Argentina – historiapolitica.com https://historiapolitica.com El sitio web del Programa Interuniversitario de Historia Política Tue, 12 Sep 2023 20:19:57 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.6.2 https://historiapolitica.com/wp-content/uploads/2014/08/cropped-logo1-32x32.png Argentina – historiapolitica.com https://historiapolitica.com 32 32 Dossier: Rituales políticos y usos del pasado en los Centenarios y Bicentenarios de Argentina y México https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-rituales-politicos-y-usos-del-pasado-en-los-centenarios-y-bicentenarios-de-argentina-y-mexico/ Thu, 11 May 2023 19:57:00 +0000 https://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4549 ISSN sección Dossier 2618-415x

Camila Perochena (Universidad Torcuato Di Tella)

Introducción

Conmemorar implica establecer un puente entre el pasado y el presente. Toda conmemoración, según Mona Ozouf, vive de la afirmación obsesiva del presente: “aquellos a los que honramos son los mismos entre ellos, nosotros somos los mismos entre nosotros, nosotros seguimos siendo los mismos que en ese entonces y, por último, seguiremos siendo los mismos en el futuro”[1]. La conmemoración se convierte así en una lente para entender el presente. Partiendo de esta premisa, los artículos y capítulos de libros aquí reunidos se centran en los dispositivos rituales y los usos políticos del pasado durante las conmemoraciones Centenarias y Bicentenarias en Argentina y México.

Cada una de estas conmemoraciones han sido estudiadas como prácticas simbólicas, pero también, como instrumentos estratégicos en el campo de la política. Por supuesto que ambas dimensiones son interdependientes; la puesta en escena de la conmemoración en tanto práctica simbólica está forzosamente ligada a decisiones estratégicas y el éxito de esas estrategias depende de la operatividad simbólica del gesto conmemorativo.[2] De esta manera, las fiestas centenarias fueron abordadas como un “objeto de memoria” y como un espacio de representación del poder donde se observó el apego a ciertos valores y el distanciamiento de otros por parte los respectivos gobiernos.

Desde la modernidad, la organización de las conmemoraciones se fue concentrando en manos del Estado y se convirtieron en una forma de legitimar el poder. A partir de la Revolución Francesa, las fiestas tuvieron un lugar político central ya que, por primera vez, el pueblo se celebraba a sí mismo al margen de cualquier marco cristiano o dinástico. De esta manera, las fiestas políticas ocuparon un lugar análogo al de los ritos religiosos. Para Durkheim, la religión está formada por creencias y ritos y son estos últimos los medios por los cuales las creencias y los ideales son experimentados y afirmados como reales por la comunidad[3]. Las representaciones colectivas centradas en los dioses se convierten así en el medio por el cual la comunidad consolida el consenso social. Al igual que los ritos religiosos, las conmemoraciones sirvieron para involucrar al pueblo en la mística nacional, para generar una identificación de los ciudadanos con fuerzas políticas más amplias, para instigar a la acción social dándole un sentido más trascendente y para conectar la experiencia subjetiva del individuo con la sociedad.

Para los rituales aquí abordados, donde el foco no está colocado en festividades religiosas o populares sino en las fiestas políticas, es particularmente importante, analizar el carácter instrumental de las conmemoraciones; aquello que Corbin, Gérome y Tartakowsky han denominado el “uso político de la fiesta”[4]. Se trata de fiestas patrias cuyo objetivo es escenificar el poder en fechas paradigmáticas para el régimen político e inscribirlo en una cadena del tiempo que anuda pasado, presente y futuro. De esta manera, se le da sentido a la cohesión o a la oposición de individuos y grupos.

Al igual que en Europa, la fiesta política en Latinoamérica estuvo estrechamente unida a los procesos revolucionarios y fue un factor central en la construcción de nuevas identidades políticas y de los nacientes estados nacionales. Estas primeras conmemoraciones, no obstante, tenían un carácter más popular que estatal. Fue a lo largo del siglo XIX que el componente estatal adquirió más importancia. Para el período de las celebraciones de los centenarios de las revoluciones e independencias, que tuvieron lugar entre 1910 y 1925 en Latinoamérica, la simbología patriótica, el relato histórico del pasado y la identidad nacional ya no estaban en proceso de construcción sino de consolidación. Fueron conmemoraciones en las que las elites gobernantes de los distintos países se celebraron a sí mismas poniendo énfasis en el porvenir.

Sobre el Centenario en México existen numerosos aportes. En este dossier se incluyó un capítulo del libro editado por Virginia Guedea, Asedios a los Centenarios, en el que diversos autores analizan y comparan los festejos de 1910 y 1921 (la conmemoración del inicio y de la consumación de la independencia respectivamente). El capítulo aquí incluido, a cargo de Guedea, se concentra en el estudio de las formas bajo las cuales el Estado mexicano conmemoró su historia en ambos Centenarios. Según la autora, el de 1910 “fue la apoteosis del régimen porfirista y de manera muy especial de la figura de Díaz”. En sintonía con el positivismo de la época, el régimen se veía a sí mismo como el estadio más elevado de la historia. El de 1921, en cambio, recuperaba una nueva idea de nación y nacionalismo de “orientación internalista” de carácter indigenista. En esta última celebración, el porfirismo como hito histórico fue sustituido por la revolución. No obstante, a diferencia del festejo de 1910, el de 1921 no tenía una visión plenamente estructurada y asumida del pasado mexicano, sino visiones diversas y contradictorias entre sí.

La contribución de Guedea entra en diálogo con el libro de Lara Campos Pérez en el que se analizan las conmemoraciones de la última década del Porfiriato. La autora describe al gobierno de Porfirio Díaz como un gobierno “cesarista” que se apoyaba en la estetización de la política y la sacralización de la nación. Las conmemoraciones son la lente a partir de la cual la autora estudia las concepciones políticas del Porfiriato. De dicho libro, seleccionamos el capítulo que refiere a los festejos del 15 y 16 de septiembre y que conmemoran el inicio de la independencia. Allí, muestra los cambios en la ritualidad de dichos festejos producidos durante el porfiriato. A la vez, analiza la mirada sobre el pasado que se escenificaba en aquellas conmemoraciones, donde se combinaban visiones liberales y conservadoras. El capítulo se cierra con el análisis de las celebraciones Centenarias en las que, desde su perspectiva, llegó a su culminación la construcción de la imagen cesarista del gobierno porfiriano.

El artículo de Javier Moreno Luzón analiza el papel “paradójico” de España en las conmemoraciones centenarias de América Latina, especialmente los casos de Argentina, México y Chile. El autor describe los eventos organizados por los círculos americanistas peninsulares, las colonias españolas en ultramar y los gobiernos americanos y español, poniendo en evidencia las redes tejidas entre españoles y americanos y los discursos de tintes españolistas que circularon, a un lado y otro del Atlántico. Estos discursos sostenían que España compartía con sus antiguas colonias una “raza” común, basada en las experiencias históricas, la religión y la lengua compartidas, que debía apoyarse frente a otras razas rivales. El artículo concluye que la retórica que circuló en los centenarios sobre la “reconquista de América” fue un puntapié para la regeneración del nacionalismo español.

Si bien los Centenarios fueron un antecedente al que remitieron los festejos Bicentenarios, tanto el gobierno kirchnerista en Argentina como el panista en México buscaron establecer una distancia con las conmemoraciones de 1910. Esa ruptura no sólo se daba en los usos políticos de la conmemoración sino también en el despliegue simbólico. Tal como sostiene Pablo Ortemberg en el artículo incluido en este dossier, mientras que las celebraciones centenarias intervinieron en el tejido urbano erigiendo edificios públicos y monumentos, los Bicentenarios fueron “la fiesta de la escenificación del tejido intangible”. Al analizar los videomapping del Bicentenario en Argentina, Chile y Paraguay, el autor sostiene que “las fiestas patrias bicentenarias se caracterizaron por un efecto de espectáculo con menos rasgos disruptivos y en absoluto contestatarios pues se pretendió construir un sentido de fiesta aglutinante de la comunidad nacional”.

Esta hipótesis, está en sintonía con el artículo de Laura Amorebieta y Vera en el que se describen los festejos del Bicentenario en Argentina. Para la autora, el videomapping del Cabildo y las celebraciones en su conjunto, dan cuenta de una retórica de armonización y unión entre los argentinos. Su hipótesis central es que, durante dichas jornadas, el kirchnerismo dejó de lado el discurso antagónico y se concentró en “la exaltación del pluralismo, así como en la posibilidad de consenso y reconciliación entre historias, memorias y posturas enfrentadas tanto en el pasado como en el presente argentino”. Para la autora, los festejos buscaron generar una sutura en la comunidad política, a partir de una lógica discursiva liberal.

El artículo de mi autoría, compara las celebraciones del Bicentenario en Argentina y México como casos de usos políticos del pasado contrastantes: mientras en el caso mexicano prevalecieron los intentos de construir una memoria reconciliatoria que acentuara la homogeneidad por sobre las rupturas del pasado, en el caso argentino dominó una construcción polarizadora que buscó poner en evidencia las discordias entre los actores del pasado que hacían llegar sus ecos al presente. Estos usos políticos del pasado dieron lugar a dos formas distintas de pensar el tiempo histórico y de representar la idea misma de revolución: si para el panismo ésta había terminado, para el kirchnerismo la revolución no había concluido.

Por último, el capítulo del libro de Guillermo Hurtado se pregunta por el sentido de la conmemoración del Bicentenario en un México atravesado por lo que el autor denomina “una fractura en la historicidad”. A diferencia del siglo XX, en el que los gobiernos mexicanos tenían una visión integral de la historia, el siglo XXI se caracterizaría por un presentismo escindido del pasado y sin visión de futuro. Para el autor, ese vacío se puso en evidencia en las celebraciones bicentenarias donde no hubo una interpretación coherente del pasado nacional. Por tal motivo, propone forjar una interpretación del pasado con rigor académico y acuerdo social, que devuelva la dimensión de sentido colectivo a la nación.

En síntesis, las celebraciones centenarias de las fechas patrias más emblemáticas de un país son ocasiones que recrean siempre un clima “memorialista” y que actualizan vínculos entre historia y política de muy diverso signo. Las fiestas Centenarias hispanoamericanas han sido –y continúan siendo- escenarios privilegiados para observar tales vínculos y para analizar las disputas que se despliegan en torno a las memorias del pasado. Los trabajos aquí reunidos permiten armar un mapa de los festejos en los que se escenificó el pasado y el poder.

Textos seleccionados para el Dossier:

Amorebieta y Vera, Laura (2019). ¿Nos enfrentamos y nos abrazamos? Un nuevo recorrido por los usos oficiales del pasado durante el Bicentenario de la Revolución de Mayo. Canadian Journal of Latin American and Caribbean Studies / Revue canadienne des études latinoaméricaines et caraïbes, 44 (2), pp. 169-187.

Campos Pérez, Lara (2018). En homenaje a la nación y a su líder: los festejos del 15 y 16 de septiembre. En Lara Campos Pérez, Ave, oh Porfirio! Conmemoraciones, cesarismo y modernidad al final del Porfiriato (1900-1911). México: Universidad Nacional Autónoma de México.

Guedea, Virginia (2009). La historia en los centenarios de la independencia: 1910 y 1921. En Virginia Guedea (comp.), Asedios a los Centenarios (1910-1921). México: Siglo XXI.

Hurtado, Guillermo (2011). Meditación sobre el Bicentenario. En Guillermo Hurtado, México sin sentido. México: Siglo XXI-UNAM.

Moreno Luzón, Javier (2010). Reconquistar América para regenerar España. Nacionalismo español y centenario de las independencias en 1910-1911. Historia Mexicana, 237, pp. 561-640.

Ortemberg, Pablo (2013). Videomapping de los Bicentenarios. Tecnología, narración y espectáculo en el corazón de la fiesta patria. Políticas de la memoria, 14, p. 169-180.

Perochena, Camila (2018). Tiempo, historia y política. Una reflexión sobre las conmemoraciones bicentenarias en clave comparada. Historia da historiografía: International Journal of Theory and History of Historiography 11(27), pp. 142-172.


[1] Mona Ozouf (2000).  “Peut-on commémorer la Révolution Française ?”. En L’école de la France. Essais sur la revolution, l’utopie et l’einsegnement. París: Gallimard.

[2] Jean Davallon (1994). “Lecture stratégique, lectura symbolique du fait social: enjeu d’une politologie historique”. En: Jean Davallon, Philippe Dujardin y Gerard Sabatier (Dir.), Le Geste Commemoratif, Lyon: Ceriep.

[3] Emile Durkheim (1968).  Las formas elementales de la vida religiosa. Buenos Aires: Schapire.

[4] Alain Corbin, Noelle Gérome, Danielle Tartakowsky (dir.) (1994). Les usages politiques fêtes aux XIXe- XXe siecles, Paris: PUPS.

