democracia – historiapolitica.com https://historiapolitica.com El sitio web del Programa Interuniversitario de Historia Política Sat, 19 Aug 2023 16:49:48 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.6.2 https://historiapolitica.com/wp-content/uploads/2014/08/cropped-logo1-32x32.png democracia – historiapolitica.com https://historiapolitica.com 32 32 Dossier. La experiencia democrática en el siglo XIX chileno: significados, tensiones y desafíos https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-la-experiencia-democratica-en-el-siglo-xix-chileno-significados-tensiones-y-desafios/ Sat, 19 Aug 2023 16:49:48 +0000 https://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4585 ISSN sección Dossier 2618-415x

Gabriel Cid (Universidad San Sebastián)

Introducción

Es un lugar común para la politología contemporánea, en especial para la anglosajona, pensar en América Latina como un espacio hostil, cuando no refractario a la democracia, la que solo podría plasmarse en visiones imperfectas e incompletas, prontamente etiquetadas de caudillistas, autoritarias, oligárquicas, monísticas, etc.  Dicha aproximación tiende a intensificarse para evaluar el siglo XIX, considerado como un antecedente espurio, un apéndice defectuoso de lo que debería haber sido y no fue la democracia en el continente. El problema de estos lugares comunes es que construyen mitos difíciles de erradicar y que repercuten decisivamente en la investigación histórica. ¿Valdría la pena investigar la experiencia democrática en un continente y período histórico en el que a priori sabríamos que no fue lo que debió haber sido, y confirmar lo elitista, excluyente e imperfecto que fue su funcionamiento? Tal parecería ser la pregunta que conduciría casi por defecto al silencio historiográfico y, por ende, al desconocimiento.

Por fortuna, esa miopía analítica ha tendido a corregirse en las últimas décadas de la mano de nuevas aproximaciones metodológicas, como la nueva historia política y la historia conceptual, que se han tomado en serio la experiencia decimonónica al constatar lo sorprendentemente tempranas –incluso en perspectiva comparada– que fueron las materializaciones de categorías matrices de la modernidad política, tales como soberanía popular, pueblo, ciudadanía, representación y democracia. El redescubrimiento de la experiencia democrática vino de la mano de una mayor sensibilidad semántica, que puso en suspenso preconcepciones y prejuicios de lo que debería ser la democracia, dando paso más bien a privilegiar los usos, sentidos y alcances que tuvo para los actores del siglo XIX ese concepto clave de la política moderna. Del mismo modo, una perspectiva comparativa más afinada ha permitido tomar distancia de aquello que Elías Palti llamó sugerentemente como el “modelo de esquemas y desviaciones”.[1] En efecto, muchos de los estereotipos sobre la experiencia latinoamericana del siglo XIX surgen de la  estilización de un puñado de casos que actúan como raseros valorativos de lo que debería ser la democracia –en específico, Estados Unidos o Francia–, estilización que se da en forma simultánea con la deformación y simplificación. Más recientemente, la reflexión crítica e informada sobre lo que constituyó dicha experiencia ha posibilitado reconocer insuficiencias y tensiones que más que desviaciones localistas hispanoamericanas, residen a la condición conflictual que es inherente a la democracia como régimen de gobierno y forma de sociedad.

Este dossier se introduce en esta discusión presentando cómo la producción historiográfica chilena reciente ha abordado la experiencia democrática en el siglo XIX: ¿Qué significaba la democracia en el siglo XIX? ¿Era un valor deseable? ¿Cómo se definió al nuevo titular de la soberanía, el “pueblo”? ¿Cuáles eran los espacios de ejercicio de la ciudadanía? ¿Los sectores populares solo fueron instrumentalizados en el juego político, o evidenciaron prácticas y discusiones autónomas sobre los alcances de la democracia? Las lecturas seleccionadas en este dossier permiten aproximarse a estas interrogantes desde perspectivas diversas, como la historia política, la historia intelectual y la historia social, y se proponen recuperar, desde diferentes aristas, la riqueza de la democracia como problema histórico que en general había sido inexplorada y poco entendida.

En el caso de Alejandro San Francisco aborda desde la perspectiva de la historia conceptual los significados del concepto democracia entre fines del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX. Como parte del trabajo colectivo del proyecto Iberconceptos, el aporte de San Francisco consiste en rastrear las primeras apariciones del concepto en el debate público chileno, que en su investigación ubica en el contexto de las revoluciones de independencia. Allí es invocado por primera vez para polemizar en torno a las formas de gobierno en un escenario de debilitamiento de las adhesiones a la monarquía. Posteriormente, sus usos serán más polémicos, pues tenderá a remitir a las discusiones asociadas a los límites de la participación política de los sectores populares, generando en general sospechas y resquemores en sus usos. Aunque el autor da cuenta de algunas connotaciones positivas de sus usos en la década de 1820, fue en especial durante la década de 1840 cuando la semántica dominante de la democracia adquirió un estatuto positivo, al posicionarse como el horizonte de desarrollo político de las sociedades modernas y con un énfasis crecientemente relacionado con el mejoramiento de las condiciones socioeconómicas y políticas de los sectores populares.

La contribución de Ana María Stuven estudia las consecuencias del proceso de retroversión de la soberanía provocada por los sucesos de Bayona en 1808 y que produjeron el colapso del imperio español. La instalación en el debate de la época del concepto de soberanía, y sus proyecciones ineludibles hacia la representación del nuevo cuerpo político, muestran la temprana discusión en torno a las elecciones como el mecanismo que mejor traduciría institucionalmente la voluntad popular y aseguraría la representación de los ciudadanos, constituyendo un pilar de la cultura política del período. No obstante, que el vínculo entre soberanía y representación haya sido indisociable de la experiencia de la modernidad no implicó que tal relación se haya dado sin tensiones ni conflictos. Los debates sobre el grado de incidencia del “pueblo soberano” y cuan amplia o no debería ser la representación política revelan el temor permanente de la clase dirigente, que fue el de la equivalencia de derechos entre la sociedad civil y la sociedad política.

Aquel proceso analizado por Ana María Stuven desde un plano conceptual es profundizado desde una perspectiva empírica por el trabajo de Macarena Ponce de León, quien aborda cómo operaba la representación a través del voto y cómo se produjo la ampliación del sufragio en Chile. Los datos proporcionados por su pesquisa cuestionan la idea común de que las elecciones eran una práctica puramente elitista, pues, aunque el número de electores fue exiguo, la evidencia indica una temprana amplitud y heterogeneidad en la composición social del electorado, sin que esto deba ser evaluado desde el rasero anacrónico del régimen de sufragio universal. En este sentido, resulta un hito significativo la ley electoral de 1874, que eliminó en la práctica el requisito censitario, ampliando considerablemente el universo de electores e  impactando de manera decisiva en las prácticas políticas para incorporar a los nuevos votantes.

El artículo de Julio Pinto examina los desafíos y las polémicas en torno a la visión que las clases dirigentes tuvieron sobre los sectores populares tras la independencia. De forma irónica, el nuevo titular de la soberanía, el pueblo, sociológicamente hablando parecía ser refractario a los valores de la modernidad política. En el diagnóstico de los sectores conservadores que arribaron al poder después de la guerra civil de 1829, existía una distancia evidente entre el “pueblo deseado” y el pueblo realmente existente. Para lograr la transformación cultural del pueblo y volverlo virtuoso, como precondición de su acceso pleno a la vida política, se desplegaron una serie de estrategias, como el enrolamiento de los sectores populares en las guardias cívicas, la instrucción primaria y la moralización religiosa, que en el balance del autor terminaron fracasando. Así, la imagen deseada de un “pueblo esencialmente obediente”, afín a la retórica de régimen portaleano fue solo una aspiración de la década de 1830 muy lejana a la realidad, que pronto se reveló en su fragilidad. En efecto, con la apertura política de la década de 1840, una reactivación del debate público y crecimiento del asociacionismo popular pusieron de relieve la inauguración de un “ciclo de repolitización plebeya y artesanal” que caracterizaría aquel período y que tendría como momento cúlmine a la experiencia de la Sociedad de la Igualdad.

El texto de Vasco Castillo y Camilo Fernández indaga justamente en esa experiencia de repolitización popular de la década de 1840 vinculando la historia social con la historia intelectual mediante el detallado abordaje de la experiencia del impresor y escritor Santiago Ramos, “El Quebradino”. El caso de este publicista, discípulo del intelectual venezolano Simón Rodríguez, es particularmente relevante en la historia social chilena del siglo XIX, en especial en lo tocante al proceso de autonomización del discurso político popular. El análisis del conjunto de textos políticos de Ramos, fundamentalmente de El Tricolor y su periódico El Pueblo, muestran una evidente reapropiación del discurso republicano por parte de los sectores populares, al acentuar el valor de la igualdad como el elemento cardinal de dicha tradición política. En efecto, en dichos textos, significativamente editados en la Imprenta del Pueblo y firmados ahora por “el plebeyo Santiago Ramos”, se reivindica a los sectores populares como la encarnación de los valores democráticos, su capacidad de agencia, además de potenciar el vínculo entre igualdad  y democracia, que con esta reformulación adquiere un sentido polémico con los usos dominantes incluso por  los sectores más de avanzada del liberalismo de la época,  que terminan criticando los peligros que entrañarían para el orden social la forma de entender la materialización de los principios democráticos.

