México – historiapolitica.com https://historiapolitica.com El sitio web del Programa Interuniversitario de Historia Política Wed, 17 Apr 2024 20:20:25 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.6.2 https://historiapolitica.com/wp-content/uploads/2014/08/cropped-logo1-32x32.png México – historiapolitica.com https://historiapolitica.com 32 32 Dossier. La Independencia de México: problemas históricos y perspectivas de estudio https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-la-independencia-de-mexico-problemas-historicos-y-perspectivas-de-estudio/ Mon, 15 Apr 2024 21:20:03 +0000 https://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4666 ISSN sección Dossier 2618-415x

Rodrigo Moreno Gutiérrez (Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM)

Uno de los motores de la producción de conocimiento histórico es el calendario cívico de las conmemoraciones. En el mundo hispanoamericano estamos terminando un larguísimo ciclo de conmemoraciones bicentenarias relacionadas con las revoluciones de independencia. En los pasados 15 años vio la luz una ingente cantidad de publicaciones sobre las independencias que estuvieron directa o indirectamente vinculadas al ritmo de las sucesivas coyunturas bicentenarias. Ese alud impreso y electrónico revitalizó las visiones y los debates con que entendemos la disolución de los imperios ibéricos en América y la lenta construcción de los estados nacionales en donde antes hubo dominios coloniales. El caso mexicano formó parte de esa renovación. Este dossier ofrece una reducidísima pero altamente significativa muestra de la historiografía cocinada al calor de los hornos bicentenarios.

En estas líneas no trataré de ofrecer un balance historiográfico[1] propiamente dicho sino de animar la lectura de los textos seleccionados a partir de la muy apretada presentación de sus propuestas. Quien se asome a estas aportaciones podrá percatarse de la diversidad temática que, no obstante, comparte un suelo común de concepciones sobre el proceso independentista que buscan restituir la complejidad histórica y, al mismo tiempo, desprenderse de la fatalidad o la teleología nacionalista. Por aquí hay historia política pero también historia social, historia económica y fiscal, historia de la salud, historia de las prácticas religiosas e historia de la guerra, porque diversa es la realidad histórica y así mismo tienen que ser las perspectivas desde donde se le mira.

El género, la representación política, la violencia, la legitimidad o la nación son problemas históricos visibles a cada paso del proceso independentista y analizados de manera actualizada y sugerente en los textos que aquí se incluyen y que reflejan el tipo de preocupaciones historiográficas que engloba eso que muy genéricamente llamamos “Independencia”. Ese rico horizonte temático también historia las experiencias electorales con que se renovó o creó una cultura política, al igual que los impactos políticos, económicos, fiscales, sociales y culturales de la guerra y todo su despliegue de violencia, enfermedad y muerte.

La selección también pretende mostrar que el estudio y la comprensión del proceso independentista (el mexicano en este caso, pero cualquiera) no se puede constreñir a una o unas fechas precisas ni a un ámbito particular. Si bien aquí hay artículos que ahondan en momentos que han sido señalados como alfa y omega de la crisis y la revolución (1808 y 1821), queda bien expresado que para entender el calado de las transformaciones es necesario retroceder al siglo XVIII y navegar mucho más adelante en el XIX.

De esta manera el dossier incluye el texto de Virginia Guedea dado que se le puede ubicar en la corriente inaugural de la revisión del convulso verano de 1808 en la ciudad de México. Había sido una de sus primeras estudiosas y con este capítulo recuperó la experiencia mexicana del juntismo abortado o fallido. Con un relato claro y mesurado, Guedea explica el debate que tradujo en términos novohispanos la crisis política de la monarquía. Al ritmo del arribo de noticias y enviados, los argumentos se fueron radicalizando y dejaron ver la distancia entre las distintas visiones de la crisis y del papel de América y de los súbditos americanos en ella. El abrupto degüello de la alternativa juntista mediante un golpe de estado que abrió la puerta a la violencia política, envió a la clandestinidad la discusión de las alternativas y aumentó presión a la olla que explotó en 1810 con una inédita rebelión masiva y popular.  

Una parte sustancial de la renovación historiográfica de las independencias tuvo que ver, desde la década de los 1990, con el estudio de la representación política. De esta forma quedó claro que uno de los pilares de la revolución fue la experimentación de muy diversos proyectos y diseños de sistemas representativos dentro de los cuales latía la figura del ciudadano. Producto de un proyecto colectivo especialmente fructífero que muestra dicha renovación y que ha arrojado valiosa luz sobre las prácticas electorales del siglo XIX mexicano, este capítulo de Matilde Souto tiene la virtud de explicar con paciencia didáctica la cultura política en la que se erigió la representación moderna. Así queda claro que las prácticas del liberalismo desatadas en el contexto del proceso independentista solo pueden ser entendidas a cabalidad si se considera el mundo corporativo, jerárquico y privilegiado de la monarquía española que las engendró. La organización del voto, las concepciones del universo electoral (con sus muy dicientes exclusiones y requisitos) y las movilizaciones políticas y mecanismos que rodearon el ejercicio electoral muestran la distancia entre un régimen y otro pero también la forma en que el antiguo orden de cosas condicionó las innovaciones del naciente constitucionalismo.

Por su parte, Michael T. Ducey ofrece una cara complementaria de la transformación de la representación política de aquellos años: la de los pueblos insurgentes. Vista desde las capas medias y bajas de la rebelión, Ducey nos obliga a recordar que el hispanoamericano de principios del XIX era un mundo abrumadoramente rural. Las elecciones pueblerinas en plena guerra es una vía fascinante y expresiva para entender no solo las bases de la rebelión sino más aún las condiciones en que se cimentó del Estado moderno. Aquí aparecen, entre otros problemas, el surgimiento de liderazgos locales (muchos a través de las armas); la importancia de los curas en la vida de las comunidades; el peso del voto corporativo (ahí también) y la ritualidad de las experiencias electorales.

Erika Pani disecciona las ambigüedades del liberalismo, de la ciudadanía, de la igualdad y del estado moderno con relación a las mujeres y su lugar en la vida política. En su artículo, Pani revela a través de la necesaria perspectiva de género las implicaciones de las identidades políticas y las anomalías y exclusiones de la supuesta universalidad del discurso liberal. De esta manera, la autora supera la historiografía anecdótica empeñada en encontrar heroínas al servicio de la patria para, en cambio, cuestionar –a partir del caso mexicano– las desigualdades de los supuestos básicos con que se proyectó el poder, el espacio público y el cuerpo político del tiempo de las independencias. Género, clase y raza modelaron el imaginario político del estado nacional decimonónico. A través de actitudes de mujeres concretas y actos de represión o prácticas políticas o religiosas, Pani explica percepciones, expectativas y valores alrededor de la figura de la mujer en el contexto de la guerra civil y las primeras décadas independientes.