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Dossier. Sindicalismo y política en la Argentina democrática. Aristas y matices de una relación compleja https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-sindicalismo-y-politica-en-la-argentina-democratica-aristas-y-matices-de-una-relacion-compleja/ Sun, 08 May 2022 14:34:46 +0000 https://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4391 ISSN sección Dossier 2618-415x

Belén Morris (IdIHCS-CONICET)

Introducción

En este dossier nos proponemos construir un diálogo entre autores y autoras que abordaron un tema de central importancia para la dinámica sindical argentina: la relación entre sindicalismo y política. Preguntarnos por este vínculo supone dirigir la mirada hacia diferentes aristas comprendidas en el vasto y amplio concepto de la política. En principio, nos conduce a indagar en el entramado institucional-estatal del que los sindicatos forman parte en el marco de un sistema capitalista, en la tensión entre autonomía y heteronomía derivada de esa misma condición, en la relación fraguada con diferentes partidos políticos y, especialmente, con el peronismo como identidad, como movimiento y como partido político. Preguntarnos por la relación entre sindicalismo y política nos orienta, también, a poner de relieve el terreno de las estrategias, de los fines y propósitos de la acción sindical, los contornos de los sujetos y demandas representados y los límites internos y externos de la forma sindicato para representar las múltiples realidades laborales que coexisten en la Argentina contemporánea. En definitiva, pensar ese vínculo es explorar y analizar las condiciones de posibilidad de asociar la parte con el todo.

Los textos reunidos aquí son reflexiones situadas en un contexto temporal y espacial específico: todos ellos observan la realidad sindical argentina (aunque la escala es más amplia en el caso de Murillo), algunos se circunscriben al neoliberalismo menemista y otros al neodesarrollismo kirchnerista. A lo largo de esos años han tenido lugar cambios de diferente cadencia y espesor en el modelo de acumulación (específicamente, en el mercado de trabajo) y en el régimen político. Así, dos grandes líneas atraviesan estos textos y construyen el escenario de fondo de este debate: por un lado, las transformaciones en el vínculo entre peronismo y sindicalismo; por el otro, la relación entre los cambios en el mercado de trabajo y la acción sindical.

Las últimas dos décadas han atestiguado una recomposición del sindicalismo como actor económico-corporativo y cierta voluntad de recuperar centralidad en el terreno político, fundamentalmente, dentro del movimiento peronista. Evocando la figura de la “columna vertebral”, algunos sectores sindicales aludieron al vínculo forjado con el peronismo a mediados del siglo XX a partir de experiencias de integración social vía trabajo, dignificación y reconocimiento material y simbólico de la condición trabajadora. Por aquellos años, y especialmente durante la proscripción del peronismo, el sindicalismo se había transformado en un actor político influyente que nutría las listas legislativas y agencias estatales de dirigentes sindicales y que sustentaba económicamente las campañas políticas. Sin embargo, desde la recuperación de la democracia en adelante, los vínculos entre el sindicalismo y el peronismo han cambiado sustancialmente, si no en la superposición de programas al menos en sus expresiones institucionales, la Confederación General del Trabajo (CGT) y el Partido Justicialista (PJ). La “desindicalización” del PJ es una premisa sobre la que se asientan casi todos los textos recuperados en este dossier.[1] A ello agregan otra complejidad, que no se inserta en el terreno organizativo sino simbólico (aunque articulado con el plano material): las referencias históricas de las conquistas peronistas resultan cada vez más lejanas a las nuevas generaciones de trabajadores que se han incorporado al mercado laboral en condiciones diferentes a las que existían a mediados del siglo XX.

Este punto se vincula con la segunda línea de continuidad que cruza estas investigaciones: el análisis de la relación entre sindicalismo y política es inseparable de la pregunta por las transformaciones en el mundo del trabajo. Puntualmente, el avance de la informalidad y de múltiples formas de precarización laboral. En definitiva, si se trata de vincular la parte con el todo: ¿qué arraigo han podido construir los sindicatos en los sectores populares? ¿cuánto de la realidad viva y heterogénea del trabajo ha tocado la puerta de las estructuras sindicales?

En el marco de las reformas de mercado que fragmentaron el mundo del trabajo, hicieron emerger diversas formas de precarización laboral y atomizaron las relaciones laborales, una fracción importante del sindicalismo mutó hacia un perfil empresario que reemplazó los recursos y la legitimidad proveniente de sus afiliados por recursos obtenidos del mercado. Tal como muchas de las investigaciones reunidas aquí retratan, ese cambio en la forma de algunos sindicatos hizo posible cierto divorcio entre las organizaciones sindicales y la clase trabajadora. Si bien esta separación no invalida que muchos trabajadores y trabajadoras refrenden la participación y la representación de la organización sindical, sí nos advierte que un universo laboral multiforme y heterogéneo huye de los parámetros clásicos de la representación sindical. 

Hasta el desembarco del neoliberalismo en Argentina, un mercado de trabajo equilibrado y cierta homogeneidad sociocultural y política habían aceitado una representación sindical bifronte en el terreno gremial y en el terreno político.[2] En ausencia de dichas condiciones, ¿el sindicalismo ha trascendido su carácter de “parte” para representar el todo? ¿con qué obstáculos se ha topado en ese tránsito? Más allá de las distintas respuestas que los textos aquí reunidos formulan a este interrogante, es posible subrayar que en todas ellas los actores sindicales no son receptores pasivos de lo que sus interlocutores (empresariales y gubernamentales) hacen de ellos sino agentes que inciden y moldean el rumbo y la morfología del contexto en el que actúan.

Los dos primeros trabajos indagan en la década del ’90 y ofrecen teorizaciones complementarias sobre las respuestas sindicales a las reformas de mercado. El primer trabajo es de Victoria Murillo y su objetivo es explicar comparativamente el curso de las reformas de mercado implementadas por partidos de base laboral en Venezuela, México y Argentina. La autora explica cómo los sindicatos han condicionado el éxito o el fracaso de dichas reformas y lo hace a partir de una “teoría partidista” de las interacciones entre sindicatos y gobierno que descansa sobre tres pilares: la lealtad partidaria, la competencia entre sindicatos por la representación de un mismo segmento de trabajadores y la competencia entre partidos políticos o fracciones por la conducción de un sindicato. El eje del trabajo está situado en modelizar las interacciones estratégicas entre sindicatos y gobierno para discutir con quienes al estudiar el curso de las reformas se detuvieron solo en el rol de los tomadores de decisiones, en el entramado institucional o en las condiciones macroeconómicas de cada país.

El segundo trabajo que se enfoca en esta etapa histórica es de Martín Armelino. El autor matiza las miradas que connotan como ganadores o perdedores a determinados sindicatos de acuerdo a la obtención de recursos organizativos e institucionales. Inspirado en el modelo analítico de Alessandro Pizzorno y situado en el ámbito público (propicio por demás para observar contrastes en la construcción de diferentes tipos sindicales), Armelino analiza las concepciones de sindicalismo que tamizan tanto los objetivos que persiguen las organizaciones sindicales como las estrategias delineadas para tales fines. A su vez, ensancha la observación temporal para mostrar que esos comportamientos no surgieron de forma espasmódica frente a las reformas de mercado sino que amplificaron y sofisticaron una serie de prácticas desplegadas años atrás.

Otras investigaciones que incluimos aquí, analizan el cambio en la dinámica política del sindicalismo de 2002/2003 en adelante y hacen foco en la configuración de una alianza entre gobiernos y sindicatos (especialmente, la CGT y algunos sectores de la Central de Trabajadores de la Argentina) y en las tensiones que surgieron en ese vínculo.

Sebastián Etchemendy señala el tránsito de un sindicalismo “a la defensiva y en retirada” (2013, p. 294), deliberadamente subordinado y adaptado a un modelo económico neoliberal, a un sindicalismo protagónico en la coalición de gobierno. Analiza el intercambio político entre el sindicalismo agrupado en la CGT y en la CTERA y el gobierno a través del concepto de doble alianza, es decir, de un vínculo que redunda en beneficios para ambas partes. Etchemendy muestra, asimismo, que esa centralidad se ha mostrado ciertamente condicionada por los cambios en el contexto económico y político. Limitaciones internas al modelo sindical y problemas de tipo corporativo, económico y político en la alianza gobierno-sindicatos resquebrajaron esa relación.

También Cecilia Anigstein ha observado el doble juego entre sindicalismo cegetista y gobierno kirchnerista a través de la idea de cooperación mutua. La autora destaca los distintos momentos que atravesó esa alianza basada en elementos materiales y simbólicos y analiza especialmente el momento de quiebre entre 2010 y 2011. A propósito de esto, otorga relevancia a dos aspectos que configuran el escenario posterior a la crisis de 2009: por un lado, la centralidad de los sectores más empobrecidos como destinatarios de las medidas gubernamentales, aspecto que alteró el reparto del poder político dentro de la coalición kirchnerista. Por otro lado, la revitalización y aggiornamento de un legado nacional-popular cuyo sentido se volvió un foco de disputa entre múltiples actores que formaban parte del peronismo; esto fue particularmente relevante en el caso del sindicalismo.

El texto de Ana Natalucci se hace eco de ese mismo proceso. La autora realiza un balance de las transformaciones del contexto en el que actuaron los sindicatos concentrándose en los cambios en el modelo de desarrollo y en el sistema político. El texto explora los dilemas concitados para una parte del sindicalismo que no solo buscó recuperar derechos en el terreno corporativo sino también restituir la capacidad de proyectarse y de representar políticamente a la clase. Por tal razón, se concentra en dos experiencias políticas que, si bien no han sido las únicas, sintetizan la voluntad de sindicalizar el peronismo por parte de algunas organizaciones: la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista y la Juventud Sindical.

Para finalizar, dos investigaciones reparan en algunas contradicciones y tensiones internas que ha tenido la recuperación del sindicalismo como actor corporativo y como actor político en las últimas dos décadas.

Desde el título de su escrito, Paula Abal Medina señala que ya no podemos hablar de un movimiento obrero organizado, sino que la formulación debe ser en plural. En paralelo a la recomposición de los sindicatos y trabajadores asalariados registrados afiliados a ellos, la autora da cuenta de la emergencia y consolidación del otro movimiento obrero, aquel que es producto de las imperturbables desigualdades en el mundo del trabajo. Abal Medina muestra que las políticas públicas han tenido claros límites en la reversibilidad de ciertas transformaciones laborales regresivas y que muchas organizaciones sindicales con una desmantelada representación en los lugares de trabajo, dejaron de acusar recibo de los trabajadores precarizados, subcontratados, eventuales o tercerizados, usualmente jóvenes, que habitan los lugares de trabajo. Hacia el final de este capítulo, sin embargo, la autora recupera potentes experiencias de articulación que resultan prometedoras en términos de la capacidad de recomponer los fragmentos en los que se encuentra fracturada la clase trabajadora y representarla como una totalidad.

Aquella gran transformación mediante la cual los sindicatos fueron protagonistas de un intercambio político con un gobierno neoliberal parece haber retaceado la capacidad de intervenir y modificar escenarios. Ese argumento constituye el planteo general que realiza Paula Varela en un texto que convida interesantes preguntas. La autora toma distancia de algunas interpretaciones sobre el protagonismo sindical en los doce años de gobierno kirchnerista para poner de relieve una discusión que considera ausente de las perspectivas reseñadas: aquella que pone en el centro las estrategias sindicales, sus fines, medios y procedimientos. A su vez, escoge el lugar de trabajo como un espacio privilegiado donde observar la articulación contradictoria entre un proceso de recomposición social y gremial de los trabajadores y la persistencia de ciertas condiciones de explotación y precarización de la fuerza de trabajo.

En síntesis, las investigaciones reunidas en este dossier se interrogan por las posibles articulaciones entre sindicalismo y política en la Argentina de la posdictadura: ¿qué consecuencias ha tenido la preservación de recursos institucionales en la capacidad de representación de la totalidad de la clase trabajadora? ¿qué tipo de politicidad han procurado construir los grandes sindicatos? ¿de qué formas ha repercutido la atomización y fragmentación de la clase trabajadora en las posibilidades de reconstruir una trama organizativa perdida?

Textos seleccionados para el dossier


[1] Levitsky, Steven (2005).  La transformación del justicialismo: del partido sindical al partido clientelista, 1983-1999. Buenos Aires: Siglo XX.

[2] Torre, Juan Carlos (2004).  El gigante invertebrado: los sindicatos en el gobierno, Argentina 1973-1976, 2da ed. Buenos Aires: Siglo XXI.

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Dossier | Partidos políticos en dictadura y democracia. Argentina, c. 1976-1989 https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-partidos-politicos-en-dictadura-y-democracia-argentina-c-1976-1989/ Wed, 04 Aug 2021 10:41:48 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4234 ISSN sección Dossier 2618-415x

 

Dossier | Partidos políticos en dictadura y democracia. Argentina, c. 1976-1989


Marcela Ferrari (Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS), UNMDP – CONICET)

 

Algunas notas sobre los partidos políticos en dictadura y democracia. Argentina, c. 1976-1989. A manera de presentación

 

En la política argentina, 1983 marcó un punto de inflexión en dos aspectos. Por un lado, con todas las incertidumbres de aquel presente, dio inicio al período más prolongado de estabilidad política del siglo XX que se prolonga hasta la actualidad. Por otro, exhibió el reposicionamiento de los partidos políticos en la escena pública con respecto al pasado. En efecto, esos partidos que se reorganizaron en forma paralela al derrumbe de la última dictadura militar sucesivo a la derrota en la Guerra de Malvinas, a la hora de reconstruir el sistema político, fueron centrales para restablecer la contienda electoral y hasta para procesar algunas tensiones y conflictos en tanto intermediarios entre la sociedad y el gobierno del Estado.

