siglo XIX – historiapolitica.com https://historiapolitica.com El sitio web del Programa Interuniversitario de Historia Política Tue, 12 Sep 2023 20:11:00 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.6.2 https://historiapolitica.com/wp-content/uploads/2014/08/cropped-logo1-32x32.png siglo XIX – historiapolitica.com https://historiapolitica.com 32 32 Dossier. La experiencia democrática en el siglo XIX chileno: significados, tensiones y desafíos https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-la-experiencia-democratica-en-el-siglo-xix-chileno-significados-tensiones-y-desafios/ Sat, 19 Aug 2023 16:49:48 +0000 https://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4585 ISSN sección Dossier 2618-415x

Gabriel Cid (Universidad San Sebastián)

Introducción

Es un lugar común para la politología contemporánea, en especial para la anglosajona, pensar en América Latina como un espacio hostil, cuando no refractario a la democracia, la que solo podría plasmarse en visiones imperfectas e incompletas, prontamente etiquetadas de caudillistas, autoritarias, oligárquicas, monísticas, etc.  Dicha aproximación tiende a intensificarse para evaluar el siglo XIX, considerado como un antecedente espurio, un apéndice defectuoso de lo que debería haber sido y no fue la democracia en el continente. El problema de estos lugares comunes es que construyen mitos difíciles de erradicar y que repercuten decisivamente en la investigación histórica. ¿Valdría la pena investigar la experiencia democrática en un continente y período histórico en el que a priori sabríamos que no fue lo que debió haber sido, y confirmar lo elitista, excluyente e imperfecto que fue su funcionamiento? Tal parecería ser la pregunta que conduciría casi por defecto al silencio historiográfico y, por ende, al desconocimiento.

Por fortuna, esa miopía analítica ha tendido a corregirse en las últimas décadas de la mano de nuevas aproximaciones metodológicas, como la nueva historia política y la historia conceptual, que se han tomado en serio la experiencia decimonónica al constatar lo sorprendentemente tempranas –incluso en perspectiva comparada– que fueron las materializaciones de categorías matrices de la modernidad política, tales como soberanía popular, pueblo, ciudadanía, representación y democracia. El redescubrimiento de la experiencia democrática vino de la mano de una mayor sensibilidad semántica, que puso en suspenso preconcepciones y prejuicios de lo que debería ser la democracia, dando paso más bien a privilegiar los usos, sentidos y alcances que tuvo para los actores del siglo XIX ese concepto clave de la política moderna. Del mismo modo, una perspectiva comparativa más afinada ha permitido tomar distancia de aquello que Elías Palti llamó sugerentemente como el “modelo de esquemas y desviaciones”.[1] En efecto, muchos de los estereotipos sobre la experiencia latinoamericana del siglo XIX surgen de la  estilización de un puñado de casos que actúan como raseros valorativos de lo que debería ser la democracia –en específico, Estados Unidos o Francia–, estilización que se da en forma simultánea con la deformación y simplificación. Más recientemente, la reflexión crítica e informada sobre lo que constituyó dicha experiencia ha posibilitado reconocer insuficiencias y tensiones que más que desviaciones localistas hispanoamericanas, residen a la condición conflictual que es inherente a la democracia como régimen de gobierno y forma de sociedad.

Este dossier se introduce en esta discusión presentando cómo la producción historiográfica chilena reciente ha abordado la experiencia democrática en el siglo XIX: ¿Qué significaba la democracia en el siglo XIX? ¿Era un valor deseable? ¿Cómo se definió al nuevo titular de la soberanía, el “pueblo”? ¿Cuáles eran los espacios de ejercicio de la ciudadanía? ¿Los sectores populares solo fueron instrumentalizados en el juego político, o evidenciaron prácticas y discusiones autónomas sobre los alcances de la democracia? Las lecturas seleccionadas en este dossier permiten aproximarse a estas interrogantes desde perspectivas diversas, como la historia política, la historia intelectual y la historia social, y se proponen recuperar, desde diferentes aristas, la riqueza de la democracia como problema histórico que en general había sido inexplorada y poco entendida.

En el caso de Alejandro San Francisco aborda desde la perspectiva de la historia conceptual los significados del concepto democracia entre fines del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX. Como parte del trabajo colectivo del proyecto Iberconceptos, el aporte de San Francisco consiste en rastrear las primeras apariciones del concepto en el debate público chileno, que en su investigación ubica en el contexto de las revoluciones de independencia. Allí es invocado por primera vez para polemizar en torno a las formas de gobierno en un escenario de debilitamiento de las adhesiones a la monarquía. Posteriormente, sus usos serán más polémicos, pues tenderá a remitir a las discusiones asociadas a los límites de la participación política de los sectores populares, generando en general sospechas y resquemores en sus usos. Aunque el autor da cuenta de algunas connotaciones positivas de sus usos en la década de 1820, fue en especial durante la década de 1840 cuando la semántica dominante de la democracia adquirió un estatuto positivo, al posicionarse como el horizonte de desarrollo político de las sociedades modernas y con un énfasis crecientemente relacionado con el mejoramiento de las condiciones socioeconómicas y políticas de los sectores populares.

La contribución de Ana María Stuven estudia las consecuencias del proceso de retroversión de la soberanía provocada por los sucesos de Bayona en 1808 y que produjeron el colapso del imperio español. La instalación en el debate de la época del concepto de soberanía, y sus proyecciones ineludibles hacia la representación del nuevo cuerpo político, muestran la temprana discusión en torno a las elecciones como el mecanismo que mejor traduciría institucionalmente la voluntad popular y aseguraría la representación de los ciudadanos, constituyendo un pilar de la cultura política del período. No obstante, que el vínculo entre soberanía y representación haya sido indisociable de la experiencia de la modernidad no implicó que tal relación se haya dado sin tensiones ni conflictos. Los debates sobre el grado de incidencia del “pueblo soberano” y cuan amplia o no debería ser la representación política revelan el temor permanente de la clase dirigente, que fue el de la equivalencia de derechos entre la sociedad civil y la sociedad política.

Aquel proceso analizado por Ana María Stuven desde un plano conceptual es profundizado desde una perspectiva empírica por el trabajo de Macarena Ponce de León, quien aborda cómo operaba la representación a través del voto y cómo se produjo la ampliación del sufragio en Chile. Los datos proporcionados por su pesquisa cuestionan la idea común de que las elecciones eran una práctica puramente elitista, pues, aunque el número de electores fue exiguo, la evidencia indica una temprana amplitud y heterogeneidad en la composición social del electorado, sin que esto deba ser evaluado desde el rasero anacrónico del régimen de sufragio universal. En este sentido, resulta un hito significativo la ley electoral de 1874, que eliminó en la práctica el requisito censitario, ampliando considerablemente el universo de electores e  impactando de manera decisiva en las prácticas políticas para incorporar a los nuevos votantes.

El artículo de Julio Pinto examina los desafíos y las polémicas en torno a la visión que las clases dirigentes tuvieron sobre los sectores populares tras la independencia. De forma irónica, el nuevo titular de la soberanía, el pueblo, sociológicamente hablando parecía ser refractario a los valores de la modernidad política. En el diagnóstico de los sectores conservadores que arribaron al poder después de la guerra civil de 1829, existía una distancia evidente entre el “pueblo deseado” y el pueblo realmente existente. Para lograr la transformación cultural del pueblo y volverlo virtuoso, como precondición de su acceso pleno a la vida política, se desplegaron una serie de estrategias, como el enrolamiento de los sectores populares en las guardias cívicas, la instrucción primaria y la moralización religiosa, que en el balance del autor terminaron fracasando. Así, la imagen deseada de un “pueblo esencialmente obediente”, afín a la retórica de régimen portaleano fue solo una aspiración de la década de 1830 muy lejana a la realidad, que pronto se reveló en su fragilidad. En efecto, con la apertura política de la década de 1840, una reactivación del debate público y crecimiento del asociacionismo popular pusieron de relieve la inauguración de un “ciclo de repolitización plebeya y artesanal” que caracterizaría aquel período y que tendría como momento cúlmine a la experiencia de la Sociedad de la Igualdad.

El texto de Vasco Castillo y Camilo Fernández indaga justamente en esa experiencia de repolitización popular de la década de 1840 vinculando la historia social con la historia intelectual mediante el detallado abordaje de la experiencia del impresor y escritor Santiago Ramos, “El Quebradino”. El caso de este publicista, discípulo del intelectual venezolano Simón Rodríguez, es particularmente relevante en la historia social chilena del siglo XIX, en especial en lo tocante al proceso de autonomización del discurso político popular. El análisis del conjunto de textos políticos de Ramos, fundamentalmente de El Tricolor y su periódico El Pueblo, muestran una evidente reapropiación del discurso republicano por parte de los sectores populares, al acentuar el valor de la igualdad como el elemento cardinal de dicha tradición política. En efecto, en dichos textos, significativamente editados en la Imprenta del Pueblo y firmados ahora por “el plebeyo Santiago Ramos”, se reivindica a los sectores populares como la encarnación de los valores democráticos, su capacidad de agencia, además de potenciar el vínculo entre igualdad  y democracia, que con esta reformulación adquiere un sentido polémico con los usos dominantes incluso por  los sectores más de avanzada del liberalismo de la época,  que terminan criticando los peligros que entrañarían para el orden social la forma de entender la materialización de los principios democráticos.

Por último, la contribución de Gabriel Cid aborda el proceso de constitución del primer partido político calificado como de “masas” en el siglo XIX y con una marcada impronta clasista: el Partido Democrático (1887). El texto pone énfasis en la forma en la que Malaquías Concha, el intelectual público de la agrupación, redefinió la democracia en el contexto de la “cuestión social”. Para ello, y en contraposición a la idea de “oligarquía”, Concha reivindicó la dimensión igualitaria del concepto, asociándolo a los sectores obreros. En un registro similar, ensanchó el contenido político de la democracia, uniéndola a la noción de derechos sociales garantizados por un Estado más interventor, propuesta que tensionaba los paradigmas dominantes de la democracia liberal.

En síntesis, los textos reunidos en este dossier constituyen una invitación a abandonar aquello que agudamente E. P. Thompson llamó “la enorme condescendencia de la posteridad” para abordar la experiencia de las sociedades pasadas en torno a dilemas que nos parecen familiares, a dotar de mayor espesor temporal nuestra propia reflexión en torno a la experiencia democrática en el continente, incorporando la tensionada, disputada y polémica trayectoria de un concepto que, desde el siglo XIX, nos interpela aún respecto a los límites y desafíos de su realización.

Textos seleccionados para el dossier

San Francisco, Alejandro. (2014). Democracia-Chile. En Javier Fernández Sebastián (dir.). Diccionario político y social del mundo iberoamericano (pp. 101-115), t. II, v. 2. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales/ Universidad del País Vasco.

Stuven, Ana María (2017). República y representación: teorías y prácticas. En La república en sus laberintos. Ensayos sobre política, cultura y mujeres en el siglo XIX chileno (pp. 31-68). Santiago: Legatum.

Ponce de León, Macarena. (2016). La construcción del poder electoral y participación política en Chile, siglos XIX y XX. En Fausta Gantús y Alicia Salmerón, coord., Contribución a un diálogo abierto. Cinco ensayos de historia electoral latinoamericana (pp. 119-147). México: Instituto Mora.

Pinto, Julio (2011). “¿La tendencia de la masa al reposo? El régimen portaliano enfrenta al mundo plebeyo, 1830-1851”Historia 44 (2), pp. 401-442.

Castillo, Vasco y Fernández, Camilo (2017). “Republicanismo popular en Chile: el caso de Santiago Ramos, ‘El Quebradino’”, En Republicanismo popular. Escritos de Santiago Ramos, ‘El Quebradino’. Recopilación y estudio (pp. 11-63). Santiago: Lom.

Cid, Gabriel (2021). “Emancipación social, igualdad y discurso anti-oligárquico: Malaquías Concha y su visión de la democracia en Chile”, Revista de Humanidades 44, pp.  241-263.


[1] Elías Palti, El tiempo de la política. El siglo XIX reconsiderado. Buenos Aires: Siglo XXI, 2007, pp. 24-25.