Juan Ortiz es uno de los especialistas que más ha enfatizado la importancia de considerar la faceta bélica del proceso independentista. La independencia fue, entre otras muchas cosas, en Nueva España como en buena parte de Hispanoamérica, una guerra o distintos tipos de guerras. En este trabajo Ortiz propone entender el conflicto novohispano a través del tamiz de la guerra civil. En esta sustanciosa síntesis Ortiz muestra las contradicciones y profundas divisiones políticas y sociales con que se desarrolló el conflicto y algunas de sus muchas particularidades regionales.

El artículo de Marco Landavazo escudriña las prácticas y lenguajes de la violencia insurgente. El odio al gachupín aparece aquí como uno de los rasgos más característicos y estremecedores de la rebelión, pero también sirve al autor para mostrar las posibilidades de una historia sociocultural de la guerra. Discursos vengativos y condenatorios y prácticas justicieras y sanguinarias de ese peculiar terror novohispano permiten asomarse a un plano repulsivo pero central de la guerra. De este modo, Landavazo ayuda a comprender fenómenos como la construcción del enemigo, la conformación de la identidad combativa, el uso del miedo y el papel que tuvo en todo ello el rumor.

Y de la violencia a la enfermedad que, como se sabe, mató más gente que las armas en aquellos años. El capítulo de María del Carmen Sánchez Uriarte coloca en el punto de mira la doble hélice formada por la guerra y la enfermedad. El texto se vale de la gravísima epidemia que asoló las regiones centrales de la Nueva España en 1813 para estudiar sus hondos impactos demográficos, sociales, económicos, políticos y fiscales. Desatada en un episodio militar (el sitio de Cuautla de 1812), la epidemia de tifo –o las “fiebres misteriosas” como se les conoció entonces– incidió en todos los frentes: en la insurgencia, en la contrainsurgencia y en la dificultosa observancia del frágil régimen constitucional gaditano que se encontraba vigente. De esta manera, Sánchez Uriarte recupera la historiografía de la salud para evaluar, a través de sus reacciones ante la enfermedad y la devastación, el tipo de Estado, de sociedad y de movilización de recursos con que se encararon estos problemas.

En efecto, la guerra es movilización de recursos. El capítulo de Ernest Sánchez Santiró ofrece una utilísima recuperación crítica de historiografías tan necesarias como aparentemente áridas, como lo son las de la historia económica y fiscal. Sólidamente fundamentado, el texto matiza, discute, señala vacíos y estimula preguntas en un horizonte temático notablemente fértil que va del impacto demográfico de la guerra a las migraciones interiores; del contrabando a la apertura de nuevos circuitos comerciales; de la importancia de la pérdida de control de los caminos al florecimiento de regiones y puertos que, por derivación, resultaron beneficiados. En última instancia el texto presenta un recorrido didáctico por la política fiscal que buscó hacer frente a la guerra, explicando la diversidad de impuestos de que se echó mano y la creatividad institucional a que dieron lugar.

El texto de William B. Taylor toca uno de los aspectos más llamativos del proceso independentista mexicano: el peso de la religión y en particular el del culto guadalupano. Emblema de la rebelión y luego parte constitutiva de la identidad nacional, la Virgen de Guadalupe ha quedado asociada en la tradición nacionalista a la insurgencia y a su principal dirigente, el cura Miguel Hidalgo. Ricamente documentado, el texto de Taylor explica el contexto y el origen de esas expresiones ciertamente religiosas pero sobre todo políticas que aparecieron durante el conflicto. Para ello, el capítulo se remonta a la promoción eclesiástica del culto guadalupano que ocasionó su disparado crecimiento en el siglo XVIII. Taylor propone que el guadalupanismo de aquellos años ni fue un fenómeno de peregrinaje ni fue un monopolio insurgente. Las eruditas consideraciones sobre la Guadalupana se realzan y enriquecen en el texto de Taylor mediante el contraste con el culto a la Virgen de los Remedios. Tradicionalmente asociada a la fidelidad realista española, aquí queda mejor explicado el lugar de dicha devoción en el imaginario novohispano y particularmente en el entorno de la ciudad de México. De este modo, a través de dos significativos cultos marianos, el capítulo ofrece una colorida perspectiva de las implicaciones de la religión en la cultura política con que se transitó del orden colonial al nacional.

Finalmente, el texto de mi autoría que me atrevo a incluir en este dossier pretendió sintetizar una interpretación sobre la coyuntura final del conflicto que supuso la ruptura independentista en 1821 y el consecuente establecimiento del Imperio Mexicano. Se trata de una de las etapas más estigmatizadas y peor comprendidas que, debido a su peculiar y reciente bicentenario, ha cobrado en estos últimos años nuevo protagonismo historiográfico. Sin mayores pretensiones innovadoras o concluyentes, el capítulo acaso lo que busca es problematizar el contexto y los elementos con que una independencia como la de 1821 pudo ocurrir. Con ese propósito destaco el mundo euro-atlántico de las restauraciones postnapoleónicas; la cultura constitucional que se fue moldeando con base en multitud de experiencias necesariamente imperfectas y asombrosamente semejantes; la cultura de guerra que creó, conflagración mediante, un repertorio de acciones colectivas y una manera de relacionarse con el poder que se vino a inscribir en la médula de toda Hispanoamérica por décadas; y las particularidades que explican el movimiento armado independentista que puso punto final a la existencia de la Nueva España.

Como puede verse, las temáticas de esta selección son diversísimas y heterogéneas. Constituyen apenas una muestra mínima del tipo de abordajes que en este siglo XXI se han estado produciendo en una vigorosa historiografía que ha abandonado los anacrónicos límites nacionales y se encuentra en plena sintonía –y con frecuencia en diálogo explícito y con espíritu comparativo–  en toda Latinoamérica. Confío en que con esta introducción y sobre todo con la nueva puesta en circulación de estos textos se potencien dichos diálogos y se conozcan y discutan estos temas.

Textos seleccionados para el Dossier:

Guedea, Virginia (2007). La Nueva España. En Manuel Chust (coord.), 1808. La eclosión juntera en el mundo hispánico, México, Fondo de Cultura Económica / El Colegio de México, pp. 84-104.

Souto Mantecón, Matilde (2019).  ¿La inocente plebe seducida?: La organización y movilización del voto en el mundo corporativo novohispano. En Fausta Gantús y Alicia Salmerón (coords.), Campañas, agitación y clubes electorales. Organización y movilización del voto en el largo siglo XIX mexicano, México, INEHRM / Instituto Mora, pp. 31-84.

Ducey, Michael T. (2019). Gobierno, legitimidad y movilización: aspectos de la vida electoral en tiempos insurgentes. Historia Mexicana, v. 68, n. 4, pp. 1593-1638.