Este dossier contribuye a realizar una lectura acerca del modo en que los partidos se reconfiguraron durante esa coyuntura en que la democracia, aceptada como el juego político al que la enorme mayoría de los argentinos valoró en su legitimidad, fue considerada el marco maestro capaz de articular y dar sentido a una diversidad de reivindicaciones postergadas. Asimismo, interesa recuperar el antes y el después de esas organizaciones con respecto a la coyuntura transicional, considerada a la vez un punto de llegada y de partida. Del período previo se destacarán algunos casos que dan cuenta de la experiencia de los partidos en dictadura mientras sus actividades permanecían formalmente suspendidas, aunque paulatinamente y a medida que el régimen perdía legitimidad iban recuperando terreno en el espacio político a través de algunos dirigentes y, posteriormente, como organizaciones. Del posterior, se enfatizará en aspectos organizativos, recambio de elencos, emergencia de liderazgos y prácticas políticas que proporcionaron los cimientos de la democracia recuperada.

A tal fin el dossier reúne nueve textos escritos en perspectiva histórica, clásicos o recientes, que realizaron aportes específicos sobre la dinámica de partidos nacionales mayoritarios -Unión Cívica Radical (UCR) y Partido Justicialista (PJ)- y algunos minoritarios -Partido Comunista (PC), Partido Socialista (PS), Partido Socialista de los Trabajadores/Movimiento al Socialismo (PST-MAS)-, provinciales -Movimiento Popular Neuquino (MPN)- y coaliciones políticas (Multipartidaria y frentes encabezados por el PJ) durante la dictadura y la reconstrucción democrática temprana (c.1976-1989). Sus autores pertenecen a distintas camadas y procedencias geográfico-institucionales. Los trabajos forman así un mosaico sin pretensiones enciclopedistas que, como toda selección, es incompleta por varias razones. Primero porque constituyen un recorte pequeño de la cuantiosa bibliografía existente sobre el tema; segundo porque faltan textos referidos a partidos del arco de la derecha; tercero, porque pese al estado actual del conocimiento, todavía existe un vacío importante acerca de una multiplicidad de fuerzas políticas en dictadura y en democracia, en especial de las minoritarias. Además, cabe considerar que cada artículo o capítulo fue pensado en su especificidad, para responder a preguntas diferentes, no para integrar este dossier.

Los condicionamientos que impone una selección no impiden reconocer que de la reunión de este conjunto de trabajos se desprenden los principales hilos conductores sobre la historia de partidos en Argentina, entre el golpe de Estado de 1976 y fines de la década de 1980.[1] Por sólo señalar algunos, para al período dictatorial es posible destacar la suspensión de la actividad político partidaria, la ilegalización de algunos partidos, el doble juego que las distintas fuerzas o sus principales dirigentes desempeñaron en relación con el régimen dictatorial y con vistas a la salida electoral,[2]  las tensiones y conflictos internos desencadenados por los contactos entre dirigentes partidarios y representantes del régimen, las reconfiguraciones internas, el incremento de la presencia y las demandas de los partidos a partir de 1981, el impasse de la actividad partidaria en la guerra de Malvinas, la reorganización pautada por el gobierno militar del derrumbe iniciado a mediados de 1982, las transformaciones en los discursos y los recursos que nutrían el capital con el que cada partido enfrentó la ansiada competencia electoral.

En cuanto a los comienzos del período democrático se observan la aceptación temprana por parte de los partidos de que la democracia era el único juego posible de ser jugado, la emergencia de nuevos liderazgos, el recambio generacional de los elencos políticos, la reprovincialización de la política, la recuperación de prácticas coalicionales que antecedieron a las más conocidas de la década siguiente. En síntesis, a partir de 1983 los partidos políticos contribuyeron a fundar los cimientos por los que en adelante transitaría la vida político-partidaria e institucional, plagada de nuevos desafíos que reflejaron la insuficiencia de la fórmula prescriptiva alfonsinista que rezaba que con democracia se come, se cura y se educa.

Finalmente, se espera que este dossier resulte disparador de nuevos análisis acerca de lo que perduró y lo que cambió en los partidos políticos en términos de organización, elencos, prácticas, discursos y relación con los gobiernos del Estado, antes y después de la bisagra de 1983.

 

Textos seleccionados para el dossier:

a- Partidos mayoritarios

Tcach, César (1996). Radicalismo y dictadura (1976-1983). En Hugo Quiroga y César César (comps.), A veinte años del golpe, con memoria democrática (pp. 27-50). Rosario: Homo Sapiens.

Persello, Ana Virginia (2007). Renovación y Cambio. En Historia del Radicalismo (pp. 259-312). Buenos Aires: Edhasa.

Mellado, Virginia (2016). Mendoza. En Marcela Ferrari y Virginia Mellado (comps.), La Renovación Peronista. Organización partidaria, liderazgos y dirigentes (1983-1991) (pp. 41-72). Sáenz Peña:  EDUNTREF.

b- Partidos minoritarios

Águila, Gabriela (2008). El Partido Comunista argentino entre la dictadura y la transición democrática. Revista de Historia Actual, 6 (6), pp. 57-69.

Suárez, Fernando M. (2018). El socialismo argentino y el desafío de la democratización. En Alfredo Lazzeretti y Fernando M. Suárez (comps.), Socialismo & Democracia (pp. 253-278). Mar del Plata: EUDEM.

Osuna, María Florencia (2013). Las transformaciones de la izquierda política en la transición democrática. El caso del Partido Socialista de los Trabajadores-Movimiento al Socialismo (1982-1983). Papeles de Trabajo, 7 (12), pp. 146-164.

c- Partidos provinciales

Favaro, Orietta (2017). Claves para comprender la historia de Neuquén: estado y partido. En Suyai García Gualda y otros (eds.), Neuquén: 60-20-10. Un libro de teoría política (pp. 115-142). General Roca: PubliFadecs.

d- Coaliciones políticas

Velázquez Ramírez, Adrián (2017). La Multipartidaria como actor de la transición. En La democracia como mandato. Radicalismo y peronismo en la transición argentina (1980-1987) (pp. 43-78). Buenos Aires: Imago Mundi.

Ferrari, Marcela (2017). La política frentista del peronismo renovador durante los años ochenta. Las coaliciones con la centroizquierda. Cuadernos del Claeh, 36 (105), pp. 9-34. Recuperado de http://claeh.edu.uy/publicaciones/index.php/cclaeh/article/view/283/211.

 

 

[1] Dos libros pioneros sobre la relación entre partidos y dictadura: Yanuzzi, María de los Ángeles, Política y dictadura: los partidos políticos y el “proceso de reorganización nacional” 1976-1982. Rosario, Fundación Ross, 1996. Quiroga, Hugo, El tiempo del Proceso. Conflictos y coincidencias entre políticos y militares, 1973-1983. Rosario, Homo Sapiens, 2004.

[2] La noción de doble juego en Mainwaring, Scott, “Objetivos de partido en regímenes autoritarios con elecciones o en democracias frágiles: un doble juego”, en Mainwaring, Scott y Scully, Timothy (eds.), La democracia cristiana en América Latina. Conflictos y competencia electoral, México, FCE, 2010, pp. 19-54.

 

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Dossier | Tareas de investigación, información e inteligencia en las policías argentinas del siglo XX: una escala sub-nacional https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-tareas-de-investigacion-informacion-e-inteligencia-en-las-policias-argentinas-del-siglo-xx-una-escala-sub-nacional/ Mon, 08 Mar 2021 11:59:29 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4176 ISSN sección Dossier 2618-415x

Dossier | Tareas de investigación, información e inteligencia en las policías argentinas del siglo XX: una escala sub-nacional


Melisa Fernández Marrón (UNRN-IIPPyG) y Pedro Berardi (UdeSA-UTDT)

 

El siglo que dejamos atrás estuvo signado, entre otros múltiples acontecimientos, por la creación y puesta en funcionamiento de los servicios de inteligencia en Argentina. Como se sabe, existieron (y existen) distintos organismos estatales nacionales y provinciales que referían a diversas dependencias del Estado: las direcciones o servicios de informaciones de las policías (en general denominadas Departamento 2 o su abreviatura D2), de las Fuerzas Armadas (Ejército, Marina y Aeronáutica), de la Policía Federal, y la Secretaría de Investigación del Estado (SIDE). De manera coordinada mantenían un vínculo y circulación de novedades entre cada una de ellas, que dio origen a lo que se ha llamado “comunidad informativa”.[1]

La actuación de los organismos de inteligencia desarrollada por las Fuerzas Armadas y de Seguridad ha cobrado relevancia en la producción académica en los últimos años. Estimulada por las periodizaciones de largo plazo y los análisis que exceden los cortes institucionales y la alternancia cívico-militar (Franco 2012), esta perspectiva busca dar cuenta de las transformaciones en el tiempo como producto de un proceso más complejo, hecho de continuidades y discontinuidades, que atraviesa buena parte del siglo XX y XXI. Un cúmulo importante de estudios ha puesto el foco en interpretar la violencia política y represiva estatal y paraestatal durante las últimas dictaduras militares. La centralidad de los análisis ha enfatizado el papel de las Fuerzas Armadas y la subordinación/militarización de otras fuerzas de seguridad en la represión.

La apertura de algunos archivos, como los casos de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (Flier, 2015; Funes, 2004; Kahan, 2008; Marengo, 2018, entre otros) y la Dirección General de Informaciones de la Provincia de Santa Fe (Águila, 2013) ha permitido proveer una serie de trabajos que se ocupan de reconstruir los orígenes y la manera en que operaban los organismos de inteligencia. A partir de la documentación allí reunida se han problematizado sus contextos de producción y su historia, las razones y sentidos de su creación, así como las características de su ordenamiento.

Pese a la novedad, este objeto de estudio no ha recibido la misma atención para las décadas previas a 1960, ni tampoco en relación con el rol específico de las policías. En parte, se debe a la dificultad de acceso a la documentación por el carácter de secreto, confidencial y reservado que tenían estas agencias y sus funciones (Nazar, 2018). Dentro de la historiografía abocada al estudio de las policías argentinas, se ha comenzado a indagar en una genealogía de las prácticas represivas donde la Comisaría de investigación primero (Barry, 2020; Galeano y Albornoz, 2020; García Ferrari, 2015), las secciones de información después -Orden Social, Orden Político y gremial, Especial, entre otras- (Caimari, 2012) y, las de inteligencia posteriormente, cobran protagonismo.

Cada día se afina más el mapa de investigaciones que procuran explorar tanto sus continuidades, como sus rupturas y modificaciones atendiendo a diferentes coyunturas históricas que parten desde el Centenario de 1910 hasta los años del primer peronismo (Barreneche, 2019). Estamos frente a un renovado campo de estudios que se interroga de manera transdisciplinar sobre lo que significan las categorías de investigación, información e inteligencia en la larga duración. Con todo, la experiencia de estas dependencias en el ámbito porteño ha adquirido mayor centralidad.

En este sentido, este dossier propone una cronología y una escala geográfica más extensas. La novedad reside en que se han seleccionado contribuciones de autorxs que en los últimos años han puesto bajo la lupa casos subnacionales. Se orientan, así, a recomponer las características y prácticas de vigilancia policial, sus formas de legitimación y la construcción del actor social espiado. Asimismo, los artículos proponen una interesante confluencia de diferentes perspectivas historiográficas como los estudios sobre la historia reciente, aquellos que se interesan por la historia del movimiento obrero y la incidencia del comunismo; junto con abordajes que provienen del campo de las ciencias políticas. En este marco, también advierten acerca del influjo de prácticas tempranas que se sedimentan en la objetivación de los mecanismos de control y espionaje que se institucionalizaron desde mediados del XX.

En particular, Pedro Berardi anticipa el papel primordial que imprimirá la Comisaría de Pesquisa, devenida luego en investigaciones, en las tareas policiales ante la conflictividad social de la provincia de Buenos Aires. Advierte la manera en que, entre 1901 y 1917, diversos actores policiales desarrollaron una serie de representaciones y respuestas a la intervención del movimiento anarquista en la esfera pública. Sin una estrategia uniforme y más preocupada por las contiendas electorales, la repartición anudó su proceso de profesionalización a los cambios políticos del momento, direccionando entonces múltiples instancias de “espionaje” sobre las fuerzas partidarias que competían en las instancias electorales.