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Dossier: “Desterrando” la experiencia del exilio como objeto de estudio. Hispanoamérica, siglo XIX https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-desterrando-la-experiencia-del-exilio-como-objeto-de-estudio-hispanoamerica-siglo-xix/ Sun, 18 Jun 2023 15:39:27 +0000 https://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4565 ISSN sección Dossier 2618-415x

Elsa Caula (Instituto de Estudios Críticos en Humanidades, CONICET/Universidad Nacional de Rosario)

Introducción

El exilio es una práctica habitual propia de las naciones asoladas por las guerras o la inestabilidad política, podemos localizarlo desde tiempos remotos. En el caso de Hispanoamérica, desde mucho antes del surgimiento de las repúblicas independientes. Sin embargo, a pesar de su centralidad como una forma de “hacer política”, presente desde la dominación colonial hispánica, ha sido abordada por la historiografía americanista de manera secundaria a la “política general”. Afortunadamente, esto ha cambiado en las últimas dos décadas gracias a un conjunto de procesos convergentes que dieron como resultado una profunda transformación analítica para abordar el exilio como objeto de estudio. Contribuyó a ello, el interés que despertó, fundamentalmente entre los historiadores y otros estudiosos de las ciencias sociales, el paradigma trasnacional y su crítica;[1] y, en particular, el aumento de los estudios de los procesos migratorios contemporáneos. Al mismo tiempo, los valiosos aportes que hicieron los estudios sobre las redes políticas, sociales y culturales que la migración ha generado en América Latina, más allá de las fronteras nacionales. Por su parte, en el campo de la historia política y de las ideas, el estudio del liberalismo y los movimientos revolucionarios de la primera mitad del siglo XIX, pusieron en evidencia, entre otros temas, la importancia de realizar una relectura de la historia de América Latina a través de la lente del exilio.[2]

Hacer historia de los exilios requiere por lo tanto no pensar a los actores dentro de fronteras territoriales fijas. Por su condición dinámica, se hace indispensable abordar a la vez el territorio que expulsa como la sociedad de destino que recibe, articulando varias escalas de análisis (local, nacional, regional, imperial; incluso inter-imperial, según el momento histórico). Entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, en el marco del desmembramiento de los imperios atlánticos la experiencia del exilio por razones políticas, económicas o geopolíticas abrió una novedosa agenda de temas y problemas de investigación. Estas y otras cuestiones quedaron planteadas en el Seminario Exils Latino-Américains du long XIX Siécle, organizado en el año 2019 en la Sorbonne Nouvelle-Paris 3, que reunió a historiadores especialistas en la historia política de los siglos XVIII y XIX estudiosos de la experiencia del exilio en América Latina.[3] Es importante mencionarlo, porque este dossier reúne algunos de los trabajos allí presentados y otros que, desde diferentes perspectivas, aportan elementos para pensar el entrelazado vínculo entre política, guerra y exilio en el territorio americano durante el siglo XIX.

Las guerras de los siglos XVIII y XIX en el mundo atlántico provocaron masivos desplazamientos de personas, que de manera individual o colectiva se vieron forzadas a emigrar de sus lugares de origen. Como los franceses huyendo de la guillotina hacia otros rincones de Europa y América o los opositores a la independencia de las trece colonias norteamericanas hacia Canadá, las Indias Occidentales, o hacia lugares aún más alejados del imperio británico, los ejemplos abundan. Igual suerte corrieron los españoles que defendían ideas liberales durante las restauraciones absolutistas; y, los contrarrevolucionarios primero y los opositores a los gobiernos revolucionarios después, que eran desterrados, expatriados o se exiliaban a donde podían refugiarse en América o del otro lado del Atlántico. [4] Sus trayectorias plantean cuestiones interesantes sobre la experiencia del exilio en espacios donde la soberanía territorial aún se disputaba y las fronteras nacionales apenas emergían durante la transición de los imperios a los estados-nación.

En este sentido, el dossier se estructura en torno a dos conjuntos principales. Los cinco primeros artículos tienen una periodización que comprende el proceso histórico entre la crisis de las monarquías ibéricas y el final de las guerras de independencias, los cuatro siguientes nos llevan a los años finales de la década de 1830 y hasta finales del siglo XIX.

Comenzamos con el artículo de Marcela Tejerina, quien analiza los debates y las ideas en torno a la suspensión de la seguridad individual en el Buenos Aires revolucionario. Para los sucesivos gobiernos de esos años la expulsión del adversario resultó ser un instrumento político utilizado con frecuencia y, en muchos casos, de forma arbitraria, encontrando para ello fundamentos en la cultura jurisdiccional propia de la dominación colonial que se intentaba dejar atrás y no en los principios republicanos sobre los derechos del hombre y del ciudadano que decidieron adoptar. A continuación, el artículo de Gabriel Entin analiza la experiencia del destierro de ocho individuos defensores de la revolución rioplatense a Estados Unidos acusados de “enemigos del orden” por reclamar la intervención del gobierno frente a la invasión portuguesa a la Provincia Oriental. De esta manera, el director Juan Martín de Pueyrredón justificaba la medida “excepcional” que había tomado con quienes hasta ese momento habían rendido “a la Patria distinguidos servicios”. En ambos casos, la práctica del destierro revela, fundamentalmente, que el exilio constituyó un problema inherente a la construcción de las nuevas repúblicas en hispanoamericana de principios del siglo XIX.

El otro grave problema que enfrentó la dirigencia revolucionaria en Buenos Aires fue: ¿qué hacer con quienes no daban muestras claras de adhesión a la causa revolucionaria y con la cantidad de prisioneros de los ejércitos realistas que se sumaban años tras años en los diferentes frentes de guerra? Como lo muestra el artículo de Elsa Caula, todos aquellos que se pronunciaron en contra de la revolución en el área rioplatense fueron desterrados o debieron marchar al exilio a Río de Janeiro, que se constituyó en el refugio de los funcionarios y comerciantes españoles contrarrevolucionarios y de los militares prisioneros que lograban huir de los presidios insurgentes. Bajo la mirada atenta de la corte portuguesa el plenipotenciario español, el conde de Casa Flórez, protegió a los refugiados con quienes había organizado la malograda empresa de reconquista del Río de la Plata planeada por Fernando VII.

Seguidamente, los artículos de Sarah Chambers y Nicolas González Quinteros, con una periodización más amplia, nos dan a conocer qué sucedió con los defensores de la legalidad monárquica española en el área del Caribe. La historiadora norteamericana estudia las solicitudes de socorro y compensación presentadas por quienes se vieron obligados a emigrar durante tres momentos decisivos del proceso de guerras revolucionarias y de independencia, mostrando que los leales españoles no solo fueron perdiendo “los paternales favores del rey” sino que fueron tratados como extranjeros en vez de compatriotas en los propios dominios españoles. Por su parte, Nicolás González Quinteros sigue la trayectoria de Tomas Wood, un comerciante y emigrado irlandés leal a la corona española establecido en el Caribe, para mostrar que el movimiento de exiliados hacia las islas del Caribe no solo facilitó la creación de nuevas redes de apoyo a los Reales Ejércitos Españoles, sino que también involucró a las poblaciones antillanas en la guerra. Dispersos por toda la región, los exiliados leales, los comerciantes coloniales y las élites antillanas convirtieron al Caribe en uno de los bastiones de la monarquía española más duradero.

Ahora bien, el paradigma imperial, muy presente en la mayoría de los textos hasta aquí reseñados pierde centralidad en los siguientes cuatro artículos. Desde mediados del siglo XIX y vinculado al dificultoso nacimiento de los Estados Nacionales, la confluencia entre exilio y cuestiones de soberanía, de construcción de la nación y de dinámicas territoriales transfronterizas desempeñaron un papel fundamental. Así lo muestra el artículo de César Puerta Villagaray al analizar los discursos políticos de los emigrados peruanos opositores al gobierno del mariscal Andrés de Santa Cruz que se exiliaron en Chile entre los años 1836 y 1837. Los destinos de los militares, políticos e intelectuales que salieron de Perú fueron también Ecuador y Costa Rica, aunque el grupo más importante y activo se concentró en esos años en el puerto chileno de Valparaíso. El autor realiza una lectura atenta de los treinta números publicados del semanario El Intérprete, identificando las principales líneas de la estrategia discursiva elaborada por el periódico para legitimar el rol de los emigrados peruanos, sus ideas y sus valores políticos. Seguidamente, Edward Blumenthal analiza el papel del exilio durante el segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas a través de las Comisiones Argentinas formadas por los emigrados políticos de la Confederación Argentina en Montevideo, Bolivia y Chile entre 1839 y 1845. En un contexto de exilio generalizado, de alianzas que cruzaban fronteras provinciales e internacionales muy porosas, el autor muestra cómo las Comisiones y los soldados y diplomáticos emigrados intentaron coordinar la oposición a la Confederación Argentina, con una lógica transnacional y asociacionista cuyo objetivo era constituir una nación argentina en el Río de la Plata.

De esta manera, jugar la carta del asilo facilitó a los emigrados la posibilidad de desempeñar un papel importante en la política de los lugares de donde provenían como en la política interna de los países que los acogían. Estas dinámicas transfronterizas, a menudo polémicas, se puede observar también en los dos últimos artículos que cierran este dossier. El de María Laura Reali, al estudiar la intensa movilidad de civiles y militares entre Uruguay, Argentina y Brasil en las últimas dos décadas del siglo XIX, prestando atención a las Comisiones de auxilio y repatriación que se formaron en el Uruguay en esos años, buscando que “los millares de compatriotas que vagan en tierra extraña” regresaran a territorio oriental. Ese fenómeno transnacional es aquí considerado a partir de la articulación entre la dimensión colectiva del exilio político uruguayo hacia los países limítrofes, una dinámica regional recurrente que no se agota con la delimitación de las fronteras estatales. Por su parte, el artículo de Alexis Medina nos lleva a los Estados Andinos, a la frontera entre Ecuador y Colombia, por donde transitaron los emigrados contrarrevolucionarios ecuatorianos refugiados en el sur colombiano en los primeros años de la Revolución liberal, entre 1895 y 1902. El autor analiza las prácticas políticas de los clérigos y conservadores en el exilio, una experiencia que no solo contribuyó a redefinir el conservadurismo ecuatoriano, sino que representó también la culminación del enfrentamiento entre conservadores y liberales en Ecuador, al transformar los criterios de definición de las identidades políticas.

Los trabajos brevemente reseñados muestran que abordar la experiencia del exilio como objeto de estudio nos ofrece la posibilidad de conocer otros aspectos del convulsionado siglo XIX que vio transitar el lento proceso de desmembramiento de los imperios al estado nación en América.

Textos seleccionados para el Dossier:

Tejerina, Marcela (2019). Un bello fantasma formado para lisonjear las almas libres. La (in) seguridad individual y la expatriación en el Buenos Aires revolucionario. Anuario de Estudios Americanos 76 (2), pp.525-556.

Entin, Gabriel (2015). Los desterrados de la República. Revolucionarios del Río de la Plata en los Estados Unidos (1816-1817). En Delphine Diaz, Jeanne Moisand, Romy Sanchez & Juan Luis Simal (dirs.), Exils entre les deux mondes migrations et espaces politiques Atlantiques au XIX Siecle (pp.61-88). Mordelles: Les Perseides.

Caula, Elsa (2023). Entre expectativas e incertidumbres: funcionarios y oficiales del Ejército Español en Rio de Janeiro durante el Trienio Liberal. Revista Complutense se Historia de América, 49, pp. 215-238.

Chambers, Sara (2021). Expatriados en la madre patria: El estado de limbo de los emigrados realistas en el imperio español, 1790-1830”. EIAL, 32 (2), pp.48-73.

González Quintero, Nicolás Alejandro (2019). The Monarchical Caribbean: Tomas Wood, Exiles, and Royalist Strongholds during the Spanish American Independence Wars. World History Connected, 16 (1), pp. 1-15.

Puerta Villagaray, César (2017). El discurso de los emigrados peruanos en Chile. El Intérprete 1836-1837. Investigaciones Sociales, 21 (39). pp. 153-173.

Blumenthal, Edward (2018). Exilio, guerra y política transnacional. Las comisiones argentinas en la Política internacional americana (1839-1845). Anuario IEHS, 33(2), pp. 145-167.