Por último, la contribución de Gabriel Cid aborda el proceso de constitución del primer partido político calificado como de “masas” en el siglo XIX y con una marcada impronta clasista: el Partido Democrático (1887). El texto pone énfasis en la forma en la que Malaquías Concha, el intelectual público de la agrupación, redefinió la democracia en el contexto de la “cuestión social”. Para ello, y en contraposición a la idea de “oligarquía”, Concha reivindicó la dimensión igualitaria del concepto, asociándolo a los sectores obreros. En un registro similar, ensanchó el contenido político de la democracia, uniéndola a la noción de derechos sociales garantizados por un Estado más interventor, propuesta que tensionaba los paradigmas dominantes de la democracia liberal.

En síntesis, los textos reunidos en este dossier constituyen una invitación a abandonar aquello que agudamente E. P. Thompson llamó “la enorme condescendencia de la posteridad” para abordar la experiencia de las sociedades pasadas en torno a dilemas que nos parecen familiares, a dotar de mayor espesor temporal nuestra propia reflexión en torno a la experiencia democrática en el continente, incorporando la tensionada, disputada y polémica trayectoria de un concepto que, desde el siglo XIX, nos interpela aún respecto a los límites y desafíos de su realización.

Textos seleccionados para el dossier

San Francisco, Alejandro. (2014). Democracia-Chile. En Javier Fernández Sebastián (dir.). Diccionario político y social del mundo iberoamericano (pp. 101-115), t. II, v. 2. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales/ Universidad del País Vasco.

Stuven, Ana María (2017). República y representación: teorías y prácticas. En La república en sus laberintos. Ensayos sobre política, cultura y mujeres en el siglo XIX chileno (pp. 31-68). Santiago: Legatum.

Ponce de León, Macarena. (2016). La construcción del poder electoral y participación política en Chile, siglos XIX y XX. En Fausta Gantús y Alicia Salmerón, coord., Contribución a un diálogo abierto. Cinco ensayos de historia electoral latinoamericana (pp. 119-147). México: Instituto Mora.

Pinto, Julio (2011). “¿La tendencia de la masa al reposo? El régimen portaliano enfrenta al mundo plebeyo, 1830-1851”Historia 44 (2), pp. 401-442.

Castillo, Vasco y Fernández, Camilo (2017). “Republicanismo popular en Chile: el caso de Santiago Ramos, ‘El Quebradino’”, En Republicanismo popular. Escritos de Santiago Ramos, ‘El Quebradino’. Recopilación y estudio (pp. 11-63). Santiago: Lom.

Cid, Gabriel (2021). “Emancipación social, igualdad y discurso anti-oligárquico: Malaquías Concha y su visión de la democracia en Chile”, Revista de Humanidades 44, pp.  241-263.


[1] Elías Palti, El tiempo de la política. El siglo XIX reconsiderado. Buenos Aires: Siglo XXI, 2007, pp. 24-25.

]]>
Dossier: Las derivas de las izquierdas en los años ochenta: prácticas políticas, sociales y culturales durante la transición democrática argentina https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-las-derivas-de-las-izquierdas-en-los-anos-ochenta-practicas-politicas-sociales-y-culturales-durante-la-transicion-democratica-argentina/ Mon, 10 Oct 2022 13:45:21 +0000 https://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4473 ISSN sección Dossier 2618-415x

Mariela Stavale (IdIHCS / UNLP- CONICET) y Florencia Osuna (IdIHCS / UNLP- CONICET)

El presente dossier tiene por objetivo construir un mapa de las izquierdas argentinas en los años ochenta. Los artículos éditos que aquí se reúnen constituyen un aporte para la comprensión de sus prácticas organizativas y militantes, los idearios, la trayectoria de los/as principales dirigentes de la nueva izquierda, el derrotero de la izquierda tradicional y los vínculos entre sus organizaciones políticas y los nuevos movimientos sociales durante estos años, así como sus rupturas y continuidades respecto de los años sesenta y setenta. 

La inquietud que nos motivó a propiciar este debate emerge de algunas percepciones en torno a tendencias que han dominado el campo de estudios del pasado reciente en Argentina. En primer lugar, la revisión ha tendido a concentrarse en las décadas del sesenta y el setenta que, por su densidad histórica, por los debates en torno a la violencia política y  por el grado de injerencia de los actores de la nueva izquierda durante esos años, cobraron especial protagonismo. En la contraparte, “los ochenta” constituyen un período menos explorado y la bibliografía disponible se ha concentrado en problematizar la transición democrática, la recomposición de los grandes partidos políticos y los incipientes procesos de memoria que comenzaron a emerger en torno al pasado inmediato. Son minoritarias las investigaciones que se han preguntado por las derivas de los actores que otrora fueron protagonistas. Entonces, una motivación gira en torno a la necesidad de construir algunos ejes analíticos que contribuyan a la creación de una agenda de investigación sobre el tema.

En general, el abordaje de la izquierda en los años ochenta tendió a focalizarse en el análisis de proyectos político-editoriales que emergieron durante el exilio de la militancia revolucionaria, impulsando el debate en torno a temáticas espinosas como la lucha armada, el rol de la guerrilla o “la derrota”. Sin embargo, a pesar de que estos estudios son imprescindibles para comprender el debate que construyó la cultura política de “la transición”, son insuficientes para entender acabadamente el universo más amplio de prácticas y discursos de la izquierda de la década, que fue más heterogéneo en sus posicionamientos y formas organizativas. En relación con esto, una mirada más abarcativa, supone incorporar a la reflexión los derroteros de otros actores, como los partidos políticos de la izquierda trotskista, maoísta y comunista -el Movimiento al Socialismo (MAS), el Partido Obrero (PO), el Partido Comunista (PC), el Partido Comunista Revolucionario (PCR)-, los itinerarios políticos y sindicales de los militantes-sobrevivientes de las guerrillas setentistas -por ejemplo, en Intransigencia y Movilización o el Movimiento Todos por la Patria (MTP)- y los modos de intervención en y del movimiento social, sobre todo de mujeres y de derechos humanos, en este nuevo escenario político.

El diálogo que buscamos entablar, se encuentra guiado por una serie de inquietudes que podríamos resumir en la intención de problematizar la idea re-fundacional que presenta a esta década como un nuevo tiempo histórico que emergió a partir de una ruptura total respecto del pasado inmediato. Sin desconocer que “la transición” produjo transformaciones organizativas y programáticas claves, los trabajos reunidos ponen de relieve, también, continuidades importantes. En efecto, muchos de los activistas de las izquierdas sostuvieron el ideario revolucionario que pervivió como leit motiv de sus prácticas políticas.  Entonces, atender a esta compleja zona de reconfiguraciones recuperando las continuidades con la praxis política previa nos permite repensar (y tensionar) las temporalidades a partir de las cuales se ha tendido a reflexionar sobre las izquierdas durante la transición.

Con estas lentes, algunos nudos conceptuales resultan claves: las formas que asumen los partidos políticos de izquierda, el rol del (los) movimiento(s)social(es) o las apuestas frentistas atraviesan la forma de pensar la política y canalizar la organización de la acción social de los activistas en ambos tiempos históricos surcados por la dictadura. Sin embargo, sus sentidos se encontraron sujetos a racionalidades políticas específicas en cada época; es decir, un conjunto de representaciones que gobernaron los modos en que, en cada período, los grupos sociales condujeron sus acciones e imaginaron su porvenir. En este sentido, es interesante marcar un contrapunto entre ambas formas de pensar la política y sus vínculos con la democracia.

Para los protagonistas de los años setenta, esa racionalidad giró en torno a la tríada peronismo-socialismo-revolución y las formas que asumió el triángulo, según el peso de sus lados. Resulta inviable comprender sus repertorios de acción política y las apuestas que construyeron deslindadas del proceso político que, abierto tras la caída del peronismo, fue deslegitimando el rol del Estado y sus instituciones liberal-democráticas. En esta coyuntura, la idea de la revolución (que además, atravesaba al mundo) se transformó en un horizonte de expectativas que signó la manera de hacer política de amplios sectores sociales.

En la contracara, durante los años ochenta, emergió una racionalidad vinculada a la revalorización de la democracia y a un proceso de descentralización de la política que tuvo consecuencias concretas para los actores de las izquierdas. A modo de ejemplo, en esta nueva geografía, la idea de movimiento social adquirió una significación diferente, protagónica y novedosa. Primero, porque emergió como una manera de responder al debilitamiento de las formas tradicionales de la protesta (fundamentalmente de las organizaciones sindicales). Pero, a la vez, porque tras la desarticulación de las “vanguardias revolucionarias” que antes habían protagonizado la escena pública, facilitaron el retorno al mundo de lo popular. En efecto, esta preponderancia se expresó en los cambios discursivos y organizativos de las izquierdas y en la gravitación de las estructuras movimientistas, como la forma organizativa más eficaz para la racionalidad pluralista de los años ochenta. A modo de ejemplo, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) pasó a llamarse MAS, un sector del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) impulsó el MTP y el Partido Auténtico de Montoneros se autodenominó Movimiento Peronista Montonero (MPM).

Entonces, a la hora de construir esta cartografía de las izquierdas, es posible suponer, tal como sugiere Roberto Pittaluga[1], la existencia de dos tramas diferentes, muchas veces convergentes, otras antagónicas, que permiten pensarlas en un continuum histórico. La primera de ellas, tiene que ver con sus posiciones identitarias, la pertenencia partidaria y sus transformaciones y prácticas normalizadas; la segunda, en cambio, supone posiciones difusas, dispersas, ocultas o latentes y las memorias de las acciones emancipatorias del pasado que, aún con sus olvidos, no dejaron de interpelar a los actores de la izquierda.   