Los prontuarios de la Sección Orden Social producidos por la policía de Río Negro durante el régimen militar que derrocó a Hipólito Yrigoyen en 1930, y continuados por más de una década, representan la punta de lanza del texto de Graciela Suárez. Acervo documental que brinda a la autora la posibilidad de reponer la percepción y significación del “otro” peligroso desde la óptica policial; las acciones de vigilancia y la circulación de información entre distintas policías provinciales y territoriales. Teniendo en cuenta las fechas extremas de los documentos (1931-1944), Suárez analiza tres momentos de represión política en el entonces Territorio Nacional. Asimismo, por su voluminosidad, algunos de los 52 prontuarios hallados en el Archivo Histórico de la Provincia de Río Negro evidencian los seguimientos y controles realizados a través de los años a personas –en su mayoría trabajadores vinculados a la producción frutícola en la zona del Valle y trabajadores ferroviarios en la zona de Bariloche- y organizaciones de la sociedad civil. Tareas de vigilancia que no respondían a una labor planificada ni permanente y que, mayormente, afectaron a quienes portaban antecedentes por detenciones o indagación de actividades comunistas o anarquistas. El texto de Graciela Suárez constituye un caso especial, ya que es uno de los primeros estudios sobre este tipo de archivos para este período.

1934 es el punto de referencia de Mercedes López Cantera. Girando alrededor del debate en la Cámara de Diputados sobre las actividades desempeñadas por la Sección Especial de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires, la autora despliega una serie de elementos para comprender la criminalización y represión al comunismo durante la presidencia de Agustín Justo. Dos documentos centrales cimientan la base de la discusión: el Informe del Ministerio del Interior sobre la actividad de la Sección Especial, y la denuncia emitida en el folleto-informe “Bajo el Terror de Justo” por el Socorro Rojo Internacional. Al igual que Suárez ahonda en una década que, según López Cantera, es “fundacional” en la práctica represiva estatal anticomunista. Época caracterizada por un aumento del espionaje y del uso de la violencia policial que, en apariencia, no atentaban contra las garantías constitucionales pregonadas por Justo al inicio de su gobierno, en un intento por diferenciarse de la dictadura de Uriburu.

Para Sabrina Castronuovo la sede legislativa constituye también un punto de observación del despliegue de las políticas represivas del estado a partir del establecimiento de leyes de excepción, como las enmarcadas en el Plan Conintes durante 1960. Mediante la indagación de los informes producidos por la Comisión Investigadora de Supuestos Apremios Ilegales conformada en la Cámara de Diputados –de alcance nacional, pero con fuerte gravitación en el ámbito bonaerense- recompone la articulación de las policías provincial y federal con las Fuerzas Armadas para la represión de la disidencia política. Este registro revela, por un lado, cómo se solapó desde la óptica castrense la punición delictiva con la detención de múltiples actores concebidos como opositores y/o “subversivos”. Por otro lado, también demuestra que, a pesar de la subordinación policial a las autoridades militares, aquélla contó con una vasta discrecionalidad y autonomía que transfirió paulatinamente al Ejército en sus operaciones de contrainsurgencia, en tanto práctica novedosa en el quiebre de los años cincuenta y sesenta.

Marianella Scocco también aporta a la discusión sobre la participación de estas dos fuerzas y sus relaciones en el ejercicio de la inteligencia. Nuevamente, Ejército y policía –provincial y federal- se conjugan en su texto para explicar la represión estatal en Rosario entre 1966 y 1979. Pone en primer plano el rol que asumieron estas fuerzas de seguridad a partir del marco normativo como las modalidades específicas de su accionar, en un juego de espejo con el del Ejército. De esta manera, evidencia cómo las divisiones de inteligencia, que contaban con una larga trayectoria –como se observa en los textos de Suárez y López Cantera-, fueron profesionalizadas luego de la adopción de la Doctrina de Seguridad Nacional, buscando al “enemigo”, a partir de entonces, al interior de las fronteras nacionales. La autora infiere que la implementación de dicha doctrina a la par que la militarización de las policías locales, desencadenó similitudes en su organización y la imitación de la composición orgánica del Ejército; en paralelo a la adopción de la lógica y el lenguaje de la Guerra Fría.

Por último, Celeste Schnyder y Paulo Margaria se interesan por desentrañar el vínculo entre política y policía que ha prevalecido en regímenes autoritarios y democráticos. Al problematizar el presupuesto de instrumentalidad de las fuerzas de seguridad –sea por las fuerzas armadas, sea por las autoridades políticas-, proporcionan elementos para reflexionar sobre cómo la preocupación gubernamental por el control político y social de la población ha moldeado a su policía y ha sido “estructurante de un modelo de trabajo”. Con ese fin, recomponen el linaje del que forma parte el Departamento de Informaciones Provincial o D2 de la policía de Santiago del Estero que, al igual que plantean las restantes autoras del dossier, hunde sus raíces en la década del treinta del siglo XX. En el caso santiagueño, esos orígenes del D2 se entretejen con la trayectoria de quien fuera su director por largos años. De manera que interpelan críticamente el papel de la policía como auxiliar político. Lectura que, al mismo tiempo, invita a revisar el papel de las policías en el análisis de la dinámica política.

 

Textos seleccionados para el dossier:

Berardi, Pedro (2018). De decorosos humanitarios a sectarios sediciosos. Figuraciones sobre el anarquismo en las narrativas policiales (Buenos Aires, 1901-1917). En Agustín Nieto y Oscar Videla, El anarquismo después del anarquismo: una historia espectral (pp. 1-49). Mar del Plata: GESMAR Grupo de Estudios Sociales Marítimos. Recuperado de: https://gesmar.estudiosmaritimossociales.org/editorial/coleccion-anarquismos/el-anarquismo-despues-del-anarquismo/de-decorosos-humanitarios-a-sectarios-sediciosos/

Suárez, Graciela (2013). La sección orden social de la policía de Río Negro (Argentina). Qué se vigila, cómo se registra, a quiénes se reprime (1931-1944). Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe (E.I.A.L.), 2 (24), pp. 55-77. Recuperado de:  http://eial.tau.ac.il/index.php/eial/article/view/660/62.

López Cantera, Mercedes (2014). Criminalizar al rojo. La represión al movimiento obrero en los informes de 1934 sobre la Sección Especial. Archivos del movimiento obrero y la izquierda, 4, pp. 101-122. Recuperado de: https://www.archivosrevista.com.ar/numeros/index.php/archivos/article/view/106.

Castronuovo, Sabrina (2019). Tortura común: presos políticos, comunes y acusados de terrorismo en Argentina (1958-1962). II Taller de Trabajo: Delito, policía, justicia y prisión en perspectiva histórica: intercambios y debates, Centro de Historia Argentina y Americana / IdIHCS – Centro Interdisciplinario de Investigaciones de Género / IdIHCS –UdeSA, FaHCE, UNLP. La Plata, 28 y 29 de noviembre de 2019.

Scocco, Marianella (2019). Las fuerzas represivas y las divisiones de inteligencia. El Ejército y las policías en Rosario (1966-1979). Revista de Estudios sobre Genocidio, 14, pp. 11-28. Recuperado de: http://revistas.untref.edu.ar/index.php/reg/issue/view/27/REG%2014%20completa

Margaría, Paulo y Celeste Schnyder (2014). “Cuando el poder político necesita información”: notas sobre el vínculo política y policía en la Argentina reciente. Estudios, 32, pp. 243-263. Recuperado de: https://revistas.unc.edu.ar/index.php/restudios/article/view/11593.

 

 

Bibliografía:

Águila, Gabriela (2013). Las tramas represivas: continuidades y discontinuidades en un estudio de caso. La Dirección General de Informaciones de la Provincia de Santa Fe, 1966-1991. Sociohistórica, 31, pp. 1-26. Recuperado de: https://www.sociohistorica.fahce.unlp.edu.ar/article/view/SHn31a01/pdf.

Barreneche, Osvaldo (2019). De brava a dura. Policía de la provincia de Buenos Aires. Una historia (1930-1973). Rosario: Prohistoria.

Barry, Viviana (2019). Usos policiales para la represión política en las primeras décadas del siglo XX. Programa Interuniversitario de Historia Política, Foros de Historia Política. Recuperado de:  https://historiapolitica.com/datos/foros/foro7_barry1.pdf

Caimari, Lila (2012). Mientras la ciudad duerme. Pistoleros, policías y periodistas en Buenos Aires, 1920-1945. Buenos Aires: Siglo XXI.

Flier, Patricia (2015). Historia Reciente y desafíos de las fuentes: el Archivo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Travesía, 2 (17), pp. 81-88. Recuperado de: http://www.travesia-unt.org.ar/pdf//volumen172//04-Nota.pdf.

Funes, Patricia (2004). Medio siglo de represión. El Archivo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Puentes, 4(11), pp. 35-43.

Galeano, Diego y Martín Albornoz (2020). A History of the City of Buenos Aires Police Bureau of Investigations, 1880–1910. En Agustina Carrizo de Reimann, Making Modern Police in Latin America: Beiträge zur Geschichte der Polizeien im 19. und 20. Jahrhundert, pp. 37-64. Barleben: Leipziger Universitätsverlag GmbH.

García Ferrari, Mercedes (2015). Marcas de identidad. Juan Vucetich y el surgimiento transnacional de la dactiloscopia, 1883-1913. Rosario: Prohistoria.

Kahan, Emanuel (2008). Unos pocos peligrosos sensatos. La Dirección de Inteligencia de la Policía de la provincia de Buenos Aires frente a las instituciones judías de la ciudad de La Plata. La Plata: EDULP.

Marengo, Eugenia (2018). Los servicios de inteligencia de la Política de la provincia de Buenos Aires y la construcción del “sujeto comunista” (1955-1962). Tesis de Doctorado en Historia, UNLP.

Montero, María Lorena (2016). El rol de la “comunidad informativa” en la represión en Bahía Blanca (1975-1977): prácticas, acuerdos y disputas. En Águila, Gabriela, Garaño, Santiago y Scatizza, Pablo (Coords.). Represión estatal y violencia paraestatal en la historia argentina reciente. Nuevos abordajes a 40 años del golpe de Estado. La Plata: UNLP – FaHCE, pp. 367-394. Recuperado de: http://www.libros.fahce.unlp.edu.ar/index.php/libros/catalog/book/63.

Nazar, Mariana (2018). Secretos, reservados y confidenciales: la producción de las fuerzas armadas y de seguridad como fuente para la historiografía. Estudios Sociales del Estado, (4) 7, pp. 243-264. Recuperado de: http://www.estudiossocialesdelestado.org/index.php/ese/article/view/151/117

 

[1] De acuerdo a Montero (2016) la existencia de la “comunidad informativa” estaba prevista en la reglamentación castrense, donde se la definía como “el conjunto o agrupamiento de los sistemas existentes en cada nivel de conducción, con vistas a satisfacer sus misiones específicas”.  Su conformación se estructuraba así sobre “la base de acuerdos recíprocos de mutua cooperación, para el tratamiento de problemas de inteligencia de naturaleza común o bien de aspectos específicos en los cuales se encuentra interesado o tiene responsabilidad un sistema”. No constituía una entidad orgánica, aunque podía designarse “de mutuo acuerdo, una autoridad de coordinación a los fines de dirección de las tareas” y según el nivel podía ser nacional, regional o local.

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Dossier | Humor y política en el Cono sur, 1970-2020 https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-humor-y-politica-en-el-cono-sur-1970-2020/ Mon, 19 Oct 2020 14:22:05 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4148 ISSN sección Dossier 2618-415x

Dossier | Humor y política en el Cono sur, 1970-2020


Mara Burkart (CONICET – TAREA IIPC / UNSAM)

 

 

El humor se encuentra en todas las culturas y esta universalidad se debe a que es una parte central y necesaria de la vida social. Sin la posibilidad de la risa, la vida social “seria” no podría sostenerse. Entre quienes extreman esta posición y reivindican el poder de la risa, están los que le confieren al humor la posibilidad, por ejemplo, de derribar presidentes como -dicen- habría sucedido con Arturo Illia y Fernando de la Rúa en la Argentina. Por el contrario, muchas veces el humor ha sido subestimado como un entretenimiento simple y banal. Más aún, esta mirada que considera intrascendente a lo risible es habitual cuando alguien trata de restarle importancia a un chiste que resultó ofensivo, cuántas veces hemos escuchado decir “¡pero es solo una broma!”. Es decir, “no deben tomárselo en serio”.

El humor entretiene y distiende, sí, pero es mucho más que eso: puede ser también una forma de percepción y de acceso al conocimiento. Para el sociólogo Peter Berger[i], lo cómico es la visión del mundo más seria que existe y, volcado a temas políticos, tiene la particularidad de poner en entredicho la realidad de la vida cotidiana. Esto se debe a que el humor tiene la capacidad de enseñar a ver de manera novedosa y ridícula la realidad, de revelar incoherencias, de desvelar las otras realidades que acechan detrás de las fachadas del orden social, y de desenmascarar (y, si recurre a la sátira, de atacar) a los poderosos. El humor ofrece una visión del mundo que no es necesariamente la consagrada, de ahí su potencial peligrosidad como agente de disrupción.