Pani, Erika (2006). “Ciudadana y muy ciudadana”? Women and the State in Independent Mexico, 1810-30. Gender & History, v. 18, n. 1, abril 2006, pp. 5-19.

Ortiz Escamilla, Juan (2014). La guerra civil de 1810 en México. En Pilar Gonzalbo Aizpuru y Andrés Lira González (coords.), México, 1808-1821. Las ideas y los hombres, México, El Colegio de México, pp. 393-422.

Landavazo, Marco Antonio (2009). Para una historia social de la violencia insurgente: el odio al gachupín”. Historia Mexicana, v. 59, n. 1, jul-sep., pp. 195-225.

Sánchez Uriarte, María del Carmen (2013). Entre la salud pública y la salvaguarda del reino. Las fiebres misteriosas de 1813 y la guerra de independencia en la Intendencia de México. En América Molina, Lourdes Márquez Morfín, Claudia Patricia Pardo Hernández (eds.), El miedo a morir. Epidemias, endemias y pandemias en México: análisis de larga duración, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Instituto Dr. José María Luis Mora, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2013, pp. 51-74.

Sánchez Santiró, Ernest (2014). Economía y fiscalidad en la guerra de Independencia. Nueva España (1810-1821). En Jorge Gelman, Enroque Llopis y Carlos Marichal (coords.), Iberoamérica y España antes de las independencias: 1700-1820: crecimiento, reformas y crisis, México, Instituto Mora / Conacyt / El Colegio de México, 2014, pp. 163-224.

Taylor, William B. (2007). La Virgen de Guadalupe, Nuestra Señora de los Remedios y la cultura política del periodo de Independencia. En Alicia Mayer (coord.), México en tres momentos: 1810-1910-2010. Hacia la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana. Retos y perspectivas, 2 v., México, UNAM, 2007, tomo II, pp. 213-238.

Moreno Gutiérrez, Rodrigo (202. Una interpretación de la independencia mexicana de 1821”. En Ana Carolina Ibarra, Juan Ortiz Escamilla y Alicia Tecuanhuey (coords.), La consumación de la independencia. Nuevas interpretaciones (homenaje a Carlos Herrejón), Xalapa, Universidad Veracruzana/IIH-UNAM/El Colegio de Michoacán, pp. 141-168.


[1] Ensayé un breve balance en “La historiografía del siglo XXI sobre la independencia de México”, dossier “Tendencias actuales de la historiografía”, HistoriAgenda, [Colegio de Ciencias y Humanidades, UNAM], n. 38, Cuarta Época, octubre 2018-marzo 2019, pp. 24-35. Disponible libremente en la dirección: https://revistas.unam.mx/index.php/historiagenda/article/download/69471/61292/204404,

]]>
Dossier: Rituales políticos y usos del pasado en los Centenarios y Bicentenarios de Argentina y México https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-rituales-politicos-y-usos-del-pasado-en-los-centenarios-y-bicentenarios-de-argentina-y-mexico/ Thu, 11 May 2023 19:57:00 +0000 https://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4549 ISSN sección Dossier 2618-415x

Camila Perochena (Universidad Torcuato Di Tella)

Introducción

Conmemorar implica establecer un puente entre el pasado y el presente. Toda conmemoración, según Mona Ozouf, vive de la afirmación obsesiva del presente: “aquellos a los que honramos son los mismos entre ellos, nosotros somos los mismos entre nosotros, nosotros seguimos siendo los mismos que en ese entonces y, por último, seguiremos siendo los mismos en el futuro”[1]. La conmemoración se convierte así en una lente para entender el presente. Partiendo de esta premisa, los artículos y capítulos de libros aquí reunidos se centran en los dispositivos rituales y los usos políticos del pasado durante las conmemoraciones Centenarias y Bicentenarias en Argentina y México.

Cada una de estas conmemoraciones han sido estudiadas como prácticas simbólicas, pero también, como instrumentos estratégicos en el campo de la política. Por supuesto que ambas dimensiones son interdependientes; la puesta en escena de la conmemoración en tanto práctica simbólica está forzosamente ligada a decisiones estratégicas y el éxito de esas estrategias depende de la operatividad simbólica del gesto conmemorativo.[2] De esta manera, las fiestas centenarias fueron abordadas como un “objeto de memoria” y como un espacio de representación del poder donde se observó el apego a ciertos valores y el distanciamiento de otros por parte los respectivos gobiernos.

Desde la modernidad, la organización de las conmemoraciones se fue concentrando en manos del Estado y se convirtieron en una forma de legitimar el poder. A partir de la Revolución Francesa, las fiestas tuvieron un lugar político central ya que, por primera vez, el pueblo se celebraba a sí mismo al margen de cualquier marco cristiano o dinástico. De esta manera, las fiestas políticas ocuparon un lugar análogo al de los ritos religiosos. Para Durkheim, la religión está formada por creencias y ritos y son estos últimos los medios por los cuales las creencias y los ideales son experimentados y afirmados como reales por la comunidad[3]. Las representaciones colectivas centradas en los dioses se convierten así en el medio por el cual la comunidad consolida el consenso social. Al igual que los ritos religiosos, las conmemoraciones sirvieron para involucrar al pueblo en la mística nacional, para generar una identificación de los ciudadanos con fuerzas políticas más amplias, para instigar a la acción social dándole un sentido más trascendente y para conectar la experiencia subjetiva del individuo con la sociedad.

Para los rituales aquí abordados, donde el foco no está colocado en festividades religiosas o populares sino en las fiestas políticas, es particularmente importante, analizar el carácter instrumental de las conmemoraciones; aquello que Corbin, Gérome y Tartakowsky han denominado el “uso político de la fiesta”[4]. Se trata de fiestas patrias cuyo objetivo es escenificar el poder en fechas paradigmáticas para el régimen político e inscribirlo en una cadena del tiempo que anuda pasado, presente y futuro. De esta manera, se le da sentido a la cohesión o a la oposición de individuos y grupos.

Al igual que en Europa, la fiesta política en Latinoamérica estuvo estrechamente unida a los procesos revolucionarios y fue un factor central en la construcción de nuevas identidades políticas y de los nacientes estados nacionales. Estas primeras conmemoraciones, no obstante, tenían un carácter más popular que estatal. Fue a lo largo del siglo XIX que el componente estatal adquirió más importancia. Para el período de las celebraciones de los centenarios de las revoluciones e independencias, que tuvieron lugar entre 1910 y 1925 en Latinoamérica, la simbología patriótica, el relato histórico del pasado y la identidad nacional ya no estaban en proceso de construcción sino de consolidación. Fueron conmemoraciones en las que las elites gobernantes de los distintos países se celebraron a sí mismas poniendo énfasis en el porvenir.