En su artículo “La izquierda argentina, entre la dictadura y la transición democrática: notas para su estudio”, Águila construye un exhaustivo estado de la cuestión que recupera los principales trabajos sobre la izquierda político partidaria en la historia reciente y evidencia la escasez de indagaciones sobre los años ochenta. Apunta que estudiar este conjunto más vasto, permitiría problematizar “ciertas imágenes cristalizadas que separan tajantemente dictadura de democracia” y que se instalaron a causa de considerar a las izquierdas “como un todo homogéneo”. Como agenda a futuro, delinea algunas temáticas que son ineludibles, como el proceso de reconfiguración de la actividad política, las perspectivas de la revolución o la importancia metodológica de considerar las escalas de análisis.

Recuperando estas metas, el diálogo establecido por los trabajos de Ronald y Sapp, por un lado, y Carnovale, por el otro, resulta potente. Les autores reconstruyen los itinerarios de dos de las organizaciones revolucionarias más importantes de la nueva izquierda: Montoneros y ERP, permitiendo rastrear y problematizar las continuidades de la militancia revolucionaria que sobrevivió a la dictadura militar y siguió pensando (y haciendo) política.  Así, en el artículo titulado “Intersecciones entre el peronismo de extracción montonera y el movimiento  sindical de Córdoba (1982-1987)”, Ronald y Sapp reconstruyen estas trayectorias y, aunque centran la mirada en Córdoba, consideran elementos de una escala más amplia como los vínculos entre el movimiento sindical y la política partidaria al interior del peronismo. Como muestran les autores, el Movimiento Peronista Montonero (MPM) desplegó múltiples estrategias que, alejadas de la lucha armada, tuvieron por principal objetivo, reintegrarse al peronismo y a la política del escenario post Malvinas. Sin embargo, a pesar de la opción por nuevas formas organizativas, más afines con la etapa que se abría, sostuvieron la “identidad peronista montonera” que siguió atravesando sus objetivos y proyecciones políticas.  

Por su parte, los itinerarios de la militancia vinculada al PRT-ERP  encarnan rasgos comunes. En el trabajo “De Entre todos a La Tablada. Redefiniciones y permanencias del ideario setentista”, Carnovale reconstruye la re-configuración de la militancia perretista durante la transición y se concentra en el grupo que, liderado por Gorriarán Merlo, impulsa su reinserción en Argentina a partir de la revista Entre Todos y del MTP. Aunque la estructura movimientista, la revalorización de la democracia y la ligazón transversal con el activismo social son diferencias respecto del pasado, la autora identifica una “temporalidad de larga duración” que, a pesar de la dictadura, siguió permeando la constitución identitaria del grupo y que contribuye a comprender la decisión de llevar adelante un operativo como La Tablada.

Otra temática ineludible en este mapa de “las izquierdas” en los años ochenta fue el rol de los nuevos movimientos sociales. Un primer eje relevante gira en torno al movimiento juvenil, sus vínculos con la política y sus formas de inserción y politización en esta nueva coyuntura. Los artículos de Castro y Scocco se insertan en este clivaje y poseen, además, el valor de asumir una escala subnacional, reconstruyendo estas experiencias en dos ciudades relevantes: Mar del Plata y Rosario. En el primer caso, el artículo titulado “Juventud y política en la apertura democrática. Una mirada sobre el Movimiento de Juventudes Políticas marplatense (1983-1987)” estudia la experiencia del Movimiento de Juventudes Políticas (MOJUPO) en la ciudad de Mar del Plata. Al respecto, una primera cuestión que nos gustaría señalar es que aquí el concepto de movimiento atraviesa el campo político partidario, nucleando transversalmente a los jóvenes de distintos partidos políticos. Aunque la autora muestra que la recuperación democrática no alteró la significación de “lo militante” (que siguió asociada a la izquierda revolucionaria y a una prédica antiimperialista) también da cuentas de nuevos usos y sentidos, influenciados por la temática de los derechos humanos y la revalorización democrática. Con una misma línea, en Rosario, Scocco reconstruye la incorporación de una nueva generación de militantes al Movimiento de Derechos Humanos (MDH) a partir de un doble mecanismo: la convocatoria abierta por el propio movimiento y el acercamiento espontáneo de sectores juveniles que se encontraban ligados directa o indirectamente con el activismo setentista. La autora advierte que esta incorporación aportó un mayor dinamismo y visibilidad a MDH que, no sin tensiones y algunas fracturas, creció cuantitativa y cualitativamente. 

Otra novedad fue el resurgimiento del movimiento de mujeres. Como muestra Trebisacce en su artículo “Memorias feministas en disputa y puentes rotos entre los años setenta y los años ochenta”, aquel se nutrió de militantes feministas de los tempranos años setenta, ex militantes de la nueva izquierda que llegaron del exilio y mujeres sin militancia previa. Esta transversalidad resulta clave para comprender su crecimiento sostenido: durante toda la década, emergieron diversas organizaciones, espacios de debate y publicaciones emblemáticas. Desde una mirada más específica, el artículo de Casola: “Las bolcheviques. Izquierda partidaria y movimiento de mujeres en la Argentina reciente” estudia la relación del PC, el PCR, el MAS y PO con el feminismo e identifica dos grandes discusiones: 1| la opresión de género y la demanda de una militancia específica 2| el lugar de los reclamos feministas en la agenda revolucionaria. A pesar de que consideraban que la opresión principal era la de clase, la autora sostiene que la izquierda reconoció al feminismo como un actor político con incidencia.  

Finalmente, el trabajo de Manduca aporta otra dimensión importante, al indagar sobre las expresiones artísticas y culturales de las izquierdas. En el artículo “Dos sentidos de la democracia en el movimiento Teatro Abierto. Las instituciones y las calles en la ?’?primavera democrática?’?”, analiza los vínculos entre el colectivo Teatro Abierto y la política, mostrando cómo se diversificaron las posturas de sus miembros en torno a los modos de entender el rol de los artistas e intelectuales en la nueva etapa democrática.  

Como  adelantamos al inicio, consideramos que estos trabajos constituyen puntos cardinales de un mapa en construcción: el de “las izquierdas” en los ochenta. Esperamos que el debate, invite a seguir delineando su geografía política.

Textos seleccionados para  el dossier

Águila, G. (2019). La izquierda argentina, entre la dictadura y la transición democrática: notas para su estudio. Revista Historia Social y de las Mentalidades, 23(2), 277-304. DOI: 10.35588/ rhsm.v23i2.4109. Disponible en: https://www.revistas.usach.cl/ojs/index.php/historiasocial/article/view/4109  

Carnovale, Vera (2014). De Entre Todos a La Tablada: Redefiniciones y permanencias del ideario setentista. PolHis, 12, pp. 244-264. Disponible en: https://historiapolitica.com/datos/boletin/Polhis12_CARNOVALE.pdf

Casola, Natalia (2021). Las bolcheviques. Izquierda partidaria y movimiento de mujeres en la Argentina reciente. Archivos De Historia Del Movimiento Obrero Y La Izquierda, 19, pp. 43-64.  Disponible en https://www.archivosrevista.com.ar/numeros/index.php/archivos/article/view/328

Castro, Constanza (2019).  Juventud y política en la apertura democrática. Una mirada sobre el Movimiento de Juventudes Políticas marplatense (1983-1987). Anuario del Instituto de Historia Argentina, 19 (2), e103.  Disponible en: https://www.anuarioiha.fahce.unlp.edu.ar/article/view/AIHAe103/11779  

Manduca, Ramiro (2021). Dos sentidos de la democracia en el movimiento Teatro Abierto. Las instituciones y las calles en la “primavera democrática”. Sociohistórica, 48, e147.  Disponible en: https://www.sociohistorica.fahce.unlp.edu.ar/article/view/she147/14385

Roland, Ernesto y Sapp, Camila (2020). Intersecciones entre el peronismo de extracción montonera y el movimiento sindical de Córdoba (1982-1987). Revista Izquierdas, 49, pp. 3908-3932. Disponible en http://www.izquierdas.cl/images/pdf/2020/n49/art185_3908_3932.pdf

Scocco, Marianela (2021). La juventud y el Movimiento de Derechos Humanos. Transformaciones y conflictos en la incorporación de una nueva generación militante pos MalvinasCuadernos de Historia, 28, pp. 229-249. Disponible en: https://revistas.unc.edu.ar/index.php/cuadernosdehistoriaeys/article/view/36422 

Trebisacce, Catalina (2018). Memorias feministas en disputa y puentes rotos entre los años setenta y los años ochenta. Mora, 24, pp. 77-94. Disponible en: https://doi.org/10.34096/mora.n24.6304 

Bibliografía mencionada:

[1] Pittaluga, R. (2020). Notas para una historia de la izquierda. Prismas, 24(2), pp. 346-353.