Muchos autores coinciden en que la eficacia del humor reside en la capacidad de involucramiento que el humorista logra por parte de su interlocutor. Este involucramiento consiste en la complicidad contra un tercero al que se torna cómico volviéndolo inferior, incluso, despreciable. Laura Malosetti Costa aludió a la cohesión alcanzada por las imágenes cómicas: “Aun las caricaturas más feroces no tienen como objetivo principal atacar o provocar la violencia, sino más bien cohesionar y tranquilizar a quienes ya están convencidos, estableciendo conexiones entre lo familiar y lo no familiar”[ii].

Ahora bien, el humor también puede, a través de lo cómico, reforzar estigmas, prejuicios y, así, el orden social establecido. Michael Billig advierte que la centralidad del humor en la vida social no se debe tanto a su carácter rebelde y su capacidad de cohesión, sino más bien a la práctica del ridículo. Es esta la que rebela los aspectos disciplinarios del humor: “el ridículo es el núcleo de la vida social, ya que la posibilidad del ridículo asegura que los miembros de la sociedad cumplan rutinariamente con las costumbres y hábitos de su medio social” [iii].

A este múltiple carácter del humor, le tenemos que agregar el hecho de que la comicidad es histórica, es decir, aquello que hacía reír a las generaciones pasadas es posible que ya no nos haga reír hoy día. La risa está siempre presente en la vida social, pero cambian sus motivos porque la sensibilidad también cambia a lo largo del tiempo y en distintas sociedades. Y, si la comicidad es histórica, el humor político es una de sus expresiones más ligadas al tiempo y también al lugar de su producción. Todo ello convierte al humorista en un cronista voluntario o involuntario de la época y a su elaboración en algo que a posteriori (o en otras coordenadas geográficas o sociopolíticas) es necesario explicar, describir y contextualizar para que adquiera sentido. Eduardo Romano sostiene que la caricatura política “es arte de circunstancias, la caricatura pierde vigencia rápidamente o se convierte en un auxiliar de la información histórica en tanto crónica informal y expresiva de una época, un lugar, un proceso”[iv].

En estos casos, el trabajo del investigador se vuelve clave, ya que consiste en reponer no sólo el contexto y los códigos sino más bien los sentidos posibles que tales producciones humorísticas generaron más allá de las intenciones originarias de su autor, porque ?como señala Gombrich al reseñar esta fugacidad? “si hay un tipo de imagen que se queda muda sin ayuda del contexto, el texto y el código, [esa] es la caricatura política. Su sentido quedará inevitablemente perdido para quienes no conozcan la situación que comenta”[v]. Asimismo, reponer el contexto, los códigos y los sentidos posibles permite identificar también los riesgos, las audacias y los actos de autocensura que asumieron los autores de las humoradas y sus editores.

En los últimos años, los estudios sobre el humor y lo cómico han despertado renovado interés para las ciencias sociales. Distintos aspectos de las producciones y manifestaciones cómicas y humorísticas han sido tomados como documentos para dar cuenta de procesos políticos, sociales, históricos, culturales e incluso, tecnológicos más amplios. Como resultado, se han escrito tesinas de grado, tesis de maestría y doctorado y ponencias; se han publicado artículos y libros y se han realizado jornadas temáticas específicas. Este dossier se propone difundir apenas una porción pequeña de esa producción académica reciente.

La selección de artículos y autores es arbitraria, como toda selección, pero no azarosa. Opté por autores y autoras que se hayan destacado en los últimos años por sus aportes a los estudios del humor en sus diferentes registros y países. En segundo lugar, hay un recorte temático dado por la relación entre humor y política, entendida esta última de manera amplia. Es decir, no meramente como aquello que remite a los asuntos del gobierno de una sociedad y a quienes lo ejercen, sino a partir de su significado etimológico que remite a la vida en la ciudad, en la polis. Luego, un recorte espacial y temporal: el Cono Sur, más precisamente Argentina, Brasil y Chile en los últimos 50 años, es decir, desde los años setenta a la actualidad. Periodo extenso y complejo, atravesado por transiciones a la democracia después de largos años de dictaduras institucionales de las Fuerzas Armadas, consolidación del neoliberalismo y sus reiteradas crisis, auge y derrota de gobiernos “progresistas” y ascenso de una ¿nueva? derecha.

Asimismo, en la elección de los textos quise dar cuenta de las mutaciones de la risa y de la sensibilidad social para reírse, así como también de los cambios registrados en los soportes mediáticos a través de los cuales se expresa el humor. Estos soportes y su materialidad le imprimen al humor marcas particulares que hacen a su producción, circulación y recepción, y también a la autoría o más bien, al desdibujamiento de la marca de autor que impone, como sucede, por ejemplo, en el caso del meme. Asimismo, reconocemos que no hay exhaustividad y esperamos que los vacíos que se adviertan -que son tan dispares como, por ejemplo, la ausencia de mujeres productoras de humor o la falta de estudios sobre el caso uruguayo-, sea considerado como una invitación a explorar y proponer nuevas investigaciones.

El recorrido que ofrece este dossier comienza con el artículo de Jorge Montealegre, en el cual analiza las caricaturas de Salvador Allende producidas bajo su gobierno y cómo la deformación satírica que proponen resulta funcional, programáticamente, al derrocamiento violento su gobierno, que a su vez contemplaba la muerte del entonces presidente. Es más, Montealegre entiende que esa sátira política contribuyó a crear la atmósfera que allanó el camino a la intervención militar, familiarizando a la población con amenazas fatales, incluida la muerte del presidente como un desenlace posible y hasta deseable. Con la dictadura, Allende desaparece: su cuerpo es enterrado, pero se desconoce dónde, y su imagen es proscrita. A los diez años de su derrocamiento y muerte, la imagen de Allende reaparece paulatinamente convertida ya en alegoría, en la representación simbólica de un proceso y de un ejemplo de consecuencia democrática y de integridad personal. También reaparece en caricaturas que regresan sin la irreverencia natural a la sátira, pero sí revelando una paradoja, señala Montealegre: la oposición de derecha al gobierno de Allende lo dibujó sarcásticamente en el cielo: lo quería ver muerto. Curiosamente, a cuarenta años de su muerte, desde la izquierda también se le dibuja en el cielo, como queriéndolo ver vivo.

A continuación, sigue un texto de mi autoría en el cual analizo la caricatura política realizada en la Argentina durante la última dictadura militar (1976-1983) por tres destacados dibujantes, Hermenegildo Sábat, Landrú y Andrés Cascioli para el diario Clarín y las revistas Tía Vicenta y HUM®, respectivamente. A diferencia de otras dictaduras militares, el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” habilitó la caricatura política en su primera distensión a mediados de 1978 y este arte ganó prominencia en combinación con la sátira, convirtiéndose en un arma eficaz y mordaz contra el poder de los militares. En el artículo se distinguen tres dimensiones de análisis, por un lado, las trayectorias y las características distintivas del trazo de cada uno de estos caricaturistas, por otro, los medios de prensa que fueron soporte de estas imágenes y su relación con el régimen militar y, por último, la iconografía y las representaciones plasmadas en las imágenes cómicas producidas por cada dibujante y su relación con la censura. El estudio se centra en las representaciones cómicas de José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía entre 1976 y 1981 y blanco predilecto de la sátira, del dictador y presidente de facto entre 1976 y 1981, Jorge Rafael Videla, y, por último, del régimen militar como un todo.

El trabajo de Conceição Pires sobre Bob Cuspe, el personaje creado por Angeli para la revista Chiclete com banana, nos sumerge en el Brasil de la transición democrática y, de modo más amplio, en la coyuntura que se abrió con la crisis de las grandes ideologías a comienzos de los años noventa. En este caso, estamos además frente a un tipo de humor que se inscribe en la tradición del grotesco y del absurdo, a la vez que se aleja de la caricatura y la sátira que atacan a una figura política. Contra las interpretaciones que conciben a Bob Cuspe como “alienado” del contexto social y político, Pires sostiene que más bien representa nuevas e innovadoras formas de resistencia política en una atmósfera de profundas crisis que, a su vez, se diferencian del compromiso que caracterizó a la juventud de los años sesenta. Es más, Bob Cuspe es un recurso empleado por el intelectual humorista, sostiene Pires, para abordar de forma densa y compleja la precariedad característica del sujeto contemporáneo que vive en condiciones de inestabilidad propias de aquel contexto histórico sin, con eso, tener la pretensión de convertirse en un traductor de la verdad.

Cristián Palacios nos devuelve a la Argentina y nos introduce en el humor político televisivo de Tato Bores. A lo largo de sus casi cuarenta años, el programa de Tato Bores atravesó distintas circunstancias socio-históricas, técnicas y tecnológicas que fueron configurando su discurso.  El objetivo de Palacios es analizar la relación entre humor, ideología e historia en la última etapa del programa, situada entre 1988 y 1993 cuando la “televisión no sólo adquiere relevancia en la vida política argentina, sino que es consciente de su nuevo poder y los políticos no sólo orientan sus apariciones públicas con la mirada puesta en el medio televisivo sino que muchas de sus performances específicas no habrían existido sin su presencia.” En este período, el programa incorporó tecnologías de vanguardia y nuevas formas de narratividad televisiva, entre ellas las presentaciones que tenían como elemento común la apelación a la historia, el recurso de la nostalgia y la utilización de imágenes emblemáticas de la historia pasada y presente. Palacios concluye que el humor político configuró una lectura de la historia, que no fue específica del campo del humor, sino que estaba a tono con la que proponían los medios televisivos en general; y una lectura de la democracia, donde el ironista era el tábano socrático que mantenía despiertos a los ciudadanos para educarlos en una “realidad nacional” que se presentaba esquiva, incomprensible, pero determinante.

Paul Alonso analiza los casos de dos revistas satíricas contemporáneas –The Clinic (Santiago, Chile) y Barcelona (Buenos Aires, Argentina)- que desafiaron los valores hegemónicos después de experiencias nacionales traumáticas (la dictadura de Pinochet en Chile y la crisis económica de 2001 en Argentina). Ambas revistas usan el humor políticamente incorrecto como un recurso principal. Incluyen jerga local, referencias de cultura popular y noticias satíricas/falsas para transmitir ideas subversivas e irreverentes. Autodefinidas como revistas políticas, ambas publicaciones apelan al humor para crear un lenguaje accesible y llegar a audiencias más amplias con ideas y representaciones contra-hegemónicas. Sus críticas no solamente se dirigen a políticos corruptos, líderes poco éticos, partidos políticos y las más altas figuras del gobierno sino, también, acaso principalmente, a los medios de comunicación y el periodismo nacional. El artículo explora cómo estas publicaciones satíricas negociaron su espacio dentro del panorama mediático nacional a partir de características alternativas, oposicionales y tradicionales (o mainstream). En una era de creciente globalización, estas publicaciones resaltaron la relación entre los medios y la cultura popular local. Establecieron un diálogo directo con el contexto nacional y pueden considerarse catalizadores sociales con un papel importante dentro de un proceso de cicatrización colectiva después de una crisis traumática.

El texto de Matías Muraca analiza los “contenidos políticos e ideológicos de la sociedad pos (?) menemista” a partir de Micky Vainilla, personaje creado por Diego Capusotto y Pedro Saborido para su programa televisivo Peter Capusotto y sus videos. Muraca entiende que es en las radicalizaciones cómico-grotescas de personajes como Micky Vainilla, un cantante de música pop que es nazi, donde se advierten aspectos nodales de una sociedad profundamente liberal, hiperindividualista y dudosamente democrática. Asimismo, Muraca ubica la aparición “silenciosa y cómplice” de este personaje en la historia reciente en un momento preciso: en el conflicto político más grave del año 2008, conocido como conflicto “del campo”. Por último, concluye con una reflexión sobre el humor y el poder de la risa como activadora de cambio en “nosotros”.

En “Derrisão e Ironia Cínica no Humor Contemporâneo: os limites entre o politicamente incorreto e o incorretamente político”, Conceição Pires analiza las transformaciones efectuadas en el humor gráfico contemporáneo poniendo el énfasis en los recursos subjetivos e ideológicos utilizados para garantizar su expansión y consolidación en diferentes soportes mediáticos. El estudio toma como unidad de análisis a tres artistas brasileños: Henrique de Souza Filho, que firmaba sus trabajos como Henfil, Arnaldo Angeli Filho, conocido como Angeli, y Dr. Pepper, que es el seudónimo adoptado por el humorista Daniel M.T.; e identifica la apelación a una racionalidad cínica que fomenta un carácter burlón que desprecia las alteridades en las sociedades contemporáneas.

Por último, Damián Fraticelli analiza un modo de transformación de la sátira política en las redes sociales: su integración con lo cómico negro. Para Fraticelli, la hipermediatización trajo como novedad la posibilidad de que la sátira con humor negro tome cualquier blanco sin límites morales. El estudio historiza esa conjugación y describe cómo se dio en un caso con gran repercusión en Argentina por su gravedad para la vida democrática, como fue la desaparición forzada de Santiago Maldonado en 2017 bajo el gobierno de Mauricio Macri. Tal es así que Fraticelli identifica dos tipos de enunciación en el humor negro, la cómica y la humorística. La primera estuvo presente tempranamente en la mediatización de la sátira hasta que los grandes medios se asumieron independientes de los partidos políticos. Por entonces, el humor negro se refugió en las revistas cómicas y prevaleció su carácter humorístico, tomando por blanco a los poderosos antes que a sus víctimas. Con la aparición de la hipermediatización, el escenario cambió. Lo cómico negro volvió a integrarse con la sátira sin miramientos al elegir sus blancos y traspasar límites morales. En el caso Maldonado, cayó sobre Santiago y su familia y defendió a los poderosos alentando crímenes de lesa humanidad, sostiene Fraticelli. El uso cómico de la víctima no sólo se dio en quienes denigraron la importancia de la desaparición, sino también en quienes la defendieron, indicando un modo de hacer que parece haberse instalado sin distinción partidaria.