Sobre el Centenario en México existen numerosos aportes. En este dossier se incluyó un capítulo del libro editado por Virginia Guedea, Asedios a los Centenarios, en el que diversos autores analizan y comparan los festejos de 1910 y 1921 (la conmemoración del inicio y de la consumación de la independencia respectivamente). El capítulo aquí incluido, a cargo de Guedea, se concentra en el estudio de las formas bajo las cuales el Estado mexicano conmemoró su historia en ambos Centenarios. Según la autora, el de 1910 “fue la apoteosis del régimen porfirista y de manera muy especial de la figura de Díaz”. En sintonía con el positivismo de la época, el régimen se veía a sí mismo como el estadio más elevado de la historia. El de 1921, en cambio, recuperaba una nueva idea de nación y nacionalismo de “orientación internalista” de carácter indigenista. En esta última celebración, el porfirismo como hito histórico fue sustituido por la revolución. No obstante, a diferencia del festejo de 1910, el de 1921 no tenía una visión plenamente estructurada y asumida del pasado mexicano, sino visiones diversas y contradictorias entre sí.

La contribución de Guedea entra en diálogo con el libro de Lara Campos Pérez en el que se analizan las conmemoraciones de la última década del Porfiriato. La autora describe al gobierno de Porfirio Díaz como un gobierno “cesarista” que se apoyaba en la estetización de la política y la sacralización de la nación. Las conmemoraciones son la lente a partir de la cual la autora estudia las concepciones políticas del Porfiriato. De dicho libro, seleccionamos el capítulo que refiere a los festejos del 15 y 16 de septiembre y que conmemoran el inicio de la independencia. Allí, muestra los cambios en la ritualidad de dichos festejos producidos durante el porfiriato. A la vez, analiza la mirada sobre el pasado que se escenificaba en aquellas conmemoraciones, donde se combinaban visiones liberales y conservadoras. El capítulo se cierra con el análisis de las celebraciones Centenarias en las que, desde su perspectiva, llegó a su culminación la construcción de la imagen cesarista del gobierno porfiriano.

El artículo de Javier Moreno Luzón analiza el papel “paradójico” de España en las conmemoraciones centenarias de América Latina, especialmente los casos de Argentina, México y Chile. El autor describe los eventos organizados por los círculos americanistas peninsulares, las colonias españolas en ultramar y los gobiernos americanos y español, poniendo en evidencia las redes tejidas entre españoles y americanos y los discursos de tintes españolistas que circularon, a un lado y otro del Atlántico. Estos discursos sostenían que España compartía con sus antiguas colonias una “raza” común, basada en las experiencias históricas, la religión y la lengua compartidas, que debía apoyarse frente a otras razas rivales. El artículo concluye que la retórica que circuló en los centenarios sobre la “reconquista de América” fue un puntapié para la regeneración del nacionalismo español.

Si bien los Centenarios fueron un antecedente al que remitieron los festejos Bicentenarios, tanto el gobierno kirchnerista en Argentina como el panista en México buscaron establecer una distancia con las conmemoraciones de 1910. Esa ruptura no sólo se daba en los usos políticos de la conmemoración sino también en el despliegue simbólico. Tal como sostiene Pablo Ortemberg en el artículo incluido en este dossier, mientras que las celebraciones centenarias intervinieron en el tejido urbano erigiendo edificios públicos y monumentos, los Bicentenarios fueron “la fiesta de la escenificación del tejido intangible”. Al analizar los videomapping del Bicentenario en Argentina, Chile y Paraguay, el autor sostiene que “las fiestas patrias bicentenarias se caracterizaron por un efecto de espectáculo con menos rasgos disruptivos y en absoluto contestatarios pues se pretendió construir un sentido de fiesta aglutinante de la comunidad nacional”.

Esta hipótesis, está en sintonía con el artículo de Laura Amorebieta y Vera en el que se describen los festejos del Bicentenario en Argentina. Para la autora, el videomapping del Cabildo y las celebraciones en su conjunto, dan cuenta de una retórica de armonización y unión entre los argentinos. Su hipótesis central es que, durante dichas jornadas, el kirchnerismo dejó de lado el discurso antagónico y se concentró en “la exaltación del pluralismo, así como en la posibilidad de consenso y reconciliación entre historias, memorias y posturas enfrentadas tanto en el pasado como en el presente argentino”. Para la autora, los festejos buscaron generar una sutura en la comunidad política, a partir de una lógica discursiva liberal.

El artículo de mi autoría, compara las celebraciones del Bicentenario en Argentina y México como casos de usos políticos del pasado contrastantes: mientras en el caso mexicano prevalecieron los intentos de construir una memoria reconciliatoria que acentuara la homogeneidad por sobre las rupturas del pasado, en el caso argentino dominó una construcción polarizadora que buscó poner en evidencia las discordias entre los actores del pasado que hacían llegar sus ecos al presente. Estos usos políticos del pasado dieron lugar a dos formas distintas de pensar el tiempo histórico y de representar la idea misma de revolución: si para el panismo ésta había terminado, para el kirchnerismo la revolución no había concluido.

Por último, el capítulo del libro de Guillermo Hurtado se pregunta por el sentido de la conmemoración del Bicentenario en un México atravesado por lo que el autor denomina “una fractura en la historicidad”. A diferencia del siglo XX, en el que los gobiernos mexicanos tenían una visión integral de la historia, el siglo XXI se caracterizaría por un presentismo escindido del pasado y sin visión de futuro. Para el autor, ese vacío se puso en evidencia en las celebraciones bicentenarias donde no hubo una interpretación coherente del pasado nacional. Por tal motivo, propone forjar una interpretación del pasado con rigor académico y acuerdo social, que devuelva la dimensión de sentido colectivo a la nación.

En síntesis, las celebraciones centenarias de las fechas patrias más emblemáticas de un país son ocasiones que recrean siempre un clima “memorialista” y que actualizan vínculos entre historia y política de muy diverso signo. Las fiestas Centenarias hispanoamericanas han sido –y continúan siendo- escenarios privilegiados para observar tales vínculos y para analizar las disputas que se despliegan en torno a las memorias del pasado. Los trabajos aquí reunidos permiten armar un mapa de los festejos en los que se escenificó el pasado y el poder.

Textos seleccionados para el Dossier:

Amorebieta y Vera, Laura (2019). ¿Nos enfrentamos y nos abrazamos? Un nuevo recorrido por los usos oficiales del pasado durante el Bicentenario de la Revolución de Mayo. Canadian Journal of Latin American and Caribbean Studies / Revue canadienne des études latinoaméricaines et caraïbes, 44 (2), pp. 169-187.

Campos Pérez, Lara (2018). En homenaje a la nación y a su líder: los festejos del 15 y 16 de septiembre. En Lara Campos Pérez, Ave, oh Porfirio! Conmemoraciones, cesarismo y modernidad al final del Porfiriato (1900-1911). México: Universidad Nacional Autónoma de México.