Reali, María Laura (2021). Exilio, política y guerra: Los emigrados orientales en Argentina y Brasil en las últimas décadas del siglo XIX”. EIAL, 32 (2), pp.122-149.

Medina, Alexis (2021). La contrarrevolución en el exilio: Clérigos y conservadores ecuatorianos en Pasto en los primeros años de la Revolución liberal ecuatoriana, 1895-1902, EIAL, 32 (2), pp.150-173.


[1] Simal, Juan Luis (2014). El exilio en la génesis de la Nación y del Liberalismo: El enfoque transnacional. Ayer, 94 (2), pp. 23-48.

[2] El libro de Mario Sznadier y Luis Roniger, La Política del destierro y el exilio en América Latina,.se ha constituido en una de las principales referencias para los historiadores de habla hispana,  no sólo porque en sus páginas recorre desde la herencia medieval a la colonial y sigue con las transformaciones a lo largo de los siglos XIX y XX hasta el presente, sino porque hace ostensible que investigar sobre los destierros y los exilios no puede eludir la interdisciplinariedad, la pluralidad de perspectivas, de fuentes documentales y de bagajes analíticos. Sznadier, Mario y Roniger, Luis (2013). La Política del destierro y el exilio en América Latina. México:FCE.

[3] Algunos de los temas que se trataron fueron publicados en Blumenthal, Edward y Sánchez, Romy (2021) (eds.). Exilios latinoamericanos en el largo siglo XIX. EIAL, 32 (2).

[4] Chambers, Sara (2021). Expatriados en la madre patria: El estado de limbo de los emigrados realistas en el imperio español, 1790-1830”. EIAL, 32 (2), p. 49.

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Dossier. La (re)configuración de los territorios en Río de la Plata durante la segunda mitad del siglo XIX https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-la-reconfiguracion-de-los-territorios-en-rio-de-la-plata-durante-la-segunda-mitad-del-siglo-xix/ Wed, 17 Nov 2021 13:18:00 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4278 ISSN sección Dossier 2618-415x

Dossier. La (re)configuración de los territorios en Río de la Plata durante la segunda mitad del siglo XIX


                                                 Raquel Bressan (UNGS) y Gabriela P. Lupiañez (UNT)

 

Resulta indudable el éxito del mapa argentino, al igual que otros cientos de mapas nacionales, en su rol performativo y en la consolidación de imágenes estáticas y concretas que han invisibilizado el largo y complejo proceso de configuración territorial iniciado en el siglo XIX. La cartografía ha constituido así una herramienta que acompañó las miradas tan largamente arraigadas de una nación Argentina existente desde 1810.[1]

No obstante, en las últimas décadas se ha cuestionado el proceso de conformación de los Estados nacionales que se consolidarían, como el argentino, varias décadas después de los procesos de independencia. Los pioneros trabajos de José Carlos Chiaramonte [2], subrayaron el papel desempeñado por los nuevos estados provinciales durante la primera mitad de siglo XIX y, a partir de los años noventa, un conjunto de estudios comenzaron a analizar en profundidad cómo se fueron constituyendo los espacios que más tarde conformarían la Argentina. En la actualidad, sabemos que a partir de los procesos de independencia se produjo un proceso de fragmentación incluso en aquellas jurisdicciones que aceptaron la autoridad del gobierno asentado en Buenos Aires. [3]

Como resultado del proceso revolucionario, a partir de 1820 se conformaron trece [4 entidades soberanas que asumirían el nombre de provincias y que se articularon territorialmente en base a las concepciones jurisdiccionales del antiguo régimen. Por tal motivo, se asumía que la delimitación de los espacios, que había sido potestad del monarca, constituiría una facultad propia del nuevo gobierno al cual las provincias se integrarían. Así, los distintos pactos interprovinciales delegaron al futuro Congreso la capacidad propiamente soberana de fijar los límites territoriales o modificar los ya establecidos por aquellos acuerdos. Si bien la Constitución nacional sancionada en 1853 ratificó el rol del Congreso en la delimitación territorial provincial, aquel proceso distó de ser unívoco y homogéneo. Como plantean los artículos de Mariano Aramburo y Raquel Bressan, los debates legislativos en materia territorial estuvieron atravesados por posturas diversas respecto de los argumentos jurídicos relativos al derecho de un Estado sobre un territorio determinado y a la manera en que ese derecho se obtenía, como asimismo, por la coyuntura política en la que el debate era desplegado. En este sentido, el debate sobre límites territoriales en la Constitución del Estado de Buenos Aires de 1854 analizado por Aramburo, permite comprender cómo el territorio reclamado por Buenos Aires fue utilizado como instrumento de disputa con la Confederación Argentina.

A su vez, el estudio de las discusiones generadas en torno a la designación de los límites propiciadas por las leyes sancionadas en 1862, 1878 y 1881 realizado por Bressan, evidencia cómo los argumentos y los consensos implementados para dirimir los derechos de la Nación y de las provincias en materia territorial se modificaron en un lapso de veinte años, donde las iniciales soluciones abiertas y ambiguas fueron reemplazadas por demarcaciones concretas y por un cuestionamiento a la entidad soberana de las provincias. 

En estrecha articulación con las discusiones legislativas, los derechos territoriales de las provincias se asentaron también a partir de las prácticas realizadas por los gobiernos para expandir su control sobre zonas consideradas periféricas o desiertas. En este sentido, varios autores han subrayado los esfuerzos notables realizados por las autoridades con el objetivo de ocupar y poblar el territorio y reorganizar las jurisdicciones internas así, como también, reconstruyeron las acciones de los propios pobladores en la fundación de pueblos y en las gestiones para incrementar el estatus jerárquico de las fundaciones originales. Las nuevas formas de conocimiento espacial, las nuevas instituciones y los cuerpos profesionales, entonces, adquirieron un rol fundamental en aquellos procesos. El territorio y la propiedad se erigieron como componentes fundamentales en la construcción de los estados nacionales decimonónicos, en particular porque los diversos registros, ya sea en forma de mensuras, catastros o mapas, reflejan los actores que disputaban el control sobre un territorio determinado y las concepciones sobre aquel territorio que buscaban imponerse como hegemónicas. Por tal motivo, en un contexto de fronteras abiertas y donde las provincias no contaron con un territorio claramente definido durante la mayor parte de siglo XIX, no resulta extraño el énfasis propugnado por algunos gobiernos en el conocimiento y demarcación de las áreas periféricas y fronterizas [5]. Como plantea Enrique Schaller en su exhaustivo trabajo sobre la distribución de la tierra en Corrientes, una de las consecuencias de la incorporación de nuevos territorios fue la paulatina transferencia de los terrenos fiscales a particulares, la cual constituía una política fundamental para promover y consolidar el poblamiento en las zonas baldías. Aquella política se desplegó con ritmos temporales y regionales diferenciados impulsados por la combinación entre los objetivos gubernamentales, los intereses particulares y el propio desarrollo productivo. Así, en las nuevas jurisdicciones al sur provincial el proceso de transferencia de las tierras a dominio privado fue mucho más acelerado que en las zonas de antigua población, en particular porque la creciente actividad ganadera de la región tornaba la compra de bienes inmuebles para los grupos de mayores recursos. En cambio, las políticas para el avance sobre la región misionera, que tenía serias dificultades de comunicación y transporte, serían profundizadas recién en el último tercio del siglo XIX a partir de las disputas sostenidas con la nación por el control de aquel territorio. El caso correntino estudiado por Schaller comparte rasgos en común con varias provincias que a lo largo de la segunda mitad de la centuria van a desarrollar un esforzado interés por el conocimiento territorial, organizando oficinas específicas como los departamentos topográficos, constituyendo los catastros y regularizando la propiedad territorial. De este modo, el conocimiento territorial se constituyó en una herramienta central para afianzar el dominio provincial sobre aquellos territorios que los gobiernos reclamaban bajo su soberanía.

De este modo, el conocimiento espacial, los argumentos jurídicos y las leyes fueron elementos esenciales en la configuración territorial de las provincias durante la segunda mitad de siglo XIX. No obstante, las concepciones sobre el territorio que articulaban y daban sentido a aquellos elementos dentro del marco de construcción del Estado Argentino, distaban de ser las únicas existentes en Río de la Plata. Como muestra Guido Cordero en su análisis sobre las prácticas del grupo salinero, la territorialidad indígena era espacialmente discontinua y disputada entre las distintas agrupaciones nativas. A su vez, la frontera no era comprendida como el límite del ejercicio de un poder exclusivo como ocurría en las disputas en pos de definir los territorios correspondientes a la nación y a las provincias. Por el contrario, era concebida como un espacio compartido con los cristianos donde era posible construir redes políticas y mercantiles que articulaban amplios espacios de la región patagónica. 

En suma, los artículos reunidos en este dossier dan cuenta de distintos aspectos que permiten comprender los procesos a través de los cuales se fue configurando el territorio en Río de la Plata durante la segunda mitad de siglo XIX y permiten avanzar en la construcción de respuestas respecto de las concepciones que sustentaron los debates y tensiones en torno la construcción de los espacios rioplatenses; los espacios institucionales y las prácticas que articularon y organizaron los espacios y los diversos actores que fueron clave en la definición y configuración de los territorios durante la etapa de construcción del Estado argentino. 

 

Textos seleccionados para el dossier:

Aramburo, Mariano (2019). Los límites territoriales de Buenos Aires durante la secesión. Apuntes sobre el debate constitucional de 1854 y la construcción del Estado en Buenos Aires. Nuevos Mundos Mundos Nuevos. Recuperado de: http://journals.openedition.org/nuevomundo/75254 DOI:10.4000/nuevomundo.75254

Bressan, Raquel (2020). Definir el territorio: debates y consensos en torno a la constitución de los límites provinciales. Revista de Historia Argentina y Americana,  55 (2), pp. 151-173. Recuperado de: https://revistas.uncu.edu.ar/ojs/index.php/revihistoriargenyame/article/view/3993

Schaller, Enrique (2001). El proceso de distribución de la tierra en la provincia de Corrientes (1588-1895). Anuario del Centro de Estudios Históricos, 1 (1), pp. 129-186.

Cordero, Guido (2017). Territorialidad y política en Salinas Grandes (décadas de 1860 y 1870). Pasado abierto, 5, pp. 91-114. Recuperado de: https://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto/article/view/2191/2290

[1] Palacios, Marcelo (1983). América Latina: travesías hacia la nación moderna. En Marco Palacios (comp.). La unidad nacional en América Latina, del regionalismo a la nacionalidad (pp. 11-20). México: El Colegio de México. Lois, Carla (2012). La patria es una e indivisible. Los modos de narrar la historia territorial de la Argentina. Terra Brasilis (Nova Série), 1.

[2] Chiaramonte, José Carlos (1983). La cuestión regional en el proceso de gestación del estado nacional argentino. En Marco Palacios (comp.). La unidad nacional en América Latina, del regionalismo a la nacionalidad (pp. 51-86) México: El Colegio de México

[3] Agüero, Alejandro (2018). De privilegios fundacionales a Constituciones. Territorio y jurisdicción en el orígen de las provincias argentinas. En Alejandro Agüero, Andrea Slemian y Rafael Diego-Fernández Sotelo (coord.). Jurisdicciones, soberanías, administraciones (pp. 441-476) Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba y El Colegio de Michoacán; Verdo, Genevieve (2019). ¿Qué territorios para cuál nación? Nuevos Mundos Mundos Nuevos. Recuperado de: http://journals.openedition.org/nuevomundo/75254 DOI:10.4000/nuevomundo.75254; Marchioni, Marcelo (2019).Política y sociedad en Salta y en el Norte argentino (1780-1850). Salta: Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta/Universidad católica de Salta.

[4] Con la separación de Jujuy de Salta en 1834 las provincias rioplatenses pasaron a ser catorce.

[5] El desarrollo y funcionamiento de cuerpos profesionales y de instituciones abocadas al conocimiento territorial ha sido objeto de un creciente número de investigaciones. Citamos a modo de ejemplo los trabajos reunidos en Gautreau, Pierre y Garavaglia, Juan Carlos (eds.) (2011). Mensurar la tierra, controlar el territorio. América Latina, siglos XVIII-XIX. Rosario: Prohistoria.