 

 

Textos seleccionados para el dossier:

Montealegre, Jorge (2014). Salvador Allende: caricatura y monumento. Meridional, pp. 39-62.

Burkart, Mara (2014). La caricatura política bajo la dictadura militar argentina (1976-1983). Contemporânea, Año 4, n. 4, vol. 2, pp. 1-36.

Pires, Conceição (2017). Bob Cuspe: resistências microscópicas, contracondutas e a potência do “não” nos quadrinhos underground de Angeli. Tempo & Argumento, 20, pp. 75-98.

Palacios, Cristián (2010). La única realidad es la realidad. La proyección de la historia en los monólogos de Tato Bores. En Graciana Vázquez Villanueva (dir.). Memorias del Bicentenario: Discursos e Ideologías (pp. 185-205). Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras.

Alonso, Paul (2019). Satiric Magazines as Hybrid Alternative Media in Latin America. Latin American Research Review, 54 (4), pp. 944–957.

Muraca, Matías (2010). ¡Yo solo hago pop! Micky Vainilla y una crítica a la sociedad pos (?) menemista. En Rocco Carbone y Matías Muraca (comps.), La sonrisa de mamá es como la de Perón. Capusotto: realidad política y cultura (pp. 15-21). Buenos Aires: UNGS/ Imago Mundi.

Pires, Conceição Pires (2014). Derrisão e ironia cínica no humor contemporâneo: os limites entre o politicamente incorreto e o incorretamente político. História, 2, pp. 470-488.

Fraticelli, Damián (2020). Sátira política y humor negro en la hipermediatización. El caso Maldonado. Intus-Legere Historia, 1, pp. 142-167.

 

 

[i] Berger, Peter (1999). Risa redentora. La dimensión cómica de la experiencia humana. Barcelona: Kairós.

[ii] Malosetti Costa, Laura (2002). Don Quijote en Buenos Aires. Migraciones del humor y la política. V Jornadas de Estudios e Investigaciones del Instituto de Teoría e Historia del Arte “Julio E. Payró”. Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. p. 2.

[iii] Billig, Michael (2005). Laughter and ridicule. Towards a Social Critique of Humour. London: Sage Publications, p. 2

[iv] Romano, Eduardo (1990): Breve examen de la historieta. En Aníbal Ford, Jorge B. Rivera y Eduardo Romano. Medios de comunicación y cultura popular (pp. 89-90). Buenos Aires: Legasa.

[v] Gombrich, Ernst (1982). El experimento de la caricatura. En Arte e ilusión. Estudio sobre la psicología de la representación pictórica. Barcelona: Editorial Gustavo Gilli.

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Dossier | El republicanismo como problema argentino https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-el-republicanismo-como-problema-argentino/ Fri, 14 Aug 2020 15:15:32 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4108 ISSN sección Dossier 2618-415x

Dossier | El republicanismo como problema argentino


Gabriel Entin (CONICET-CHI-UNQ/UNSAM)

 

Más que una evidencia, el republicanismo remite a un campo de problemas referidos a la creación y conservación de una comunidad política, la república, y a los conceptos, valores e instituciones que la constituyen como tal: la ley, la libertad, la virtud, la ciudadanía, el gobierno, la guerra, la religión, etc. En la Argentina, el republicanismo constituye una clave posible de lectura de la historia y del presente.

Si en la década de 1980, el concepto fundamental sobre el que se articulaban los debates públicos era “democracia”, y en la de 1990, “liberalismo”, desde la crisis argentina de 2001 y hasta la actualidad, el republicanismo se convirtió en la categoría que articula los principales debates políticos. Al mismo tiempo, se utiliza en sentidos tan diversos que se revela como una palabra enigmática y proteica. Enigmática, porque su sola enunciación pareciera dotar de contenido positivo a los argumentos sobre los que se aplica. Proteica, porque puede utilizarse para legitimar prácticas políticas muy distintas entre sí. Engimático y proteico, el republicanismo argentino se distingue en el presente menos por lo que es y más por lo que no es.

Por un lado, el opuesto del republicanismo se identifica con el populismo, el autoritarismo, el personalismo y la corrupción. Se trata de un republicanismo asociado a una dimensión institucional de lo político articulada en una concepción de la ley y de la libertad basada en la separación de poderes y en los derechos individuales. Este republicanismo institucionalista se inscribe en una historia de las ideas republicanas de mediano plazo: la que comienza con la Ilustración del siglo XVIII y las revoluciones modernas de fines de aquel siglo, y que da origen al constitucionalismo como base jurídica de todo orden legal. En esta perspectiva, el republicanismo se asocia a una comprensión de la libertad política referida al individuo como sujeto de derechos, y formalizada con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, y con la Constitución de los Estados Unidos de 1787. En 1819 Benjamin Constant llamaría “libertad de los modernos” al goce de derechos individuales. A mediados del siglo XX Isaiah Berlin la reformularía como “libertad negativa”, entendida como la ausencia de interferencia sobre un individuo y disociada de una forma particular de gobierno[1].

Por otro lado, el republicanismo argentino puede relacionarse desde las últimas dos décadas al concepto de pueblo, y oponerse a lo que se considere, según las circunstancias, como “anti-popular”. En este caso, se trata de un republicanismo que valora la participación del pueblo en los asuntos públicos, comprende la república como sinónimo de nación o patria, y se aproxima a la idea de libertad de los antiguos de Constant, y a la libertad positiva de Berlin, es decir, al deseo de ser amo de sí mismo, intrínsicamente ligado al gobierno democrático[2]. Este republicanismo popular dota de contenido positivo al populismo y puede identificarse con la tradición republicana maquiaveliana. Para Maquiavelo, las leyes en favor de la libertad se constituyen no a partir de la unidad sino de la división en la ciudad. En una comunidad existen humores y deseos irreconciliables: para Maquiavelo la república no refiere a un orden político armónico sino al conflicto y división constitutiva que posibilita la vida en común, la ley, la libertad y las instituciones para defenderlas.

Una tercera concepción de republicanismo puede distinguirse en la Argentina: aquella que radicaliza el ideal democrático de la igualdad y el auto-gobierno del pueblo, la participación ciudadana, la deliberación, las instituciones y los derechos individuales. Se trataría de un republicanismo democrático que ve en la república una forma de democracia, entendida no sólo en su dimensión institucional sino también como sociedad basada en el principio de la igualdad de los ciudadanos a partir de un orden de leyes. Este orden permite caracterizar lo republicano de un gobierno según cómo se evalúe la relación de subordinación del bien individual al bien común. La corrupción representa la perversión de la república: el predominio del interés particular por sobre el de la comunidad. La ley, la justicia y la participación ciudadana -a través de mecanismos institucionales y no institucionales- en la cosa pública funcionan como horizontes reguladores de esta perspectiva republicana.

Los desarrollos de la historiografía sobre el republicanismo atlántico en el último medio siglo revelan un campo prolífico de investigación donde la historia dialoga con la filosofía política volviendo estériles las fronteras disciplinares. A principios de este siglo, Quentin Skinner propuso analizar la libertad republicana como un “tercer concepto de libertad” en la historia occidental. A diferencia de una comprensión de la libertad como ausencia de interferencias u obstáculos (Hobbes daría en el capítulo 21 de su Leviatán -1651- los soportes teóricos de este razonamiento, identificado siglos después con una lectura “liberal” de la libertad), la libertad republicana es entendida como la ausencia de dominación, que implica la interferencia arbitraria (porque no está basada en la ley) de una voluntad particular (un amo, un déspota). La ley, como interferencia no arbitraria constituye la condición de la libertad republicana. Este tercer concepto de libertad republicana no necesariamente se opone a la comprensión liberal pero la complementa al relacionar la libertad de un individuo con la libertad de una comunidad: un individuo no puede ser libre si la comunidad política en la que vive no es libre[3].

Por supuesto, toda clasificación es limitada y las categorías normativas no pueden reflejar la variedad de experiencias políticas del republicanismo y de la comprensión de la libertad en individuos que a lo largo de la historia convivieron en condiciones de desigualdad (por factores sociales, económicos, raciales, religiosos, sexuales, entre otros). En la Argentina, al igual que en otros espacios del mundo occidental, el republicanismo se comprende mejor en su pluralidad como conjunto de problemas sobre la vida en común, que como tradición, lenguaje, teoría política de la libertad, o pensamiento político en singular. Sin embargo, la distinción de los republicanismos que atraviesan la política argentina de las últimas décadas puede ser útil para analizar la distancia con los republicanismos del siglo XIX, cuando la Argentina se formó como comunidad política. No se trata aquí de determinar cuán republicana o cuán liberal fue esta nación -un ejercicio en última instancia estéril porque dependerá de las definiciones que se les atribuya a estos adjetivos-, sino de ensayar grillas de lectura que vuelvan inteligible un pasado que tiene en la república su principal eje articulador de lo político. Un pasado que también puede contribuir a clarificar y darle sentido a los usos actuales del republicanismo en la Argentina.

 

La configuración de un campo de estudio sobre la república en el siglo XIX

El problema político constitutivo del siglo XIX argentino es el de la legitimidad originado con la revolución. Este problema remite a la república, no a la democracia. Si el orden monárquico se basaba en la legitimidad del rey, el orden republicano se articularía a partir de la legitimidad del pueblo soberano, un principio abstracto y aporético que abriría múltiples conflictos a partir de las diferentes formas de interpretarlo e intentar representarlo. La república expresa la imposible superación de estos conflictos. Por un lado, representa la unidad política en un territorio con límites cambiantes. Por otro lado, se crea y consolida a través de divisiones y tensiones inacabadas que marcarán su ritmo intempestivo e inestable. Sólo a finales del siglo XIX, esta frágil unidad que sería la República argentina logrará ofrecer una cierta imagen de orden. Al poco tiempo de comenzar el siglo XX, esta imagen ya resultará obsoleta.

Dos trabajos pioneros abrieron el campo para convertir al republicanismo y a la república en un objeto de interés historiográfico para el territorio del Virreinato del Río de la Plata que se desmembraría con la revolución de 1810, y a partir del cual durante el siglo XIX se construiría la Argentina. En primer lugar, en Tradición política española e ideología revolucionaria de mayo (1961), Tulio Halperín Donghi situaba el orden republicano de la revolución no contra la tradición monárquica sino en relación a los fundamentos jurídicos e históricos del barroco hispánico. Desde el siglo XVII, afirma Halperín Donghi, la “cultura política del Barroco” veneraba un conjunto de virtudes y valores republicanos de Atenas, Roma y Esparta en un orden absolutista que no consideraba esta veneración como una amenaza[4]. Lejos de plantear una continuidad con la monarquía, Halperín Donghi pretendía inscribir la revolución como acontecimiento (el “punto de partida de toda la historia de la Argentina como nación”[5]) en una larga duración donde el “antiguo régimen” esclarecía el momento de 1810. La categoría de “antiguo régimen” revelaba realidades muy distintas a lo largo de los siglos: durante el siglo XVIII la monarquía barroca se había transformado en una administrativa e ilustrada, relegando la vida comunal de las repúblicas-ciudades a un segundo plano. En aquel clima moderno, las élites políticas del Río de la Plata redescubrirían -y esta sería una de las características del movimiento ilustrado-, la libertad de los antiguos -inscripta en la propia tradición medieval monárquica-, y la reflexión sobre el origen y los límites al poder real, concebido como poder del pueblo en un orden natural.

Para Halperín Donghi, discutir la revolución de mayo y su republicanismo significaría, en el contexto del sesquicentenario de la revolución de 1810, un debate sobre la propia historia argentina: no sólo frente a la historiografía nacionalista, sino también a la revisionista (caracterizada por un nacionalismo antidemocrático que, a partir de la década de 1930, recuperaba la figura de Rosas y criticaba un presente considerado antinacionalista y dependiente de potencias extranjeras), y a la neorrevisionista (que, consolidada a fines de los ’50 tras el golpe militar al gobierno de Perón, interpretaba el pasado como una lucha contra el imperialismo bajo el telos de la revolución). Así, repensar el mito fundador de la república implicaba también una reflexión sobre cómo el pasado de la Argentina (que las tres historiografías estudiaban como un objeto incuestionable desde el prisma de una lucha contra un poder colonial o imperial) podía movilizarse en función del presente[6].