Guedea, Virginia (2009). La historia en los centenarios de la independencia: 1910 y 1921. En Virginia Guedea (comp.), Asedios a los Centenarios (1910-1921). México: Siglo XXI.

Hurtado, Guillermo (2011). Meditación sobre el Bicentenario. En Guillermo Hurtado, México sin sentido. México: Siglo XXI-UNAM.

Moreno Luzón, Javier (2010). Reconquistar América para regenerar España. Nacionalismo español y centenario de las independencias en 1910-1911. Historia Mexicana, 237, pp. 561-640.

Ortemberg, Pablo (2013). Videomapping de los Bicentenarios. Tecnología, narración y espectáculo en el corazón de la fiesta patria. Políticas de la memoria, 14, p. 169-180.

Perochena, Camila (2018). Tiempo, historia y política. Una reflexión sobre las conmemoraciones bicentenarias en clave comparada. Historia da historiografía: International Journal of Theory and History of Historiography 11(27), pp. 142-172.


[1] Mona Ozouf (2000).  “Peut-on commémorer la Révolution Française ?”. En L’école de la France. Essais sur la revolution, l’utopie et l’einsegnement. París: Gallimard.

[2] Jean Davallon (1994). “Lecture stratégique, lectura symbolique du fait social: enjeu d’une politologie historique”. En: Jean Davallon, Philippe Dujardin y Gerard Sabatier (Dir.), Le Geste Commemoratif, Lyon: Ceriep.

[3] Emile Durkheim (1968).  Las formas elementales de la vida religiosa. Buenos Aires: Schapire.

[4] Alain Corbin, Noelle Gérome, Danielle Tartakowsky (dir.) (1994). Les usages politiques fêtes aux XIXe- XXe siecles, Paris: PUPS.

]]>
Dossier. La simbiosis entre prensa y política en la segunda mitad del XIX: México y Argentina https://historiapolitica.com/dossiers/simbiosis-prensa-y-politica-xix/ Thu, 12 Nov 2015 21:47:48 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=3169 La simbiosis entre prensa y política en la segunda mitad del XIX: México y Argentina

 

Paula Alonso

 

La prensa del siglo XIX en América Latina y su relación con la política, ha conformado una de las principales innovaciones temáticas de las últimas tres décadas. Hasta los años 1980, la prensa era utiliza principalmente como insumo de la historia política, mientras que la política se reducía generalmente al contexto referencial de una historia de la prensa focalizada en temas de tiradas de diarios, circulación, autoría, etc. Hoy, esto ha cambiado de tal modo que resulta improbable que el análisis de la política decimonónica no incluya un análisis de la prensa como aspecto constitutivo de la misma, o que un análisis de la prensa no sea entrelazado con el mundo político sobre el que actuó, modificándolo. El robustecido interés por la política del siglo XIX como objeto de estudio, requirió de un mayor entendimiento de una de sus principales piezas: la prensa. Así, una vigorizada “nueva historia política” nos ha ofrecido un saludable cúmulo de publicaciones y de congresos que no han hecho más que iluminar el carácter simbiótico de la prensa y de la política del siglo XIX. Para decirlo en forma simplista, lo que comenzó a gradualmente a vislumbrarse es la forma en que la política producía prensa y la prensa hacía política. De forma similar a lo acontecido con la historia electoral, la prensa latinoamericana de entonces ha sido rescatada de su viejo rol de “leyenda negra” del periodismo moderno o como desviación del “modelo periodístico” de Estados Unidos para adquirir un carácter propio y transcendental en el mundo de la política.

La consolidación de los lazos entre prensa y política se derivó de transformaciones más generales experimentadas en las ciencias humanas, las cuales pueden pensarse como una combinación de nuevas epistemologías y metodologías inspiradas en el pos-estructuralismo, y los giros lingüístico y cultural en sus diversas variantes. Dichos giros, cabe sin embargo recordar, no tenían a la prensa en la mira. Las metodologías propias del giro lingüístico, dado por muchos hoy ya por superado, no tenían como destino a las páginas de estos impresos del siglo XIX, sino a obras de más largo aliento, textos extensos, generalmente producidos por un solo autor, libros que por diferentes razones son escogidos como referencia de una constelación de ideas. Y tampoco la historia cultural se ocupó directamente de la prensa, ya que la misma tendió a enfocarse en otro tipo de artefactos y de representaciones. Aún así, estos giros y sus impacto diverso en la disciplina de la historia ofrecieron un arsenal de herramientas que podían ser adaptadas a un tipo de escrito guerrero, volátil y generalmente fugaz. {{1}}

[[1]] He desarrollado estos temas en forma más extensa en Paula Alonso, “La historia de la política y la historia de la prensa: Los desafíos de un enlace”, Adriana Pineda Soto, (coord.), Recorridos de la prensa moderna a la prensa actual, Mexico, 2015. [[1]]

En la medida que los estudios sobre prensa y política fueron generando avances, experimentaron con distintas metodologías y ofrecieron nuevas interpretaciones, también abrieron nuevos interrogantes ya que de los mismos fue emergiendo un mundo complejo y un tanto escurridizo como objeto de estudio. Hoy en día no resulta suficiente asentar una y otra vez el carácter estrecho entre prensa y política en la América Latina del siglo XIX. Resulta necesario, más bien, retornar a preguntas básicas que puedan hacer de resortes de una serie de reflexiones. ¿Que se entiende por política y que se define por prensa al pensar en una relación simbiótica entre ellas? ¿Cómo pueden pensarse las diversas formas en que dicho enlace tuvo lugar? Pierre Rosanvallon, por ejemplo, ofrece una distinción ya clásica entre “lo político” (en el que la prensa colaboraría a nutrir un mundo de mentalidades) y “la política”(como ámbito de competencia partidaria y de accionar diario del gobierno). {{2}} En forma similar, Kari Palonen nos propone diferenciar el concepto de la “política como actividad” del de la “esfera política”, posicionando el surgimiento de la primera en el siglo XIX Europeo, facilitado por el proceso de democratización y de expansión de la participación electoral, de la periodización regular de las elecciones, del desarrollo de los partidos políticos y de la emergencia del político profesional. {{3}} Aunque quizás no sea sencillo distinguir “lo político” de “la política”, o la política como “actividad” o como “esfera”, cabe preguntarse si es fructífera o analíticamente posible desglosar los vínculos entre ellas y la prensa.

[[2]] Pierre Rosanvallon, “The Study of Politics in History”, en Samuel Moyn (ed.), Democracy Past and Future, (New York, 2006), pág. 36. [[2]]
[[3]] Kari Palonen, The Struggle with Time. A Conceptual History of “Politics” as an Activity”, (Hamburg, 2006). [[3]]

México y Argentina comparten algunas características propias de la segunda mitad del siglo XIX. De la inestabilidad e incertidumbres de la primer mitad del siglo, ambos comenzaron a transitar en los años cincuenta hacia una consolidación estatal que se afianzará en las décadas siguientes. Y ambos, a partir de los años ochenta, experimentaron la conformación de hegemonías políticas y de profundas transformaciones económicas y sociales. La prensa en ambos países también transitó por cambios similares en la segunda mitad del siglo, de fugaces y erráticos impresos a tiradas más regulares, de mayor duración y de creciente protagonismo.

