2009, y se propone una explicación desde la literatura sobre adaptación partidaria, redimensionando en ella el peso del factor ideológico.

Nota: El autor agradece a sus colegas Gabriel Bucheli y Vania Markarian por los comentarios que formularan a la versión inicial de esta presentación, al tiempo que los exonera de toda responsabilidad por el contenido final de la misma.

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