En segundo lugar, en La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo (1984), Natalio Botana describe, basándose en sus lecturas sobre Montesquieu, Rousseau, los Federalistas, Constant y Tocqueville, una tradición republicana en el Rio de la Plata que tendría a Sarmiento y a Alberdi como sus principales exponentes. Para Botana, la tradición liberal del siglo XIX argentino forma parte integrante de la tradición republicana[7]. Botana publicó su libro en el contexto de retorno de la democracia en la Argentina en 1983. El concepto omnipresente en aquella década para interpretar el momento político fue, precisamente, el de democracia. Este concepto se asociaba al reestablecimiento del orden constitucional republicano, que había sido suspendido con la dictadura. La democracia se volvía sinónimo de “república democrática”[8]. La tradición republicana no puede entonces disociarse de su clima de publicación caracterizado por la necesidad y deseo de reconstrucción de un orden constitucional que remitía al período constituyente de la República argentina. Si Alberdi y Sarmiento representaban las bases intelectuales de esta fundación, la república constitucional se consolidaría como tal a partir de 1880, con la instauración efectiva de un Estado nacional a través de la centralización política, el ejército, la moneda y la expansión de las fronteras en tierras indígenas mediante la guerra[9]. El progreso económico hacía también posible esta consolidación y la transformación, a partir de la instauración en 1912 del sufragio masculino secreto y obligatorio, de una república oligárquica en una más democrática, que ampliaba el sufragio, limitaba el fraude electoral y permitía la representación de minorías partidarias, al mismo tiempo que permanecía alejada del horizonte -conflictivo por sus múltiples formas de interpretarlo- de una república verdadera[10].

A partir de la década de 1990, los trabajos de Halperín Donghi y Botana constituirían una referencia para la nueva historia política argentina sobre el siglo XIX interesada en problemas relacionados, de una forma u otra, a la república: la construcción de la nación, la constitución, la soberanía, la representación política, la ciudadanía, las elecciones, el federalismo, los lenguajes políticos, la participación popular, la esclavitud, la religión, etc. La nueva historia política argentina -parte constitutiva de la renovación de la historia política sobre el siglo XIX latinoamericano impulsada por François-Xavier Guerra, Antonio Annino, José Carlos Chiaramonte, Hilda Sábato, entre otros-, se aproximaría a los debates sobre el republicanismo en relación al problema de la modernidad política. Para ello, incorporaría entre sus lecturas a la historiografía sobre el republicanismo anglosajón -que se constituiría como tal entre la década de 1970 y de 1990 con los trabajos de Bernard Bailyn, Gordon Wood, J.G.A. Pocock, Quentin Skinner, y Philip Pettit-, y a la nueva historia política de la revolución francesa en el contexto de la conmemoración de su bicentenario (con los estudios de François Furet, Mona Ozouf, Claude Lefort, Pierre Rosanvallon, Pierre Manent y Bernand Manin). Durante los ‘90, estos autores anglosajones y franceses fueron introducidos en la Argentina tanto a través de cátedras universitarias de teoría política en facultades de Ciencias Sociales (por ejemplo, en las de Isidoro Cheresky, Hugo Quiroga, Claudia Hilb), como de jóvenes historiadores que regresarían al país tras haber completado sus posgrados en Inglaterra, Estados Unidos o Francia (Jorge Myers, Elías Palti y Darío Roldán, quienes concluirían sus doctorados en 1997). A partir de los 2000 se articularía -como señala Roldán en el texto incluido en este dossier- la “cuestión republicana” en la Argentina a través de un diálogo entre historia y ciencia política.

 

 

República y republicanismo en el Río de la Plata/Argentina

Los textos reunidos en este dossier, publicados entre 1997 y 2017, tienen como objetivo dar cuenta de la cuestión republicana en la Argentina decimonónica. La selección de los artículos está basada en tres razones. En primer lugar, representan, en mayor o en menor medida, una parte significativa de la renovación de la historiografía argentina sobre el republicanismo del siglo XIX desde una aproximación interdisciplinaria entre la nueva historia política, nueva historia crítica del derecho, historia intelectual, historia conceptual, filosofía política. Aún si algunos de ellos no se refieren especificamente al siglo XIX, sus análisis remiten a problemas y críticas historiográficas de este período sobre la república.

En segundo lugar, la selección se basa en el interés de sus autores y autoras por pensar la república como problema constitutivo de la comunidad política en el Río de la Plata/Argentina en momentos claves del siglo XIX, entendido, según señala Hilda Sábato, como “el siglo de la repu?blica”. En tercer lugar, en cada uno de los textos se discuten lugares comunes y estereotipos en la historia y en la ciencia política sobre el republicanismo argentino, y sobre varios de los conceptos a los que con frecuencia es asociado: república, ley, libertad, virtud, democracia, ciudadanía, presidencialismo, secularización, institucionalización, constitución.

Más que la búsqueda de un núcleo distintivo de republicanismo argentino, los autores del dossier se proponen analizarlo como una forma de pensar distintas dimensiones constitutivas de la república en la Argentina. Hasta mediados del siglo XIX, en este espacio territorial cambiante que era el Río de la Plata el republicanismo puede interpretarse como una experiencia americana y revolucionaria de republicanismo hispánico y católico. Desde la década de 1850 en adelante, con la promulgación de la Constitución argentina de 1853 y su aplicación efectiva en todo el territorio diez años después, el republicanismo se revela como una clave para la comprensión de la organización y consolidación de la Argentina como nación.

La república en el Río de la Plata se construye desde la ciudad. Alejandro Agüero ofrece en su capítulo una lectura del municipio castellano, modelo del americano, en el antiguo régimen que desafía la comprensión de la revolución a partir de la dicotomía entre poder central y las “tendencias autonómicas” de las ciudades. Para Agüero, es necesario observar la revolución y la independencia desde el “horizonte colonial”. Esto no significa asumir la existencia de una continuidad entre monarquía y república sino la necesidad de pensar el temprano siglo XIX menos desde el futuro indeterminado que abriría la revolución que desde la experiencia de los actores que la hicieron; una experiencia que hasta 1810 era la de la propia monarquía hispánica. El autor señala que las dinámicas republicanas -entre ellas, la idea de auto-gobierno de las ciudades consideradas a sí mismas pequeñas repúblicas- durante la revolución deben relacionarse con las instituciones municipales castellanas. El ámbito municipal como espacio de poder en el antiguo régimen, afirma, no era antagónico con el poder regio como suprema potestad. Por el contrario, existía una “mutua dependencia entre la monarquía católica y el orden corporativo”. A partir de una crítica al “paradigma estatalista” con que muchas veces se analiza el siglo XIX argentino, Agüero alerta sobre la inmediata identificación de la república con el Estado moderno. Su reconstrucción de las dinámicas políticas municipales permite repensar las primeras formas de republicanismo en el Río de la Plata considerando las experiencias comunales de la monarquía católica. Sus argumentos desafían modelos historiográficos que buscan explicar la revolución a partir de dicotomías preestablecidas: soberanía del pueblo-soberanía de los pueblos; centralización-descentralización; república-monarquía.

Hilda Sábato sintetiza en su artículo sus principales ideas sobre el “experimento republicano” en el siglo XIX argentino, relacionándolo con los ensayos republicanos en Hispanoamérica[11]. Para Sábato, este experimento consistió en la adopción temprana -mucho antes de la consolidación de la Argentina como nación- de formas de gobierno republicanas basadas en la soberanía popular, capaces de ser observadas a través de tres dimensiones que articularon la ciudadanía a lo largo del siglo: la organización de la representación política, las manifestaciones de la violencia como deber cívico y la opinión pública[12]. Según sostiene la historiadora, las definiciones de la ciudadanía, sus criterios de inclusión y exclusión, su movilización y participación política, fueron aspectos indisociables de la constitución de la república.

Gabriel Di Meglio reconstruye los sentidos del concepto de “república” en el Río de la Plata entre 1750 y 1850. Se trata de un texto incluido en el Diccionario de conceptos políticos y sociales del mundo iberoamericano. Iberconceptos I, dirigido por Javier Fernández Sebastián y coordinado, para el grupo argentino, por Noemí Goldman[13]. Di Meglio reconstruye diversos sentidos de república: a fines del siglo XVIII, Estado, ciudad, territorio, causa pública; a partir de la revolución de 1810, pueblo soberano, forma de gobierno, ideal de virtud cívica, sistema representativo opuesto a la democracia; adjetivo con connataciones positivas y orden moral contrario a la anarquía, defendido tanto por rosistas como por sus críticos. Los adversarios del rosismo asociarían la república a la libertad, y el gobierno de Rosas a la tiranía: “¡Si salvas la Repu?blica, nunca hubo gloria como la tuya!”, escribía Sarmiento en el Facundo. Tras la caída de Rosas, la república implicaría un proyecto de nación: de la república posible que para Alberdi debía incorporar elementos monárquicos y fomentar la inmigración europea -sinónimo de civilización y progreso-, se alcanzaría la república verdadera. Di Meglio señala que en un contexto de continuas divisiones políticas, y guerras civiles, la única noción de república que no generaba conflictos era la espacial, referida a las Provincias Unidas y luego a la Confederación argentina.

En mi artículo, estudio “lo republicano” en la revolución de 1810 en el Río de la Plata, y lo analizo como una tercera experiencia -parte de las revoluciones hispánicas- de republicanismo atlántico. Distingo dos sentidos de república. Por un lado, uno moderno asociado a una forma de gobierno popular y anti-monárquica. Por otro lado, uno más antiguo donde la república refiere a la comunidad política (res publica), capaz de albergar -según la conceptualización original de Cicerón- distintas formas de gobierno legítimas, entre ellas, la monarquía. Sostengo, a partir de la reconstrucción de lenguajes políticos y usos de conceptos como república, ley, libertad y virtud -y sus contra-conceptos- en Mariano Moreno, Bernardo de Monteagudo y el Deán Gregorio Funes, que los hombres de 1810 articulaban referencias republicanas de la antigüedad clásica, presentes durante siglos en la monarquía católica y reinterpretadas durante la Ilustración, para representar al pueblo como fundamento y enigma de la revolución. Su republicanismo significaba, antes que una forma de gobierno determinada -que todos dudaban en cómo organizarla-, la construcción de una comunidad política en un contexto de incertidumbre radical.

En su capítulo, Botana se refiere a la república durante la revolución de 1810 como un “genio de dos cabezas”: una que miraba el pasado (la república-ciudad) y otra el futuro (la república como régimen político representativo), permaneciendo como una “república indecisa”. Botana desarrollará esta idea en su libro Repúblicas y monarquías. La encrucijada de la independencia (2016). Aquí afirmaría, a través de un estudio de la Constitución de 1819 en el Río de la Plata -nunca aplicada-, que los revolucionarios ensayaron diversas combinaciones de formas republicanas (basadas en la virtud política, en el amor de las leyes y en la libertad), y monárquicas de gobierno. Combinaban así -durante la restauración absolutista en Europa tras la caída de Napoleón en 1814 y la reunión del Congreso de Viena un año después- la soberanía (interior, exterior, y compartida entre un poder central y cuerpos colectivos), y la representación popular con ejecutivos fuertes; una suerte de “principados republicanos” donde la desconfianza a la república por su asociación al desorden político desde la antigüedad podía mitigarse con una característica atribuida a la monarquía: la estabilidad[14].

En la reseña a Repúblicas y monarquías de Botana incluida en el dossier, Andrés Rosler sostiene que durante la revolución en el Río de la Plata la república es, más que bicéfala, un “genio tricéfalo”. En primer lugar, se puede distinguir, afirma equiparando la república al republicanismo, una república exclusivista, de tipo “clásica”, incompatible con el personalismo. En segundo lugar, una república “amplia”, susceptible de incorporar el personalismo, el cesarismo, e incluso el imperio. Por último, se divisa una república “moderada” entendida como régimen político distinto a la monarquía pero compatible con el personalismo, caudillismo y presidencialismo, es decir, con gobiernos unipersonales que no fueran hereditarios. Para Rosler, esta versión “moderada” -y ambigua- del republicanismo pareciera estar representada en el “escudo patrio argentino” con el gorro frigio (“símbolo de la república liberada”), los laureles (que representan la cabeza del triunfador y la frugalidad del ser humano recordada por un esclavo) y el sol (ícono monárquico).  Este escudo  se inscribe en el “proceso de transformación simbólica” en el Río de la Plata ocurrido a partir de 1813 con las disposiciones de la Asamblea Constituyente, la celebración de las fiestas patrias, y la invención de una liturgia republicana que remitía tanto a la Roma clásica -evocada en todas las revoluciones atlánticas- como al imperio incaico[15].

Tulio Halperín Donghi reseña Orden y virtud. El discurso republicano en el re?gimen rosista (1995), de Jorge Myers[16]. Se trata de un libro que cambió la forma de interpretar el rosismo en la historiografía argentina al analizarlo desde su republicanismo formado por conceptos nativistas, ilustrados y clásicos que permitían hacer de Rosas el nuevo Cincinato como restaurador de las leyes; una analogía antes utilizada para referirse a Washington, y que sería explotada por el principal publicista del rosisimo Pedro de Angelis. Según explica Halperín Donghi, la eficacia de este republicanismo conservador -que reproduciría un Machiavellian moment en Buenos Aires basado en la virtud individual como condición de regeneración de la república-, residiría en su capacidad para “movilizar la nostalgia de un pasado menos convulso para consolidar luego de las tormentas de la revolución un orden suficientemente estable”.