Los trabajos aquí agrupados se encuadran dentro de estos contextos y transitan (aunque no necesariamente en forma explícita o intencional) por varios de los umbrales de análisis arriba mencionados. Fabio Waserman explora la forma en que el rol de la prensa fue aquilatado por varios actores de peso luego de la caída de Rosas y en vistas a la construcción estatal y republicana. Al incrementarse substancialmente el número de periódicos, la discusión pronto se disparó sobre el clásico tema de la tensión entre la libertad y el orden. Y aunque el autor no lo analizara de esta forma, podría aventurarse que esta tensión también puede pensarse como el rol de la prensa en la construcción de “lo político” o una esfera de la política, y los excesos que muchos temían sobre todo cuando la misma se vinculaba con la política como actividad. Adriana Pineda, por su parte, nos ofrece una análisis regional sobre Michoacán para un período de agitación en el que tuvieron lugar 28 nombramientos de gobernador entre 1857 y 1885. No es de extrañar, que en dicho contexto la prensa se caracterizara por ser facciosa y que respondiera a la vernácula fragmentación de intereses. Una análisis prosopográfico revela que las principales plumas fueron empuñadas por los principales actores en dichas contiendas, también con variados roles en el campo científico y cultural.

La construcción de poderes hegemónicos a partir de los años ochenta en México y Argentina no disminuyó ni el número ni el protagonismo de la prensa vinculada a la actividad política. Luego de analizar la naturaleza de la prensa en estos años, el trabajo de mi autoría reconstruye la ideología que el Presidente Roca propulsó a través de su propio diario, intentando defenderse de los opositores y legitimar su administración. El análisis de Fausta Gantús confirma que la prensa constituía una parte integral de las estrategias electorales aún en situaciones de aparentes acuerdos y candidaturas únicas. A diferencia de Roca, vemos que Díaz no tuvo un periódico propio sino que cosechó el apoyo selectivo de varios impresos con los que enfrentó el reto de las elecciones de 1884. Si la efervescencia periodística crecía en los momentos electorales, Alicia Salmerón nos muestra que la relación entre prensa y clubes políticos no conformaba una avenida de una sola mano. No eran sólo los clubs los que creaban o atraían tras de sí instrumentos para las campañas, sino que en el caso que analiza para las elecciones de 1892, el club fue creado por el periódico. La originalidad de su análisis radica en ofrecernos un rol de los periódicos como propulsores de una accionar electoral.

La relación simbiótica entre la prensa y la política que estos trabajos, como muchos otros, nos ofrecen alejan a estas experiencias de aquellas que tuvieron lugar en otras latitudes, como la de los Estados Unidos. Allí se desarrolló una industria editorial basada en el mercado, marcadamente distinta a estos diarios/panfletos que escasamente podían sobrevivir sin el fragor de la política, y que renunciaban abiertamente a exhibir imparcialidad en sus opiniones. Sin embargo, lejos de pensarse en ellos como aberraciones alejadas de la modernidad, Paula Bruno reconstruye la forma en que uno de los referentes de la elite política/intelectual Argentina de estos tiempos – y él mismo corresponsal y escritor asiduo de la prensa – reflexionó sobre la misma. Sus menciones peyorativas hacia la prensa no ensombrecieron sus marcadas preferencias por estas publicaciones destinadas a formar opinión, en abierto rechazo al modelo empresarial de los Estados Unidos. Cané nos ofrece así un vinculo con el carácter pivotal de la prensa que en diversas facetas supo vincular a “la política” con “lo político”, a la “actividad” con “la esfera”. Y quizás aquí yace el imán que la prensa ha ejercido entre los historiadores ya que es difícil pensar en otro artefacto del siglo XIX que haya servido tanto a la construcción de estos vínculos entre ambas.

Referencia de los textos

]]>
Dossier. Intelectuales, expertos y políticas públicas en la Argentina democrática. Una mirada desde el espejo latinoamericano https://historiapolitica.com/dossiers/expertos-argentina-y-america-latina/ Fri, 09 Oct 2015 21:51:01 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=3102 Intelectuales, expertos y políticas públicas en la Argentina democrática. Una mirada desde el espejo latinoamericano

 

Antonio Camou (UNLP – UdeSA)
Con la colaboración de Leandro E. Sanchez (UNLP – CONICET)

 

Referir, aunque más no sea a trazos muy gruesos, una historia lejana de las relaciones entre las esferas del conocimiento y el poder político nos obligaría a recorrer la reflexión y las distintas experiencias que van desde la antigüedad clásica hasta los albores de la modernidad, con su vasta saga de libros dedicados a dar “consejos” a los Príncipes. Una historia moderna, por su parte, reconocería su punto de quiebre en los comienzos de la constitución de las ciencias sociales como disciplinas autónomas y su articulación con las necesidades del Estado burocrático y racional, las exigencias de cálculo y conocimiento especializado requerido por los mercados capitalistas, y las demandas de atención de la emergente “cuestión social” por parte de nuevos actores sociales y políticos. Pero la historia contemporánea en la relación entre lo que comienza a definirse más claramente como conocimiento especializado ( expertise), de un lado, y como proceso de elaboración de política pública ( public policy), del otro, no empieza a escribirse en sus nuevas líneas hasta el período que va entre la crisis de los años ’30 y el final de la Segunda Guerra Mundial. En ese lapso se anudan dos complejos procesos, cada uno de ellos con sus propias temporalidades y dinámicas, que contribuirán a definir los términos de la relación entre conocimiento especializado y políticas durante buena parte de las décadas siguientes. Por un lado, asistimos a la emergencia de un Estado que se ubica crecientemente en el “centro” de la sociedad, en tanto regulador de la esfera económica a la vez que promotor de la integración social, y que será un creciente demandante de expertos y técnicos para cumplir las cada vez más diferenciadas tareas propias de su condición de Welfare State; por otro lado, las disciplina científicas, en general, y las ciencias sociales, en particular, experimentarán desde aquellos días un marcado proceso de desarrollo teórico-metodológico, de diversificación y especialización institucional, y de profesionalización de sus cuadros, en el marco de una modernización y expansión universitaria en gran medida sostenida por fondos públicos {{1}}.