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Dossier | Prácticas electorales en el siglo XIX latinoamericano. Miradas y diálogos historiográficos https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-practicas-electorales-en-el-siglo-xix-latinoamericano-miradas-y-dialogos-historiograficos/ Thu, 22 Apr 2021 14:16:55 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4192 ISSN sección Dossier 2618-415x

Dossier | Prácticas electorales en el siglo XIX latinoamericano. Miradas y diálogos historiográficos


Carlos Armando Preciado de Alba (Universidad de Guanajuato – México)


La disciplina histórica no debe ser presentista. No obstante, muchos de sus intereses de investigación tienen como referentes las circunstancias contemporáneas, momentos y espacios específicos; incluso coyunturales. Así, el abordaje histórico de la democracia, de la construcción de Estados nacionales, de las diversas dimensiones de la ciudadanía, de las culturas políticas y las diferentes maneras como se ha concebido en los últimos doscientos años a la representación política, son cuestiones que interesan en distintas geografías latinoamericanas.

Las elecciones han tenido, entre otras cosas, un importante papel en el campo de lo político, en la implementación de proyectos de gobiernos, en la elaboración de códigos fundamentales como las constituciones, en la participación política de los ciudadanos, en el sistema de partidos y en la construcción de la legitimidad. Las perspectivas que se han dado en los últimos años al análisis de las prácticas electorales han generado mayores explicaciones que trascienden aquellas que sólo ven fraude y manipulación. Se han propiciado también acercamientos más amplios al papel y significados de los comicios en la construcción de las instituciones políticas. En efecto, desde las primeras décadas del siglo XIX una creciente normatividad dio pie a distintos espacios de negociación y participación ciudadana en la organización política de las naciones.

Los estudios al respecto se han multiplicado a partir de la última década del siglo pasado, momento -por cierto- fundamental para nuestras democracias. Esto es, podemos advertir una cercana relación entre los sucesos de índole histórico y los intereses de investigación. Fue precisamente durante la década de 1990 que se publicaron los primeros esfuerzos por articular en clave latinoamericana el estudio de la representación política, la ciudadanía y las elecciones durante el siglo XIX. Éstos tuvieron como punto de partida la crítica historiográfica hacia las visiones anacrónicas y en las que prevalecía una idea simplista de los comicios como prácticas corruptas y absolutamente controladas. Referentes ineludibles son las obras coordinadas por Antonio Annino, Carlos Malamud, Eduardo Posada-Carbó e Hilda Sabato.1

Justamente producto de tales reflexiones y enmarcados en dicho horizonte intelectual, he incorporado los dos primeros textos de este dossier. Aun cuando tienen prácticamente un par de décadas de haberse publicado, estoy convencido de su vigencia. “Sobre la ciudadanía política en América Latina en el siglo XIX”, de Hilda Sabato, constituye una erudita y crítica síntesis historiográfica alrededor del complejo proceso de construcción de la ciudadanía en América Latina.2 En efecto, el papel central de la ciudadanía no únicamente se encuentra en la arena política, sino que para la autora es fundamental abordar cuestiones de una sociedad civil en pleno dinamismo. Sabato se propone identificar los principales problemas en la historia política latinoamericana del siglo XIX para, de este modo, mostrarnos comparaciones con otros espacios globales.

El texto de Marta Irurozqui, La ciudadanía en debate en América Latina. Discusiones historiográficas y una propuesta teórica sobre el valor público de la infracción electoral, nos presenta en un primer momento una amplia y documentada revisión historiográfica respecto a la variedad de estudios y perspectivas en torno a la ciudadanía durante el siglo XIX en nuestro subcontinente. Posteriormente, teniendo como principal punto de referencia su libro A bala, piedra y palo3 sobre el caso boliviano, la historiadora española plantea una sugerente propuesta conceptual sobre el proceso público y colectivo de conquista de la ciudadanía. Además de lo señalado líneas arriba, la decisión de incorporar el extenso texto de Irurozqui se justifica por la multiplicidad de referencias bibliográficas que ofrece, lo que sin duda aporta al lector sobre la agenda de este dossier.

En años recientes se han realizado esfuerzos colectivos que buscan retomar las líneas trazadas en la década de 1990 y mantener el foco en el espacio latinoamericano. Muestra de ello son al menos tres publicaciones. Si seguimos su orden de aparición, la primera se trata de la revista Journal of Iberian and Latin American Research, que dedicó un número temático llamado “La representación política en la formación del estado: los caminos iberoamericanos” (volumen 20, issue 1, 2014). Su eje toral se concentró en el análisis trasnacional y comparado de los procesos de construcción político-cultural de los conceptos de representación, así como en los sistemas electorales. La revista contiene estudios de distintos espacios geográficos, tales como Colombia, Centroamérica, México, Perú, Brasil, Argentina y Chile. Justamente el artículo “Elecciones y oficiales del ejército. Perú 1827-1896”, de Cristóbal Aljovín de Losada, se incluye en el presente dossier. El autor otorga un protagonismo poco abordado en otros estudios a los oficiales del Ejército; destaca su liderazgo militar, pero también el papel central alcanzado en las campañas electorales. Aljovín de Losada contextualiza a estos actores para explicar discursos, prácticas y cultura política en dos momentos claramente diferenciados del siglo XIX peruano: de 1827 a 1850, cuando no existían organizaciones políticas formales, tales como clubes o partidos políticos; y de 1850 a 1896, período en que éstos comenzaron a proliferar.

En 2016 se publicó el libro Contribución a un diálogo abierto. Cinco ensayos de historia electoral latinoamericana, coordinado por Fausta Gantús y Alicia Salmerón (México: Instituto Mora).4 De dicha obra -que también recoge contribuciones sobre Chile, Perú y México- se selecciona el capítulo “Articulación de leyes y prácticas electorales en Argentina, 1860-1872”, de María José Navajas. A partir de una cuestión central: ¿de qué manera es posible articular la dimensión normativa con las prácticas electorales?, la autora explora las lógicas y dinámicas de la calificación de las elecciones. La calificación incluía la revisión de las actas electorales, el cumplimiento de los mecanismos normativos, de los requisitos de ciudadanía, de vecindad o residencia, además de las denuncias por presuntas irregularidades; estas últimas vertidas tanto en la prensa como a través de las vías legales. Con estos derroteros se pretende, entre otras cosas, comprender de mejor manera no únicamente la legalidad, sino también la legitimidad de los comicios. En este recorrido Navajas aborda el campo político argentino centrando su mirada en contextos electorales provinciales; específicamente de Salta, Rosario, Catamarca y Jujuy.

El tercer esfuerzo aludido que interesa destacar es la revista Historia y MEMORIA, cuya sección especial del número 14, de 2017, estuvo dedicada a “Elecciónes y cultura política en América”. Si bien ésta no se concibió exclusivamente para el siglo XIX, sí se parte de él y asume la impronta de los procesos de independencia de los países latinoamericanos para dotarlos de un papel crucial en devenir nacional. Se recupera aquí el artículo “Un acercamiento a las elecciones del México del siglo XIX”, de Fausta Gantús y Alicia Salmerón, quienes han encabezado en los últimos años un grupo de estudios que ha generado importantes aportes sobre las prácticas electorales decimonónicas. Las autoras, en efecto, reflexionan en su texto sobre la relevancia de las mismas y acerca de la construcción de la institución electoral y la conformación de una cultura política. Se destacan aspectos de la legitimidad inherente a la representación política mexicana, pero también se consideran dichas prácticas electorales como espacios de negociación para la construcción de gobernabilidad.

Por otra parte, en su artículo “Diretas ou indiretas? O debate sobre as eleições no Brasil (1821-1823)” Kátia Sausen da Motta nos propone un sugerente ejercicio heurístico desde el que analiza los primeros debates que tuvieron lugar en Brasil sobre la pertinencia de que las elecciones fuesen directas o indirectas. Estas discusiones generaron intensas movilizaciones no solamente en ámbitos propiamente institucionales, sino que además se propició la creación de espacios de participación política a través de distintas publicaciones. Además de su solidez analítica, la inclusión de este artículo obedece al hecho de que –salvo excepciones, entre las que se encuentran las obras ya mencionadas de Antonio Annino e Hilda Sabato- no es común encontrar en la historiografía hispanoparlante sobre prácticas electorales, referencias, diálogos y debates con el caso brasileño. No obstante, es necesario no perder de vista que tanto en el republicanismo hispanoamericano como en la monarquía constitucional de Brasil, la cuestión de la representación estuvo presente desde los primeros momentos.

El último texto del dossier “¡Deteneos! ¡fijad la atención! El rol de los cartelones en las elecciones para gobernador de Guanajuato en 1871”, escrito por este coordinador, aborda el campo de la movilización del voto y nuevas estrategias para la promoción de candidatos. En los referidos comicios se destaca la presencia de los cartelones, papeles impresos en gran formato concebidos para que sus textos llegaran a una población mucho más amplia que los periódicos. Colocados en distintos espacios públicos, su función ya no sólo fue para socializar convocatorias y anunciar los resultados de las votaciones; ahora postulaban candidatos, exaltaban sus virtudes, planteaban y forjaban ideas, destacaban símbolos, imágenes y referencias históricas y denostaban a los adversarios. El análisis tiene como uno de sus referentes la categoría “cultura electoral”, desarrollada por Frank O’Gorman5, en tanto postula una paulatina politización del ritual electoral y la visibilidad que se le dio a la organización y movilización del voto a través de la palabra impresa. De esta manera, se posibilitó a la población en general, con o sin derecho al voto, involucrarse en las dinámicas electorales. Así, los comicios se convirtieron en sucesos abiertos, en espectáculos públicos, incluyentes.

Los textos seleccionados son una pequeña muestra de una historiografía que busca renovarse permanentemente a partir del abordaje de diversos espacios geográficos, actores, problemas, preguntas y enfoques. Sin embargo, existe el riesgo de vernos limitados conceptual y metodológicamente si no nos acercamos a estudios sobre temáticas similares realizados en otras latitudes. Es por ello que quiero insistir en el conocimiento y la difusión de investigaciones generadas en distintos países que nos permita establecer diálogos en espacios más amplios. Las dinámicas de una historia comparada no sólo se concentran en encontrar puntos en común, sino que ayudan a identificar divergencias y vacíos para que, de este modo, puedan plantearse nuevas interrogantes que den rumbo a futuras agendas compartidas.


Textos seleccionados para el dossier:

Sabato, Hilda (2016). Sobre la ciudadanía política en América Latina en el siglo XIX. En Alicia Salmerón y Cecilia Noriega Elío (eds.), Pensar la modernidad política. Propuestas desde la nueva historia política. Antología (pp. 435-476). México: Instituto Mora.

Irurozqui, Marta (2004). La ciudadanía en debate en América Latina. Discusiones historiográficas y una propuesta teórica sobre el valor público de la infracción electoral. Lima: Documento de Trabajo del Instituto de Estudios Peruanos, 139. Serie Historia, 26.

Aljovín de Losada, Cristóbal (2014). Elecciones y oficiales del ejército. Perú 1827-1896. Journal of Iberian and Latin American Research, 20 (1), pp. 50-65.

Navajas, María José (2016). Articulación de leyes y prácticas electorales en Argentina, 1860-1872. En Fausta Gantús y Alicia Salmerón (coords.), Contribución a un diálogo abierto. Cinco ensayos de historia electoral latinoamericana (pp. 87-117). México: Instituto Mora.

Gantús, Fausta y Salmerón, Alicia (2017). Un acercamiento a las elecciones del México del siglo XIX. Historia y MEMORIA, 14, pp. 23-59.

Motta, Kátia Sausen da (2018). Diretas ou indiretas? O debate sobre as eleições no Brasil (1821-1823), Almanack, 19, pp. 278-320.

Preciado de Alba, Carlos Armando (2019). ¡Deteneos! ¡fijad la atención! El rol de los cartelones en las elecciones para gobernador de Guanajuato en 1871. En Fausta Gantús y Alicia Salmerón (coords.), Campañas, agitación y clubes electorales: organización y movilización del voto en el largo siglo XIX mexicano (pp. 325-365). México: INEHRM/Instituto Mora.