]]>
Dossier. Sindicalismo y política en la Argentina democrática. Aristas y matices de una relación compleja https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-sindicalismo-y-politica-en-la-argentina-democratica-aristas-y-matices-de-una-relacion-compleja/ Sun, 08 May 2022 14:34:46 +0000 https://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4391 ISSN sección Dossier 2618-415x

Belén Morris (IdIHCS-CONICET)

Introducción

En este dossier nos proponemos construir un diálogo entre autores y autoras que abordaron un tema de central importancia para la dinámica sindical argentina: la relación entre sindicalismo y política. Preguntarnos por este vínculo supone dirigir la mirada hacia diferentes aristas comprendidas en el vasto y amplio concepto de la política. En principio, nos conduce a indagar en el entramado institucional-estatal del que los sindicatos forman parte en el marco de un sistema capitalista, en la tensión entre autonomía y heteronomía derivada de esa misma condición, en la relación fraguada con diferentes partidos políticos y, especialmente, con el peronismo como identidad, como movimiento y como partido político. Preguntarnos por la relación entre sindicalismo y política nos orienta, también, a poner de relieve el terreno de las estrategias, de los fines y propósitos de la acción sindical, los contornos de los sujetos y demandas representados y los límites internos y externos de la forma sindicato para representar las múltiples realidades laborales que coexisten en la Argentina contemporánea. En definitiva, pensar ese vínculo es explorar y analizar las condiciones de posibilidad de asociar la parte con el todo.

Los textos reunidos aquí son reflexiones situadas en un contexto temporal y espacial específico: todos ellos observan la realidad sindical argentina (aunque la escala es más amplia en el caso de Murillo), algunos se circunscriben al neoliberalismo menemista y otros al neodesarrollismo kirchnerista. A lo largo de esos años han tenido lugar cambios de diferente cadencia y espesor en el modelo de acumulación (específicamente, en el mercado de trabajo) y en el régimen político. Así, dos grandes líneas atraviesan estos textos y construyen el escenario de fondo de este debate: por un lado, las transformaciones en el vínculo entre peronismo y sindicalismo; por el otro, la relación entre los cambios en el mercado de trabajo y la acción sindical.

Las últimas dos décadas han atestiguado una recomposición del sindicalismo como actor económico-corporativo y cierta voluntad de recuperar centralidad en el terreno político, fundamentalmente, dentro del movimiento peronista. Evocando la figura de la “columna vertebral”, algunos sectores sindicales aludieron al vínculo forjado con el peronismo a mediados del siglo XX a partir de experiencias de integración social vía trabajo, dignificación y reconocimiento material y simbólico de la condición trabajadora. Por aquellos años, y especialmente durante la proscripción del peronismo, el sindicalismo se había transformado en un actor político influyente que nutría las listas legislativas y agencias estatales de dirigentes sindicales y que sustentaba económicamente las campañas políticas. Sin embargo, desde la recuperación de la democracia en adelante, los vínculos entre el sindicalismo y el peronismo han cambiado sustancialmente, si no en la superposición de programas al menos en sus expresiones institucionales, la Confederación General del Trabajo (CGT) y el Partido Justicialista (PJ). La “desindicalización” del PJ es una premisa sobre la que se asientan casi todos los textos recuperados en este dossier.[1] A ello agregan otra complejidad, que no se inserta en el terreno organizativo sino simbólico (aunque articulado con el plano material): las referencias históricas de las conquistas peronistas resultan cada vez más lejanas a las nuevas generaciones de trabajadores que se han incorporado al mercado laboral en condiciones diferentes a las que existían a mediados del siglo XX.

Este punto se vincula con la segunda línea de continuidad que cruza estas investigaciones: el análisis de la relación entre sindicalismo y política es inseparable de la pregunta por las transformaciones en el mundo del trabajo. Puntualmente, el avance de la informalidad y de múltiples formas de precarización laboral. En definitiva, si se trata de vincular la parte con el todo: ¿qué arraigo han podido construir los sindicatos en los sectores populares? ¿cuánto de la realidad viva y heterogénea del trabajo ha tocado la puerta de las estructuras sindicales?

En el marco de las reformas de mercado que fragmentaron el mundo del trabajo, hicieron emerger diversas formas de precarización laboral y atomizaron las relaciones laborales, una fracción importante del sindicalismo mutó hacia un perfil empresario que reemplazó los recursos y la legitimidad proveniente de sus afiliados por recursos obtenidos del mercado. Tal como muchas de las investigaciones reunidas aquí retratan, ese cambio en la forma de algunos sindicatos hizo posible cierto divorcio entre las organizaciones sindicales y la clase trabajadora. Si bien esta separación no invalida que muchos trabajadores y trabajadoras refrenden la participación y la representación de la organización sindical, sí nos advierte que un universo laboral multiforme y heterogéneo huye de los parámetros clásicos de la representación sindical. 

Hasta el desembarco del neoliberalismo en Argentina, un mercado de trabajo equilibrado y cierta homogeneidad sociocultural y política habían aceitado una representación sindical bifronte en el terreno gremial y en el terreno político.[2] En ausencia de dichas condiciones, ¿el sindicalismo ha trascendido su carácter de “parte” para representar el todo? ¿con qué obstáculos se ha topado en ese tránsito? Más allá de las distintas respuestas que los textos aquí reunidos formulan a este interrogante, es posible subrayar que en todas ellas los actores sindicales no son receptores pasivos de lo que sus interlocutores (empresariales y gubernamentales) hacen de ellos sino agentes que inciden y moldean el rumbo y la morfología del contexto en el que actúan.

Los dos primeros trabajos indagan en la década del ’90 y ofrecen teorizaciones complementarias sobre las respuestas sindicales a las reformas de mercado. El primer trabajo es de Victoria Murillo y su objetivo es explicar comparativamente el curso de las reformas de mercado implementadas por partidos de base laboral en Venezuela, México y Argentina. La autora explica cómo los sindicatos han condicionado el éxito o el fracaso de dichas reformas y lo hace a partir de una “teoría partidista” de las interacciones entre sindicatos y gobierno que descansa sobre tres pilares: la lealtad partidaria, la competencia entre sindicatos por la representación de un mismo segmento de trabajadores y la competencia entre partidos políticos o fracciones por la conducción de un sindicato. El eje del trabajo está situado en modelizar las interacciones estratégicas entre sindicatos y gobierno para discutir con quienes al estudiar el curso de las reformas se detuvieron solo en el rol de los tomadores de decisiones, en el entramado institucional o en las condiciones macroeconómicas de cada país.

El segundo trabajo que se enfoca en esta etapa histórica es de Martín Armelino. El autor matiza las miradas que connotan como ganadores o perdedores a determinados sindicatos de acuerdo a la obtención de recursos organizativos e institucionales. Inspirado en el modelo analítico de Alessandro Pizzorno y situado en el ámbito público (propicio por demás para observar contrastes en la construcción de diferentes tipos sindicales), Armelino analiza las concepciones de sindicalismo que tamizan tanto los objetivos que persiguen las organizaciones sindicales como las estrategias delineadas para tales fines. A su vez, ensancha la observación temporal para mostrar que esos comportamientos no surgieron de forma espasmódica frente a las reformas de mercado sino que amplificaron y sofisticaron una serie de prácticas desplegadas años atrás.

Otras investigaciones que incluimos aquí, analizan el cambio en la dinámica política del sindicalismo de 2002/2003 en adelante y hacen foco en la configuración de una alianza entre gobiernos y sindicatos (especialmente, la CGT y algunos sectores de la Central de Trabajadores de la Argentina) y en las tensiones que surgieron en ese vínculo.

Sebastián Etchemendy señala el tránsito de un sindicalismo “a la defensiva y en retirada” (2013, p. 294), deliberadamente subordinado y adaptado a un modelo económico neoliberal, a un sindicalismo protagónico en la coalición de gobierno. Analiza el intercambio político entre el sindicalismo agrupado en la CGT y en la CTERA y el gobierno a través del concepto de doble alianza, es decir, de un vínculo que redunda en beneficios para ambas partes. Etchemendy muestra, asimismo, que esa centralidad se ha mostrado ciertamente condicionada por los cambios en el contexto económico y político. Limitaciones internas al modelo sindical y problemas de tipo corporativo, económico y político en la alianza gobierno-sindicatos resquebrajaron esa relación.

También Cecilia Anigstein ha observado el doble juego entre sindicalismo cegetista y gobierno kirchnerista a través de la idea de cooperación mutua. La autora destaca los distintos momentos que atravesó esa alianza basada en elementos materiales y simbólicos y analiza especialmente el momento de quiebre entre 2010 y 2011. A propósito de esto, otorga relevancia a dos aspectos que configuran el escenario posterior a la crisis de 2009: por un lado, la centralidad de los sectores más empobrecidos como destinatarios de las medidas gubernamentales, aspecto que alteró el reparto del poder político dentro de la coalición kirchnerista. Por otro lado, la revitalización y aggiornamento de un legado nacional-popular cuyo sentido se volvió un foco de disputa entre múltiples actores que formaban parte del peronismo; esto fue particularmente relevante en el caso del sindicalismo.

El texto de Ana Natalucci se hace eco de ese mismo proceso. La autora realiza un balance de las transformaciones del contexto en el que actuaron los sindicatos concentrándose en los cambios en el modelo de desarrollo y en el sistema político. El texto explora los dilemas concitados para una parte del sindicalismo que no solo buscó recuperar derechos en el terreno corporativo sino también restituir la capacidad de proyectarse y de representar políticamente a la clase. Por tal razón, se concentra en dos experiencias políticas que, si bien no han sido las únicas, sintetizan la voluntad de sindicalizar el peronismo por parte de algunas organizaciones: la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista y la Juventud Sindical.

Para finalizar, dos investigaciones reparan en algunas contradicciones y tensiones internas que ha tenido la recuperación del sindicalismo como actor corporativo y como actor político en las últimas dos décadas.