En esta larga historia, donde alternan encuentros, desencuentros y tensiones, ha dicho Lewis Coser, se inscribe el vasto proceso de burocratización de la vida social que ha llevado a que la “productividad cultural -que alguna vez pudo haber sido asunto de artesanías- se racionaliza de manera que la producción de ideas se parece, en los aspectos principales, a la producción de otros bienes económicos”. Paralelamente, el lugar que detentaba el literato y el intelectual de tipo “generalista” es paulatinamente ocupado por el “experto”, dotado de un dominio técnico sobre un campo del saber, y capaz de orientarlo a la solución de problemas concretos de elaboración de políticas {{2}}.

Pero entre finales de los años ’70 y mediados de los ’80 ese largo derrotero en la vinculación entre saberes y políticas experimentará una nueva serie de transformaciones. En principio, en virtud de la reconfiguración de las relaciones estructurales entre Estado, mercado y sociedad civil en el marco del proceso globalizador, comenzarán a replantearse las complejas relaciones políticas e institucionales entre ambas esferas. Así, comenzará a evidenciarse como un lugar común que la vinculación entre los especialistas y la política se opera cada vez más al interior de “redes de asuntos” ( issue networks ), que conectan agencias de gobierno, tanques de pensamiento, centros de investigación, fundaciones privadas, organismos multilaterales, universidades, empresas patrocinadoras de proyectos, y otras organizaciones complejas, que dejan en un espacio subalterno –aunque no carente de importancia- la figura clásica del consejero personalizado. Por otra parte, también comenzará a revisarse una cierta visión “lineal”, e incluso ingenua, de la relación entre producir conocimiento especializado y aplicarlo en el ámbito de la toma de decisiones. Incluso los propios expertos (luego de las fallidas experiencia –en el caso norteamericano- de los ambiciosos programas de la “Gran Sociedad” y la “Guerra contra la Pobreza”), terminarían reconociendo que habían recomendado políticas con información insuficiente, que se había subestimado el análisis de la implementación, o que se había descuidado la problemática de la evaluación {{3}}.

Simultáneamente, las usinas de pensamiento experimentarán un marcado crecimiento y una paulatina diversificación. En general, distintos autores coinciden en señalar que los centros de investigación y análisis de políticas públicas tuvieron tres grandes momentos de creación. Para el caso emblemático de los Estados Unidos, una primera generación, hacia finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, estuvo ligada a un movimiento orientado a profesionalizar el gobierno y mejorar la Administración. Algunos ejemplos serían el Instituto de Investigación Gubernamental (1916), antecesor de la Institución Brookings (1927), o la Institución Hoover (1919). Un segundo momento se produce a partir del final de la Segunda Guerra, cuando comienza a emplearse la expresión “think tanks”, y los centros de investigación se orientan fuertemente a analizar la agenda internacional en el marco de la Guerra fría y los desafíos del liderazgo mundial estadounidense. Un ejemplo típico de esta generación será la Corporación Rand (1948), vinculada a la Fuerza Aérea norteamericana, y que fue pionera en la realización de estudios sobre análisis de sistemas, teoría de juegos y negociación estratégica. Finalmente, una tercera oleada emergió hacia los años ’70: estas nuevas usinas estarán concentradas, tanto en la “defensa de causas” como en la investigación, buscando generar “asesoramiento oportuno que pueda competir en un congestionado mercado de ideas e influir en las decisiones sobre políticas”. La Fundación Heritage (1973) o el Instituto Cato (1977) serían ilustraciones típicas de esta nueva generación de think tanks {{4}}.

En este nuevo contexto, poco a poco fue haciéndose manifiesto que era necesario revisar -con una visión integral- los problemas de la articulación entre conocimiento especializado y elaboración de políticas públicas. En esta línea, el actual interés por el estudio de la problemática es fruto, por un lado, del nuevo papel que cumple el conocimiento experto y las organizaciones productoras de expertise en el marco de las transformaciones globales entre Estado, mercado y sociedad civil, y por otro, de la (auto) reflexión crítica de los especialistas acerca de los usos y la influencia real del conocimiento científico en la toma de decisiones. En el primer caso, y como ha señalado James G. McGann al referirse a aquellas organizaciones comprometidas con el estudio de problemas globales,

…en el mundo ha habido una verdadera proliferación de centros de investigación y análisis que comenzó en la década de los ’80 como resultado de las fuerzas de la mundialización, el fin de la Guerra Fría y el surgimiento de problemas transnacionales. Dos terceras partes de todos los centros de investigación y análisis que existen hoy se establecieron luego de 1970, y más de la mitad a partir de 1980 {{5}}

Pero la referencia cuantitativa no debe hacernos perder de vista los cambios cualitativos que comportan, y la percepción de frecuentes “cortocircuitos” entre la esfera del expertise y la esfera de toma de decisiones. Si durante las décadas del ’50 y del ‘60 existía una confianza casi ciega –ingenua o ideológicamente sesgada- en la validez de la “cadena dorada” que unía el saber científico con las necesidades de elaboración de las políticas públicas, la situación actual ha cambiado de manera significativa. Rara vez, nos recuerda Björn Wittrock, alguien se atrevió a dudar de que “utilizar la investigación de la ciencia sociales para las políticas públicas es una cosa buena…, usarla más es mejor, y aumentar su uso significa mejorar la calidad de las decisiones gubernamentales”. Sin embargo, la expansión en los años siguientes de las propias ciencias sociales, de un lado, junto con los reiterados esfuerzos por vincular a éstas con los procesos de elaboración de políticas, de otro, comenzaron a evidenciar las limitaciones de la ingenua doctrina que predicaba cierto automatismo unidireccional en la relación entre saberes especializados y gestión estatal. En buena medida, las preocupaciones actuales sobre los usos sociales del conocimiento son una respuesta a las ayer infladas, y hoy devaluadas, “pretensiones de la revolución racionalista… de racionalizar todo plan y coordinar las políticas públicas en un número cada vez mayor de ámbitos, y cada vez más hacia el futuro, con ayuda de toda una variedad de técnicas de administración”. Estas constataciones nos dejan en las puertas de una paradoja. “Tanto el crecimiento de la investigación social como la cientifización del proceso de políticas son procesos sociales de importancia fundamental en…Occidente”, pero como contrapartida, “una y otra vez encontramos informes de científicos sociales que se quejan de que no se les escucha, y de responsables de políticas que se quejan de haber recibido muy poco que valiera la pena”. La complejidad problemática de los vínculos entre la esfera del conocimiento científico especializado y la esfera político-institucional está en la actualidad en el centro de la escena {{6}}.

Para ilustrar esta problemática en el caso argentino, pero ofreciendo una mirada en espejo con la experiencia latinoamericana reciente, hemos elegido una serie de textos elaborados a lo largo de la última década. La lógica de la selección va de lo más general a lo más particular, del ámbito internacional al latinoamericano, y del latinoamericano al nacional, destacando para el caso argentino tres campos de saberes en relación con las políticas (Política Exterior, Educación y Economía).