1 Annino, Antonio (coord.) (1995). Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX. Montevideo: FCE; Malamud, Carlos (comp.) (1995). Partidos Políticos y elecciones en América Latina y la Península ibérica, 1830-1930, 2 volúmenes. Madrid: Instituto Universitario Ortega y Gasset; Malamud, Carlos (coord.) (2000). Legitimidad, representación y alternancia en España y América Latina: las reformas electorales (1880-1930). México: COLME/FCE; Posada-Carbó, Eduardo (ed.) (1996). Elections before Democracy. The History Elections in Europe and America. Nueva York: St. Martin’s Press y Sabato, Hilda (coord.) (1999). Ciudadanía Política y formación de las naciones: Perspectivas históricas de América Latina. México: COLMEX/FCE.

2 Aparecido originalmente en inglés en 2001 –Sabato, Hilda (2001). On Political Citizenship in Nineteenth-Century Latin America. American Historical Review, 106, pp. 1290-1315-, la versión incluida en este dossier se trata de la primera traducción al español publicada en 2016.

3 Irurozqui, Marta (2000). A bala, piedra y palo. La construcción de la ciudadanía política en Bolivia, 1826-1952. Sevilla: Diputación de Sevilla.

4 El “Prólogo” y la “Introducción” se recomiendan al lector, ya que no solamente hacen las veces de presentación, sino que además contextualizan el espacio historiográfico latinoamericano y proponen una agenda de investigación para futuros estudios.

5 O’Gorman, Frank (2016). La cultura de las elecciones en Inglaterra: de la Revolución Gloriosa a la Ballot Act de 1872. En Alicia Salmerón y Cecilia Noriega (eds.), Pensar la modernidad política. Propuestas desde la nueva historia política. Antología (pp. 217-235), México: Instituto Mora.

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Dossier | El republicanismo como problema argentino https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-el-republicanismo-como-problema-argentino/ Fri, 14 Aug 2020 15:15:32 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4108 ISSN sección Dossier 2618-415x

Dossier | El republicanismo como problema argentino


Gabriel Entin (CONICET-CHI-UNQ/UNSAM)

 

Más que una evidencia, el republicanismo remite a un campo de problemas referidos a la creación y conservación de una comunidad política, la república, y a los conceptos, valores e instituciones que la constituyen como tal: la ley, la libertad, la virtud, la ciudadanía, el gobierno, la guerra, la religión, etc. En la Argentina, el republicanismo constituye una clave posible de lectura de la historia y del presente.

Si en la década de 1980, el concepto fundamental sobre el que se articulaban los debates públicos era “democracia”, y en la de 1990, “liberalismo”, desde la crisis argentina de 2001 y hasta la actualidad, el republicanismo se convirtió en la categoría que articula los principales debates políticos. Al mismo tiempo, se utiliza en sentidos tan diversos que se revela como una palabra enigmática y proteica. Enigmática, porque su sola enunciación pareciera dotar de contenido positivo a los argumentos sobre los que se aplica. Proteica, porque puede utilizarse para legitimar prácticas políticas muy distintas entre sí. Engimático y proteico, el republicanismo argentino se distingue en el presente menos por lo que es y más por lo que no es.

Por un lado, el opuesto del republicanismo se identifica con el populismo, el autoritarismo, el personalismo y la corrupción. Se trata de un republicanismo asociado a una dimensión institucional de lo político articulada en una concepción de la ley y de la libertad basada en la separación de poderes y en los derechos individuales. Este republicanismo institucionalista se inscribe en una historia de las ideas republicanas de mediano plazo: la que comienza con la Ilustración del siglo XVIII y las revoluciones modernas de fines de aquel siglo, y que da origen al constitucionalismo como base jurídica de todo orden legal. En esta perspectiva, el republicanismo se asocia a una comprensión de la libertad política referida al individuo como sujeto de derechos, y formalizada con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, y con la Constitución de los Estados Unidos de 1787. En 1819 Benjamin Constant llamaría “libertad de los modernos” al goce de derechos individuales. A mediados del siglo XX Isaiah Berlin la reformularía como “libertad negativa”, entendida como la ausencia de interferencia sobre un individuo y disociada de una forma particular de gobierno[1].

Por otro lado, el republicanismo argentino puede relacionarse desde las últimas dos décadas al concepto de pueblo, y oponerse a lo que se considere, según las circunstancias, como “anti-popular”. En este caso, se trata de un republicanismo que valora la participación del pueblo en los asuntos públicos, comprende la república como sinónimo de nación o patria, y se aproxima a la idea de libertad de los antiguos de Constant, y a la libertad positiva de Berlin, es decir, al deseo de ser amo de sí mismo, intrínsicamente ligado al gobierno democrático[2]. Este republicanismo popular dota de contenido positivo al populismo y puede identificarse con la tradición republicana maquiaveliana. Para Maquiavelo, las leyes en favor de la libertad se constituyen no a partir de la unidad sino de la división en la ciudad. En una comunidad existen humores y deseos irreconciliables: para Maquiavelo la república no refiere a un orden político armónico sino al conflicto y división constitutiva que posibilita la vida en común, la ley, la libertad y las instituciones para defenderlas.

Una tercera concepción de republicanismo puede distinguirse en la Argentina: aquella que radicaliza el ideal democrático de la igualdad y el auto-gobierno del pueblo, la participación ciudadana, la deliberación, las instituciones y los derechos individuales. Se trataría de un republicanismo democrático que ve en la república una forma de democracia, entendida no sólo en su dimensión institucional sino también como sociedad basada en el principio de la igualdad de los ciudadanos a partir de un orden de leyes. Este orden permite caracterizar lo republicano de un gobierno según cómo se evalúe la relación de subordinación del bien individual al bien común. La corrupción representa la perversión de la república: el predominio del interés particular por sobre el de la comunidad. La ley, la justicia y la participación ciudadana -a través de mecanismos institucionales y no institucionales- en la cosa pública funcionan como horizontes reguladores de esta perspectiva republicana.

Los desarrollos de la historiografía sobre el republicanismo atlántico en el último medio siglo revelan un campo prolífico de investigación donde la historia dialoga con la filosofía política volviendo estériles las fronteras disciplinares. A principios de este siglo, Quentin Skinner propuso analizar la libertad republicana como un “tercer concepto de libertad” en la historia occidental. A diferencia de una comprensión de la libertad como ausencia de interferencias u obstáculos (Hobbes daría en el capítulo 21 de su Leviatán -1651- los soportes teóricos de este razonamiento, identificado siglos después con una lectura “liberal” de la libertad), la libertad republicana es entendida como la ausencia de dominación, que implica la interferencia arbitraria (porque no está basada en la ley) de una voluntad particular (un amo, un déspota). La ley, como interferencia no arbitraria constituye la condición de la libertad republicana. Este tercer concepto de libertad republicana no necesariamente se opone a la comprensión liberal pero la complementa al relacionar la libertad de un individuo con la libertad de una comunidad: un individuo no puede ser libre si la comunidad política en la que vive no es libre[3].

Por supuesto, toda clasificación es limitada y las categorías normativas no pueden reflejar la variedad de experiencias políticas del republicanismo y de la comprensión de la libertad en individuos que a lo largo de la historia convivieron en condiciones de desigualdad (por factores sociales, económicos, raciales, religiosos, sexuales, entre otros). En la Argentina, al igual que en otros espacios del mundo occidental, el republicanismo se comprende mejor en su pluralidad como conjunto de problemas sobre la vida en común, que como tradición, lenguaje, teoría política de la libertad, o pensamiento político en singular. Sin embargo, la distinción de los republicanismos que atraviesan la política argentina de las últimas décadas puede ser útil para analizar la distancia con los republicanismos del siglo XIX, cuando la Argentina se formó como comunidad política. No se trata aquí de determinar cuán republicana o cuán liberal fue esta nación -un ejercicio en última instancia estéril porque dependerá de las definiciones que se les atribuya a estos adjetivos-, sino de ensayar grillas de lectura que vuelvan inteligible un pasado que tiene en la república su principal eje articulador de lo político. Un pasado que también puede contribuir a clarificar y darle sentido a los usos actuales del republicanismo en la Argentina.

 

La configuración de un campo de estudio sobre la república en el siglo XIX

El problema político constitutivo del siglo XIX argentino es el de la legitimidad originado con la revolución. Este problema remite a la república, no a la democracia. Si el orden monárquico se basaba en la legitimidad del rey, el orden republicano se articularía a partir de la legitimidad del pueblo soberano, un principio abstracto y aporético que abriría múltiples conflictos a partir de las diferentes formas de interpretarlo e intentar representarlo. La república expresa la imposible superación de estos conflictos. Por un lado, representa la unidad política en un territorio con límites cambiantes. Por otro lado, se crea y consolida a través de divisiones y tensiones inacabadas que marcarán su ritmo intempestivo e inestable. Sólo a finales del siglo XIX, esta frágil unidad que sería la República argentina logrará ofrecer una cierta imagen de orden. Al poco tiempo de comenzar el siglo XX, esta imagen ya resultará obsoleta.

Dos trabajos pioneros abrieron el campo para convertir al republicanismo y a la república en un objeto de interés historiográfico para el territorio del Virreinato del Río de la Plata que se desmembraría con la revolución de 1810, y a partir del cual durante el siglo XIX se construiría la Argentina. En primer lugar, en Tradición política española e ideología revolucionaria de mayo (1961), Tulio Halperín Donghi situaba el orden republicano de la revolución no contra la tradición monárquica sino en relación a los fundamentos jurídicos e históricos del barroco hispánico. Desde el siglo XVII, afirma Halperín Donghi, la “cultura política del Barroco” veneraba un conjunto de virtudes y valores republicanos de Atenas, Roma y Esparta en un orden absolutista que no consideraba esta veneración como una amenaza[4]. Lejos de plantear una continuidad con la monarquía, Halperín Donghi pretendía inscribir la revolución como acontecimiento (el “punto de partida de toda la historia de la Argentina como nación”[5]) en una larga duración donde el “antiguo régimen” esclarecía el momento de 1810. La categoría de “antiguo régimen” revelaba realidades muy distintas a lo largo de los siglos: durante el siglo XVIII la monarquía barroca se había transformado en una administrativa e ilustrada, relegando la vida comunal de las repúblicas-ciudades a un segundo plano. En aquel clima moderno, las élites políticas del Río de la Plata redescubrirían -y esta sería una de las características del movimiento ilustrado-, la libertad de los antiguos -inscripta en la propia tradición medieval monárquica-, y la reflexión sobre el origen y los límites al poder real, concebido como poder del pueblo en un orden natural.

Para Halperín Donghi, discutir la revolución de mayo y su republicanismo significaría, en el contexto del sesquicentenario de la revolución de 1810, un debate sobre la propia historia argentina: no sólo frente a la historiografía nacionalista, sino también a la revisionista (caracterizada por un nacionalismo antidemocrático que, a partir de la década de 1930, recuperaba la figura de Rosas y criticaba un presente considerado antinacionalista y dependiente de potencias extranjeras), y a la neorrevisionista (que, consolidada a fines de los ’50 tras el golpe militar al gobierno de Perón, interpretaba el pasado como una lucha contra el imperialismo bajo el telos de la revolución). Así, repensar el mito fundador de la república implicaba también una reflexión sobre cómo el pasado de la Argentina (que las tres historiografías estudiaban como un objeto incuestionable desde el prisma de una lucha contra un poder colonial o imperial) podía movilizarse en función del presente[6].