Desde el título de su escrito, Paula Abal Medina señala que ya no podemos hablar de un movimiento obrero organizado, sino que la formulación debe ser en plural. En paralelo a la recomposición de los sindicatos y trabajadores asalariados registrados afiliados a ellos, la autora da cuenta de la emergencia y consolidación del otro movimiento obrero, aquel que es producto de las imperturbables desigualdades en el mundo del trabajo. Abal Medina muestra que las políticas públicas han tenido claros límites en la reversibilidad de ciertas transformaciones laborales regresivas y que muchas organizaciones sindicales con una desmantelada representación en los lugares de trabajo, dejaron de acusar recibo de los trabajadores precarizados, subcontratados, eventuales o tercerizados, usualmente jóvenes, que habitan los lugares de trabajo. Hacia el final de este capítulo, sin embargo, la autora recupera potentes experiencias de articulación que resultan prometedoras en términos de la capacidad de recomponer los fragmentos en los que se encuentra fracturada la clase trabajadora y representarla como una totalidad.

Aquella gran transformación mediante la cual los sindicatos fueron protagonistas de un intercambio político con un gobierno neoliberal parece haber retaceado la capacidad de intervenir y modificar escenarios. Ese argumento constituye el planteo general que realiza Paula Varela en un texto que convida interesantes preguntas. La autora toma distancia de algunas interpretaciones sobre el protagonismo sindical en los doce años de gobierno kirchnerista para poner de relieve una discusión que considera ausente de las perspectivas reseñadas: aquella que pone en el centro las estrategias sindicales, sus fines, medios y procedimientos. A su vez, escoge el lugar de trabajo como un espacio privilegiado donde observar la articulación contradictoria entre un proceso de recomposición social y gremial de los trabajadores y la persistencia de ciertas condiciones de explotación y precarización de la fuerza de trabajo.

En síntesis, las investigaciones reunidas en este dossier se interrogan por las posibles articulaciones entre sindicalismo y política en la Argentina de la posdictadura: ¿qué consecuencias ha tenido la preservación de recursos institucionales en la capacidad de representación de la totalidad de la clase trabajadora? ¿qué tipo de politicidad han procurado construir los grandes sindicatos? ¿de qué formas ha repercutido la atomización y fragmentación de la clase trabajadora en las posibilidades de reconstruir una trama organizativa perdida?

Textos seleccionados para el dossier


[1] Levitsky, Steven (2005).  La transformación del justicialismo: del partido sindical al partido clientelista, 1983-1999. Buenos Aires: Siglo XX.

[2] Torre, Juan Carlos (2004).  El gigante invertebrado: los sindicatos en el gobierno, Argentina 1973-1976, 2da ed. Buenos Aires: Siglo XXI.

]]>
Dossier | Partidos políticos en dictadura y democracia. Argentina, c. 1976-1989 https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-partidos-politicos-en-dictadura-y-democracia-argentina-c-1976-1989/ Wed, 04 Aug 2021 10:41:48 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4234 ISSN sección Dossier 2618-415x

 

Dossier | Partidos políticos en dictadura y democracia. Argentina, c. 1976-1989


Marcela Ferrari (Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS), UNMDP – CONICET)

 

Algunas notas sobre los partidos políticos en dictadura y democracia. Argentina, c. 1976-1989. A manera de presentación

 

En la política argentina, 1983 marcó un punto de inflexión en dos aspectos. Por un lado, con todas las incertidumbres de aquel presente, dio inicio al período más prolongado de estabilidad política del siglo XX que se prolonga hasta la actualidad. Por otro, exhibió el reposicionamiento de los partidos políticos en la escena pública con respecto al pasado. En efecto, esos partidos que se reorganizaron en forma paralela al derrumbe de la última dictadura militar sucesivo a la derrota en la Guerra de Malvinas, a la hora de reconstruir el sistema político, fueron centrales para restablecer la contienda electoral y hasta para procesar algunas tensiones y conflictos en tanto intermediarios entre la sociedad y el gobierno del Estado.

Este dossier contribuye a realizar una lectura acerca del modo en que los partidos se reconfiguraron durante esa coyuntura en que la democracia, aceptada como el juego político al que la enorme mayoría de los argentinos valoró en su legitimidad, fue considerada el marco maestro capaz de articular y dar sentido a una diversidad de reivindicaciones postergadas. Asimismo, interesa recuperar el antes y el después de esas organizaciones con respecto a la coyuntura transicional, considerada a la vez un punto de llegada y de partida. Del período previo se destacarán algunos casos que dan cuenta de la experiencia de los partidos en dictadura mientras sus actividades permanecían formalmente suspendidas, aunque paulatinamente y a medida que el régimen perdía legitimidad iban recuperando terreno en el espacio político a través de algunos dirigentes y, posteriormente, como organizaciones. Del posterior, se enfatizará en aspectos organizativos, recambio de elencos, emergencia de liderazgos y prácticas políticas que proporcionaron los cimientos de la democracia recuperada.

A tal fin el dossier reúne nueve textos escritos en perspectiva histórica, clásicos o recientes, que realizaron aportes específicos sobre la dinámica de partidos nacionales mayoritarios -Unión Cívica Radical (UCR) y Partido Justicialista (PJ)- y algunos minoritarios -Partido Comunista (PC), Partido Socialista (PS), Partido Socialista de los Trabajadores/Movimiento al Socialismo (PST-MAS)-, provinciales -Movimiento Popular Neuquino (MPN)- y coaliciones políticas (Multipartidaria y frentes encabezados por el PJ) durante la dictadura y la reconstrucción democrática temprana (c.1976-1989). Sus autores pertenecen a distintas camadas y procedencias geográfico-institucionales. Los trabajos forman así un mosaico sin pretensiones enciclopedistas que, como toda selección, es incompleta por varias razones. Primero porque constituyen un recorte pequeño de la cuantiosa bibliografía existente sobre el tema; segundo porque faltan textos referidos a partidos del arco de la derecha; tercero, porque pese al estado actual del conocimiento, todavía existe un vacío importante acerca de una multiplicidad de fuerzas políticas en dictadura y en democracia, en especial de las minoritarias. Además, cabe considerar que cada artículo o capítulo fue pensado en su especificidad, para responder a preguntas diferentes, no para integrar este dossier.

Los condicionamientos que impone una selección no impiden reconocer que de la reunión de este conjunto de trabajos se desprenden los principales hilos conductores sobre la historia de partidos en Argentina, entre el golpe de Estado de 1976 y fines de la década de 1980.[1] Por sólo señalar algunos, para al período dictatorial es posible destacar la suspensión de la actividad político partidaria, la ilegalización de algunos partidos, el doble juego que las distintas fuerzas o sus principales dirigentes desempeñaron en relación con el régimen dictatorial y con vistas a la salida electoral,[2]  las tensiones y conflictos internos desencadenados por los contactos entre dirigentes partidarios y representantes del régimen, las reconfiguraciones internas, el incremento de la presencia y las demandas de los partidos a partir de 1981, el impasse de la actividad partidaria en la guerra de Malvinas, la reorganización pautada por el gobierno militar del derrumbe iniciado a mediados de 1982, las transformaciones en los discursos y los recursos que nutrían el capital con el que cada partido enfrentó la ansiada competencia electoral.

En cuanto a los comienzos del período democrático se observan la aceptación temprana por parte de los partidos de que la democracia era el único juego posible de ser jugado, la emergencia de nuevos liderazgos, el recambio generacional de los elencos políticos, la reprovincialización de la política, la recuperación de prácticas coalicionales que antecedieron a las más conocidas de la década siguiente. En síntesis, a partir de 1983 los partidos políticos contribuyeron a fundar los cimientos por los que en adelante transitaría la vida político-partidaria e institucional, plagada de nuevos desafíos que reflejaron la insuficiencia de la fórmula prescriptiva alfonsinista que rezaba que con democracia se come, se cura y se educa.

Finalmente, se espera que este dossier resulte disparador de nuevos análisis acerca de lo que perduró y lo que cambió en los partidos políticos en términos de organización, elencos, prácticas, discursos y relación con los gobiernos del Estado, antes y después de la bisagra de 1983.

 

Textos seleccionados para el dossier:

a- Partidos mayoritarios

Tcach, César (1996). Radicalismo y dictadura (1976-1983). En Hugo Quiroga y César César (comps.), A veinte años del golpe, con memoria democrática (pp. 27-50). Rosario: Homo Sapiens.

Persello, Ana Virginia (2007). Renovación y Cambio. En Historia del Radicalismo (pp. 259-312). Buenos Aires: Edhasa.

Mellado, Virginia (2016). Mendoza. En Marcela Ferrari y Virginia Mellado (comps.), La Renovación Peronista. Organización partidaria, liderazgos y dirigentes (1983-1991) (pp. 41-72). Sáenz Peña:  EDUNTREF.

b- Partidos minoritarios

Águila, Gabriela (2008). El Partido Comunista argentino entre la dictadura y la transición democrática. Revista de Historia Actual, 6 (6), pp. 57-69.

Suárez, Fernando M. (2018). El socialismo argentino y el desafío de la democratización. En Alfredo Lazzeretti y Fernando M. Suárez (comps.), Socialismo & Democracia (pp. 253-278). Mar del Plata: EUDEM.