En su artículo, Jorge Myers estudia dos tradiciones “nacionales” de pensamiento político en el Río de la Plata entre 1810 y 1880: la francesa y la inglesa. Se interesa en los procesos de traducción conceptual: apropiación, circulación y reelaboración en diversos contextos de significación o “momentos” en la historia intelectual argentina. Dicho de otra forma, para Myers el “pensamiento político argentino” en el siglo XIX es inteligible en relación a tradiciones europeas y norteamericanas de pensamiento. Observa que las tres principales generaciones de intelectuales (la de 1810, la del ’37, y la del ’52) vieron en el pensamiento europeo “una lección de modernidad” que oponían a lo que consideraban el “Antiguo Régimen” de la monarquía hispánica. A través de referencias a Alberdi, Sarmiento, Mitre, Vicente Fidel López, el autor reconstruye paralelismos con el clima intelectual europeo ante los diversos cambios de regímenes en el Río de la Plata: de la “república internotabiliar” a la “república unanimista presidida por Rosas”; luego, la preocupación, tras décadas de guerra civil, de una república sinónimo de orden como condición para la consolidación de la libertad, en el cual el liberalismo aparecería como una “nota discordante”.

Marcela Ternavasio explora los problemas y desafíos institucionales que, tras las experencia rosista, representó el presidencialismo como figura articuladora del gobierno republicano y federal, impuesto tras cinco décadas de revolución y guerra. La autora muestra cómo la combinación entre el diseño institucional de Alberdi en sus Bases (1852)donde la unidad política dependía de un poder ejecutivo centralizado-, y el sistema constitucional norteamericano de frenos y contrapresos, hicieron del presidente el “eslabón más inestable de las nuevas ingenierías políticas republicanas”. La originalidad de la Constitución de 1853, afirma, residió en la creación de un tipo de “cesarismo democrático” que con el presidente podría dar lugar a la emergencia de liderazgos personalistas, y que también los podía limitar al impedirles su reelección. En su artículo, Ternavasio discute los lugares comunes sobre el presidencialismo argentino del siglo XX como heredero de la ingeniería constitucional del XIX.

En un texto de 2002, Elías Palti se sorprendía ante la evidencia de que la historiografía intelectual latinoamericana había permanecido hasta ese momento al margen del giro lingüistico de los autores de la Escuela de Cambridge, interesada no en las ideas sino en los modos de producirlas; en la reconstrucción de lenguajes políticos y usos de conceptos en contexto. Sintetizando los debates sobre el republicanismo anglosajón a partir de su lectura de Pocock y Skinner, entre otros autores, y de los debates sobre la ambigüedad de la categoría de “republicanismo”, Palti analiza las transformaciones político-conceptuales en lo que reconoce como la característica principal del espacio republicano en la Argentina durante la “era Mitre” (1862-1880): la opinión pública. Para ello, relaciona los presupuestos teórico-metodológicos de los autores de la Escuela de Cambridge con las críticas que Bartolomé Mitre dirigía a Vicente Fidel López por su lectura de la revolución de 1810. No se trata de oponer, explica Palti, dos escuelas historiográficas argentinas -un lugar común que no puede verificarse en las fuentes de estos dos historiadores-, ni tradiciones de pensamiento (republicana o liberal), sino de penetrar en las lógicas de articulación de los lenguajes políticos. Muestra que Mitre y López revelan dos modos de concebir “el sentido de la política en un sistema liberal republicano” a partir de comprensiones diferentes de la opinión pública. Por un lado, e identificado con López, el modelo jurídico de la opinión pública, en que se la considera como un supuesto tribunal neutral donde reside la verdad. Por otro lado, el “modelo proselitista” de una “opinión pública orgánica” construido por Mitre, basado en la conciencia performativa de la palabra como acción política materializada en la prensa. Los límites del modelo mitrista, sostiene Palti, residían en la imposibilidad de construir un orden estable basado en opiniones siempre cambiantes, y en el carácter inorgánico y conflictivo constitutivo de la política.

Leonardo Hirsch analiza la crisis de 1890 en clave republicana a partir de un estudio sobre la retórica, entendida como la relación entre palabra, elocuencia y acción política en los miembros de la Unión Cívica, opositores al gobierno de Miguel Juárez Celman (1886-1890). Hirsch analiza las críticas a Juárez Celman como una forma de intervención política, a través de la prensa y las movilizaciones en la calle, contra lo que se consideraba “la descomposición del cuerpo político de la República” a causa de la indiferencia del pueblo por la cosa pública. A partir de la reconstrucción de discursos políticos de los Cívicos, el autor observa que la crisis de 1890 implicaba no sólo la impugnación de un régimen político excluyente sino también -y principalmente- la crisis de un “ideal de comunidad política”. La oposición al gobierno de Celman, señala, articularía una campaña electoral presidencial como “revolución moral” por la regeneración de una república considerada “muerta”.

El texto de Darío Roldán funciona como epílogo del dossier. El historiador reconstruye el contexto intelectual de la “cuestión republicana” en la Argentina, refiriéndose a varios de los autores incluidos aquí. También relaciona esta cuestión con la revitalización del republicanismo en la historiografía anglosajona y francesa desde la década de 1970, y en su impacto en el debate entre liberales y republicanos sobre las diversas concepciones de la libertad, identificadas con distintas comprensiones de las relaciones entre lo público y lo privado. Trasladando el debate a la Argentina, para Roldán la discusión historiográfica sobre “la cuestión liberal” en el siglo XIX revela el impacto del republicanismo. Por último, si bien la revitalización del republicanismo como campo de estudio histórico fue relevante, la cuestión republicana en la Argentina cobró importancia, según afirma Roldán, a partir de la discusión política contemporánea de politólogos y sociológos sobre la democracia. Recuerda que para Guillermo O’Donnell la dimensión republicana, entendida como “compromiso ciudadano con el bien común” y “decisión de privilegiar lo público por sobre lo privado” debe agregarse a la “síntesis liberal-democrática” en su idea de democracia delegativa. Al mismo tiempo, el “trípode” político de derechos individuales, soberanía popular y libertad, es problemático, explica el historiador. De las distintas interpretaciones sobre sus articulaciones se desprenden lecturas actuales de la Argentina donde se involucra “la repu?blica, la democracia, el liberalismo y el populismo”. En síntesis, interesarse por la república implica, para Roldán, un modo de reflexionar sobre la Argentina, asociando “el pensamiento político con el devenir histórico”.

Este dossier sobre el republicanismo en la Argentina durante el siglo XIX no sólo concierne a aquel período. Puede también funcionar como herramienta heurística de aprehensión de un presente incierto, en donde lo público y lo privado, el bien común y el individual, la salud y la libertad, en fin, la vida y la muerte, son resignificados ante acontecimientos inesperados como el de una pandemia. Pensar la república desde la historia significa interrogarse por las formas de vida colectiva que los ciudadanos deciden darse en una comunidad política.

 

Textos seleccionados para el dossier:

Agüero, Alejandro (2013). Ciudad y poder político en el Antiguo Régimen. La tradición castellana. En Víctor Tau Anzoátegui y Alejandro Agüero (coord.). El derecho local en la periferia de la monarquía hispana. Río de la Plata, Tucumán y Cuyo. Siglos XVI-XVIII (pp. 121-184). Buenos Aires: Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho.

Sábato, Hilda (2010). El experimento republicano en el Río de la Plata. Revista de Trabajo, 8, pp. 53-58.

Di Meglio, Gabriel (2009). República (Argentina/Rio de la Plata). En Javier Fernández Sebastián (dir.). Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850 [Iberconceptos-I] (pp. 1270-1281). Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.

Entin, Gabriel (2010). La revolución en el Río de la Plata y el republicanismo de los hombres de 1810”, traducción de La révolution au Rio de la Plata et le républicanisme des hommes de 1810. Rivista storica italiana, 122, pp. 682-707.

Botana, Natalio (2007). El primer republicanismo en el Río de la Plata, 1810-1826. En Izaskun Álvarez Cuartero y Julio Sánchez Gómez (ed.), Visiones y revisiones de la independencia americana. La independencia de América : la Constitución de Cádiz y las Constituciones Iberoamericanas (pp. 157-170). Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.

Rosler, Andrés (2017). La república: un genio tricéfalo. Ensayo crítico sobre Repúblicas y monarquías. La encrucijada de la independencia, de Natalio Botana. Polhis, 19, pp. 248-270.

Halperín Donghi, Tulio. El discurso político de una república agraria. Anuario del IEHS, 12, pp. 123-130.

Myers, Jorge (2004). Ideas moduladas: lecturas argentinas del pensamiento político europeo”, Estudios sociales, 26, pp. 161-174.

Ternavasio, Marcela (2017). La fortaleza del Poder Ejecutivo en debate: una reflexión sobre el siglo XIX argentino. Revista Historia, 24, pp. 5-41.

Palti, Elías (2002). Las polémicas en el liberalismo argentino. Sobre virtud, republicanismo y lenguaje. En José Antonio Aguilar Rivera y Rafael Rojas (coord.), El republicanismo en Hispanoamérica. Ensayos de historia intelectual y política (pp. 167-209). México: Fondo de Cultura Económica.

Hirsch, Leonardo (2013). La resurrección retórica de la república en 1890. Un análisis sobre las relaciones entre elocuencia, oratoria y política en Argentina a fines del siglo XIX. Boleti?n del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, 38, pp. 108-137.

Roldán, Darío (2015). Nuevos enfoques en la historia del pensamiento político: el republicanismo y sus significados. Texto leído en la Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 13 de mayo de 2015, pp. 1-16.

 

[1] Constant, Benjamin (1997). De la liberté des Anciens comparée à celle des Modernes. Discours prononcé à l‘Athénée royal de Paris en 1819. En Benjamin Constant, Écrits politiques. Paris: Gallimard. Berlin, Isaiah (2002). Two concepts of liberty. En Isaiah Berlin, Liberty, Henry Hardy (ed.). Oxford: Oxford University Press.

[2] Ibid.

[3] Skinner, Quentin (2002). A Third Concept of Liberty. Proceedings of the British Academy, 117, pp. 237-268.

[4] Halperín Donghi, Tulio (1985 [1961]). Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, p. 78, 97.

[5] Ibid., p. 119

[6] Halperín Donghi, Tulio (1971). El revisionismo histórico argentino. Buenos Aires: Siglo XXI. Luego reformulado en (2005), El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional. Buenos Aires: Siglo XXI. Véase Fernando Devoto (2006). Tulio Halperin Donghi. El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional”. Prismas. Revista de Historia Intelectual, 10, pp. 262-265.

[7] Botana, Natalio (1997 [1984]). La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo.  Buenos Aires: Sudamericana, p. VII.

[8] En su discurso de asunción como presidente ante el Congreso, Raúl Alfonsín afirmaba: “Construiremos una República leal consigo misma y con sus ciudadanos, que no podrá ser traicionada nunca en su esencia democrática” (“Mensaje de asunción del Presidente D. Raúl Ricardo Alfonsín”, en Dossier legislativo. Acta del 10 de diciembre de 1983, Buenos Aires, Congreso de la Nación, año VI, nº153, mayo 2018, p. 104.

[9] Botana Natalio y Gallo, Ezequiel (1987). De la República posible a la República verdadera (1880-1910). Buenos Aires: Emecé.

[10] De Privitellio, Luciano (2011). Las elecciones entre dos reformas. En Hilda Sábato, Marcela Ternavasio, Luciano Di Privitellio y Ana Virginia Persello (ed.). Historia de las Elecciones en la Argentina. 1805-2011 (pp. 132-233). Buenos Aires: El Ateneo. Castro, Martín (2012). El ocaso de la república oligárquica. Poder, política y reforma electoral: 1898-1912. Buenos Aires: Edhasa.

[11] Véase Sábato, Hilda (2018). Republics of the New World: The Revolutionary Political Experiment in Nineteenth-Century Latin America. Princeton: Princeton University Press.

[12] Estos aspectos son desarrollados en Sábato, Hilda (2006). La reacción de América: la construcción de las repúblicas en el siglo XIX. En Roger Chartier y Antonio Feros (comp.). Europa, América y el mundo. Tiempos históricos (pp. 263-280). Madrid: Marcial Pons.

[13] Fernández Sebastián, Javier (dir.) (2009). Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850 [Iberconceptos-I]. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.

[14] Botana, Natalio (2016). Repúblicas y monarquías. La encrucijada de la independencia. Buenos Aires: Edhasa.

[15] Munilla Lacasa, María Lía (2013). Mayo en Buenos Aires. Fiestas cívicas y discurso simbólico en el período revolucionario, 1810-1816. En Pablo Ortemberg (dir.) (2013). El origen de las fiestas patrias. Hispanoamérica en la era de las independencias (pp. 43-64). Rosario: Prohistoria.

[16] Myers, Jorge (1995). Orden y virtud. El discurso republicano en el régimen rosista, Universidad Nacional de Quilmes: Buenos Aires.

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