En segundo lugar, en La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo (1984), Natalio Botana describe, basándose en sus lecturas sobre Montesquieu, Rousseau, los Federalistas, Constant y Tocqueville, una tradición republicana en el Rio de la Plata que tendría a Sarmiento y a Alberdi como sus principales exponentes. Para Botana, la tradición liberal del siglo XIX argentino forma parte integrante de la tradición republicana[7]. Botana publicó su libro en el contexto de retorno de la democracia en la Argentina en 1983. El concepto omnipresente en aquella década para interpretar el momento político fue, precisamente, el de democracia. Este concepto se asociaba al reestablecimiento del orden constitucional republicano, que había sido suspendido con la dictadura. La democracia se volvía sinónimo de “república democrática”[8]. La tradición republicana no puede entonces disociarse de su clima de publicación caracterizado por la necesidad y deseo de reconstrucción de un orden constitucional que remitía al período constituyente de la República argentina. Si Alberdi y Sarmiento representaban las bases intelectuales de esta fundación, la república constitucional se consolidaría como tal a partir de 1880, con la instauración efectiva de un Estado nacional a través de la centralización política, el ejército, la moneda y la expansión de las fronteras en tierras indígenas mediante la guerra[9]. El progreso económico hacía también posible esta consolidación y la transformación, a partir de la instauración en 1912 del sufragio masculino secreto y obligatorio, de una república oligárquica en una más democrática, que ampliaba el sufragio, limitaba el fraude electoral y permitía la representación de minorías partidarias, al mismo tiempo que permanecía alejada del horizonte -conflictivo por sus múltiples formas de interpretarlo- de una república verdadera[10].

A partir de la década de 1990, los trabajos de Halperín Donghi y Botana constituirían una referencia para la nueva historia política argentina sobre el siglo XIX interesada en problemas relacionados, de una forma u otra, a la república: la construcción de la nación, la constitución, la soberanía, la representación política, la ciudadanía, las elecciones, el federalismo, los lenguajes políticos, la participación popular, la esclavitud, la religión, etc. La nueva historia política argentina -parte constitutiva de la renovación de la historia política sobre el siglo XIX latinoamericano impulsada por François-Xavier Guerra, Antonio Annino, José Carlos Chiaramonte, Hilda Sábato, entre otros-, se aproximaría a los debates sobre el republicanismo en relación al problema de la modernidad política. Para ello, incorporaría entre sus lecturas a la historiografía sobre el republicanismo anglosajón -que se constituiría como tal entre la década de 1970 y de 1990 con los trabajos de Bernard Bailyn, Gordon Wood, J.G.A. Pocock, Quentin Skinner, y Philip Pettit-, y a la nueva historia política de la revolución francesa en el contexto de la conmemoración de su bicentenario (con los estudios de François Furet, Mona Ozouf, Claude Lefort, Pierre Rosanvallon, Pierre Manent y Bernand Manin). Durante los ‘90, estos autores anglosajones y franceses fueron introducidos en la Argentina tanto a través de cátedras universitarias de teoría política en facultades de Ciencias Sociales (por ejemplo, en las de Isidoro Cheresky, Hugo Quiroga, Claudia Hilb), como de jóvenes historiadores que regresarían al país tras haber completado sus posgrados en Inglaterra, Estados Unidos o Francia (Jorge Myers, Elías Palti y Darío Roldán, quienes concluirían sus doctorados en 1997). A partir de los 2000 se articularía -como señala Roldán en el texto incluido en este dossier- la “cuestión republicana” en la Argentina a través de un diálogo entre historia y ciencia política.

 

 

República y republicanismo en el Río de la Plata/Argentina

Los textos reunidos en este dossier, publicados entre 1997 y 2017, tienen como objetivo dar cuenta de la cuestión republicana en la Argentina decimonónica. La selección de los artículos está basada en tres razones. En primer lugar, representan, en mayor o en menor medida, una parte significativa de la renovación de la historiografía argentina sobre el republicanismo del siglo XIX desde una aproximación interdisciplinaria entre la nueva historia política, nueva historia crítica del derecho, historia intelectual, historia conceptual, filosofía política. Aún si algunos de ellos no se refieren especificamente al siglo XIX, sus análisis remiten a problemas y críticas historiográficas de este período sobre la república.

En segundo lugar, la selección se basa en el interés de sus autores y autoras por pensar la república como problema constitutivo de la comunidad política en el Río de la Plata/Argentina en momentos claves del siglo XIX, entendido, según señala Hilda Sábato, como “el siglo de la repu?blica”. En tercer lugar, en cada uno de los textos se discuten lugares comunes y estereotipos en la historia y en la ciencia política sobre el republicanismo argentino, y sobre varios de los conceptos a los que con frecuencia es asociado: república, ley, libertad, virtud, democracia, ciudadanía, presidencialismo, secularización, institucionalización, constitución.

Más que la búsqueda de un núcleo distintivo de republicanismo argentino, los autores del dossier se proponen analizarlo como una forma de pensar distintas dimensiones constitutivas de la república en la Argentina. Hasta mediados del siglo XIX, en este espacio territorial cambiante que era el Río de la Plata el republicanismo puede interpretarse como una experiencia americana y revolucionaria de republicanismo hispánico y católico. Desde la década de 1850 en adelante, con la promulgación de la Constitución argentina de 1853 y su aplicación efectiva en todo el territorio diez años después, el republicanismo se revela como una clave para la comprensión de la organización y consolidación de la Argentina como nación.

La república en el Río de la Plata se construye desde la ciudad. Alejandro Agüero ofrece en su capítulo una lectura del municipio castellano, modelo del americano, en el antiguo régimen que desafía la comprensión de la revolución a partir de la dicotomía entre poder central y las “tendencias autonómicas” de las ciudades. Para Agüero, es necesario observar la revolución y la independencia desde el “horizonte colonial”. Esto no significa asumir la existencia de una continuidad entre monarquía y república sino la necesidad de pensar el temprano siglo XIX menos desde el futuro indeterminado que abriría la revolución que desde la experiencia de los actores que la hicieron; una experiencia que hasta 1810 era la de la propia monarquía hispánica. El autor señala que las dinámicas republicanas -entre ellas, la idea de auto-gobierno de las ciudades consideradas a sí mismas pequeñas repúblicas- durante la revolución deben relacionarse con las instituciones municipales castellanas. El ámbito municipal como espacio de poder en el antiguo régimen, afirma, no era antagónico con el poder regio como suprema potestad. Por el contrario, existía una “mutua dependencia entre la monarquía católica y el orden corporativo”. A partir de una crítica al “paradigma estatalista” con que muchas veces se analiza el siglo XIX argentino, Agüero alerta sobre la inmediata identificación de la república con el Estado moderno. Su reconstrucción de las dinámicas políticas municipales permite repensar las primeras formas de republicanismo en el Río de la Plata considerando las experiencias comunales de la monarquía católica. Sus argumentos desafían modelos historiográficos que buscan explicar la revolución a partir de dicotomías preestablecidas: soberanía del pueblo-soberanía de los pueblos; centralización-descentralización; república-monarquía.

Hilda Sábato sintetiza en su artículo sus principales ideas sobre el “experimento republicano” en el siglo XIX argentino, relacionándolo con los ensayos republicanos en Hispanoamérica[11]. Para Sábato, este experimento consistió en la adopción temprana -mucho antes de la consolidación de la Argentina como nación- de formas de gobierno republicanas basadas en la soberanía popular, capaces de ser observadas a través de tres dimensiones que articularon la ciudadanía a lo largo del siglo: la organización de la representación política, las manifestaciones de la violencia como deber cívico y la opinión pública[12]. Según sostiene la historiadora, las definiciones de la ciudadanía, sus criterios de inclusión y exclusión, su movilización y participación política, fueron aspectos indisociables de la constitución de la república.

Gabriel Di Meglio reconstruye los sentidos del concepto de “república” en el Río de la Plata entre 1750 y 1850. Se trata de un texto incluido en el Diccionario de conceptos políticos y sociales del mundo iberoamericano. Iberconceptos I, dirigido por Javier Fernández Sebastián y coordinado, para el grupo argentino, por Noemí Goldman[13]. Di Meglio reconstruye diversos sentidos de república: a fines del siglo XVIII, Estado, ciudad, territorio, causa pública; a partir de la revolución de 1810, pueblo soberano, forma de gobierno, ideal de virtud cívica, sistema representativo opuesto a la democracia; adjetivo con connataciones positivas y orden moral contrario a la anarquía, defendido tanto por rosistas como por sus críticos. Los adversarios del rosismo asociarían la república a la libertad, y el gobierno de Rosas a la tiranía: “¡Si salvas la Repu?blica, nunca hubo gloria como la tuya!”, escribía Sarmiento en el Facundo. Tras la caída de Rosas, la república implicaría un proyecto de nación: de la república posible que para Alberdi debía incorporar elementos monárquicos y fomentar la inmigración europea -sinónimo de civilización y progreso-, se alcanzaría la república verdadera. Di Meglio señala que en un contexto de continuas divisiones políticas, y guerras civiles, la única noción de república que no generaba conflictos era la espacial, referida a las Provincias Unidas y luego a la Confederación argentina.

En mi artículo, estudio “lo republicano” en la revolución de 1810 en el Río de la Plata, y lo analizo como una tercera experiencia -parte de las revoluciones hispánicas- de republicanismo atlántico. Distingo dos sentidos de república. Por un lado, uno moderno asociado a una forma de gobierno popular y anti-monárquica. Por otro lado, uno más antiguo donde la república refiere a la comunidad política (res publica), capaz de albergar -según la conceptualización original de Cicerón- distintas formas de gobierno legítimas, entre ellas, la monarquía. Sostengo, a partir de la reconstrucción de lenguajes políticos y usos de conceptos como república, ley, libertad y virtud -y sus contra-conceptos- en Mariano Moreno, Bernardo de Monteagudo y el Deán Gregorio Funes, que los hombres de 1810 articulaban referencias republicanas de la antigüedad clásica, presentes durante siglos en la monarquía católica y reinterpretadas durante la Ilustración, para representar al pueblo como fundamento y enigma de la revolución. Su republicanismo significaba, antes que una forma de gobierno determinada -que todos dudaban en cómo organizarla-, la construcción de una comunidad política en un contexto de incertidumbre radical.

En su capítulo, Botana se refiere a la república durante la revolución de 1810 como un “genio de dos cabezas”: una que miraba el pasado (la república-ciudad) y otra el futuro (la república como régimen político representativo), permaneciendo como una “república indecisa”. Botana desarrollará esta idea en su libro Repúblicas y monarquías. La encrucijada de la independencia (2016). Aquí afirmaría, a través de un estudio de la Constitución de 1819 en el Río de la Plata -nunca aplicada-, que los revolucionarios ensayaron diversas combinaciones de formas republicanas (basadas en la virtud política, en el amor de las leyes y en la libertad), y monárquicas de gobierno. Combinaban así -durante la restauración absolutista en Europa tras la caída de Napoleón en 1814 y la reunión del Congreso de Viena un año después- la soberanía (interior, exterior, y compartida entre un poder central y cuerpos colectivos), y la representación popular con ejecutivos fuertes; una suerte de “principados republicanos” donde la desconfianza a la república por su asociación al desorden político desde la antigüedad podía mitigarse con una característica atribuida a la monarquía: la estabilidad[14].

En la reseña a Repúblicas y monarquías de Botana incluida en el dossier, Andrés Rosler sostiene que durante la revolución en el Río de la Plata la república es, más que bicéfala, un “genio tricéfalo”. En primer lugar, se puede distinguir, afirma equiparando la república al republicanismo, una república exclusivista, de tipo “clásica”, incompatible con el personalismo. En segundo lugar, una república “amplia”, susceptible de incorporar el personalismo, el cesarismo, e incluso el imperio. Por último, se divisa una república “moderada” entendida como régimen político distinto a la monarquía pero compatible con el personalismo, caudillismo y presidencialismo, es decir, con gobiernos unipersonales que no fueran hereditarios. Para Rosler, esta versión “moderada” -y ambigua- del republicanismo pareciera estar representada en el “escudo patrio argentino” con el gorro frigio (“símbolo de la república liberada”), los laureles (que representan la cabeza del triunfador y la frugalidad del ser humano recordada por un esclavo) y el sol (ícono monárquico).  Este escudo  se inscribe en el “proceso de transformación simbólica” en el Río de la Plata ocurrido a partir de 1813 con las disposiciones de la Asamblea Constituyente, la celebración de las fiestas patrias, y la invención de una liturgia republicana que remitía tanto a la Roma clásica -evocada en todas las revoluciones atlánticas- como al imperio incaico[15].