Osuna, María Florencia (2013). Las transformaciones de la izquierda política en la transición democrática. El caso del Partido Socialista de los Trabajadores-Movimiento al Socialismo (1982-1983). Papeles de Trabajo, 7 (12), pp. 146-164.

c- Partidos provinciales

Favaro, Orietta (2017). Claves para comprender la historia de Neuquén: estado y partido. En Suyai García Gualda y otros (eds.), Neuquén: 60-20-10. Un libro de teoría política (pp. 115-142). General Roca: PubliFadecs.

d- Coaliciones políticas

Velázquez Ramírez, Adrián (2017). La Multipartidaria como actor de la transición. En La democracia como mandato. Radicalismo y peronismo en la transición argentina (1980-1987) (pp. 43-78). Buenos Aires: Imago Mundi.

Ferrari, Marcela (2017). La política frentista del peronismo renovador durante los años ochenta. Las coaliciones con la centroizquierda. Cuadernos del Claeh, 36 (105), pp. 9-34. Recuperado de http://claeh.edu.uy/publicaciones/index.php/cclaeh/article/view/283/211.

 

 

[1] Dos libros pioneros sobre la relación entre partidos y dictadura: Yanuzzi, María de los Ángeles, Política y dictadura: los partidos políticos y el “proceso de reorganización nacional” 1976-1982. Rosario, Fundación Ross, 1996. Quiroga, Hugo, El tiempo del Proceso. Conflictos y coincidencias entre políticos y militares, 1973-1983. Rosario, Homo Sapiens, 2004.

[2] La noción de doble juego en Mainwaring, Scott, “Objetivos de partido en regímenes autoritarios con elecciones o en democracias frágiles: un doble juego”, en Mainwaring, Scott y Scully, Timothy (eds.), La democracia cristiana en América Latina. Conflictos y competencia electoral, México, FCE, 2010, pp. 19-54.

 

]]>
Dossier | Los partidos políticos argentinos entre finales del siglo XIX y principios del XX.  Un viejo actor y un período clásico revisados por la historiografía reciente https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-los-partidos-politicos-argentinos-entre-finales-del-siglo-xix-y-principios-del-xx-un-viejo-actor-y-un-periodo-clasico-revisados-por-la-historiografia-reciente/ Tue, 23 Mar 2021 15:51:48 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4187 ISSN sección Dossier 2618-415x

 

Dossier | Los partidos políticos argentinos entre finales del siglo XIX y principios del XX.  Un viejo actor y un período clásico revisados por la historiografía reciente


Leonardo D. Hirsch (PEHESA, UBA) y Francisco J. Reyes (IHUCSO Litoral, CONICET/UNL)

 

Los partidos políticos han sido actores centrales de la vida pública occidental en los últimos doscientos años. No importa el tipo de sistema político, el régimen de gobierno o incluso el sistema socioeconómico (capitalista o comunista), los partidos prácticamente han participado siempre (por supuesto en diversos grados y de diferentes maneras según cada lugar y momento) de las relaciones entre gobernantes y gobernados. La política moderna –aquella que comienza a desarrollarse desde las revoluciones atlánticas a finales del siglo XVIII en adelante– parece estar fatalmente ligada a los partidos, al punto que actualmente, pese a las críticas que han recibido y a las suspicacias que han despertado desde sus orígenes, resulta difícil pensar el gobierno de una sociedad sin ellos. Al respecto, la Argentina no fue ni es una excepción. De hecho, la reforma constitucional de 1994 consideró necesario establecerlos como “instituciones fundamentales del sistema democrático” (artículo 38) y las últimas leyes electorales, post crisis político-institucional del 2001, han instaurado un sistema de elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (Ley N.º 26571 conocida como las PASO) que obliga a toda la ciudadanía a participar en una de las instancias trascendentales de la vida interna de este tipo de agrupaciones políticas.

No sorprende, en consecuencia, los –literalmente– millares de libros, artículos y ensayos que, en todo el mundo y provenientes de diferentes disciplinas de las ciencias sociales y con diversas perspectivas de análisis, tienen a los partidos políticos como objeto de estudio. Desde el punto de vista de la Historia, Democracy and the organization of political parties (1902) de Moisei Ostrogorski puede ser considerado el primer gran trabajo que se dedicó a examinar el funcionamiento de este tipo de organizaciones y a reflexionar acerca de cómo afectaban al sistema representativo y a la sociedad en su conjunto. Lo interesante de dicha obra, que entró rápidamente en diálogo con estudios más generales que le eran contemporáneos, como el del cientista político británico James Bryce (The American Commonwealth [1888/1889]) y poco más tarde con el clásico de Robert Michels (Zur Soziologie des Parteiwesens in der modernen Demokratie [1911]), es que demostró que la inquietud por comprender este fenómeno trascendía a los espacios nacionales e incluso a los continentes.[i] De hecho, hacia el 1900 esta transnacionalización de los estudios sobre los partidos políticos no dejó de calar en las elites político-intelectuales de Argentina, tal como se puede apreciar en una publicación como la Revista Argentina de Ciencias Políticas.[ii] La “explosión” de publicaciones comenzó a producirse, sin embargo, medio siglo más tarde, luego de que las experiencias fascistas y los regímenes autoritarios desarrollados en la primera mitad del siglo XX impulsaran a los intelectuales a contribuir, mediante sus investigaciones y trabajos, en la tarea de crear una democracia plural, en la cual tuvieran participación y expresión los múltiples partidos representativos de los diversos intereses y clases de la sociedad. Está claro que esa empresa a la vez política e intelectual estuvo (y está actualmente) lejos de consolidarse en términos institucionales, pero al menos en el plano conceptual o simbólico logró en poco tiempo instalarse como una premisa hegemónica.

Con todo, en el caso argentino, y en especial en lo que concierne al tema y período histórico abarcados por este dossier, la producción historiográfica no es tan prolífica como se podría presuponer. Por un lado, existen algunos textos pertenecientes a militantes o a ensayistas que buscaban alabar o denostar determinada agrupación o dirigente político, mientras que una parte considerable de los trabajos clásicos sobre el tema realizados por historiadores profesionales se ha enmarcado en el estructuralismo o las teorías de la modernización, y por ende los partidos suelen aparecer como actores (con mayor o menor relevancia según cada autor) que acompañan procesos sociales más amplios pero a menudo no constituyen un problema analítico en sí mismo. Por otro lado, y a pesar de la renovación historiográfica y de la revalorización de la historia política con nuevas miradas y enfoques, en las últimas décadas los partidos políticos tampoco han tenido un lugar destacado en las investigaciones, tal como hicieron notar hace ya algunos años Ana Virginia Persello y más recientemente Paula Alonso.[iii]

De lo dicho no se concluye, de todos modos, que se haya avanzado poco. Los trabajos incluidos en el presente dossier, que representan una pequeña muestra de lo producido en los últimos años, dan cuenta precisamente de aportes de calidad. Ello es porque permiten no sólo modificar ideas muy arraigadas en nuestro imaginario político acerca del pasado, sino también porque brindan herramientas de cara a comprender mejor algunas problemáticas de nuestro propio presente.

En este sentido, el dossier se abre con un artículo de Laura Cucchi que analiza, a partir del caso de Córdoba en el período crítico de 1877-1880, los fundamentos del antagonismo entre los partidos políticos en la segunda mitad del siglo XIX. Frente a la habitual manera de describir la política decimonónica como una mera sucesión de disputas “facciosas” por acceder al control del Estado y del gobierno, Cucchi sugiere que los conflictos políticos estuvieron ligados a controversias en relación con la puesta en práctica del programa constitucional. Dichos conflictos, por otra parte, dieron lugar a dos formas distintas de entender el funcionamiento de las instituciones republicanas, especialmente en lo que hacía al equilibrio entre autoridad y libertad.

Mientras Cucchi intenta dar cuenta de las difusas –para los criterios actuales– diferencias entre los partidos políticos de la segunda mitad del siglo XIX, Leonardo Hirsch, en cambio, analiza un problema que atraviesa a todas las agrupaciones, más allá de sus orientaciones programáticas particulares. A partir del caso de la provincia de Buenos Aires, también en la segunda mitad del siglo XIX, el artículo estudia algunas prácticas partidarias y los debates en torno a la ley electoral del distrito como dos entradas para comprender el proceso por medio del cual los partidos políticos, además de pasar a ser considerados como una institución legítima y necesaria para el gobierno representativo, se convirtieron en el canal principal de la representación política.

A continuación, el artículo de Paula Alonso analiza el desempeño electoral de los partidos políticos en la ciudad de Buenos Aires durante la década de 1890, un asunto escasa o superficialmente atendido hasta inicios de la década de 1990. Este texto es uno de los primeros de una larga lista de trabajos que posicionan a Alonso como una de las referentes más importantes de la renovación historiográfica que puso en cuestión la imagen más extendida sobre el período usualmente conocido como “el orden conservador” (1880-1916), caracterizado por la dominación política por parte de una oligarquía que ejerció el poder de manera excluyente y exclusiva hasta la reforma electoral de 1912 y el triunfo de la Unión Cívica Radical (UCR) en las elecciones presidenciales de 1916. En dicho sentido, este trabajo en particular permite ver, entre otras cosas, que el fraude no estaba institucionalizado (como se solía creer hasta entonces), que en algunos distritos y momentos existió un alto grado de competencia partidaria, que prácticamente todos los sectores sociales (y no solamente la elite) ejercían el derecho a votar, y que la UCR no apeló a ni recibió los votos de ningún sector social en especial.