En un primer bloque ofrecemos dos textos que nos permiten abordar una mirada general y regional sobre la problemática bajo análisis. El trabajo de Miguel Braun, Mariana Chudnovsky, Nicolás Ducoté y Vanesa Weyrauch analiza las instituciones de investigación de políticas a partir de un amplio estudio comparativo que toma como referencia organizaciones de Asia, África, Europa del Este/CEI y América Latina. El punto de partida del trabajo consiste en analizar los desafíos a la producción de conocimientos orientados a resolver problemas de políticas en contextos especialmente adversos, signados -entre otros problemas- por la inestabilidad política, económica y social, una alta rotación a nivel de los responsables de formular políticas, la falta de mecanismos institucionalizados para la interacción entre la sociedad civil y el Estado, la corrupción, la poca demanda para la investigación y la escasa capacidad gubernamental. El siguiente texto, por su parte, elaborado por Gerardo Uña, Carina Lupica y Luciano Strazza, se enfoca en el ámbito regional en una cuestión de capital importancia: la investigación ofrece un abordaje comparativo sobre la participación de los think tanks y los expertos en las distintas etapas de las políticas sociales en tres países de América Latina (Argentina, Chile y México), sobre la base de analizar el rol y los intereses de todos los actores que participan en el proceso político y técnico de elaboración de políticas públicas.

Un segundo bloque está conformado por dos trabajos que estudian el caso chileno y el uruguayo respectivamente, pero en ambos artículos encontramos una cierta intención comparativa que nos permite ubicar a la experiencia argentina sobre ese telón de fondo analítico. El ensayo de Patricio Silva explora la importancia que han tenido los tecnócratas en la evolución política chilena a partir de las primeras décadas del siglo XX hasta el día de hoy. A pesar de su autoproclamado apoliticismo –señala el autor- el estamento tecnocrático se ha constituido en un actor estratégico en los intentos de legitimación de los diversos proyectos políticos de este período. Partiendo del debate existente sobre el fenómeno tecnocrático en las sociedades modernas se subrayan una serie de características particulares del caso chileno. Seguidamente, el artículo de Adolfo Garcé introduce la sugerente noción de Régimen Político de Conocimiento (Political-Knowledge Regime) , a partir de un diálogo crítico con los recientes aportes de Campbell y Pedersen (2011). Si bien el trabajo se apoya en una serie de investigaciones empíricas centradas en el gobierno de Tabaré Vázquez, el análisis del autor nos permite ofrecer una caracterización original, a la vez que polémica, de distintos casos latinoamericanos: Chile, Brasil, Argentina y Uruguay.

Por último, el bloque de cierre reúne tres contribuciones que hacen foco en la experiencia argentina en tres diferentes campos de políticas. La primera contribución de Alejandro Simonoff ensaya un abordaje histórico de la constitución histórica del sub campo disciplinar del estudio de la política exterior argentina y su vinculación con el campo de políticas propiamente dicho. En el trabajo recorre la variedad de estructuras explicativas y múltiples interpretaciones sobre el pasado de un campo disciplinar que busca la construcción de un saber, y, al mismo tiempo, la construcción de un instrumento para la vinculación del Estado con otros actores internacionales. Este recorrido es abordado por el autor a partir de identificar y describir las instancias “pre paradigmáticas” que darán lugar a los dos momentos “paradigmáticos” en la disciplina que bien ilustran el título de su trabajo; ello sin perder de vista que un régimen de verdad siempre es funcional al régimen político vigente.

El trabajo de Claudio Suasnábar, a través de la pregunta plasmada en su título, intenta expresar la mezcla de malestar y disconformidad frente al estado de conflicto que –a juicio del autor- atraviesa actualmente la comunidad académico-intelectual de las ciencias de la educación, en particular a partir de la experiencia de la reforma educativa desarrollada durante la década de los ’90, que contó con la participación de notorios investigadores universitarios en cargos de gestión estatal. El texto presenta algunas líneas de interpretación para pensar esas tensiones en el marco de un argumento tributario del enfoque de Bourdieu: si el estado de un campo intelectual no es más que la expresión cristalizadas de las luchas pasadas, el trabajo se plantea como un ensayo de interpretación que -focalizando en las tensiones entre pedagogía y política- presenta una serie de momentos o etapas que recorren la conformación reciente del campo intelectual de la educación.

Finalmente, el artículo de Mariana Heredia parte de considerar, en consonancia con lo ocurrido en otros países, las nuevas formas de elaborar, discutir y aplicar políticas económicas en Argentina inauguradas a partir de los años sesenta. Las elites técnico-profesionales fundaron espacios estables y específicos desde los cuales relacionarse con el Estado y la sociedad. En la intersección entre círculos académicos, organizaciones partidarias, agencias de la administración pública, medios masivos de comunicación, corporaciones empresarias y organismos internacionales, los centros privados de expertise se consolidaron como un “punto de pasaje” en la orientación de las políticas públicas en materia económica. En base a una investigación socio-histórica sobre las ciencias económicas en la Argentina, se estudia la emergencia y la expansión de estos nuevos actores, se analiza la dinámica de este “mercado de expertise” y se avanzan algunas conjeturas sobre la continuidad de este nuevo tipo de representación y sus efectos sobre la vida pública y política.

[[1]] Un tratamiento más detallado de esta cuestión en Camou, Antonio, “Quo Vadimus Sartori? Ciencia política y políticas públicas en el marco de una polémica”, Andamios. Revista de Investigación Social, Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), Nro. 11, 2009. [[1]]
[[2]] Coser, Lewis A. Hombres de Ideas. El punto de vista de un sociólogo (1965), México, FCE, 1968. Un análisis más cercano de este procesos en Brunner, José Joaquín “Investigación social y decisiones políticas: El mercado del conocimiento”, Nueva Sociedad, Nº 146, p. 111 y ss., 1996 [[2]]
[[3]] La crítica clásica de esta problemática en el libro de Pressman, Jeffrey L. & Aaron Wildavsky (1984), Implementación, México, FCE, 1998. [[3]]
[[4]] La cita pertenece a Haass, Richard N., “Los thinktanks y la política exterior estadounidense: la perspectiva de un elaborador de políticas”, Agenda de la política Exterior de los USA (Departamento de Estado, Programas de información internacional) (http://usinfo.state.gov/journals/), volumen 7, número 3, noviembre de 2002.. [[4]]
[[5]] McGann, James G., “Los thinktanks y la transnacionalización de la política exterior”, Agenda de la política Exterior de los USA (Departamento de Estado, Programas de información internacional) (http://usinfo.state.gov/journals/), volumen 7, número 3, noviembre de 2002. [[5]]
[[6]] Wittrock, Björn, “Conocimiento social y política pública: ocho modelos de interacción”, en Peter Wagner et al., Ciencias Sociales y Estados Modernos. Experiencias nacionales e incidencias teóricas (1991), México, FCE, 1999. [[6]]

 

Referencia de los textos

]]>