Tulio Halperín Donghi reseña Orden y virtud. El discurso republicano en el re?gimen rosista (1995), de Jorge Myers[16]. Se trata de un libro que cambió la forma de interpretar el rosismo en la historiografía argentina al analizarlo desde su republicanismo formado por conceptos nativistas, ilustrados y clásicos que permitían hacer de Rosas el nuevo Cincinato como restaurador de las leyes; una analogía antes utilizada para referirse a Washington, y que sería explotada por el principal publicista del rosisimo Pedro de Angelis. Según explica Halperín Donghi, la eficacia de este republicanismo conservador -que reproduciría un Machiavellian moment en Buenos Aires basado en la virtud individual como condición de regeneración de la república-, residiría en su capacidad para “movilizar la nostalgia de un pasado menos convulso para consolidar luego de las tormentas de la revolución un orden suficientemente estable”.

En su artículo, Jorge Myers estudia dos tradiciones “nacionales” de pensamiento político en el Río de la Plata entre 1810 y 1880: la francesa y la inglesa. Se interesa en los procesos de traducción conceptual: apropiación, circulación y reelaboración en diversos contextos de significación o “momentos” en la historia intelectual argentina. Dicho de otra forma, para Myers el “pensamiento político argentino” en el siglo XIX es inteligible en relación a tradiciones europeas y norteamericanas de pensamiento. Observa que las tres principales generaciones de intelectuales (la de 1810, la del ’37, y la del ’52) vieron en el pensamiento europeo “una lección de modernidad” que oponían a lo que consideraban el “Antiguo Régimen” de la monarquía hispánica. A través de referencias a Alberdi, Sarmiento, Mitre, Vicente Fidel López, el autor reconstruye paralelismos con el clima intelectual europeo ante los diversos cambios de regímenes en el Río de la Plata: de la “república internotabiliar” a la “república unanimista presidida por Rosas”; luego, la preocupación, tras décadas de guerra civil, de una república sinónimo de orden como condición para la consolidación de la libertad, en el cual el liberalismo aparecería como una “nota discordante”.

Marcela Ternavasio explora los problemas y desafíos institucionales que, tras las experencia rosista, representó el presidencialismo como figura articuladora del gobierno republicano y federal, impuesto tras cinco décadas de revolución y guerra. La autora muestra cómo la combinación entre el diseño institucional de Alberdi en sus Bases (1852)donde la unidad política dependía de un poder ejecutivo centralizado-, y el sistema constitucional norteamericano de frenos y contrapresos, hicieron del presidente el “eslabón más inestable de las nuevas ingenierías políticas republicanas”. La originalidad de la Constitución de 1853, afirma, residió en la creación de un tipo de “cesarismo democrático” que con el presidente podría dar lugar a la emergencia de liderazgos personalistas, y que también los podía limitar al impedirles su reelección. En su artículo, Ternavasio discute los lugares comunes sobre el presidencialismo argentino del siglo XX como heredero de la ingeniería constitucional del XIX.

En un texto de 2002, Elías Palti se sorprendía ante la evidencia de que la historiografía intelectual latinoamericana había permanecido hasta ese momento al margen del giro lingüistico de los autores de la Escuela de Cambridge, interesada no en las ideas sino en los modos de producirlas; en la reconstrucción de lenguajes políticos y usos de conceptos en contexto. Sintetizando los debates sobre el republicanismo anglosajón a partir de su lectura de Pocock y Skinner, entre otros autores, y de los debates sobre la ambigüedad de la categoría de “republicanismo”, Palti analiza las transformaciones político-conceptuales en lo que reconoce como la característica principal del espacio republicano en la Argentina durante la “era Mitre” (1862-1880): la opinión pública. Para ello, relaciona los presupuestos teórico-metodológicos de los autores de la Escuela de Cambridge con las críticas que Bartolomé Mitre dirigía a Vicente Fidel López por su lectura de la revolución de 1810. No se trata de oponer, explica Palti, dos escuelas historiográficas argentinas -un lugar común que no puede verificarse en las fuentes de estos dos historiadores-, ni tradiciones de pensamiento (republicana o liberal), sino de penetrar en las lógicas de articulación de los lenguajes políticos. Muestra que Mitre y López revelan dos modos de concebir “el sentido de la política en un sistema liberal republicano” a partir de comprensiones diferentes de la opinión pública. Por un lado, e identificado con López, el modelo jurídico de la opinión pública, en que se la considera como un supuesto tribunal neutral donde reside la verdad. Por otro lado, el “modelo proselitista” de una “opinión pública orgánica” construido por Mitre, basado en la conciencia performativa de la palabra como acción política materializada en la prensa. Los límites del modelo mitrista, sostiene Palti, residían en la imposibilidad de construir un orden estable basado en opiniones siempre cambiantes, y en el carácter inorgánico y conflictivo constitutivo de la política.

Leonardo Hirsch analiza la crisis de 1890 en clave republicana a partir de un estudio sobre la retórica, entendida como la relación entre palabra, elocuencia y acción política en los miembros de la Unión Cívica, opositores al gobierno de Miguel Juárez Celman (1886-1890). Hirsch analiza las críticas a Juárez Celman como una forma de intervención política, a través de la prensa y las movilizaciones en la calle, contra lo que se consideraba “la descomposición del cuerpo político de la República” a causa de la indiferencia del pueblo por la cosa pública. A partir de la reconstrucción de discursos políticos de los Cívicos, el autor observa que la crisis de 1890 implicaba no sólo la impugnación de un régimen político excluyente sino también -y principalmente- la crisis de un “ideal de comunidad política”. La oposición al gobierno de Celman, señala, articularía una campaña electoral presidencial como “revolución moral” por la regeneración de una república considerada “muerta”.

El texto de Darío Roldán funciona como epílogo del dossier. El historiador reconstruye el contexto intelectual de la “cuestión republicana” en la Argentina, refiriéndose a varios de los autores incluidos aquí. También relaciona esta cuestión con la revitalización del republicanismo en la historiografía anglosajona y francesa desde la década de 1970, y en su impacto en el debate entre liberales y republicanos sobre las diversas concepciones de la libertad, identificadas con distintas comprensiones de las relaciones entre lo público y lo privado. Trasladando el debate a la Argentina, para Roldán la discusión historiográfica sobre “la cuestión liberal” en el siglo XIX revela el impacto del republicanismo. Por último, si bien la revitalización del republicanismo como campo de estudio histórico fue relevante, la cuestión republicana en la Argentina cobró importancia, según afirma Roldán, a partir de la discusión política contemporánea de politólogos y sociológos sobre la democracia. Recuerda que para Guillermo O’Donnell la dimensión republicana, entendida como “compromiso ciudadano con el bien común” y “decisión de privilegiar lo público por sobre lo privado” debe agregarse a la “síntesis liberal-democrática” en su idea de democracia delegativa. Al mismo tiempo, el “trípode” político de derechos individuales, soberanía popular y libertad, es problemático, explica el historiador. De las distintas interpretaciones sobre sus articulaciones se desprenden lecturas actuales de la Argentina donde se involucra “la repu?blica, la democracia, el liberalismo y el populismo”. En síntesis, interesarse por la república implica, para Roldán, un modo de reflexionar sobre la Argentina, asociando “el pensamiento político con el devenir histórico”.

Este dossier sobre el republicanismo en la Argentina durante el siglo XIX no sólo concierne a aquel período. Puede también funcionar como herramienta heurística de aprehensión de un presente incierto, en donde lo público y lo privado, el bien común y el individual, la salud y la libertad, en fin, la vida y la muerte, son resignificados ante acontecimientos inesperados como el de una pandemia. Pensar la república desde la historia significa interrogarse por las formas de vida colectiva que los ciudadanos deciden darse en una comunidad política.

 

Textos seleccionados para el dossier:

Agüero, Alejandro (2013). Ciudad y poder político en el Antiguo Régimen. La tradición castellana. En Víctor Tau Anzoátegui y Alejandro Agüero (coord.). El derecho local en la periferia de la monarquía hispana. Río de la Plata, Tucumán y Cuyo. Siglos XVI-XVIII (pp. 121-184). Buenos Aires: Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho.

Sábato, Hilda (2010). El experimento republicano en el Río de la Plata. Revista de Trabajo, 8, pp. 53-58.

Di Meglio, Gabriel (2009). República (Argentina/Rio de la Plata). En Javier Fernández Sebastián (dir.). Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850 [Iberconceptos-I] (pp. 1270-1281). Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.

Entin, Gabriel (2010). La revolución en el Río de la Plata y el republicanismo de los hombres de 1810”, traducción de La révolution au Rio de la Plata et le républicanisme des hommes de 1810. Rivista storica italiana, 122, pp. 682-707.

Botana, Natalio (2007). El primer republicanismo en el Río de la Plata, 1810-1826. En Izaskun Álvarez Cuartero y Julio Sánchez Gómez (ed.), Visiones y revisiones de la independencia americana. La independencia de América : la Constitución de Cádiz y las Constituciones Iberoamericanas (pp. 157-170). Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.

Rosler, Andrés (2017). La república: un genio tricéfalo. Ensayo crítico sobre Repúblicas y monarquías. La encrucijada de la independencia, de Natalio Botana. Polhis, 19, pp. 248-270.

Halperín Donghi, Tulio. El discurso político de una república agraria. Anuario del IEHS, 12, pp. 123-130.

Myers, Jorge (2004). Ideas moduladas: lecturas argentinas del pensamiento político europeo”, Estudios sociales, 26, pp. 161-174.

Ternavasio, Marcela (2017). La fortaleza del Poder Ejecutivo en debate: una reflexión sobre el siglo XIX argentino. Revista Historia, 24, pp. 5-41.

Palti, Elías (2002). Las polémicas en el liberalismo argentino. Sobre virtud, republicanismo y lenguaje. En José Antonio Aguilar Rivera y Rafael Rojas (coord.), El republicanismo en Hispanoamérica. Ensayos de historia intelectual y política (pp. 167-209). México: Fondo de Cultura Económica.

Hirsch, Leonardo (2013). La resurrección retórica de la república en 1890. Un análisis sobre las relaciones entre elocuencia, oratoria y política en Argentina a fines del siglo XIX. Boleti?n del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, 38, pp. 108-137.

Roldán, Darío (2015). Nuevos enfoques en la historia del pensamiento político: el republicanismo y sus significados. Texto leído en la Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 13 de mayo de 2015, pp. 1-16.

 

[1] Constant, Benjamin (1997). De la liberté des Anciens comparée à celle des Modernes. Discours prononcé à l‘Athénée royal de Paris en 1819. En Benjamin Constant, Écrits politiques. Paris: Gallimard. Berlin, Isaiah (2002). Two concepts of liberty. En Isaiah Berlin, Liberty, Henry Hardy (ed.). Oxford: Oxford University Press.

[2] Ibid.

[3] Skinner, Quentin (2002). A Third Concept of Liberty. Proceedings of the British Academy, 117, pp. 237-268.

[4] Halperín Donghi, Tulio (1985 [1961]). Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, p. 78, 97.

[5] Ibid., p. 119

[6] Halperín Donghi, Tulio (1971). El revisionismo histórico argentino. Buenos Aires: Siglo XXI. Luego reformulado en (2005), El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional. Buenos Aires: Siglo XXI. Véase Fernando Devoto (2006). Tulio Halperin Donghi. El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional”. Prismas. Revista de Historia Intelectual, 10, pp. 262-265.

[7] Botana, Natalio (1997 [1984]). La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo.  Buenos Aires: Sudamericana, p. VII.

[8] En su discurso de asunción como presidente ante el Congreso, Raúl Alfonsín afirmaba: “Construiremos una República leal consigo misma y con sus ciudadanos, que no podrá ser traicionada nunca en su esencia democrática” (“Mensaje de asunción del Presidente D. Raúl Ricardo Alfonsín”, en Dossier legislativo. Acta del 10 de diciembre de 1983, Buenos Aires, Congreso de la Nación, año VI, nº153, mayo 2018, p. 104.

[9] Botana Natalio y Gallo, Ezequiel (1987). De la República posible a la República verdadera (1880-1910). Buenos Aires: Emecé.