En esta senda, el trabajo de Francisco Reyes se vincula con la obra de Alonso y Hirsch en tanto su análisis atiende a ciertas características comunes a las organizaciones partidarias surgidas en el fin de siglo. En este caso, los sentidos asignados por los militantes de la UCR y del Partido Socialista (PS) a las propias agrupaciones y a las que comenzaron a concebir como sus “causas”. En la clave de los estudios sobre las formas de sacralización en la política moderna, Reyes desarrolla cómo la actividad política de radicales y socialistas se expresó en tanto misión histórica de carácter trascendente. Ello mediante la apelación a un lenguaje de tipo religioso y la sostenida elaboración de prácticas ritualizadas que definieron simbologías específicas para ambos partidos, fenómeno que fue advertido tanto por parte de quiénes se identificaban con la UCR y el PS como por sus adversarios.

Los católicos, en cambio, no lograron crear fieles militantes. Esta constatación condujo a Martín Castro a preguntarse acerca de los fundamentos del fracaso en “organizar partidos políticos de signo católico que dieran una forma institucional al voto de una sociedad a la cual se presuponía católica”. Su artículo, por ende, analiza las formas concretas que adoptó la participación político-partidaria de los católicos –y sobre todo de los “notables” laicos– en el marco del denominado “orden conservador”, y en especial en los años previos a la reforma electoral de 1912. De esta manera, el autor busca además sumarse a la historiografía reciente que ha revisado las interpretaciones clásicas que postulaban al Partido Autonomista Nacional como un bloque político homogéneo y sin fisuras relevantes. En dicho sentido, Castro muestra precisamente que la dirigencia católica alcanzó cierta cuota de poder cuando logró insertarse en coaliciones conservadoras de corte antirroquista, lo cual lo conduce, por otra parte, a señalar que en la sociedad argentina de aquellos tiempos la “cuestión religiosa” no llegó a ser “la fuente de división explicativa de las disensiones y los alineamientos”.

Algo similar se puede decir acerca de la “cuestión social”. Pese a las transformaciones que por entonces atravesaba el país y que lo conducían de lleno hacia una sociedad de tipo capitalista, los conflictos sociales no tuvieron de primeras una gravitación pública suficiente para explicar los alineamientos partidarios predominantes. Por supuesto, ello no significa que no se hayan creado en aquellos años organizaciones o partidos orientados a expresar los intereses de un determinado grupo socioeconómico. Es bien sabido que el PS se fundó a mediados de la década de 1890. Lo que no se conoce tanto, sin embargo, es la dimensión nacional que tuvo dicha agrupación política en su etapa formativa. El texto de Lucas Poy, orientado a cartografiar la distribución espacial de los centros políticos socialistas en el territorio argentino entre 1894 y 1910, viene así a llenar una vacancia historiográfica fundamental. Como resultado de ello, Poy revela que, si bien en este período la cantidad de militantes del PS nunca pasó de cifras modestas, el partido logró extender su presencia territorial y su influencia en el país de manera significativa y creciente.

La etapa que se abre con la reforma conocida como “Ley Sáenz Peña” operó una reformulación tanto en el rol como, consecuentemente, en el diseño y funcionamiento de las organizaciones partidarias. Ello no sólo porque sus promotores les reservaron un lugar privilegiado como canales de la representación a los “partidos orgánicos” o “de ideas”. Sino también, en una dimensión más pragmática del quehacer político, porque a partir de entonces obtener buenos resultados electorales (por la introducción del sufragio obligatorio y de un sistema de representación de minorías) trajo nuevos desafíos para sus dirigencias y requirió de una ajustada alquimia entre los recursos materiales y simbólicos disponibles, las ambiciones desarrolladas en el nuevo contexto y la progresiva complejidad del espectro de interpelación propio de una política de masas. Si bien algunas formaciones partidarias se revelaron mejor preparadas para estas tareas que otras, el derrotero que se desenvolvió a partir de entonces no necesariamente significó una simplificación o regularización de algo así como un sistema de partidos; antes bien, el nuevo sistema tensionó fuertemente a sus primeros beneficiarios y reveló disímiles criterios de legitimidad entre los actores de la nueva etapa. Esto puede apreciarse a nivel de las escalas de la actividad partidaria como en los aspectos identitarios que contribuyeron a definir las principales opciones del electorado argentino de las primeras décadas del siglo XX.

Estos dos vectores se advierten con precisión en las contribuciones a este dossier de Ricardo Martínez Mazzola para el caso del PS como de María José Valdez para la UCR. El primero demuestra que, lejos de lo que una mirada retrospectiva centrada en el éxito de los comicios presidenciales o en ciertos planteos vinculados a la capacidad de hegemonizar a los sectores populares, el socialismo argentino terminó por beneficiarse de la nueva normativa en la Capital Federal, con suerte dispar frente al radicalismo. No obstante, como recuerda Martínez Mazzola, las buenas performances del PS en la década de 1910 condujeron a una crisis de crecimiento. En dicho sentido, los desprendimientos del Partido Socialista Argentino, del Partido Socialista Internacional –luego Partido Comunista (PC)– y del Partido Socialista Independiente en las décadas de 1910 y 1920 deben pensarse en la clave propuesta por el politólogo Ángelo Panebianco –nos dice Martínez Mazzola– cuando destaca el peso de las configuraciones identitarias originarias que lograron fidelizar a ciertas porciones de un electorado.

Las sucesivas fracturas partidarias en el PS y la UCR (primero la Principista y después la Antipersonalista, amén de las múltiples variantes de los alineamientos de radicales en provincias) plantean el problema de la propia terminología empleada por la historia política al referirse a los “ismos”. En otras palabras: ¿qué eran el radicalismo y el socialismo, digamos, en 1912 y qué en 1920 o en 1930? Una reflexión posible tiene que ver con que partidos e identidades políticas no siempre han ido (ni van actualmente) de la mano, esto es, quienes se reconocían como socialistas, radicales o conservadores no necesariamente se agruparon en las filas de una misma organización partidaria y se disputaron unos sentidos de pertenencia en los que se reconocían como legítimos depositarios. Disputas que también volvieron dinámica cuando no conflictiva a la incipiente democracia de masas en Argentina. Este fenómeno se vislumbra claramente en el artículo de Valdez sobre el llamado “plebiscito” presidencial de 1928 que consagró la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen, trabajado a partir del papel cumplido en el mismo por el órgano yrigoyenista La Época. El recorte sugerido puede cotejarse con la actuación partidaria analizada en el clásico artículo de Alonso, ya que para la tercera década del siglo XX los viejos antagonismos se habían reformulado. Ahora no era el “régimen” sino el “contubernio” (con la UCR Antipersonalista en su centro) el polo de la alteridad frente al cual se colocó la principal vertiente del radicalismo, la cual definió un espacio de representación en el que éste se asociaba al liderazgo de Yrigoyen y a la misma nación en su conjunto.

Pero la sociedad de masas en aquellos años se veía atravesada por múltiples clivajes que imponían a los partidos una producción más compleja del sufragio, en especial en los distritos de alta competitividad electoral. Así lo permite ver el “fraude de masas” desmenuzado por Diego Mauro y Diego Roldán para la Santa Fe de 1937, que habilita el interrogante sobre las posibles continuidades entre las etapas previa y posterior al golpe de Estado de 1930. En este sentido, los autores analizan la construcción de una legitimidad –la de “ejercicio”– alternativa a la de una voluntad general expresada en las urnas. En línea con otros trabajos sobre las provincias de la década de 1930 que rompen con ciertos lugares comunes historiográficos, los autores abordan cómo el fraude de la UCR Antipersonalista se orquestó en el marco de organizaciones bien implantadas, pero enancado en la coalición nacional oficialista de la Concordancia. Ello se relaciona, en su hipótesis, con el giro tecnocrático en las fuerzas políticas y que en el antipersonalismo santafesino se encontraba ligado a lo planteado como una virtud de pocos: el “buen gobierno”. No obstante, la producción del fraude de masas requirió la articulación de una variada gama de actores, empezando por el gobierno nacional, pasando por dependencias estatales en los diferentes niveles, e incluyendo comités de base que por momentos supieron desarrollar altos grados de autonomía.

Finalmente, el aporte de Hernán Camarero se centra en un análisis exhaustivo de otro tipo de formación partidaria, la del PC, que si bien tenía un origen común con la cultura política de los socialistas asumió rápidamente desde mediados de la década de 1920 características singulares vía la “proletarización” y la “bolchevización” de sus cuadros y dirigentes. Mediante una síntesis de su investigación de más largo aliento y con el aporte de la discusión historiográfica, en su artículo argumenta que lo que distinguió al comunismo argentino dentro de la política nacional fue su implantación molecular en los lugares de trabajo, sobre todo de los obreros industriales, y la asunción de los presupuestos teóricos, organizativos e identitarios del régimen soviético. El arco que lleva desde su consolidación como partido de clase, pero pequeño y por momentos ilegalizado, hasta convertirse en parte de la conducción de la principal central sindical del país en la década de 1940, es planteado por Camarero como un camino ascendente. Una experiencia que resultó transversal a los típicos giros de la estrategia del PC debido a su adscripción sin fisuras con la Internacional Comunista, al menos hasta la llegada al poder del peronismo, el cual inició un nuevo ciclo para la vida política en Argentina y, sobre todo, para la principal base social de aquellos partidos que legitimaban su acción como representantes de la clase trabajadora.