[10] De Privitellio, Luciano (2011). Las elecciones entre dos reformas. En Hilda Sábato, Marcela Ternavasio, Luciano Di Privitellio y Ana Virginia Persello (ed.). Historia de las Elecciones en la Argentina. 1805-2011 (pp. 132-233). Buenos Aires: El Ateneo. Castro, Martín (2012). El ocaso de la república oligárquica. Poder, política y reforma electoral: 1898-1912. Buenos Aires: Edhasa.

[11] Véase Sábato, Hilda (2018). Republics of the New World: The Revolutionary Political Experiment in Nineteenth-Century Latin America. Princeton: Princeton University Press.

[12] Estos aspectos son desarrollados en Sábato, Hilda (2006). La reacción de América: la construcción de las repúblicas en el siglo XIX. En Roger Chartier y Antonio Feros (comp.). Europa, América y el mundo. Tiempos históricos (pp. 263-280). Madrid: Marcial Pons.

[13] Fernández Sebastián, Javier (dir.) (2009). Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850 [Iberconceptos-I]. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.

[14] Botana, Natalio (2016). Repúblicas y monarquías. La encrucijada de la independencia. Buenos Aires: Edhasa.

[15] Munilla Lacasa, María Lía (2013). Mayo en Buenos Aires. Fiestas cívicas y discurso simbólico en el período revolucionario, 1810-1816. En Pablo Ortemberg (dir.) (2013). El origen de las fiestas patrias. Hispanoamérica en la era de las independencias (pp. 43-64). Rosario: Prohistoria.

[16] Myers, Jorge (1995). Orden y virtud. El discurso republicano en el régimen rosista, Universidad Nacional de Quilmes: Buenos Aires.

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Dossier | La judicialización de los conflictos políticos. Hispanoamérica, siglo XIX https://historiapolitica.com/dossiers/dossier-la-judicializacion-de-los-conflictos-politicos-hispanoamerica-siglo-xix/ Mon, 13 Jul 2020 12:35:28 +0000 http://historiapolitica.com/?post_type=dossiers&p=4069 ISSN sección Dossier 2618-415x

Dossier | La judicialización de los conflictos políticos. Hispanoamérica, siglo XIX


 Irina Polastrelli (IECH/UNR-CONICET)

 

La judicialización de los conflictos políticos es, sin dudas, un fenómeno de suma actualidad, particularmente notorio en países caracterizados por la inestabilidad y la fragilidad de sus sistemas políticos. Pero no es nuevo, ya que la justicia ha sido considerada de manera recurrente como un espacio válido donde dirimir las disputas políticas en diversas épocas y geografías. Un espacio que, además, se fue modulando en diferentes formatos y en prácticas muy variadas.[1] Este dossier reúne un conjunto de investigaciones sobre casos hispanoamericanos que, con diversos intereses y enfoques, aportan elementos para reflexionar sobre el papel de los juicios y de los tribunales en la gestión de la conflictividad política, y, en definitiva, para pensar el intrincado vínculo entre política y justicia durante el siglo XIX.

Los trabajos que aquí se presentan no hubieran sido posibles sin la vigorosa renovación que experimentaron la historia política, la historia de la justicia y la historia crítica del derecho en los últimos años. La confluencia de estos campos ha redundado en profusas contribuciones sobre diversas aristas de la política decimonónica, como la construcción y el funcionamiento de los poderes, la circulación de discursos jurídicos y la adopción estratégica de prácticas judiciales disponibles, el ejercicio de la violencia por parte de las autoridades y el tratamiento dispensado a opositores y enemigos. Estos son algunos de los temas abordados por los autores a partir del estudio de fuentes judiciales –en su sentido más amplio–, pero también de debates legislativos, prensa, bandos, disposiciones y decretos, entre otros.

El dossier comienza con un artículo en el que Marta Irurozqui Victoriano argumenta que la represión militar y judicial sufrida por las juntas de la Paz y La Plata durante la crisis de la monarquía española evidenció una disputa doble. Por un lado, un cuestionamiento de virreyes e intendentes por parte de otros cuerpos como la Audiencia y el Cabildo y, al mismo tiempo, una lucha de influencias jurisdiccionales entre Buenos Aires y Lima por el control de Charcas. A juicio de la historiadora la condena de la iniciativa platense, a pesar de ser menos sangrienta que la aplicada a su par paceña, fue más grave puesto que impidió que la Audiencia –que gozaba de autoridad por delegación real– concentrara la reasunción de la soberanía y con ello, provocó su dispersión a través de los cabildos.

Los siguientes cinco trabajos se concentran en la década de 1810 y muestran que la apelación a prácticas judiciales para neutralizar a los adversarios políticos fue una estrategia compartida por movimientos revolucionarios y reaccionarios. Véronique Hébrard analiza la aplicación de una justicia de excepción y sus efectos durante la política de Pacificación llevada adelante por Domingo de Monteverde en Venezuela. Para la autora, entre 1812 y 1814 el funcionamiento del aparato judicial –y su omnipresencia a través de la “invitación” a la denuncia– intensificó la militarización y la polarización que desde los meses previos estremecía a la sociedad y exacerbó las tensiones institucionales producto de la promulgación de leyes marciales y proclamas desde los inicios del proceso de independencia.

Ivana Frasquet indaga, por su parte, en los procesos judiciales sustanciados en 1814 y 1815 contra los diputados liberales que integraron las Cortes de Cádiz, para enfocarse en la elaboración de sus alegatos. En un contexto de crisis del constitucionalismo hispano y de represión fernandina, Frasquet revela que los imputados hicieron frente a las acusaciones (entre ellas, atentar contra la soberanía del monarca para establecer un “gobierno democrático”) combinando sofisticadamente las Leyes Fundamentales del reino y la Constitución gaditana en una justificación teórica que fue utilizada como estrategia de defensa conjunta.

En la misma coyuntura, pero al otro lado del Atlántico, Marcela Ternavasio explora el juicio al que fueron sometidos los alvearistas en Buenos Aires, acusados de cometer el “delito de facción”. El proceso llevado adelante por la Comisión Civil de Justicia en 1815 (que no puede catalogarse como un juicio de residencia pero tampoco como un moderno juicio político) exhibe la perspectiva aún inestable y fragmentada que los actores tenían en torno a las opciones que abría la noción de división de poderes, ya que Ternavasio ubica tres grandes cuestiones discutidas durante el juicio: el funcionamiento del poder constituyente y legislativo, el accionar del poder ejecutivo y los vínculos entre ambos poderes.

A continuación, Beatriz Bragoni se ocupa del plan conspirativo de los hermanos Juan José y Luis Carrera contra los gobiernos de San Martín en Mendoza y de O’Higgins en Chile y del proceso judicial sustanciado en 1818. El conflictivo contexto político previo al triunfo de Maipú habilitó a la autoridad competente para elaborar argumentos políticos y jurídicos en pos de acelerar el juicio. Pero también, a esgrimirlo como elemento de prueba para refrendar la condena moral que pendía sobre los acusados en una sentencia judicial (afirmada en el republicanismo clásico y en el derecho canónico) que los condujo a la muerte.

Irina Polastrelli revisa las estrategias de los gobiernos revolucionarios en Buenos Aires durante la década de 1810 para reprimir conspiraciones, asonadas y motines: el nombramiento de jueces comisionados, el otorgamiento de facultades extraordinarias, el establecimiento de tribunales de seguridad pública, la suspensión de garantías individuales, la aplicación de condenas sumarias y el solapamiento de justicia ordinaria y justicia militar. A través de dicho repaso se observa que la impartición de castigos fue moderada y que los juicios a disidentes políticos permitieron no solo legitimar las condenas sino también instituir pautas y valores para el ejercicio del poder político.

Los últimos tres estudios avanzan en la segunda mitad del siglo XIX. Alejandro Eujanian examina en un registro novedoso los dilemas de someter a juicio a los responsables de un régimen político caído y denostado, como fue el caso del rosismo. Los debates legislativos producidos con motivo de la confiscación de los bienes y del procesamiento del otrora gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, exponen las interpretaciones enfrentadas sobre el pasado reciente y las alternativas barajadas en la transacción política entre las elites dirigentes porteñas.

Erika Pani se sumerge en los años que transcurrieron entre la dictadura santanista y la caída del Imperio en México y presenta las disposiciones proclamadas por los gobiernos antagonistas para impugnar la legitimidad del accionar de sus adversarios. La severidad de dichas disposiciones –destinadas a limitar la libertad de expresión y movimiento, controlar el acceso a la administración de justicia e imponer la fidelidad política– fue fluctuando en función de los avatares de la guerra más que en la postura ideológica de las autoridades que las decretaba. Para Pani, la legislación tuvo resultados exiguos ya que, al aplicarse de manera arbitraria y según criterios políticos, no logró prevenir la subversión ni eludir la guerra.

La selección se cierra con un artículo de Eduardo Zimmermann sobre los fallos de la justicia federal en el juzgamiento de las rebeliones provinciales de 1867 y 1868. Durante esos incidentes, la justicia federal tuvo cierta independencia de actuación frente a los poderes políticos y ello se reflejó en dos dimensiones: en la defensa de los derechos individuales de civiles y en la instauración de un “espíritu de moderación” política, a través de la protección judicial de los revolucionarios y la atenuación de sus sanciones y castigos. El autor concluye que la Corte Suprema y los jueces federales instituyeron un mecanismo judicial de intervención en las disputas políticas y favorecieron además una peculiar forma de entender la participación en el sistema político.

Los trabajos sucintamente reseñados muestran cómo los actores apelaron al repertorio disponible de instituciones judiciales y discursos jurídicos –de viejo y nuevo cuño– con el objetivo de legitimar ciertos cursos de acción. Asimismo, descubren que la acción de la justicia no es autónoma respecto del contexto político, sino que las decisiones responden, entre otras variables, a las concepciones normativas y a las motivaciones de los involucrados. Y, por último, enseñan que los juicios también forjan contextos.

 

Textos seleccionados para el dossier:

Irurozqui Victoriano, Marta (2011). Soberanía y castigo en Charcas. La represión militar y judicial de las juntas de La Plata y La Paz, 1808-1810. Revista complutense de historia de América, 37, pp. 49-72.

Hébrard, Véronique (2016). Justicia “excepcional” y lógicas de radicalización durante la primera pacificación de Venezuela (1812-1814). Revista de Indias, 76 (266), pp. 17-49. Recuperado de: http://revistadeindias.revistas.csic.es/index.php/revistadeindias/article/view/1008/1081

Frasquet, Ivana (2018). En defensa de la Constitución. Persecución y juicio a los diputados de las Cortes en tiempos contrarrevolucionarios. 1814-1815. En Ivana Frasquet y Encarna García Monerris, Tiempo de política, tiempo de Constitución. La monarquía hispánica entre la revolución y la reacción (1780-1840) (pp. 213-238). Granada: Comares.

Ternavasio, Marcela (2007). Juzgar a quienes legislan y ejecutan. En Marcela Ternavasio, Gobernar la revolución. Poderes en disputa en el Río de la Plata, 1810-1816  (pp. 179-217). Buenos Aires: Siglo XXI.

Bragoni, Beatriz (2012). El camino de la conspiración y el peso de la justicia revolucionaria. En Beatriz Bragoni, José Miguel Carrera. Un revolucionario chileno en el Río de la Plata (pp. 159-206). Buenos Aires: Edhasa.

Polastrelli, Irina (2019). La revolución en alerta. En Irina Polastrelli, Castigar la disidencia. Juicios y condenas en la elite dirigente rioplatense, 1806/08-1820 (pp. 143-165). Buenos Aires: Academia Nacional de la Historia.

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Pani, Erika (2012). Los “castigos nacionales”: justicia y política en tiempos de guerra. En Patricia Galeana, El imperio napoleónico y la monarquía en México (pp. 565-587). México: Siglo XXI.

Zimmermann, Eduardo (2010). En tiempos de rebelión. La justicia federal frente a los levantamientos provinciales 1860-1880. En Beatriz Bragoni y Eduardo Míguez, Un nuevo orden político. Provincias y Estado nacional, 1852-1880 (pp. 245-273).Buenos Aires: Biblios, 2010.

 

Palabras clave: judicialización – conflictividad política – Hispanoamérica – siglo XIX –

 

[1] Rosanvallon, Pierre (2007). La contrademocracia. La política en la era de la desconfianza. Buenos Aires: Manantial.

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