Como puede advertirse en esta breve reseña de los textos seleccionados, la renovación de la historiografía sobre los partidos políticos en la Argentina de fines del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX ya no tiene como objetivo encontrar los rasgos “modernos” de los mismos (programa, organización interna, bases sociales), lo que había sido un verdadero leitmotiv de ciertas obras señeras. Antes bien, ahora se trata de reconstruir y comprender, con una saludable proliferación de estudios de caso, cómo los dirigentes y los militantes de las distintas agrupaciones que competían por el poder y por representar diversos intereses y sectores de la sociedad lidiaron con los desafíos inherentes a la propia actividad política. Éstos iban desde los acelerados cambios sociales suscitados en el período que nos ocupa hasta las novedades culturales e ideológicas a nivel mundial que tuvieron modulaciones particulares en el ámbito local. El conjunto propuesto ofrece una productiva diversidad de enfoques (algunos con énfasis en lo teórico y el diálogo interdisciplinar, otros en aspectos metodológicos, como cuando se trata de comparaciones) así como de alcances, en tanto los espacios locales y provinciales constituyen actualmente una de las vetas más ricas para indagar en ese fenómeno histórico que se consolidó en aquel cambio de siglo y que aún hoy permite formular nuevos y desafiantes interrogantes sobre su vigencia, como son los partidos políticos.

 

Textos seleccionados para el dossier

Cucchi, Laura (2015). Antagonismo, política y partidos en las provincias argentinas del siglo diecinueve: el caso de Córdoba a fines de los años setenta. Iles Imperis, 17, pp. 137-156.

Hirsch, Leonardo (2018). Los partidos políticos de la provincia de Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XIX: una interpretación sobre la metamorfosis de la representación. Desarrollo Económico, 58 (225), pp. 155-180.

Alonso, Paula (1993). Politics and Elections in Buenos Aires, 1890-1898: The Performance of the Radical Party. Journal of Latin American Studies, 3 (25), pp. 465-487.

Reyes, Francisco (2018). Religiones de la política en la Argentina finisecular. La sacralización de la identidad política en el radicalismo y el socialismo (1890-1912). Temas y Debates, 36, pp. 85-111.

Castro, Martín (2009). Los católicos en el juego político conservador de comienzos del siglo XX (1907-1912). Desarrollo Económico, 49 (193), pp. 31-60.

Poy, Lucas (2019). Cartografiar el socialismo. Distribución espacial y evolución numérica de los centros del PSA (1894-1910). Travesía, 1 (21), pp. 97-116.

Martínez Mazzola, Ricardo (2015). ¿Males pasajeros? El Partido Socialista frente a las consecuencias de la Ley Sáenz Peña. Archivos de historia del movimientos obreros y la izquierda, 6, pp. 53-72.

Valdez, María José (2012). El “plebiscito” de Hipólito Yrigoyen: la campaña electoral de 1928 en la ciudad de Buenos Aires vista desde La Época. Población y Sociedad, 1 (19), pp. 75-103.

Mauro, Diego y Roldán, Diego (2014). Ladrillos, expertos y votos. La política argentina en los años treinta. En María Serra, Juan Pro y Diego Mauro, Desde la historia. Homenaje a Marta Bonaudo (pp. 135-153). Buenos Aires: Imago Mundi.

Camarero, Hernán (2012). Ascenso y ocaso del Partido Comunista en el movimiento obrero argentino: crítica historiográfica y argumentaciones conceptuales. Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, 1, pp. 57-79.

 

 

[i] Henk te Velde (2017). The Domestication of a Machine. The Debate About the Political Parties Around 1900. En Henk te Velde y Martje Janse (eds.). Organizing Democracy. Reflections on the Rise of Political Organizations in the Nineteenth Century (pp. 255-275). London: Palgrave MacMillan.

[ii] Jorge Myers (2006). La ciencia política argentina y la cuestión de los partidos políticos. Discusiones en la Revista Argentina de Ciencias Políticas (1904-1916). En Darío Roldán (comp.). Crear la democracia. La Revista de Ciencias Políticas y el debate en torno de la República Verdadera (pp. 103-135). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

[iii] Ana V. Persello (2000). Acerca de los partidos políticos, 1890-1943. Anuario del IEHS, 15, pp. 239-266; Paula Alonso (2017). Los partidos políticos y la nueva historia política de la Argentina del “orden conservador”. Entre la reflexión y el manifiesto. Investigaciones y Ensayos, 65, pp. 159-178.

]]>
Dossier. Historizar los ochenta en la Argentina https://historiapolitica.com/dossiers/historizar-los-ochenta/ Sun, 25 Oct 2015 22:03:57 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=3149 Historizar los ochenta en la Argentina

 

Marina Franco (IDES-UNSAM/CONICET) y Valeria Manzano (IDES-UNSAM/CONICET)

 

Los años ochenta en la Argentina constituyen un período escasamente explorado desde la perspectiva histórica. A pesar del crecimiento exponencial de las investigaciones sobre períodos muy recientes de nuestra historia, los “ochenta” –en sus diversas dimensiones- aún no se constituyen en objeto histórico reconocido como tal. Por eso, los trabajos que presentamos en este dossier constituyen puntos de entrada insoslayables para avanzar en la comprensión de esa década desde una mirada histórica. Producidos en los últimos diez años por sociólogos, historiadores del arte e historiadores, estos trabajos son en alguna medida pioneros en el abordaje de “los ochenta” e introducen preguntas específicas del estudio de lo histórico, desde las clásicas en torno a las rupturas y continuidades hasta otras ligadas a las transfiguraciones de los actores sociales, políticos y culturales o la polivalencia de las nociones de derechos.
La interrogación por las rupturas y continuidades es medular para la comprensión de “los ochenta”, permitiendo ponderar los alcances y limites del pasaje hacia un orden político democrático en 1983. Esa interrogación recorre la contribución de Paula Canelo, que pone el foco en las Fuerzas Armadas, y reconstruye minuciosamente los desplazamientos de su “rol” en la política argentina entre 1981 y 1987. Canelo entiende ese desplazamiento como un tránsito entre el rol de “arbitro” que las Fuerzas Armadas se habían auto-impuesto en la política argentina ya desde la década de 1930 hacia otro en el cual se concentraron en la defensa de sus propios intereses corporativos, pero persistiendo como actor político central de la década. De igual modo, la contribución de Ana Castellani reconstruye una mirada de mediano plazo sobre el crecimiento de grupos económicos clave, trazando su fisonomía empresarial y sus vínculos con el Estado en las décadas de 1970 y 1980. Remarcando persistencias y novedades, Castellani muestra que fueron esos grandes grupos económicos los “ganadores” en la “década perdida” de los ochenta, y ofrece indicios claros para comprender a esos grupos en tanto actores económicos y políticos con capacidad para tensionar las políticas y discursos igualitaristas y democráticos de la década. A su modo, la contribución de Viviana Usubiaga sobre las artes visuales en Buenos Aires también recupera esas tensiones, tanto como la pregunta sobre las rupturas y continuidades. Usubiaga atiende a las reconfiguraciones de artistas, circuitos y producciones en “tiempos de libertad” y a los modos en que se ligaron con las políticas que apuntaron a “oficializar” parte de esa renovación artística en el marco de una concepción sobre el acceso a los bienes culturales como un derecho que la naciente democracia debía garantizar.
Así, el despliegue de un lenguaje de derechos –humanos, civiles, sociales– aparece en los distintos textos como una base de época sobre la que se configuraron políticas públicas y se activaron demandas sociales en los ochenta. Así, el trabajo de Diego Galante, focalizándose en los derechos humanos como problema de época, muestra como el “Juicio a las Juntas”, en 1985, fue un acontecimiento que excedió el ámbito judicial y se transformó en un tema central de conflicto político en el espacio público. Como muestra Galante, a través de él, en los ochenta se discutió el pasado, el presente y el futuro democrático, amplificando ciertos relatos e invisibilizando otros. Por su parte, la contribución de Mónica Gordillo pone el foco en los proyectos de “democratización” sindical que el gobierno de Raúl Alfonsín intentó implementar desde inicios de su gestión. Atendiendo a las relaciones entre gobierno y sindicatos, esta autora introduce una discusión crucial sobre los modos históricamente situados de construcción y apropiación de ideas aparentemente abstractas, como democracia y derechos, que en “los ochenta” marcaron el devenir de la agenda política. En el mismo sentido, Jennifer Adair analiza cientos de cartas que individuos anónimos, de sectores medios y populares, escribieron al Presidente Alfonsín durante “los ochenta” y disecciona los usos que hicieron y los cambios que se produjeron en el lenguaje de derechos humanos y sociales. Adiar encuentra que las “utopías democráticas”, tal como las denomina, a la vez sostenían y perfilaban esperanzas y descontentos entre esa sociedad tan difícil de asir.
De esta manera, desde distintas ópticas, el problema histórico persistente que nutre la mayoría de estos textos (explícita o implícitamente) es el peso de la reconfiguración de un momento signado por la irrupción del escenario democrático. Pero los textos muestran que ese escenario no fue entendido ni experimentado solo como un sistema electoral sino como una novedad disruptiva y, especialmente, como escenario de derechos. Esta novedad (aún con todos sus matices y continuidades) fue especifica de la “transición” de 1983 y no de otras posdictaduras argentinas. Este cambio paradigmático (y no sólo la continuidad institucional democrática que se inicia entonces) indica una primera marca particular para ese período, y si bien esta marca no es única, sí sugiere la necesidad de pensar “los ochenta” como época, como momento específico de reconfiguraciones sociales, políticas y culturales.

Textos que integran el dossier

]]>